7/7/24

La historia vista desde nosotros

 Rubén I. Bourlot

 

En 2002 el Congreso de la Nación aprobó la Ley N° 25.566 que estableció el día 1° de julio como el Día del Historiador. La conmemoración hace referencia a esa fecha de 1812 cuando el gobierno del Primer Triunvirato firmó un decreto por el cual ordenaba que se escribiera una “historia filosófica de nuestra feliz revolución para perpetuar la memora de los héroes y las virtudes de los hijos de América del Sud…” 

La conmemoración nos da pie para abordar algunas convenciones que se aplican al discurso histórico a modo de verdades reveladas que resisten el paso del tiempo y atraviesan las culturas.

Son las consecuencias de la colonización cultural que aplica acríticamente modelos concebidos para interpretar la historia de Europa, resabio de la modernidad europea, como es la división de los tiempos históricos que intenta organizarlos en periodos a partir de un momento que se consigna como en inicio de la Historia que para los europeos, permeados por el positivismo del siglo XIX, coincide con la invención de la escritura. Aún hoy ese aserto se repite en libros y manuales que se utilizan en las cátedras.

Según esa interpretación, el punto inicial de la historia se fija hace unos 6.000 años en la Mesopotamia asiática con el hallazgo de algunas tablillas con escritura cuneiforme. ¿Y lo anterior? Eso sería prehistoria. ¿Y si hubo escritura anteriormente? Entonces tendríamos que correr los tiempos históricos.

La periodización eurocéntrica parte de un criterio muy acotado a la visión de algunos historiadores, con serias limitaciones para rastrear la historia de la humanidad y concebir que tal vez haya escrituras muy anteriores. Pero, además, ¿por qué limitar a la escritura la historicidad de una comunidad? ¿Acaso el hecho de carecer de escritura le quita la entidad de cultura histórica? “La historia es el estudio del hombre en el tiempo”, sostenía Marc Bloch. El hombre, como género humano, desde el momento que aparece como ser racional, que transforma el entorno natural para satisfacer sus necesidades, construye cultura y por lo tanto es un ser histórico.

 

LA PREHISTORIA PARA LOS DINOSAURIOS

Si hace unos 10.000 años, o más, grupos trashumantes trotaban por las costas del Uruguay cazando y pescando con jabalinas y arpones, ya había historia en Entre Ríos. Entonces dejemos la prehistoria para los tiempos de los dinosaurios. Escribió Víctor Badano al respecto: “La cultura es inherente a la condición humana. No es posible concebir al hombre sin cultura, pues cuando ya aparece sobre la superficie de la tierra posee capacidad creadora”.

Para Friedrich Behn (Prehistoria e historia primitiva): "La ciencia de los principios de la cultura es una disciplina histórica. Cuando una concepción humanista mal entendida y el interés por las manifestaciones del Sur clásico y del Oriente impedía toda investigación científica de los restos del pasado en el suelo de cada país, la prehistoria fue cultivada principalmente por las disciplinas naturalistas (geólogos, antropólogos) y se presentaba muchas veces con el ropaje de una ciencia natural. Pero la concepción moderna le ha señalado su lugar adecuado en el marco de la Historia. El fin de la ciencia prehistórica es convertir la prehistoria en historia."

Apelamos a otro pensador nuestro, Rodolfo Kusch (América Profunda) -porque no necesitamos que nos lo diga Erick Hobsbawm-: “Separar la prehistoria de la historia es hacer positivismo o sea entroncar con el pensamiento de una burguesía espléndida. La prehistoria para el burgués francés medio es una tierra de nadie en la que se dan los utensilios. Como nada sabía de sus dueños, tenía la impresión de que se trataba de un ámbito en el cual la ciencia exploraba una humanidad integrada por hijos naturales. Por eso ella no fue incorporada a la historia, ya que ésta es, en cambio, la que relata los hechos promovidos por los creadores del mundo moderno. Napoleón merece estar en la historia porque se le conoce la familia, y no sólo la de sus padres carnales sino también la de los padres espirituales: la Revolución Francesa, Julio César, etc.

“Y es que los historiadores europeos, sólo ven como historia lo ocurrido en un solo vector en los últimos cuatrocientos años europeos o sea todo aquello que favoreció a la cultura dinámica y urbana. El resto ya va contaminado de prehistoria, excepto Grecia, que sirve, por cierto, de mito para la ciudad moderna. Una forma más profunda de ver la historia sería dividirla en cambio entre la gran historia, que palpita detrás de los primeros utensilios hasta ahora y que dura lo que dura la especie, y que simplemente está ahí, y la pequeña historia que relata sólo el acontecer puramente humano ocurrido en los últimos cuatrocientos años europeos, y es la de los que quieren ser alguien. La gran historia supone la simple sobrevivencia de la especie. La pequeña, en cambio, surge de la complicación adquirida por el hombre detrás del utensilio grande, que es, ante todo, la ciudad y que data de las primeras ciudades griegas hasta ahora, claro está salteando la ‘oscura’ edad media.”

Y por acá nomás observamos esa discriminación ente “históricos” y “prehistóricos” en los museos. Los testimonios materiales de las comunidades “históricas” se atesoran en el Museo Histórico Martiniano Leguizamón, por ejemplo, y los de las “prehistóricas” en el Museo de Ciencias Naturales Antonio Serrano mezclados con esqueletos de gliptodontes, macrauquenias y troncos petrificados, como si fueran partes del paisaje natural.

