28/9/14

Pedro Aguer. Maestro, político y cooperativista

Entrevista por Ricardo César Bazán*

-Pedro, quisiera preguntarte sobre el cooperativismo desde tu juventud ¿Cómo comienza?
-Mi interés por el cooperativismo data desde que empecé a acompañar a mi padre, Gumersindo Aguer, quien fuera el maestro con quién me forjé como militante en los aconteceres de la política en general y del cooperativismo en particular.
Su vocación por la problemática social hizo que no pudiese mantenerme al margen, iniciando mi formación cuando participé en la creación del Centro Reformista de la Escuela Normal, ese fue mi primer compromiso, el que continué hasta la fecha.

Conocí el movimiento cooperativista de mi provincia escuchando a hombres que dejaron su impronta con el ejemplo: Bernardino Horne, David Merener, Luis de Casas, Guillermo Bender, Arturo Álvarez Daneri, con quienes mi padre sostenía una amistad compartida en la lucha, que se traduciría en una propuesta social agraria, para que el hombre fuese dueño de la tierra que trabajaba y se preparara para quedarse a vivir dignamente en el campo, en vez de prepararse para abandonarlo.
Era una lucha que se daba sin cuartel contra la intermediación despiadada de la especulación.
En sus reuniones aprendí las bondades del cooperativismo como herramienta para encauzar la producción, la educación y el consumo solidario democráticamente.
-¿Qué mas recuerdas de tu familia en relación con el cooperativismo?
-Yo tengo el antecedente de un abuelo mío, de mi abuelo paterno Don  Pedro Aguer que fue participante de la Cooperativa de Ferroviarios (Coop 1° de Mayo fundada en 1917), después mi padre trabajó como docente en la Escuela Alberdi y estuvo siempre vinculado a la actividad rural porque él se recibió de profesor trabajando como lechero y docente, y entonces estuvo vinculado a ese tipo de actividades, porque el comprendía la necesidad que la gente tenía de asociarse para poder seguir trabajando en la pequeña empresa familiar, sobre todo en las empresas rurales familiares, así fue como también vio que era necesario que se asociaran los avicultores que eran los que cultivaban las razas de gallinas de las cuales derivaron todas estas otras que hoy se consideran como parrilleras o se conocen con el nombre de parrilleros o alta postura, pero en realidad en ese entonces acá en la ciudad de Paraná se cultivaban las distintas razas, eran como 20 o 30 razas de distintas gallinas, y entonces formó una cooperativa para realizar exposiciones y para que la gente tuviera la oportunidad de… comunicándose, mejorar la genética, por eso fue que se constituyó esta cooperativa de la que mi padre formó parte.
-Durante tu función pública ¿podrías nombrar alguna cooperativa emblemática?
-Evito nombrar algunas porque si me estuvieran escuchando los cooperativistas dirían ¿Cómo se acuerda de ella y no se acuerda de la mía?, porque el problema del cooperativismo no es si hay mejores o peores cooperativas, sino si hay cooperativistas, verdaderamente cooperativistas en las cooperativas, entonces yo lo que sí inclusive siempre mencioné como cooperativa emblemática ya que vos empleaste esa palabra yo te la tomo, fue la Cooperativa de Pescadores de Victoria que fue todo un ejemplo de lucha, que fue todo un ejemplo de progreso y que fue en consecuencia un ejemplo cooperativista.
-Cuando yo era estudiante leí un escrito tuyo en donde contestabas a una afirmación de una persona que decía que el cooperativismo era un parche del sistema capitalista, ¿Qué pensás hoy?
-Lo que pensaba entonces, el cooperativismo es una entidad institucional, social y espiritual que no tiene nada que ver con el extremo de la derecha que dice que en aras de la libertad hay que restringir los derechos o de la extrema izquierda que dice que para que los derechos se logren es necesario restringir la libertad, estos son los dos planteos de la desesperación, por un lado mantener las injusticias que perjudican a los pobres y por el otro lado de utilizar a los pobres para llegar a las alturas de la burocracia y del poder. En cambio en la cooperativa con la participación democrática de sus asociados y en forma igualitaria, un socio es igual a un voto y a esto lo repito muchas veces, porque ni siquiera el presidente en una cooperativa puede desempatar en el caso que haya dos posturas con igualdad de votos. Tiene que seguirse discutiendo hasta que se llegue a la luz buscada, entonces esto es lo importante del cooperativismo, por eso si bien tiene una raíz socialista, que hay que reconocerla y decirla con toda tranquilidad, porque por lo general han sido los partidos socialistas los que promovieron el sindicalismo, los que promovieron las organizaciones solidarias y entre ellas el cooperativismo, lo que pasa es que a la derecha le conviene para asustar a la gente decir que el cooperativismo es comunista, pero no se trata de una cosa ni de la otra, el cooperativismo es la igualdad, es la equidad y es la libertad en democracia.


*Téc. Sup. en Cooperativismo

21/9/14

La dragona Montenegro ¡Para esto he venido!

Por Rubén I. Bourlot


Las mujeres en la historia de Entre Ríos aun no tienen la visibilidad que se merecen, en parte por los mismos motivos que se da en distintos ámbitos donde el papel de la mujer estuvo y aún está relegado al ámbito privado, alejado de los espacios de decisión. Pero si de manera fortuita emerge una figura protagónica, el tiempo y el desinterés de los historiadores va borrando sus huellas. Poco es lo que se sabe de personalidades como Tadea Jordán la madre de los caudillos Ramírez y López Jordán, a pesar que no fue solamente una mujer ama de casa. De la famosa Delfina, si bien no era entrerriana fue protagonista de sucesos provincianos, casi nada se conoce. Otro caso es el de Juana Montenegro, la Dragona, que estuvo en los entreveros cuando los porteños pretendían meter una cuña en estas tierras cobijadas bajo el protectorado artiguista. Es 1814 cuando el Directorio crea la provincia y manda gobernadores intendentes, rechazados por los entrerrianos. Y la Dragona encuentra una fama fugaz combatiendo del lado de los porteños.

 

El Paso de Belén

El 29 de septiembre de 1814, en el Paso de Belén, situado sobre el río Uruguay, en las cercanías de Mandisoví, se produce el enfrentamiento entre el caudillo artiguista José María Chirico o Chiribao y las fuerzas directoriales que respondían al gobernador intendente José Blas Pico.

Una jugosa crónica de Manuel F. Mantilla relata los pormenores del combate.1

Al rayar el día de una mañana, triste y lluviosa del mes de setiembre de 1814, hallóse campado a inmediaciones del Paso de Belén el Coronel José María Lorenzo con ciento veinte dragones, una pieza de a cuatro y treinta milicianos de Gualeguaychú a las órdenes del Comandante Samaniego.

Según la crónica

los artiguistas ocupaban el pueblo de Mandisoví al mando de José Miguel Chiribao haciendo de aquel punto el centro de sus operaciones (…)

El gobernador intendente de Entre Ríos, teniente coronel Blas José Pico, marchó sobre ellos con toda la división de su comando, y tras una jornada forzada ocupó el pueblo el 28 de setiembre de 1814. Los perturbadores del orden lo habían abandonado al saber su aproximación, llevándose a todos los habitantes, como las tropas de Artigas sabían hacerlo, a punta de lanza y a filo de sable.

