T al vez sea un poco presuntuoso el título pero algo de eso sucedió. En las primeras horas de nuestra emancipación hubo un Zapata en Entre Ríos que hizo pata ancha y se enfrentó como pudo a la soberbia realista.
Hace dos siglos una serie de sucesos conmovía el Río de la Plata y toda Hispanoamérica.
La formación de la Junta Provisional de Gobierno en el cabildo de Buenos Aires y la consecuente renuncia del virrey Cisneros marcó un quiebre político. Los segundones locales se atrevían a discutir las autoridades europeas. No importa si gobernaba Fernando VII o Napoleón.
Cuando el Consejo de Regencia español intentó imponer su autoridad en nombre del rey la Junta hizo caso omiso. Los funcionarios nombrados por España se refugiaron en Montevideo y desde allí procuraron recobrar el control de resquebrajado Virreinato.
Algunos cabildos de la región reconocieron la autoridad de la Junta, entre ellos los tres cabildos entrerrianos: Gualeguay, Gualeguaychú y Concepción del Uruguay. Otros como Paraguay, los del Alto Perú o Montevideo se mostraron remisos.
A fines de 1810 los españoles, atrincherados en Montevideo, procuraron retomar el control del Litoral enviando un contingente al mando del Capitán de Navío Juan Ángel Michelena.
Ante la amenaza realista los miembros de los cabildos entrerrianos comenzaron a sentir la presión ejercida desde la capital oriental. El Comandante General de Entre Ríos, José de Urquiza, renunció a su cargo y los cabildantes de Gualeguaychú y Gualeguay retornaron rápidamente hacia el bando realista.
El informe de Zapata en La Gazeta |
Michelena, desde Paysandú traspasó el Uruguay y el 6 de noviembre procedió a la toma de Concepción del Uruguay. El cabildo fue renovado totalmente con miembros fieles a los realistas y los criollos sospechosos de adherir a la Junta fueron puestos en prisión y luego enviados a Montevideo. El resto de la población que no le rendía pleitesía al invasor optó por internarse en los montes de los alrededores. Días después cayeron las villas de Gualeguay y Gualeguaychú.
Pero en el interior los criollos procuraban organizarse para enfrentar al enemigo con los recursos que poseían y aprovechando la ventaja del conocimiento del terreno. Los primeros intentos en donde participaron Bartolomé Zapata, Juan José Román, José Francisco Taborda, Mariano Aulesia y Pedro Celis, entre otros, se frustraron y fueron tomados prisioneros. Bartolomé Zapata, que milagrosamente logró escapar, se ocultó en las inmediaciones de Nogoyá y reunió algunos paisanos patriotas, se puso de acuerdo con otros en distintos puntos de la Provincia, y esperó el momento oportuno para volver a intentar la resistencia.
En su asiento en Santa Fe, Martín Rodríguez y su Regimiento de Húsares del Rey debía prestar apoyo a los rebeldes pero la respuesta fue exigua y a destiempo.
En el interior de los montes entrerrianos se fue gestando la fuerza indomable de los primeros caudillos, que luchando al “montón” con unos pocos trabucos, lanzas, boleadoras y lazos lograrían la primera hazaña de los patriotas: rechazar a los realistas y salvar la revolución. La montonera, a partir de este momento, será la marca registrada de las luchas del pueblo rioplatense contra los realistas, contra el portugués, contra ingleses, franceses y también frente a las pretensiones hegemónicas del puerto de Buenos Aires.
Zapata, el “esforzado paisano”, como lo califica La Gazeta, es el primero de los caudillos que se manifiestan en el Litoral y el pionero de una manera de hacer la guerra contra un enemigo compuesto por tropas regulares y provistas con armas de guerra.
Zapata era oriundo de Gualeguay pero poco más es lo que se sabe. Humberto Vico escribe que era “un respetable hacendado de la campaña” y agrega “poco sabemos de Bartolo Zapata, como le decían”.
Breve pero significativa fue su actuación. En un informe a la Junta describe las acciones para reconquistar las villas: “habiendo huido precipitadamente los europeos que las oprimían á la sola proximidad de cincuenta y dos hombres libres, que animados únicamente de la justicia, y sin mas armas que las de su manejo (el lazo y el cuchillo) buenos caballos, y el terror de que siempre está sobrecogido el opresor; se resolvieron auxiliar la indefensión de sus hermanos contra los últimos esfuerzos del poder”.
Una calle de Paraná recuerda a Bartolomé Zapata |
Efectivamente, la toma de la ciudad se hizo con el concurso de una fuerza compuesta por “52 hombres, que a mi costa - dice - con sacrificio de mi pobreza, con mis persuasiones, influjo, y otros arbitrios, pude reunir con el alto fin de defender á costa de nuestra sangre”.
De Gualeguay la montonera marchó a Gualeguaychú donde lo esperaba el caudillo local de Gregorio Samaniego. Zapata en su informe relata los acontecimientos: “Allí tenían su fuerza, para sostenerse contra esa capital. Un comandante Sopeña mandaba una partida bien armada: con ella se acercó hasta seis leguas del Gualeguay; mas allí concluyó la acción de atacarme, que tanto vociferaba.
“Después que tomé posesión de la villa – continúa - me apoderé de dos barcos del puerto por ser procedentes de la ciudad de Montevideo, nuestra enemiga…”.
El 8 de marzo Zapata fechó otro parte dando cuenta de la recuperación de Concepción del Uruguay. En el mismo ponía de manifiesto las tropelías cometidas por los españoles “teniendo en prisiones hasta las mujeres, y niñas solteras, que manifestaban adhesión a la Suprema Junta contra quien se había publicado la guerra, y se cantaban versos públicamente”.
El 6 de marzo, ante la amenaza de los patriotas, los realistas evacuaron la villa. Algunos vecinos, fieles al régimen los acompañaban: José de Urquiza, el cura José Bonifacio Redruello y los miembros del cabildo realista, entre otros.
Zapata hizo su ingreso al día siguiente y el 8 informa a la Junta que “yo acometí del modo que pude con mi gente, armada de las armas que usan como he dicho, y tomé la villa sin oposición, donde me hallo a su cuidado, y tengo repartida gente también en el Gualeguaychú y sus inmediaciones”.
La actuación de Zapata que hacía vislumbrar un futuro de gloriosos servicios para las armas de la patria, con un prestigio ganado en las escasas jornadas de lucha que le tocó enfrentar, se malogró rápidamente por un episodio tal vez menor. A los pocos días de la llegada a Concepción del Uruguay el caudillo cayó herido mortalmente en un enfrentamiento con el teniente Mariano Zejas que pretendía arrestarlo, según una versión, por orden del coronel Francisco Doblas, con quién mantenía una disputa por el cargo de Comandante interino.