 

ANTIGUO Y EUROPEO, PRIMERO

En la escuela entrerriana los diseños curriculares de Historia (historia enseñada) estructuran los contenidos desde lo más antiguo y lejano, para el primer año, copiando el clásico modelo hegeliano eurocéntrico que concibe la historia como la marcha desde Oriente a Occidente en donde América recién emerge con la llegada de los europeos, cuyo estudio está contemplado en el segundo año. El tercer año está dedicado a los siglos XVIII y XIX (Diseño curricular, 2010, tomo I). En el ciclo superior se contempla el estudio del siglo XX. El mismo criterio cronológico, desde lo más antiguo a lo reciente, está contemplado para el ciclo superior de la educación primaria (cuarto a sexto años - Lineamientos Curriculares para la Educación Primaria, 2011).

Enrique Dussel (Europa, modernidad y eurocentrismo, en La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales) pone en tensión esa perspectiva hegeliana de una Europa moderna, occidental que explica la marcha de la historia desde Asia, llega a Europa y “descubre” América hace solo cinco siglos. Pero desde nuestro punto de vista tanto Europa como América son Oriente; ambas historias se construyeron a partir de las migraciones de pueblos asiáticos. Y en lo que nos interesa a los americanos, nuestra historia comenzó con las migraciones desde el verdadero “occidente” para nosotros.  Porque el occidente (occidere: donde declina el sol) para los americanos es Asia y Oceanía, desde donde vinieron los primeros pueblos que descubrieron el continente.

Quienes construyeron los diseños para la enseñanza no se atrevieron a navegar contra la corriente y proponer una visión americocéntrica que contemple la marcha de las civilizaciones desde Asia y Oceanía en el poblamiento del territorio americano varios siglos antes de la llegada de los europeos.

Por todo lo expuesto es menester repensar la historia, desnaturalizar los preconceptos, dar vuelta los órdenes preestablecidos, girar los mapas, introducir la perspectiva nacional iberoamericana en todos los contenidos del aprendizaje y dejar de actuar como el antiguo esclavo que pensaba que esa era su naturaleza, que su condición estaba impresa en su ADN y debía procurar realizarse dentro de los límites de su condición. Al menos al esclavo eso le servía para comer y abrigarse porque al amo le era útil saludable y le costaba dinero sustituirlo.

 

Más sobre el tema

Badano, Víctor, El arte de los ribereños plásticos paranaenses, Memorias del Museo de Entre Ríos, N° 34, Paraná, 1957. 

5/7/24

Claudia Rosa, in memoriam

 Rubén I. Bourlot


El 5 de julio de 2018 nos dejó Claudia Rosa. Rara avis esta Rosa, como una rosa negra. Una rosa que se marchitó demasiado pronto pero dejó su sutil perfume entre quienes la conocieron.

Como un colibrí siempre se la veía inquieta, inasible, imparable entre recortes y libros. Siempre en la búsqueda de las palabras bien escritas, hurgando los rincones de la literatura regional, esa que con vocación universal tiene que “remarla” para subirse a los escaparates de la fama metropolitana.

Claudia siempre recorriendo territorios en sus búsquedas. En la UNER, La UADER y de pronto, en un veloz vuelo en Alemania, o en París, o en su última morada: la Universidad del Nordeste.

Desde su casi iniciático Poética e ideología en Carlos Martronardi, se alza con el premio Fray Mocho, máximo galardón entrerriano de las letras.

Siempre fiel a un anclaje regional de la literatura, en su último trabajo publicado por el parisino Cuadernos Lírico, dice: “El mal que aqueja a la literatura argentina no es la extensión sino la apropiación de la cultura de la pampa húmeda, que alcanza la forma de lo nacional por sobre las producciones literarias de otras regiones del país. Un hiperprovincialismo expandido con pretensiones cosmopolitas. Y en estas constelaciones creadas a las sombras terribles del siglo XIX, que no terminamos nunca de invocar, aparece como contrapartida la impronta litoraleña que todos nosotros estamos empujados a evocar.” (Alfredo Veiravé y sus paisajes laterales). Así fue y así debe seguir siendo en alguna galaxia. Con el empuje para llevar nuestra voces a

 

Claudia Rosa fue profesora de las cátedras “Semiótica” y “Procesos Culturales Argentinos y Latinoamericanos” en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Entre Ríos, docente de posgrado, investigadora. Además, fue docente en la Universidad Autónoma de Entre Ríos y en la Universidad Nacional del Nordeste, en Corrientes y rectora del Instituto ETER Paraná.  Se destacó en la crítica literaria y en colaboraciones fundamentales en las publicaciones de Amaro Villanueva y Arnado Calveyra, entre otras obras de la Editorial de la Universidad Nacional de Entre Ríos. Falleció en Corrientes el 5 de julio de 2018.

20/6/24

La bandera flameó por primera vez en suelo entrerriano

Rubén I. Bourlot

 

La historia del primer monumento en homenaje a la bandera y a su creador Manuel Belgrano devela un hecho opacado hoy por el majestuoso monumento levantado en Rosario.


La historia del homenaje a la bandera nacional y a su creador, a través de un monumento conmemorativo, siempre estuvo plagado de contratiempos, falta de presupuesto, proyectos frustrados y debates artísticos, arquitectónicos e historiográficos. La primera iniciativa nació en Rosario en 1872, al cumplirse los 60 años de su creación. Fue un proyecto ejecutado por el ingeniero municipal, de origen genovés, Nicolás Grondona. Su propuesta consistía en levantar dos pirámides, una de mayor importancia en las barrancas de la ciudad donde se había emplazado la batería “Libertad” y la otra en la isla del Espinillo (hoy territorio entrerriano), en el sitio donde estuvo ubicada la batería “Independencia”.