Las sospechas de Pico sobre la dirección de los anarquistas, eran vagas; felizmente, capturó un espía de ellos y por él supo que se encontraban en el Paso de Belén. Inmediatamente dispuso que el segundo jefe de la división, teniente coronel José María Lorenzo, fuera a batirlos con ciento veinte dragones, una pieza de a cuatro y treinta milicianos de Gualeguaychú encabezados por el comandante Gregorio Samaniego.

La columna expedicionaria se había puesto en marcha la víspera al entrar el sol y llevaba orden del Coronel José Blas Pico, Gobernador Intendente de Entre Ríos, de batir en ese paraje a los artiguistas que al mando de José Miguel Chiribao infestaban con cuadrillas y partidas de bandoleros parte del territorio fronterizo a Corrientes, interceptando las comunicaciones de ambas provincias.

En ella iba, acompañando a su esposo, un dragón, Juana Montenegro, una de esas mujeres que no abandonan a su prenda querida en las mayores rudezas de la vida, verdaderas heroínas del amor y ángeles de consuelo y de caridad a la vez en medio del fragor de los combates para cuantos caen derribados por el plomo. No compartía de las fatigas de su esposo en clase de soldado, como no lo hacían ni lo hacen sus iguales; era simplemente su ayuda para descargarle de todas las atenciones propias de su sexo. Pero, de varonil carácter, hacía siempre ostentación de un sable ceñido sobre la pollera, que nunca había desnudado pero que guardaba para los casos inesperados y extremos.

Silvia Razzetto de Broggi dice que Juana es la esposa de un soldado del Escuadrón de Dragones de Gualeguaychú.2

Al verla seguir la expedición – continua Mantilla-, cuando sus compañeras quedaban en el pueblo, los soldados, siempre traviesos y pifiones (sic), le hacían farsas y burlas. Ella no se ofendía: era corrida en jaranas soldadescas:

— ¿A qué viene? ¡Qué feo va a disparar!  La víctima será el marido, que por defendería se hará matar.

Tales y parecidos flechazos recibía y contestaba, diciendo de vez en cuando: — ¿A qué vengo?  Ya verán. . . ya verán a lo que vengo.

Durante la marcha llovió abundantemente, pero el agua no detuvo la operación. Escampó a las tres de la mañana, quedando siempre amenazante el tiempo.

A las cuatro se halló Lorenzo a cien pasos del lugar donde le decía el espía que se encontraba el enemigo: un monte espeso. Era oscuro todavía. Esperó que aclarase.

Con la primera claridad adelantó Samaniego con sus milicianos. No veía enemigos. Para llamar la atención de ellos y conocer su paradero hizo disparar unos tiros al penetrar en el bosque.

Los artiguistas, que estaban próximos, en número de más de doscientos armados de lanza, sable y fusil, cayeron sobre él y detrás de él salieron de su guarida, trabándose el combate en terreno limpio con todas las fuerzas de Lorenzo. Minutos después de producido el choque, cayó un fuerte aguacero que imposibilitó el uso de las armas de fuego, quedando en virtud de ello con superioridad los anarquistas, por su número.

— ¡Carabina a la espalda, sable en mano y a la carga!, fue entonces la voz de mando que dio Lorenzo a su tropa, y se lanzó con ímpetu sobre el enemigo.

Juana Montenegro desnudó también su sable, y, colocada al lado de su esposo, se entreveró en la pelea, ágil, entusiasta y valiente como el dragón mas renombrado del regimiento. Deshechos y derrotados los artiguistas, ella siguió encarnizada la persecución a través del monte, donde quedaron girones de su pollera, volviendo al campo de la acción de los últimos, con un fusil arrancado personalmente a un enemigo y que entregó orgullosa a Lorenzo como trofeo de su valor.

- Para esto vine - dijo en seguida con orgullosa altanería a los soldados, que la aplaudían y vivaban.

 

El reconocimiento de Dragona

La actuación de la brava dragona no queda en el anonimato porque su jefe, el coronel Lorenzo, le trasmite al intruso gobernador sus hazañas: “al lado de su marido, atacó sable en mano peleando como un  soldado y después de la acción presentó el  fusil  tomado al adversario”, y éste se dirige Supremo Director del Estado, Gervasio Antonio de Posadas, para dar

cuenta de la acción ganada a los de Artigas en el Paso de Belén por las tropas a su cargo, al mando del teniente coronel D. José María Lorenzo y la bizarría con que la mujer del Dragón, Juana Montenegro avanzó sable en mano como los soldados.3

Como corolario Posadas suscribe un decreto concediendo premios a los que intervinieron en el combate y reconociéndole a Montenegro condición de dragona:

a consecuencia del parte dado por el gobernador intendente interino de Entre Ríos, don Blas José Pico en 29 de septiembre último sobre el triunfo de las armas de la patria ganado en el mismo día en el paso de Belén, acordó el supremo director del Estado con esta fecha lo que sigue.

«Apruébanse las providencias del gobernador intendente interino de Entre Ríos: dénsele las gracias a nombre de la patria, igualmente que a los valientes guerreros en la acción de las armas del paso de Belén: expídanse los despachos de un grado inmediato a su clase al teniente coronel don Blas José Pico, y oficiales que se distinguieron en aquélla, igualmente que el de teniente coronel efectivo de ejército al graduado de la misma clase don José María Lorenzo. Y en consideración al mérito que especialmente ha contraído Juana Montenegro batiéndose con el enemigo con un esfuerzo superior a su sexo al lado del soldado dragón su esposo, vengo desde luego en mandar que dicha Juana Montenegro pase revista en el expresado regimiento desde el día del ataque, y se le abone por toda su vida el haber de Dragón, dándosele especialmente las gracias por su heroico valor. Hágase saber en cuadro esta suprema resolución y publíquese en la Gaceta Ministerial para satisfacción de los interesados.»

Una rúbrica de su excelencia, Javier Viana, secretario.4

De ahí en más la Dragona pasa a formar parte ese ejército de mujeres perdidas entre las brumas del anonimato.

 

Referencias:

[1] Mantilla, Manuel F., (1888), Narraciones, Buenos Aires, Imprenta Europea. También está glosada por Elvira Reusmann de Battolla, (1910), en Páginas inmortales: el libro de oro de la mujer americana: episodios, anécdotas, acciones históricas, citado por P. Grenón S. J. compilador, (1931), Documentos históricos, T. 21, Secc. Patriótica N° 4, Patriotas cordobesas, Córdoba, Archivo de Gobierno.

2 Broggi, Silvia Razzetto de, Juana Montenegro, en https://sites.google.com/site/gualepedia/grupo-iten-gualeguaychu/mujeres-de-gualeguaychu/juana-montenegro. Acceso: 1-9-2017.

3 Archivo Artigas, Tomo XVII, (1980), Campaña contra el gobierno de Buenos Aires, 1814 –1815, pp. 470/471.

4 Transcripto de: Gazeta Ministerial del Gobierno de Buenos-Ayres, (26 de octubre de 1814), núm. 127, pág. 671, en Biblioteca de Mayo, (1963), Tomo XIV, Pág. 12837. 

Bibliografía complementaria a la referenciada:

Sosa de Newton,  Lily, (1980), Diccionario biográfico de mujeres argentinas, 2ª Ed., Buenos Aires., Plus Ultra.

