Por Rubén Bourlot
Bien entrado el siglo XX era una costumbre arraigada los bailes en las chacras, al finalizar las labores de la cosecha. Como el proceso es principalmente manual y con máquinas estáticas a las que había que alimentar para que hicieran su trabajo, se necesitaba convocar a un importante número de trabajadores. Era costumbre también que estas tareas las realizaba toda la familia (hombres, mujeres, niños) y los vecinos que se acercaban a colaborar en un sistema de ayuda mutua similar a la minga de los pueblos incas.
Al finalizar la cosecha, y a modo de agasajo, el dueño del campo organizaba un baile, que en ocasiones se realizaba en el mismo lugar de trabajo, entre las parvas de restrojo o las trojas de maíz.
La costumbre viene de muy lejos en Entre Ríos como lo podemos observar en un decreto del gobernador Justo José de Urquiza datado en 1848 que disponía lo siguiente. “Se prohíbe la antigua y perniciosa costumbre de bailes y demás diversiones en la yerras y cosechas.
“El agricultor o hacendado que quiera proporcionar alguna diversión a sus peones, podrá hacerlo solo con el conocimiento y venia de la autoridad más inmediata; siendo la autoridad y él responsables de cualquier grave desorden que tenga lugar en ella”
Como podemos leer, se refiere a la “antigua y perniciosa costumbre”, lo que indica que el problema venía de lejos.
Pensemos que en el campo, por esos tiempos heroicos no había televisión, ni radio, ni cines, ni boliches. El único momento de encuentro entre los jóvenes para platicar, para “echar unas parrafadas”, como decían Paraná hace años, era ese encuentro después del trabajo bajo el sol.
Después vino la radio que servía para ponerle algo de música a la vida, y los bailes en las terrazas anexas a los almacenes y bolichos. Pero eran muy cada tanto.
Omar Gallay, en su Narrativa histórica de la colonia San Cipriano no dice que “La música y el baile en familia fueron las improntas que subsistieron en la colonia por mucho tiempo (…) No en pocas casas, el dueño era capaz de tocar el acordeón de dos hileras o verdulera( …)”
“Otras fuentes de música fueron el fonógrafo y la vitrola (…)
Agrega el autor que los bailes muchas veces “coincidían con los finales de trilla, quema de ladrillos o carneadas de cerdos”
En un testimonio dejado por las hermanas Cecilia y María Defazi de colonia Hughes, a fines de la década de 1970, recuerdan los bailes que se hacían luego de las jornadas de deschala de maíz y los bailes familiares animados por con una orquesta improvisada con acordeón y guitarras. A medianoche se obsequiaba a las damas con una taza de chocolate.