A pesar de su complejidad, la pirámide de la isla fue la única que se construyó. De forma “egipcia”, con materiales sencillos, revocada y blanqueada, tenía 9,5 varas de altura. En sus frentes estaban inscriptas en números azules las cuatro fechas que se consideraban más importantes para nuestra historia: 1810, 1812, 1816 y 1853. En el frente principal llevaba una lápida de mármol con la inscripción: “Aquí existía la batería ´Independencia’, donde se enarboló por primera vez la Bandera Nacional Argentina el día 27 de febrero de 1812 a las 6 y media de la tarde. La Patria perpetúa este glorioso recuerdo con este monumento, 27 de febrero de 1873”. Sin embargo, duró muy poco tiempo, la gran crecida del Paraná de 1878 no dejó rastros de ella.

La pirámide en la barranca de la ciudad, era la segunda parte del proyecto que debía levantarse mediante suscripciones en todo el país.

El monumento en suelo entrerriano

Con el apoyo de varios vecinos, se logró levantar el primer monumento a la bandera en Argentina. Se instaló en la isla, enfrente de la ciudad, lugar donde se había emplazado en 1812 la Batería de la Independencia. Este monumento de forma egipcia era un obelisco de 7,5 m. de altura con una base de 1,5 m., se componía de dos pedestales. Uno superior, revocado y blanqueado, y en sus cuatro frentes, llevaban inscriptas en azul las fechas más consideradas de la historia argentina: 1810 (Revolución de Mayo), 1812 (creación de la Bandera), 1816 (Independencia) y 1853 (sanción de la Constitución Nacional). El inferior, estaba revestido en tres frentes con baldosas y el cuarto llevaba una placa de mármol inscripta con letras de relieve: “Aquí existía la batería Independencia donde se enarboló por primera vez la Bandera Nacional Argentina, el 27 de febrero de 1812 a las 6 y media de la tarde. La Patria perpetúa este glorioso recuerdo con este monumento. 27 de febrero de 1873”. La pirámide estaba rodeada por una cadena, sujeta por nueve postes de hierro en forma de cañón, en alusión a la batería. En esos postes estaban los nombres de San Martín, Belgrano, Viamonte, Alvear, Lavalle, Brown, Balcarce y Lamadrid. La influencia de Bartolomé Mitre, con su biografía de Belgrano publicada en 1857, fue central en este homenaje y en la inclusión de los militares defensores del centralismo porteño, como Balcarce, que había incendiado a la Villa del Rosario en 1819.

Detalles

El costo del monumento fue de $1.470,68 y las donaciones llegaron a los $751. Por esto, los encargados de su construcción, marmoleros, grabadores, herreros y albañiles también italianos ligados a la masonería, donaron su trabajo y materiales. Lamentablemente, esta pirámide se derrumbó en 1878 por una creciente del Paraná. La prensa señalaba un error técnico en la ubicación, pero valoraba los propósitos “patrióticos” de los constructores con la tierra adoptiva, al destacar su historia y legitimar su símbolo nacional como nadie lo había hecho antes. El monumento en la ciudad no llegó a levantarse por falta de fondos y de apoyo del gobierno nacional que -bajo la presidencia de Sarmiento- alimentaba el proyecto de Mitre de instalar un monumento a Belgrano en Buenos Aires.


9/6/24

De periódicos y periodistas

 Rubén I. Bourlot


El primer periódico nacional de la etapa independentista de la Argentina fue la Gazeta de Buenos Ayres, fundada por la Junta provisional de Gobierno el 7 de junio de 1810. Por ese motivo en 1938, durante el Primer Congreso Nacional de Periodistas celebrado en la provincia de Córdoba, se tomó la fecha para fijar el Día de los trabajadores de la prensa.

Por un equívoco, que seguramente nace de ese congreso, se asocia ese primigenio periódico a la figura de Mariano Moreno. Y lo que se repetía cada año hoy se multiplica exponencialmente por las redes sociales. Lo cierto es que el jacobino fogoso no fundó La Gazeta de Buenos Ayres ni fue propiamente un periodista. Lo fundó la Junta que puso a su frente a Manuel Alberti. El decreto del 1 de junio disponía que “salga a la luz un nuevo periódico semanal con el título de Gazeta de Buenos Ayres”.

Moreno sí aportó algunos artículos como lo hicieron otros colaboradores. El 21 de junio apareció su primera publicación, “Sobre la libertad de escribir”, donde sostiene que “si se oponen restricciones al discurso, vegetará el espíritu como la materia; y el error, la mentira, la preocupación, el fanatismo y el embrutecimiento, harán la divisa de los pueblos, y causarán para siempre su abatimiento, su ruina y su miseria”.

Pero su participación fue breve ya que a fines de enero de 1811 partió hacia Londres enviado en misión oficial y murió en el viaje, en circunstancias poco claras, el 4 de marzo de ese año. La Gazeta siguió circulando hasta 1821. Años después Bartolomé Mitre escribió su versión de la historia argentina y moldeó a los protagonistas a su gusto. A Moreno le tocó el papel de periodista fundador.