16/9/14

Entrevista a María de las Mercedes Baucis

Tataranieta de Felipe Baucis, fundador de la primera cooperativa argentina

Por Ricardo Cesar Bazán*

María Baucis nació en Entre Ríos, en la ciudad de Colon, vivió en Rosario del Tala, Nogoyá y Paraná  y en la actualidad reside en Rosario. Hace varios años que se ha dedicado a investigar y recopilar la historia de  sus antepasados. Uno de estos datos es de vital importancia desde el punto histórico y está relacionado con la primera cooperativa Argentina de la cual su tatarabuelo fue su primer tesorero. Nos referimos a la Panadería del Pueblo fundada durante la Confederación Argentina, siendo el general Justo José de Urquiza uno de los principales promotores de esta empresa asociativa.
 

- ¿María, cómo es la historia de los Baucis?

Los Baucis eran gente muy culta en España y fueron totalmente liberales, entonces cuando yo empecé a estudiar la historia de la familia encontré que no era tan sencillo el liberalismo, la monarquía, los cambios en España. Uno cree que fue en menos etapas, en cambio hubo muchos cambios de gobierno de tendencias, caía uno volvía el otro, y por ejemplo la inquisición que uno pensaba que había terminado pero durante años y años siguió existiendo y volvía. Y justamente los Baucis tuvieron que escapar porque había caído el movimiento revolucionario, Napoleón había ayudado a que volviera el gobierno de España, volvía la inquisición con todos sus hierros y todas sus cosas y los Baucis eran activistas liberales, entonces - según me contaron cuando estuve en España - gente de la familia de allá  pasaron 2 o 3 días encerrados en el cementerio, en un panteón, porque pensaron que ahí no los iban a buscar y efectivamente  no los buscaron y cuando el barco estaba en el puerto salieron de noche y vinieron para acá.

- Usted cita a un viajero de Inglaterra que dice que Felipe Baucis y el Gral. Urquiza estaban organizando una panadería social según un modelo ingles.(1)

Según supe, Urquiza propicia a través de sus amigos, cosa que me interesó mucho, la creación de colonias, cooperadoras y cooperativas. Prueba de ello es la inminente puesta a trabajar, esperan que antes de fines del presente 1857, de una Panadería en Paraná, siguiendo las ideas inglesas expresadas en 1844 en Rochdale. Baucis es el más entusiasmado, y con otros amigos de aquella pequeña ciudad, y el apoyo moral de Urquiza, han logrado este hecho.
Si es cierto todos sabemos que Urquiza era terriblemente moderno pero además terriblemente curioso y aunque nunca salió de Argentina (mucha gente cree que el vivió, incluso una de las culpas que le echan de que era europeo y que le gustaba la vida en Europa, y el jamás salió de Argentina) pero mantenía un contacto epistolar y cuando algo le interesaba directamente le pagaba el viaje y lo traía. Aparte cerca del Palacio San José estaba el puerto del saladero y allí llegaban periódicamente cantidades de barcos que uno cuando lee no se anima a repetirlos porque eran más de 150 barcos anuales que venían de Inglaterra y cada uno de esos barcos traía todas las noticias, los periódicos. Otra cosa que la gente no sabe que en la época de la colonia el inglés era un idioma común, nosotros pensábamos que se hablaba solamente el español, y si uno se pone a  leer la historia colonial el inglés se hablaba tanto como el español. Había periódicos, había Club, había todo en inglés y algo de eso llego acá y también se hablaba mucho el francés, o sea que la información que se podía recibir era en tres idiomas, no solamente ceñido a uno, y además agreguemos el cuarto que es el catalán.

- Y a través de estos familiares que quedan en España reciben la noticia que en Inglaterra se había hecho una cooperativa y traen la idea aquí a Argentina.

Si, fue a través de ellos pero también de los barcos que traían de Inglaterra, venían con los periódicos y con esas cosas. Desgraciadamente mucho se perdió porque la familia no es grande, pero no se le da importancia a las cosas y el que tenía mucho material. Un  ejemplo es que uno de los Etcheves Baucis cuando murió sin familia y sin nada, y los sobrinos que levantaron la casa me dijeron que no habían encontrado nada, yo sabía el material que el tenía o que había visto, incluso yo tengo cosas de los Baucis en España de 1700, 1800 que me las dio él, pero el guardo mucho y se ve que ellos pensaron que eran papeles viejos y los tiraron.

- Felipe Baucis fue el primer tesorero de la cooperativa Panadería del Pueblo, ¿qué otras cosas hizo Felipe Baucis en Paraná?

Felipe Baucis trabajó…, la sociedad era muy pequeña, así que eran siempre los mismos. Gregorio de la Fuente y él hicieron la Sociedad Española, hicieron el Club Socialista, estuvieron en todo y después el que siguió con todas esas cosas fue el hijo de él, pero…Felipe Baucis que era español en un momento se les prohibió trabajar , porque con la Revolución de Mayo se prohibió que todos los españoles trabajaran en el gobierno no podían ocupar puestos, después se encontraron con que los criollos no estaban preparados y hubo que retroceder y esta gente que venía con tan buena formación se dedicó a los números y entonces Urquiza lo tuvo…hasta tal punto que tenía confianza que le dio poder de administración total sin obligación de rendir cuenta. Eso está en los libros de historia, no es que yo lo tenga. Por ejemplo, cuando compró la casa para hacer la Casa de Gobierno, cuando compró para hacer la casa de Urquiza presenta los poderes, una cosa que hoy no se concibe sin obligación de rendir cuenta y siempre se dedicó a la parte contable. Entre los cargos que ocupó él, fue vista general de aduanas cuando la Confederación y hay una nota oficial de Urquiza mandándole la orden de ahorcar en la plaza pública, frente a la Catedral, a todo el que entrara un hilo de contrabando, dice.  Y con ese decreto parece que se acabó porque nunca ahorcaron a nadie, pero lo que me refiero a que tuvo muchísimas actividades y hay que ver en la época que él estuvo y que él vivió en el Palacio San José. También era la época que acá  estaban las embajadas instaladas en Paraná, que la vida social y política era enorme, que todo el movimiento con los países extranjeros se manejaba desde acá y él era uno de los hombres de mucha confianza. Hay un cuadro o estaba por lo menos hasta que yo supe en la gobernación, en el salón principal cuando cruza Urquiza a Uruguay una de sus campañas y el pintor describe, y Pérez Colman lo toma,  de que está rodeado por sus amigos viendo amanecer y el que está a la derecha es Felipe Baucis (2).

- Y después hay un Baucis, Jaime que está en la Intendencia de Paraná y también funda una Panadería.

Si también funda, yo le decía Ricardo  que es notable porque lo que empezó uno con los amigos haciendo una panadería que le pusieron el nombre “Del Pueblo” justamente porque era la idea, la idea socialista, supongo que salía de ahí para que la gente tuviera, era una población muy pequeña. Después cuando el hijo fue intendente fundó la Panadería del Pueblo a cargo de la misma intendencia y los panes salían con el sello de la intendencia también siempre defendiendo el bolsillo de la gente. 
  
(1)Diario de Viajes 1856-1858, de Henry Jonston.(Cita transcripta por María Baucis)
(2) Se refiere al cuadro de Caraffa que representa el cruce del río Paraná, en Punta Gorda departamento Diamante, por parte del Ejército Grande comandado por Urquiza en 1851


*Tec. Sup. en Cooperativismo

11/9/14

Mujer y maestra

Por Rubén Bourlot
Publicado originalmente en la revista Orillas

Maestra mujer. Maestra sacerdocio. Maestra madre postiza. El mandato social del siglo XIX dispuso, salvo excepciones, que la enseñanza debiera estar a cargo de la mujer. Así como la mujer era quien, puertas adentro, se ocupaba de la crianza de los hijos, de las tareas domésticas, también tenía el deber de hacerse cargo de la instrucción de los niños. Por eso el mandato decía que la maestra debía se soltera, sin hijos propios, para que se hiciera cargo en plenitud de su sacerdocio. Hasta hubo contratos de maestras, del Consejo Nacional de Educación, que hacia 1923 disponían como requisito “no casarse” y advertían que “este contrato quedará automáticamente anulado y sin efecto si la maestra se casa”. En otra cláusula se imponía “no andar en compañía de hombres”.
La maestra Sarita fue personal único de la escuela Nº 17, una escuela de campo en el departamento Uruguay. Por casi dos décadas estuvo al frente del aula, el turno tarde con los más chiquitos, el de la mañana con los “chicos grandes” como les decía. Aún en las décadas del 60 y 70 cumplía con el mandato de dedicarse a esos hijos postizos, sin tiempo para enamorarse y formar su propia familia.
 La maestra Sarita
Niños y niñas descubrían asombrados lo que significaban esas letras alineadas en las hojas de los libros de lectura como Albricias, Tea, Los Teritos, Sol. Domaban los dedos para aprender los trazos de las palabras y los números. Hallaban nuevos mundos y constelaciones en los bosquejos borroneados con tiza sobre el pizarrón.


La maestra Sarita dividía el pizarrón con trazos firmes, para los de segundo, los de tercero, los de quinto, porque el cuarto estaba desierto, y así.  En cada franja escribía las actividades para cada grupo, mientras le dedicaba su tiempo personal a los del primer grado.
Eran tiempos de exilios. Perón en España desde 1955 y River sin ganar una copa desde 1957. Sarita no era peronista, pero era de River y solía recibir las cargadas de sus alumnos después de cada contraste del club favorito. No le interesaba mucho el fútbol pero los domingos, cuando todos estaban prendidos de los relatos de un clásico Boca – River, Sarita sintonizaba su Spica para espiar el resultado del partido. Así el lunes no la encontraba desprevenida.
Con los calores del verano, las heladas del invierno, entre los muros de la escuela sin calefacción ni ventilador, sin electricidad, solo iluminados por los generosos rayos del sol que se filtraban a través de los ventanales, la maestra Sarita siempre estaba. Y a veces cuando la lluvia se ensañaba a la hora de la vuelta al hogar, un puñado de alumnos que esperaba hasta que escampe, era agasajado con un arroz hervido que sabía a manjar.
La maestra Sarita preparaba los actos escolares como si fuera a dar una función en el teatro Colón: el canto desprolijo del Himno Nacional y Aurora, las dramatizaciones, de esas que publicaba la revista La Obra o el Anteojito, con morenas vendedoras de mazamorra pintarrajeadas a corcho quemado, o los tradicionales bailes grupales como gatos, chacareras y el Pericón acompañados por la música de un grabador Geloso, o por su propia guitarra que empuñaba con discreta habilidad.
     Alumnos y maestras frente a la escuela N° 17 hacia 1906
Y en los recreos largos, porque los había cada tanto, eran para un compartir un picadito de fútbol  en la canchita improvisada sobre un terreno ganado al chilcal, o para cultivar la huerta y mantener a raya las malezas.
De nuevo en el aula única, los más grandes descifraban los contenidos compendiados en el gordo Manual Kapelutz o el más provinciano Fogón. Los más chicos, ya aprendidos los primeros deletreos, pasaban al frente leer, con el libro sostenido con una sola mano y levantando la vista en cada punto, el texto previamente repasado una y otra vez.
Cada fin de año, en una sencilla ceremonia, se homenajeaba a los que egresaban (cuando había egresados), después el baile a beneficio organizado por la cooperadora con orquesta en vivo. Y Sarita partía al merecido descanso, tal vez a su natal en Concordia. O a Buenos Aires donde tenía un departamento, su única propiedad.
Y un día la maestra Sarita se jubiló (“¿Era premio o era castigo?”, como dice el poema de Landriscina). Un puñadito de alumnos de guardapolvos blanco la saludó con emoción. Ella se fue perdiendo por un caminito polvoriento. El puñadito de alumnos, unos caminado y otros en bicicleta o a caballo, se fueron alejando mientras ocultaban alguna lágrima. La escuela quedó sola. Después vino una maestra suplente. Al poco tiempo también jubilaron a la escuela. Ya era un edificio vacío. Tal vez de tristeza.

Fuentes:
Contrato de Maestras, 1923, en Revista del Consejo Nacional de la Mujer, Año 4, Nº 12, marzo de 1999.
"Maestra De Campo" de Luis Landriscina.

8/9/14

El Chumbiao, un montonero de historieta

Por Rubén Bourlot
Publicado originalmente en la revista Orillas

En la segunda mitad del siglo XIX un singular personaje atraviesa las lomadas entrerrianas montado en su potro agitando el grito de ¡viva López Jordán! Son los últimos escarceos de la guerra montonera contra la prepotencia porteña. Lanzas y trabucos se enfrentan heroicos contra las armas mortíferas de repetición y el auxilio del telégrafo.
Fotografía de El Chumbiao por la casa
Franco – inglesa de Gualeguay
Tras la muerte del general Justo José de Urquiza, el 11 de abril de 1870, la Legislatura de la provincia nombra para sustituirlo como gobernador a Ricardo López Jordán. El gobierno nacional, encabezado por Domingo Faustino Sarmiento, ofuscado ante esta medida, responde con la intervención armada. López Jordán se prepara para resistir en defensa de la autonomía provincial y en la zona de Paraná lo apoya con sus paisanos montoneros El Chumbiao, apodo que llevaba el capitán Gerónimo Romero, oriundo de Gualeguay.
Una canción popular retrata la situación:
“Qué importe que ellos traigan/ el prusiano Remington,/ si nosotros con la lanza/ iremos hasta el cañón”… “A las armas, compañeros/ nos llama otra vez Jordán./ No más comer ese pan/ amargo del extranjero”.
El historiador Fermín Chávez es quien rescata esta figura legendaria, como el Calandria protagonista de la obra teatral de Martiniano Leguizamón. Chávez relata un suceso que lo pinta de cuerpo entero. “El 20 de mayo de 1870 a la cinco de la madrugada, el conocido gaucho El Chumbaio (Gerónimo Romero) y 300 hombres dan un golpe de audacia en Paraná, despertando a los gritos a la infantería nacional dormida en la plaza, y retirándose sin tomarla”. Más allá de la importancia de la acción, el hecho demostraba a las tropas nacionales que la intervención no sería un paseo militar. Chávez documenta este episodio con una carta que el ex cónsul del Brasil en Paraná le escribe al entonces ministro de Guerra y Marina argentino, Juan A. Gelly y Obes. En esa misiva le expresa que “hoy a las cinco a seis de la mañana hemos pasado un mal rato; más vergüenza que por el peligro – 300 a 400 gauchos se ha entrado a esta plaza principal donde había como 400 infantes durmiendo al extremo que los centinelas los sintieron cuando se los llevaban por delante pero a los primeros tiros huyeron. Esto ha sido debido a la completa nulidad de las autoridades militares, pues la tropa ni las armas tenía cargadas, en fin una vergüenza…”
Dibujo de El Chumbiao por Juan Arancio
Pero también tenemos la versión del propia Chumbiao que el 20 de mayo le escribe un informe a López Jordán sobre su actuación:
“(…) En cumplimiento de la orden recibida de S. E., me marché para el pueblo de Paraná con 200 hombres, y a las 5 y media de la mañana estuve en la plaza principal dando vivas en la puerta de la Jefatura de Policía a nombre de nuestra Patria y de V. E.; y habiendo contestado el Oficial de Guardia, gritando vivas y tocando dianas, sentí unos tiros y descargas que la hacía el señor Ermeregildo Albariño, que pasaba dando vivas en la esquina de la plaza (casa del General Urquiza) una guardia que allí había, después de haber contestado las vivas.
“Luego después les hicieron fuego a las demás partidas que había por distintos puntos y no pareciéndome propia la pelea dentro del pueblo para no ofender a la población ordené la retirada a los oficiales que encabezaban dichas comisiones a las orilla del pueblo donde yo me retiré, parando a ver si salían los traidores enemigos para combatirlos. (…)”
Después de esperar a los porteños unas horas, se convencieron que no iban a salir a combatir a campo abierto y resolvieron retirarse.
El Chumbiao acompañó a López Jordán durante toda su primera campaña de resistencia a la intervención federal. En junio del mismo año las montoneras de El Chumbiao toman Nogoyá. La última actuación del capitán Romero se registra en la batalla de Ñaembé, Corrientes, ocurrida el 26 de enero de 1871, donde los jordanitas derrotados ponen fin a la rebelión.