Otra inexactitud es otorgarle el carácter de periodismo independiente a la Gazeta y a los escribas que publicaban en sus páginas. El periódico era un órgano oficial del gobierno revolucionario que tenía por objeto difundir el pensamiento de sus protagonistas y la propaganda del gobierno, además de la publicación de leyes y decretos.

 

POR TIERRAS ENTRERRIANAS

Dos periódicos entrerrianos pioneros hicieron su aparición en junio, alrededor de esa fecha simbólica que reconoce la labor del periodismo.

El 2 de junio de 1842 apareció El Federal Entrerriano dirigido por José Ruperto Pérez. Contó sin dudas con el auspicio del gobierno recién asumido de Justo José de Urquiza.

No fue el primer periódico de la provincia pero hacía muchos años que carecía de un medio de comunicación. Hasta lo que se sabe el primer medio escrito de la provincia fue la Gaceta Federal, publicada en 1819 por la imprenta que trajo el chileno José Miguel Carrera y se la ofreció a Francisco Ramírez que había roto lanzas con José Artigas y fundó la República de Entre Ríos. No se conservan ejemplares de esa primitiva hoja. Tras la muerte de Ramírez, con la imprenta en poder del gobernador Lucio Mansilla, en 1821 se editó El Correo Ministerial del Paraná, redactado por Pedro José Agrelo y Domingo de Oro, para desaparecer en 1825. En 1827 apareció El Grito Entre-Riano, de corta duración y hasta 1840 no hubo periódicos. En ese año se editaron El Sentimiento Entrerriano y El Correo también efímeros.

El Federal Entrerriano comenzó a circular en 1842 y permaneció durante una década dirigido por Pérez acompañado por un caracterizado grupo de colaboradores: Severo González, Marcos Sastre, Nicanor Molinas, Juan Francisco Seguí, Manuel Leiva y Ángel Donado.

Sobre el periódico escribe Miguel Ángel Andreetto (El periodismo en Entre Ríos): “La información de sus páginas era variada, y además ofrecía, en lo que corría del siglo, notas que no dejaban de ser curiosas. Entre otras noticias y comentarios, podemos citar la invasión de (José María) Paz, la batalla de Arroyo Grande, librada entre efectivos de (Manuel) Oribe y (Fructuoso) Rivera y una operación censal cumplida en 1849, que daba cuenta de que la población de Entre Ríos alcanzaba a 47.668 habitantes, de los cuales 5.000 corresponden a Paraná y 2.578 a Concepción del Uruguay (...).

“El periódico, que aparecía los jueves, incluía en sus ediciones los cielitos, composiciones poéticas cargadas de intencionalidad política, que llegaron a convertirse en habituales, actitud que -desde cierta perspectiva- resultaba explicable, por los sucesos propios de la época (...).”

 

LA  VOZ DE LA ORGANIZACIÓN NACIONAL

En 1851 corrían nuevos aires en la provincia, aires de rebelión. El 1 de mayo Urquiza había proclamado el conocido “Pronunciamiento” contra Juan Manuel de Rosas y el 3 de febrero de 1852 protagonizó el enfrentamiento definitivo en Caseros que culminó con el derrumbe de la era rosista. La ruptura hizo insostenible la continuidad de un periódico que era vocero de régimen federal bajo el influjo del Restaurador.

Tras el cese de El Federal Entrerriano fue reemplazado brevemente por El Iris Argentino y el 12 de junio de 1852 por La Voz del Pueblo, también dirigido por Ruperto Pérez acompañado en la redacción por Marcos Sastre que tampoco tuvo larga vida. Ambos hojas fueron cerradas tras las reprimendas de Urquiza por la publicación de artículos críticos.

Pronto apareció para llenar el vacío El Nacional Argentino, vocero de la organización nacional y del primer gobierno constitucional de Justo José de Urquiza en tiempos de la capital en Paraná.

Al respecto Andreetto escribe: “Nuevos vientos habían comenzado a soplar en la atmósfera política, en todo el territorio de la Nación, después de la victoria en Caseros. Por eso, no se encontraba lejana la posibilidad de apertura de otra época. En el fondo era ya inocultable el imperioso clamor por lograr la definitiva organización de las instituciones básicas de la vida republicana. El orden, la paz, el espíritu de convivencia, exigían ahora su espacio, superado el aquietamiento de las pasiones, con todo un mundo de anhelos y de justificada trascendencia integral.”

Como se observa en estos ejemplos de medios de comunicación, en ninguno había un ejercicio del periodismo independiente, de la sana crítica a los poderes de turno. Al contrario, la mayoría respondían a los gobiernos de turno. Eran voceros gubernamentales. Rara vez aparecía un medio que sacudía la modorra como fueron los efímeros y furibundos periódicos que publicaba el cura Francisco de Paula Castañeda (El Despertador Teofilantrópico Místico Político, El Desengañador Gauchipolítico y El Amigo de Dios y de los Hombres, entre otros).

En nuestra provincia sí tenemos un hecho que bien podría tomarse para homenajear al periodismo que sostenía la llama de la información verdadera y la opinión imparcial. Se trata del asesinato del carrero Julio Modesto Gaillard el 11 de enero de 1907 cuando trasportaba la imprenta del periodista Antonio Ciapuscio empecinado en continuar con la edición, en Villaguay, de El Pueblo, convertido en un insoportable tábano para los poderosos.


2/6/24

Tapa a rosca degollable

 https://mendozantigua.blogspot.com/2024/06/la-tapa-rosca-degollable-un-invento.html?m=1

24/4/24

El nombre América ¿un nombre nuestro?