De historieta

Tira publicada en el diario Clarín
Después del último entrevero la historia de este soldado matrero se pierde y comienza la leyenda. Y en esta leyenda se inspira nuestro historiador Fermín Chávez para reconstruir su vida legendaria en formato de historieta, plasmada en el dibujo por el santafesino Juan Arancio, conocido por generaciones de lectores de las revistas de la editorial Columba (El Tony, Dartagnan, Fantasía, entre otras). La historieta se publicó como tira diaria en el diario Clarín entre 1967 y 1971. El primer episodio cuenta que “en la Mesopotamia, a comienzos de 1871 un gaucho vencido en batalla y en desbando… huye hacia el sur tratando de salvar el pellejo. Se llama Gerónimo Romero, mas le dicen el Chumbiao”.

Fuentes:

Clarín Revista, Buenos Aires, 15 de enero de 1867

16/7/14

Un guaraní en Malvinas

Por Rubén Bourlot
(Publicado originalmente en revista Orillas)

Cobijadas por un manto de neblina, como el de la canción, las islas hoy atrapadas por las garras coloniales tuvieron en otras épocas gobernadores designados por las autoridades rioplatenses. Luis Vernet  fue designado Comandante Político y Militar de las islas Malvinas el 10 de junio de 1829. Pero antes aún hubo autoridades que cumplían esa función, entre otros un guaraní de las Misiones, pero aquerenciado en los pagos de Mandisoví - menos conocido que el Gaucho Rivero -, que fue nombrado Comandante de las irredentas tierras del sur. Fue una fugaz actuación pero de enorme significado como acto de reafirmación de la soberanía sobre el territorio malvinense.
Tras la sustitución del gobierno virreinal en mayo de 1810, todos los territorios pasaron a depender del nuevo gobierno revolucionario, incluyendo las islas Malvinas que en ese momento contaban con un pequeño destacamento militar. A partir de esa fecha fueron varios los actos de posesión. En 1810 la Primera Junta, atendió los reclamos del hasta entonces comandante militar español en Malvinas, Gerardo Bordas, que en vez de dirigirse al virrey español, hizo petición al primer gobierno argentino, que le erogó los sueldos reclamados. En enero de 1811 el gobernador realista de Montevideo, Gaspar de Vigodet decidió reunir todas las fuerzas militares de las que disponía a fin de enfrentar a los revolucionarios de Mayo, por lo que ordenó a las fuerzas existentes en el archipiélago, que estaban a cargo del destacamento, abandonar Puerto Soledad.
En 1820 el marino norteamericano David Jewett, comandante de la "Heroína", fue "comisionado por el Supremo Gobierno de las Provincias Unidas para tomar posesión de las islas en nombre del país a que éstas pertenecen por ley natural". A ese fin, el 6 de noviembre de 1820, enarbolando el pabellón nacional en Puerto Soledad, sobre el fuerte destruido y disparando una salva de 21 cañonazos, tomó posesión de las islas en nombre del "Supremo Gobierno de las Provincias Unidas de Sud-América". En 1821 Jewett fue sustituido por el Teniente Coronel Guillermo Mason.

El nombramiento de Areguatí

El 23 de agosto de 1823 Luis Vernet (de Hamburgo) y Jorge Pacheco (de Buenos Aires) "asociados", solicitan al gobierno de Buenos Aires el usufructo de las carnes, cueros y ganado vacuno de la isla Oriental de las Malvinas, haciéndose "cargo de la refacción de los edificios para tenerlos a disposición de las autoridades cuando éstas lo necesitasen". El 28 de agosto por decreto firmado por Martín Rodríguez y Bernardino Rivadavia se les acuerda la concesión, con la habilitación para usufructuar los bienes referidos.
 Carta de Areguatí describiendo la
calamitosa situación de la expedición
En diciembre Pacheco dirigió un nuevo pedido al gobierno. En él anuncia la próxima partida de la expedición, en la que marchaba el capitán de milicias retirado Don Pablo Areguatí, y para el cual solicita el título de "Comandante de Soledad" sin  goce de sueldo alguno.

Nacido en la aldea San Miguel Arcángel fundada en tiempos del Virreinato del Río de la Plata por misioneros jesuitas, hijo del corregidor de la misma, el guaraní Pascual Areguatí , educado primero por jesuitas, Pedro entró junto con un hermano en el Colegio Real de San Carlos, en Buenos Aires, hacia 1798. Esta institución –por cuyas aulas pasaron Manuel Belgrano, Juan José Paso, Juan José Castelli, Mariano Moreno, Manuel Dorrego, Cornelio Saavedra, Juan Martín de Pueyrredón y Martín Güemes, entre muchos otros nombres de los primeros años de vida argentina– con el correr del tiempo se convertirá en el Colegio Nacional de Buenos Aires. La ocupación portuguesa, en 1801, de los territorios donde había nacido, obligó a su familia a emigrar, como a muchas otras, al lado oriental del río Uruguay, radicándose en Mandisoví, en nuestra provincia. Sin terminar sus estudios volvió junto a su familia para dedicarse a actividades comerciales.
En 1811, Areguatí fue nombrado por Manuel Belgrano como primer alcalde de la refundada Mandisoví (situada en el actual departamento Federación), creada como estancia en 1777 por Juan de San Martín, padre del general José de San Martín. Su paso por Buenos Aires lo había vinculado con las personalidades notables de la época y eso lo sirvió para que en 1814 Gervasio Antonio de Posadas, Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, le concediera el grado de capitán de milicias. Estos vínculos provocaron la suspicacia de sus vecinos de Federación que lo veían como un operador del gobierno porteño en territorio de la liga artiguista.
En 1824, ya retirado, el gobierno accedió al pedido de Jorge Pacheco y por decreto del 2 de febrero fue nombrado comandante militar de la isla Soledad, cargo que mantuvo hasta agosto de ese año.
Indígena guaraní de la misma nación que Pablo Areguatí
Pablo Areguati había partido de Buenos Aires en enero de 1824 con aproximadamente veintiséis gauchos y desembarcó en Puerto Luis (hoy Soledad) a principios de febrero. La expedición no encontró las mejores condiciones para sobrevivir, según su propio testimonio. El 12 de febrero le envió una carta a Pacheco describiendo la “desesperada situación que estamos padeciendo ( …) estamos sin carne, sin galletas y si pólvora para cazar.” Se alimentaban de conejos silvestres asados y carecían de caballos apropiados para siquiera abandonar el campamento.  La expedición colapsó luego de tan solo unos meses y los recibos existentes que aún se conservan en archivos de Buenos Aires demuestran que Areguatí canceló la deuda de los gauchos a su servicio entre julio y agosto de 1824.Todos los miembros de la expedición retornaron a Buenos Aires para agosto de 1824.
Enrique Areguatí.  Cabo de la Guardia
Nacional - Uruguay, oriundo de de distrito Moscas
Uno de sus hermanos, Andrés Antonio, fue sargento en la expedición de los 33 Orientales, encabezada en 1825 por el general Juan Antonio Lavalleja para liberar la Provincia Oriental –que abarcaba lo que hoy es Uruguay y parte de Río Grande do Sul– entonces en poder de Brasil.

Hoy en la provincia el apellido Areguatí se conserva en varios descendientes de aquellos indios misioneros que se afincaron en la zona de Federación como testimonio vivo de un pasado de luchas y conflictos. Así en una lista de revista de la Guardia Nacional con asiento en Concepción del Uruguay, fechada en 1878, encontramos al cabo 2º Enrique Areguatí originario del distrito Moscas.
Un chamamé titulado “Gobernador Guaraní de Malvinas”, de Santiago Delgado, lo recuerda:

Un Sapukái atraviesa
Las naturales fronteras
Y se queda en Las Misiones
Donde empieza esta quimera.

Belgrano en plena campaña
Por el tapé guaraní,
Designa un nativo alcalde
Es don Pablo Areguatí.

El Triunvirato que nombra
Con los honores del caso
Gobernador de Malvinas
A Don Pablo Areguatí.
(Fragmento)

Fuentes:
http://www.fundacionmalvinas.org/contenido/leer/65/nace-la-argentina-independiente/
Bardini, Roberto, El indio que fue comandante militar en las Islas Malvinas, en http://www.rebanadasderealidad.com.ar/Notas_de_bardini.htm

Archivo General de Entre Ríos, Fondo Gobierno, XI Asuntos Militares

4/7/14

A cal y engrudo

Por Rubén Bourlot
Publicado originalmente en la revista Orillas

La pantalla del televisor muestra una escena de las elecciones donde un grupo de electores consulta los padrones pegados sobre el muro de la escuela donde se llevan a cabo los comicios.
Una joven observa y comenta: “¿esperaron hasta ese momento para averiguar dónde se vota?”
Le respondo que es algo ya incorporado a la conducta de la gente; dejar todo hasta el último momento. Hoy hay tantas posibilidades de informarse que no se justifica este comportamiento. Hasta hace unos años era razonable, le explico, porque no se podían consultar los padrones por internet. “¿Y por qué no los consultan por el celular?”, me retruca la nativa digital. Bueno, porque los padrones sólo estaban en versión impresa.
Hay que hacer un esfuerzo para imaginarse cómo eran las prácticas electorales hace tan solo tres décadas, cuando en nuestro país se recuperan las instituciones democráticas. En 1983 no existían los medios tecnológicos actuales, no había celulares, ni internet y la PC era un novedoso artefacto que mostraba aburridos textos y números sobre un fondo negro. La política aún conservaba su candor casi vocacional. Las campañas electorales eran totalmente artesanales donde la militancia desplegaba su ingenio para aprovechar los pocos recursos que tenían para difundir la propaganda.
Eran tiempos a cal y engrudo. Los jóvenes y no tan jóvenes se preparaban para asistir a una práctica que habían conocido a través de los manuales de Educación Democrática. Aún las campañas no son diseñadas, al menos a nivel local, por consultoras publicitarias que empaquetan el candidato, le hacen decir algunas consignas impactantes y lo lanzan al mercado. Da lo mismo si es un candidato a diputado, una gaseosa o una salchicha. La cuestión es vender el producto. Pero no, aún la militancia se hace por la camiseta, es decir por los colores del partido, por los proyectos plasmados en la plataforma electoral. Y es la militancia que incluye a los propios candidatos arremangados la que, a cal y engrudo, salen a caminar por las calles y los barrios.
En 1982 el arrogante gobierno de facto decide abrir los grifos de la política y ordena la reestructuración de los partidos políticos, da de baja las afiliaciones y la militancia sale en tropel a buscar afiliados. Es el primer gran trabajo militante, casa por casa con las fichas de cartón donde se anotan los datos del afiliado y luego éste realiza el gran acto estampar su firma. Se dice que algún partido “progresista” de la época envía a los barrios a sus militantes universitarios vestidos con ridículos mamelucos de grafa y alpargatas como para mimetizarse con el “populacho” y captar sus voluntades. 
La campaña del 83 y unas pocas más subsiguientes se hacen así, todo a pulmón. Los bienes más preciados de estos tiempos de cal y engrudo son los padrones y los paredones. Ya veremos.
Tener el padrón es tener la llave para la campaña, que permite ofrecerlo para la consulta a los vecinos en el local barrial. Además de los datos de la escuela y mesa donde votar se le ofrecen las boletas y algún panfleto con las propuestas. Otros con los datos del padrón ofrecen un servicio a domicilio, una especia de delivery, mediante el cual se le acerca en mano a cada votante un sobre con los datos de la escuela, la mesa donde debe votar y las respectivas boletas. 
Pero en esta militancia a cal y engrudo la tarea tal vez más sacrificada es la de la publicidad en la vía pública: el pegado de afiches y las pintadas. Los afiches generalmente se imprimen en cada localidad y la tarea militante es su distribución y fijación en los sitios públicos. No hay muchas empresas especializadas en esa tarea, por eso en los locales partidarios se forman las brigadas de pegatinas que con baldes y paquetes de harina proceden a elaborar el correspondiente engrudo que será utilizado pegar los afiches en los muros y en toda superficie que no se mueva. 
La tarea de pintar la publicidad es la que implica la mayor movilización. Realizada generalmente en los horarios más tranquilos de la noche, convoca a toda la militancia, incluidos los propios candidatos en el caso de los partidos con menos desarrollo. Y las materias primas son muy elementales: agua, cal y ferrite. La primera tarea consiste en pintar, balde en mano y brocha gorda, la base del paredón, con autorización del propietario, o a veces de “prepo” si el lugar aparece abandonado, con un blanqueo y la leyenda “reserva” más la sigla partidaria en casos que no se pueda terminar el trabajo esa misma noche. Después viene la tarea de diseñar las letras a brochazo limpio con los nombres de los candidatos, las consignas electorales y el número de las boletas. Se usa para eso la misma cal coloreada con el mágico ferrite que da colores básicos como el rojo, azul, negro, verde. Y no solo muros, también cordones y la propia calzada amanecen decorados de consignas para capturar el favor de los electores.