 Rubén I. Bourlot

 

Alrededor del 12 de octubre se renueva la polémica  acerca del significado de la fecha que está de moda estigmatizar. Y aparecen los fundamentalistas que quieren volver al futuro. Y hasta el nombre ponen en tensión.

América es el nombre impuesto al continente que nos cobija, que nos contiene. Nombre que nació, como todo lo americano entre las brumas del realismo mágico, de origen oscuro y mestizo. Nombre apropiado por el Norte para decirse americanos por antonomasia y que muchos en el sur repiten como loros, como si los americanos fueran ellos y nosotros ¿qué? Hoy muchos cuestionan ese nombre por considerarlo “europeo”, trasplantado a nuestro territorio, impuesto por los conquistadores, y buscan alternativas más autóctonas.

El término alternativo más difundido para denominar al continente, principalmente entre grupos indigenistas y medios intelectuales, es el de Abya Yala. Este nombre proviene de una comunidad indígena de Panamá y significa tierra en plena madurez, pero no consta que se refiera a la totalidad del continente. No consta que pueblo alguno del continente haya tenido noción de la totalidad del mismo. También existe la versión acerca del nombre Mayab entre los mayas de Yucatán y otros términos. En ese orden podríamos agregar que Tahuantinsuyo, el país de los cuatro suyos, es el término que nombraba al territorio más extenso en el continente, el imperio de los incas.

Pero hay una cuestión que no tienen en cuenta entre los partidarios de “Abya Yala”, lo que significa un topónimo, es decir el término que nombra a un lugar. Un nombre geográfico no siempre se constituye en un topónimo. Para que se transforme en topónimo, tiene que haber echado raíces en la tradición del lugar, ser sentido como propio por sus habitantes y defendido como tal. Topónimo, es por lo tanto, la máxima categorización del nombre geográfico, con la comprensión del origen y de su significado. Y eso es lo que sucede con “América”.

Es conocida la hipótesis que América viene del navegante y cartógrafo florentino Américo Vespucio, injusto homenaje, desde el punto de vista europeo, ya que otros protagonistas de aquellas tierras serían los merecedores como Cristóbal Colón o los propios Reyes Católicos (así el continente “nuevo” para ellos sería Colombia, o Isabelia, o Fernandia). El nombre, se dice, comenzó a difundirse a partir de la publicación de las cartas y cartografía de Vespucio en donde los editores postulan llamar al “nuevo mundo” como América, el femenino del nombre del explorador. No obstante, oficialmente tanto para España como Portugal, los territorios bajo sus dominios nunca se llamaron así. Para el imperio español se denominaba Indias (así Consejo de Indias, Compañía de Indias, Leyes de Indias).

Pero desde hace un siglo o más se plantean dudas acerca de esa hipótesis. El notable tradicionalista peruano Ricardo Palma, a fines del siglo XIX, sostiene que de ningún modo el término es europeo. A grandes rasgos, se funda en que el nombre corresponde a un lugar de Nicaragua, que sus antiguos habitantes llamaban Americ (otras versiones lo dan como Amerrisque). Se trata de la serranía de Amerrisque o Chontaleña en el departamento Chontales de ese país centroamericano. El nombre en lengua nativa significaría “la cuna del viento”.

Palma afirma que el nombre de Vespucio era Albérico o Albéricus, muy lejos de América.  En publicaciones antiguas se lo menciona también como Amerigo.

Seguramente tampoco este nombre tenía vocación continental como ningún otro que se propone, pero a diferencia de los postulados, este es el que se ha impuesto como topónimo y también sería bien nuestro, bien mestizo como todo lo americano.

19/3/24

Lucas Piriz y la heroica Paysandú

 

Rubén I. Bourlot

 

Corría 1863 y el presidente uruguayo “Blanco” Bernardo P. Berro estaba jaqueado por los revolucionarios encabezados por Venancio Flores. La llamada "Cruzada Libertadora de 1863"  no fue otra cosa que una invasión apoyada por el gobierno de Bartolomé Mitre que había tenido a Flores bajo su mando en las guerras contra los últimos caudillo federales.

Los cruzados insurrectos no tuvieron éxito y Berro pudo finalizar su mandato. Lo sucedió Atanasio Aguirre quien no corrió con la misma suerte. Un nuevo intento de Flores con el apoyo explícito con el apoyo del Emperador de Brasil Pedro II que envió armas, tropas y embarcaciones, puso sitio a Paysandú en diciembre de 1864. Cabe acotar que este sistema de alianzas fue el prolegómeno de la cuenta guerra contra el Paraguay (1865-1870).

Los barcos de la marina brasileña, comandados por el Almirante Joaquim Marques Lisboa (Marqués de Tamandaré), amenazaron a Paysandú que se preparaba para defender su honor y el de la república bajo el mando del heroico Leandro Gómez. Del otro lado del charco, los entrerrianos no estaban ajenos a los sucesos, salvo el aún influyente Justo José de Urquiza, sucedido en la gobernación por José María Domínguez, que mantenía una posición neutral a pesar de la insistencia del cura Domingo Ereño.

Otro Urquiza, Waldino Urquiza Calvento, hijo del general, cruzó el río que es un puente de agua que nos une y se presentó: “Venimos por nuestra voluntad a combatir al infame invasor Venancio Flores y sus horda de bandoleros alimentados y sostenidos por el oro de nuestros encarnizados enemigos los porteños unitarios...” Allí lo esperaba otro entrerriano afincado desde pequeño en la ciudad, Lucas Piriz. Y fueron muchos los argentinos que partieron a reforzar la resistencia de la Heroica - algunos no llegaron a tiempo - como Rafael Hernández, Carlos Guido y Spano y Juan Saá.