9/6/14

Victoria del canto

Por Rubén Bourlot
(Publicado originalmente en la revista Orillas)

El folclore, nuestra música nativa, no suele gozar de los favores de los medios de difusión masiva orientado a los jóvenes, salvo casos que a fuerza de la fusión con otros géneros y muchas concesiones estéticas logran la difusión masiva.
Hubo un tiempo que el folclore fue multitudinario y gozó de los favores de los medios, de las productoras y del público joven. La década del ’60 fue una explosión de renovación en el arte y la cultura en general. Desde el norte argentino, como una lava, bajaba el sonido de bombos y guitarras para hacerse un lugar en las grandes urbes, junto a la naciente “nueva ola”, la beatlemanía y el emergente rock nacional. La juventud se prendía con el folclore, empuñaba guitarras y el clásico “Zamba de mi esperanza” estaba en boca de todos. Nacía Cosquín como una catedral del canto nativo. Luego la maquinaria comercial tomó otros rumbos. Poco a poco el canto autóctono se fue arrinconando y desapareciendo de las grandes vidrieras. Hoy, con las excepciones que mencionamos más arriba, nuestra música está como apichonada. El retumbo de cumbias de dudoso buen gusto, reggatones altisonantes y latinos “internacionales” varios, satura el aire. Pero siempre quedan hendijas por donde jóvenes con rebeldía y audacia hacen rebrotar la música desde nuestras raíces.

“Siempre me pregunto por qué canto yo”, dice Victoria del Rosario Dobler, y agrega: “Me gusta cantarle a los niños, y llamarlos para que canten. Cantar a los niños es como plantar semillitas. Plantar semillitas de amor, de hermandad. Porque eso es la música: es amor, es liberación del alma, es lucha”, afirma.
Victoria transcurrió sus diecisiete años en San Benito, es pequeña localidad acollarada a la capital provincial. Y desde siempre sintió que la música, y en particular el folclore, fue su vocación. “Amo la música desde que tengo pañales. No fui influenciada por nadie. En mi familia no había músicos, salvo mi padrino que tenía una guitarra y cantaba algo. Mi abuelo que era panadero escuchaba todas las noches la radio y escuchaba folclore”. A los diez años, porque sus padres no podían comprarle una guitarra, “agarraba una escoba y me subía a un tablón y me ponía a cantar.  A veces me subía a un árbol que me gustaba mucho y ahí cantaba, hasta que mi mamá se dio cuenta que eso del canto venía en serio”.
“Yo no elegí ir a boliches donde generalmente va la juventud - afirma. Yo elegí estar como mi guitarra, y cantar. La música es muy importante porque es como ser predicadores de la vida. Es como un sacerdocio, porque hay que dedicarle tiempo y amor. Estás trabajando con el alma todo el tiempo. Es sembrar amor para que la gente se enamore con las canciones”.
Victoria lleva su guitarra como una extremidad más de su cuerpo. Canta a los niños en las escuelas, y se abre caminos en peñas y en algunos escenarios mayores de la zona,  “y donde me convoquen”. Interpreta a los clásicos del folclore del litoral: Puente Pexoa, El Jornalero, Puentecito de la Picada, muchos rasguidos dobles, todo el repertorio de Jorge Méndez. Es una convencida que hay que empezar por lo nuestro, por lo más cercano, por lo que nos identifica para poder apreciar lo  que viene de afuera.  “Quiero partir de conocer quién soy acá en Entre Ríos. Me gusta cantar cosas del litoral, de artistas que ya no están y que han dejado un gran legado con letras que tienen sentido. Es lindo escuchar canciones  que trasmiten valores y respuestas para el otro, porque es una manera bonita que te lleguen las cosas más claras. Cuando una escucha una canción aprende. Ese es mi objetivo y mi convicción: aprender. Canto temas folclóricos de toda la Argentina, pero en estos momentos me he planteado conocer a nuestros artistas, poetas, escritores del litoral”. Grandes definiciones de una incipiente artista.
También escribe letras con una perspectiva femenina. “Quiero escribir canciones femeninas, desde la perspectiva de la mujer. En vez de ‘te acordás mi chinita’ me gusta decir ‘te acordás mi cambacito”. Y opina que le gustaría que “en la escuela, en las clases de música se escuchara más de nuestra música para que sepamos de dónde venimos. Porque si no estamos perdidos. Si viene alguien de otro lado y nos dice: ¿sos argentina, sos entrerriana?, y te van a decir ¿qué escuchás? ¿qué comés? Y entonces se pierde el vínculo con ese hermano que quiere aprender de lo nuestro si no se quién soy. Hay que partir de conocer lo nuestro, qué significa ser entrerriano, para luego conocer a nuestro país. Porque así se valora más lo del otro”.
Opina sobre los nuevos intérpretes de nuestra música que a veces fusionan géneros para congraciarse con la preferencia del público más joven. “Me gusta el artista que actúa por convicción propia y no por cosas comerciales. No estoy en contra de la fusión de la música, de esos nuevos valores que surgen, pero sí que canten cosas que nos dejen algo valioso”.

Hoy Victoria está ocupada en seleccionar los temas de su primer disco en donde interpreta letras propias y otras de artistas reconocidos, mientras se foguea con los consagrados en espacios como el Anfiteatro Santángelo de Paraná, la Fiesta de los Reyes Magos, en Festival de la Juventud de Urdinarrain y más recientemente en la Noche de los Nuestros que se desarrolla en el teatro 3 de Febrero de Paraná.

7/6/14

Entrevista al Dr. Oscar Ricardo Tavani Pérez Colman* (I Parte)

Por Ricardo Cesar Bazán

- ¿Dr. Tavani que nos podría decir del Dr. Cesar Blas Pérez Colman?