 

“Cuando sucumba”


El bombardeo de la ciudad sitiada fue sin cuartel. El 3 de diciembre Flores intima la rendición a Gómez y recibe como lacónica respuesta: "Cuando sucumba", firma y le devuelve el pliego.

La ciudad estaba dispuesta a resistir hasta los últimos escombros. Leandro Gómez designó a Piriz para defender la plaza. La pólvora y las balas escaseaban. Esperaron los refuerzos del gobierno nacional que nunca llegaron.

El 6 de diciembre el capitán Hermógenes Masanti en su Diario de Guerra, La Defensa de Paysandú, expresa que "el entusiasmo de la guarnición es inmenso e indescriptible. En medio de la pelea se oyen los vivas que los Guardias Nacionales dan a la patria, a la independencia, al gobierno, y a sus jefes inmediatos. Aquí no hay ningún cobarde, todo el mundo está en su puesto de honor; y los jefes superiores, seguidos de sus ayudantes cruzan al galope de un punto a otro de la línea, impartiendo órdenes y conteniendo el ardor de la tropa que quiere lanzarse fuera de las trincheras.

“En el centro de la Plaza se elevaba una pequeña pirámide con la estatua de la Libertad. Un proyectil de la escuadra Brasilera, disparado a las dos de la tarde, hace saltar en pedazos el monumento. El General Gómez estaba con sus ayudantes en una esquina de la Plaza. Al ver volar los fragmentos de la estatua, dice el capitán don Hermenegildo Alarcón:

- Mi General, los brasileros han muerto a la Libertad.

“El General contestó:

- Levantaremos nuevamente su estatua, sobre una pirámide hecha con las balas demandantes de los cantones, que en cuanto pase el fuego recojan, todas las balas brasileras que se encuentren.”

La ciudad resistió casi un mes. Los edificios agujereados como queso gruyere por el impacto del cañoneo. Años después Gabino Ezeiza saluda a la Heroica Paysandú “la Troya americana porque lo es / dedican a este pueblo de valientes / y cuna de los bravos 33 / saludan a este pueblo de valientes / y cuna de los bravos 33…” y en 1922 Carlos Gardel y el oriental José Razzano le ponen sus voces y lo dejan registrado en el disco.

El 1 de enero de 1865 amaneció bajo la metralla del enemigo que ya avanzaba por las calles de la ciudad. La lucha fue cuerpo a cuerpo. A los defensores no les quedaban más balas y le sobraban muertos. Un proyectil atravesó el cuerpo de Piriz y cayó herido de muerte. La mayoría de los jefes perecieron en la resistencia. Al día siguiente Leandro Gómez fue tomado prisionero y luego fusilado. Como escribe María Esther de Miguel en Jaque a Paysandú “… con los tiros que tiran las armas el cuerpo que durante semanas y semanas paseó entre el humo y el fuego y el poderoso ímpetu de la batalla con la bandera de la partia, cae ahora envuelto en la roja bandera de la sangre entregada por un alto ideal llamado ‘Unidad’ y llamada ‘República’…”

Lucas Piriz

¿Quién era ese Píriz que nos “suena” a los entrerrianos y es un héroe para los orientales? Había nacido en Concepción del Uruguay el 18 de octubre de 1806 pero a los seis años se trasladó junto a sus padres a Paysandú. Hermano del coronel de los Dragones de la Muerte de Ramírez, Gregorio Piriz que cayó muerto en 1822 en un levantamiento contra el gobierno de Lucio Mansilla.

Lucas participó junto a Juan Antonio Lavalleja de la Cruzada de los 33 Orientales (1825) y en la guerra del Brasil (1828). También combatió en los ejércitos de la Confederación Argentina bajo las órdenes de Manuel Oribe y Justo José de Urquiza. Era jefe político de Salto cuando fue nombrado coronel y pasó a prestar servicios en Paysandú.

  

Bibliografía

La defensa de Paysandú. Diario de guerra del capitán Hermógenes Masanti en https://www.histarmar.com.ar/InfHistorica-8/Paysandu/LaDefensadePaysandu.pdf

¡Hasta el Patíbulo y Más Allá! (21 de octubre de 2018) en http://elpatriciadodelriodelaplata.blogspot.com/2018/10/una-familia-un-sitio-y-dos-divisas.html

Urquiza Almandoz, O., (2002), Historia de Concepción del Uruguay, 1783 – 1890, T. I, Comisión Técnica Mixta de Salto Grande, delegación argentina, T. I.


3/3/24

Urquiza, el modernizador de la industria azucarera tucumana

 Rubén I. Bourlot

El 2 de marzo de 1858, Justo José de Urquiza y Baltazar Aguirre firmaron un contrato para instalar un ingenio en Tucumán. Éste se construyó a 20 cuadras de la ciudad, en el actual Barrio de Floresta.

Fue el primero en utilizar modernas maquinarias y aplicar procedimientos técnicos de avanzada. Sin embargo, no subsistió más allá de 1872.

Urquiza fue mucho más que un político, militar y terrateniente que criaba vacas. Tuvo varios emprendimientos industriales. El saladero Santa Cándida es un ejemplo de ello como también la fábrica de paños que montó en Concepción del Uruguay.