-Ricardo, hay muchísimo para hablar. Es un personaje que, me atrevo a decir, está casi olvidado en Entre Ríos, sobre todo en su ciudad natal que fue Concepción del Uruguay. Yo me he encontrado con la sorpresa de que se conoce más su obra en la provincia de Santa Fe y en la ciudad de Buenos Aires que en la misma Entre Ríos. No sé a que se debe. De todas maneras, él nació el 11 de Diciembre de 1874 en Concepción del Uruguay por la circunstancia de que su padre era político, en realidad toda la familia tanto el Pérez como el Colman, los Mendieta de los cuales el también venía, eran de Rosario del Tala. La provincia de Entre Ríos empezó a poblarse con paraguayos que se radicaron en la provincia, hablo de fines del siglo XVII - fines 1680 aproximadamente -. Él venía de esa familia: los Mendieta que eran paraguayos, Miguel Jerónimo Mendieta que era hijo de paraguayos y paraguayo él también. Los padres de Mendieta habían llegado a Entre Ríos y él había sido intendente o alcalde de Rosario del Tala. Eran épocas en que todas las tierras eran fiscales así que prácticamente uno se instalaba en un lugar y sentaba sus reales y poseía las tierras, después los Colman también, descendían de un inglés que había llegado al Paraguay en el siglo XVI  (con un primo, en realidad sobrino. Nos decimos primos no sé por qué con Luis Sebastián Pérez Colman que vive en Buenos Aires), y consideramos que todos los Colman que anduvieron por Entre Ríos y por la República del Uruguay en el siglo XVIII tienen que haber tenido el mismo origen. Algunos sostienen que Colman es un apellido catalán, pero hablando casualmente con un argentino pero que es mas catalán que argentino, me mostró en Buenos Aires un libro con cerca de 40 páginas con apellidos catalanes en ninguno figura el Colman. Le pregunté directamente por Colman y me dijo que no es un apellido catalán, es realmente un apellido inglés.
Tavani Pérez Colman (izquierda) junto a Ricardo Bazán
Estaba Julián Colman que que insta a la fundación de Concepción del Uruguay, en Arroyo de la China en 1780 - 1781, después hay otro Colman que ya es oriental, José del Carmen, llamado Carmelo Colman que es uno de los 33 orientales y luego está José Colman que es Paraguayo y se instaló en el departamento Tala y los Pérez que eran de origen santafesino, posiblemente de Coronda que pasaron a Entre Ríos. El trayecto fue Paraná, Nogoyá, Gualeguay, Rosario del Tala. En realidad el padre de Cesar Blas era Benito Estanislao Pérez (él se decía Pérez solamente), la madre era Juana Colman y el padre de Benito Pérez era Blas Pérez de los primeros vecinos de ahí del departamento Tala, que lo había acompañado a Urquiza en todas las campañas militares. Blas Pérez, había nacido el 3 de Febrero (San Blas es el 3 de Febrero) y él celebraba todos los años su patrono, su nacimiento y el 3 de febrero porque era gente de Urquiza. Cesar Blas nació de esa unión entre Benito Pérez Colman y de Dolores Britos. Los Britos eran Britos Fernández de origen portugués llevados al Brasil en el ejército portugués aproximadamente en 1816 como parte de las tropas portuguesas que después iban a invadir la Banda Oriental y combatir contra Artigas, y por el lado de su madre también Pérez Colman venia de la familia Fernández. Fernández era un comerciante Oriental, oriundo de Montevideo, casado con una porteña que en 1814 se radicó en Arroyo de la China. La suposición es que se fue o dejó Montevideo, que era su ciudad natal, disgustado con la manera de gobernar de los porteños de Buenos Aires después de la caída de Montevideo en manos patriotas. Todos sabemos que entró Alvear al frente de las tropas en Montevideo y practicamente empezaron a gobernar gente de Buenos Aires la Banda Oriental y digamos llevando mayor discordia o desagrado a los Orientales que sostenían y defendían la autonomía de la provincia Oriental. Era una provincia más de las Provincias Unidas del Río de la Plata, eso de que hoy día sea una república aparte nace con el armisticio de agosto de 1828. Ningún oriental quiso ser independiente, fue un país o una república creada por un tratado celebrado entre el emperador de Brasil, el gobernador de Buenos Aires que era Dorrego con la mediación Británica.
Como le decía, Ricardo Pérez Colman nació el 11 de diciembre de 1874 en circunstancia en que el padre que se había mudado a Concepción del Uruguay porque era capital de la provincia y llevaba ahí su actividad política. El padre llegó a ser intendente de Concepción del Uruguay, fue vicegobernador de la provincia de Entre Ríos con aproximadamente 28 años de edad. Primero se dedicó al comercio y después, ya escribano, tuvo una de las escribanías más acreditadas de Concepción del Uruguay. Con los años Benito Pérez fue diputado nacional, ministro de Hacienda de la provincia (esa es la razón por la cual Pérez Colman nació en Concepción del Uruguay). Él adopta el apellido paterno Pérez Colman porque en realidad Don Benito era hijo de Blas Pérez y Juana Colman o sea que era Pérez Colman, pero el Colman no lo usaba, sí lo usaba el hermano menor Luis José Pérez Colman. Luis José, dos años menor que Benito Pérez, fue coronel del Ejército de Entre Ríos, llegó a ser diputado provincial por el pueblo de Gualeguaychú, y además se dedicó mucho a la actividad política, tanto que en cierto momento se le atribuyó formar parte de un complot para matarlo al General Racedo, resistiendo Pérez Colman y otros vecinos de Concepción del Uruguay (hablo siempre del tío de Cesar Blas Pérez Colman) el traslado de la capital de la provincia de Concepción del Uruguay a Paraná. Descubierto ese complot que no se sabe si fue nada más que  una versión que arrojó el oficialismo para frenar a esta gente que quería mantener la capital en Concepción del Uruguay o si fue realmente un complot, lo cierto es que  Luis José Pérez Colman con otros vecinos y familiares tuvieron que exiliarse en Paysandú perseguidos por el gobierno de la provincia.
Tanto Luis José Pérez Colman como su hermano Benito, integraron la logia masónica Jorge Washington de Concepción del Uruguay, y Pérez Colman se crió en ese ambiente, tanto de los relatos del abuelo de las campañas con Urquiza, la actividad política de su padre, la actividad social de su madre que integraba la Sociedad de Beneficencia de Concepción del Uruguay interesada en colaborar para la salud de la población y también en la escolaridad y en la instrucción de los niños. Se crió en ese ambiente y empezó sus primeros estudios en una escuelita privada de Doña Encarnación Cámara. Los niños iban cada uno con su sillita, no había pupitres, tal es así que yo tengo en mi poder una sillita que no era de Pérez Colman sino del abuelo de la esposa de Pérez Colman, o sea que yo estoy hablando de una sillita que es de fines del siglo XVIII, muy rústica por cierto. Es una prueba de que todos los niños de esa época iban con sus sillitas a las escuelas privadas. De la escuela de Encarnación Cámara, Pérez Colman pasó a unos estudios más elevados a una escuela que tenia José Zubiaur, que junto con otros estudiantes de Derecho daban instrucción previa, digamos el secundario (o lo que hoy sería un secundario) en esa escuela. Terminado ese ciclo o esos estudios en la Escuela de Zubiaur (aquí en Paraná hay una escuela con su nombre), Pérez Colman ingresó al Colegio Nacional del Uruguay donde se recibió de bachiller en 1891 y se fue a estudiar medicina a Buenos Aires. Hizo los dos primeros años de medicina en la Universidad de Buenos Aires y tuvo que volver porque tuvo una afección en su salud, ya que el tratamiento lo obligaba vivir en su casa. Fue a una estancia que tenía el padre, que se llamaba Santa Juana en el departamento Tala. De ahí la familia se vino a Paraná porque fue la época en el que el padre se trasladó a Paraná para seguir con su actividad política e ingresó a la facultad de derecho de Santa Fe. Previamente, ese verano el entró a trabajar en la oficina química de Paraná donde estaba el Dr. Alberto Saraví que era muy amigo de Benito Pérez. Alberto Saraví es el padre del poeta Guillermo Saraví. Había mucha amistad con Faustino Parera (eran todos dedicados a la actividad política) y se le dio licencia de un mes a Cesar Blas Pérez Colman para que fuera a Santa Fe y se interiorizara de la carrera que iba a seguir. Viajaba después periódicamente a Santa Fe. Se le concedió también la posibilidad de establecerse durante tres meses y empezó a estudiar derecho en Santa Fe con el Dr. Depetris que era su amigo y su compañero (primer amigo y compañero que tuvo en la facultad de Derecho de Santa Fe). Hoy el edificio de la sede del Club del Orden de Santa Fe es la casa que fuera el domicilio particular del Dr. Depetris, un destacado abogado de la ciudad. Después pasó a vivir con un familiar que venía de Concepción del Uruguay sin trabajo por la crisis de esa época (coletazo de la crisis del 90), y vivían en un cuarto del (convento) San Francisco, y vivían con dos catres una mesa, dos sillas, dos baúles, una percha y una jofaina. Ese era el inmobiliario que tenía Pérez Colman con su pariente y compañero de habitación.

 *Nieto del Historiador Entrerriano Cesar Blas Pérez Colman
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