Tal vez es un tema para una tesis analizar cómo se vislumbró el nacimiento de una protoburguesía industrial en la segunda mitad del siglo XIX, y que al llegar a 1900 ya estaba fagocitada por el modelo agroexportador y especulador que trocó las iniciativas industrialistas en una clase social rentista que podía obtener mejores réditos con muchos menos esfuerzos, con la crianza de las reses o el cultivo de granos para el mercado europeo aprovechando el trabajo de los inmigrantes aparceros o medieros, o apostando en los mercados financieros (que bien describe Julián Martel en su novela La Bolsa). A esa clase rentística, hedonista, que se iba transformando en la oligarquía vernácula le sobraba el tiempo y lo distraía en prolongadas estadías en Europa tirando manteca al techo. La industria transformadora, los frigoríficos, quedaba en manos de los ingleses como también el trasporte ferroviario y marítimo.

Tal vez esto explique por qué no se constituyó una sólida burguesía nacional como sucedió con los países que hoy gozan de un próspero desarrollo industrial.

 

Una industria no tan dulce

Tucumán desde las primeras década del siglo XIX fue epicentro de la industria azucarera del hoy territorio argentino. Esta dulce actividad fue traída por la conquista hispanolusitana al continente y en algunas regiones, como el Brasil, se desarrolló sobre la base del trabajo esclavista de origen africano. La dulzura transformada en una amarga explotación humana.

En la región de los antiguos quilmes, lules y diaguitas encontraron el terreno fértil para cultivar la caña y procesarla.

Hacia 1821, según testimonios aportados por José María Posse -Tiempos de construir: de ingenieros civiles a industriales azucareros- “un prominente sacerdote, José Eusebio Colombres, plantó en su quinta de El Bajo los primeros surcos de caña, utilizando semillas cuya procedencia se desconoce y que podrían haber sido traídas del Alto Perú.

“Utilizando un rústico trapiche de madera movido por bueyes, trituraba cañas mediante procedimientos igualmente primitivos, logrando transformar su jugo en una azúcar oscura, sin refinar.

“La iniciativa de Colombres fue imitada por varios vecinos de la ciudad y pronto El Bajo comenzó a poblarse de cañaverales que se extendían paulatinamente en los alrededores de la ciudad, para luego pasar a los actuales departamentos de Cruz Alta y Lules donde se encuentran los ingenios más antiguos de la provincia.”

Para la década de 1850 poco habían cambiado los métodos de producción del dulce elemento. En 1852 hubo algunas innovaciones, como el reemplazo de las piezas de madera de los trapiches por hierro.

Pero no fue hasta la asociación entre Baltazar Aguirre, tucumano, y Justo José de Urquiza que comenzó el proceso de modernización. Si bien esta experiencia puntual no arrojó los resultados esperados la semilla quedó. Urquiza dispuso del dinero en la inversión y Aguirre aportó las tierras y el capital de trabajo. Con la asistencia de los ingenieros franceses Luis Dode y Julio Delacroix montaron un ingenio y en 1864 incorporaron una máquina de vapor que trajeron desde Europa. “Desaparecieron para siempre los trapiches de madera y se ingresó a la era del vapor, en todas sus manifestaciones –nos informa el autor citado-. Ello se tradujo en una verdadera explosión industrial, lo que transformó de manera fundamental la economía de la provincia.”

La moderna maquinaria consistía de “…un trapiche de fierro de dimensiones bastantes grandes, movido por una rueda hidráulica; dos defecadores y cuatro evaporadoras a vapor; al aire libre; dos filtros para negro animal; un tacho al vacío; dos monta caldos; una turbina centrífuga; un horno para fabricación del negro animal y sus accesorios; un alambique continuo; varias bombas, y dos generadores (calderos) para una fuerza de 20 caballos, destinados a suministrar todo el vapor necesario para la fábrica Fabricaron azúcar y alcohol.”

 

Una iniciativa frustrada

Pero, como anticipáramos, la sociedad de Urquiza con Aguirre no prosperó. “A la serie de contratiempos técnicos –afirma Posse-, se le sumaron desinteligencias numéricas con los contadores de Urquiza. Finalmente la experiencia terminó y las máquinas fueron vendidas por partes a otros industriales. Por esta razón se lo considera como pionero de la industria azucarera moderna en Tucumán.”

Entre los contratiempos citados se toparon con la falta un caudal adecuado de agua para mover la enorme rueda hidráulica. Para salvar la situación construyeron una gran acequia con su acueducto, “lo que encareció significativamente los costos que ya de por sí habían superado ampliamente el presupuesto inicial. No fue fácil la tarea ya que su caudal quitaba riego a otras fincas productivas” y tuvieron que negociar con los vecinos perjudicados y los jueces de agua que hacían cumplir el reparto justo del agua. Todo ello obstaculizó la puesta en marcha de las nuevas maquinarias.

Llegada a la primera zafra esta no rindió lo esperado. El agua del acueducto no era suficiente para hacer mover la maquinaria.

Por otra parte el citado Posse sostiene que los socios que representaban a Urquiza se impacientaban porque “no veían posible recuperar la inversión en mediano plazo y mucho menos ver las ganancias prometidas por el tucumano.

“Finalmente el ingenio fue clausurado por los representantes de Urquiza, entre acusaciones de inoperancia y mala administración, además de la palmaria realidad que la empresa no generaba mínimamente los efectos esperados. Lo cierto es que el general Urquiza dejó de enviar los vitales recursos financieros con los que Aguirre contaba en aquellos primeros tiempos; fue así como el primer ingenio moderno se fue a la ruina. El ingenio Floresta fue cerrado y sus partes fueron compradas por otros industriales.”

Es verdad también que Urquiza asumía múltiples actividades que seguramente le impedían dedicarse exclusivamente al negocio. Por esa época era presidente de la Confederación y en 1859 tuvo que encabezar la campaña que culminó con la batalla de Cepeda para intentar la reincorporación de la provincia de Buenos Aires al territorio nacional. Dos años después fue el turno del combate de Pavón que lo tuvo como comandante de las tropas entrerrianas.

1/3/24

Libras y rieles en la balanza: "la soberanía no puede ser objeto de discusión"

Transcripción del artículo publicado en la revista Qué, año I, Nº 1 de agosto de 1946 describe cómo el primer ministro de Economía del gobierno de Juan Domingo Perón negociaba con una misión británica la nacionalización de los ferrocarriles, en ese entonces en manos de inversionista ingleses. Se concretaba así el sueño de Raúl Scalabrini Ortiz, que tanto había pregonado por recuperar este estratégico medio de comunicación y transporte para el estado argentino.

 

Banco Central. Son las ocho de la mañana. En su despacho rojo, de la parte media del edificio, un hombre de menos de sesenta años, bajo, rechoncho, de cabellos negros y duros, peinados hacia atrás, ojos vivos y saltones, repasa con displicencia los informes que, sobre la negociación con Gran Bretaña, artísticamente escritos a máquina le han preparado los técnicos de la institución. Un grueso cigarro entre los labios, de la mejor calidad, despide aromáticas volutas. Este hombre ejerce la jefatura de la economía argentina. Desde ese despacho rojo tiene a su alcance todas las palancas del comando financiero.

Los peones del Banco están todavía haciendo la limpieza; los directores y hasta los mismos empleados no han llegado, pero don Miguel Miranda, presidente de la institución, hállase allí para empezar su fatigosa jornada, sin otra compañía que la de sus secretarios, en la sala contigua, y de las personas a quienes ha citado, que aguardan en la sala de espera. Para verlo a don Miguel hay que estar a las ocho. Industrial poderoso, hijo exclusivo de su esfuerzo, ha trabajado toda su vida y no sabe hacer otra cosa. Se afirma que sus entradas mensuales oscilan entre 300.000 y 400.000 pesos, a pesar de lo cual sigue siendo un obrero, a quien la prosperidad no ha inducido ni a mudarse de barrio. En la calle Directorio, junto a una de sus fábricas, tiene su casa.

 

Llega la misión

Miguel Miranda
Han dado las diez. Con puntualidad británica se anuncia en ese mismo instante la misión comercial del Reino Unido. La preside Sir Wilfrid Eady nacido en la Argentina hace algo más de medio siglo. Es bajo, rubicundo, cargado de hombros, miope. Su poco aventajada estatura contrasta con la de los demás miembros de la misión, hombres jóvenes, rubios, elegantes, que parecen salidos de una estampa londinense. Mezclado con ellos llama la atención un verdadero atleta, enorme, cano, de mandíbula y hombros cuadrados. Se diría que nos hallamos en presencia de un boxeador. Alguien apunta un chiste:

— Claro, como le ha ido tan mal a Sir Percival Liesching, lo traen a éste para que los defienda,

Los negociadores británicos son introducidos al despacho rojo y, después de los saludos de rigor, comienzan las conversaciones. Un cuerpo de taquígrafos registra todas las palabras que allí se pronuncian, para que a la tarde misma el presidente de la república tenga sobre su mesa de trabajo una versión fiel y completa de lo acaecido.

 

Inusitado exordio

Miranda, que no es un hombre al que le guste perder el tiempo, rompe el fuego:

— La República Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte — empieza diciendo don Miguel — son dos naciones soberanas e iguales en el terreno del derecho internacional. Por lo tanto, todo lo que afecte la soberanía y libre determinación, en sus asuntos internos, de cualquiera de ellas, está expresamente excluido de estas conversaciones.

Las circunstancias — prosigue — han colocado a la Argentina en la posición, que no ha buscado, de acreedora de Gran Bretaña. Por consiguiente la Argentina dispensará a la gran nación amiga el mismo trato que, como deudora, ha recibido de ella; es decir, un trato cordial.

Sir Wilfrid contempla a don Miguel por encima de sus anteojos, como preguntándose: ¿A dónde irá este hombre con semejante exordio, tan poco diplomático? Los jóvenes negociadores ingleses abren los ojos, evidentemente sorprendidos. El entrecano boxeador — llamémoslo así — arruga el ceño. Los mismos negociadores argentinos están un poco nerviosos, y el más cercano a don Miguel, disimuladamente, le da un tirón del saco.

 

Primer round

Sir Wilfrid toma entonces la palabra. Comienza a detallar los perjuicios que la nacionalización del Banco Central y el nuevo régimen de seguros ocasionan a la economía inglesa en los negocios que tiene radicados en nuestro país, y... Pero no hace nada más que empezar, porque don Miguel le interrumpe:

—El régimen bancario y el régimen de seguros son, en la República Argentina, asuntos internos de su exclusiva incumbencia. Ya le previne, sir Wilfrid que, por lo tanto, no podían ser objeto de estas conversaciones.

 

Los ferrocarriles

El impacto es acusado; pero sir Wilfrid, a quien le sobran condiciones de hábil diplomático, se repone. Con palabra pausada, tranquila, recuerda que la República Argentina tiene bloqueadas en el Banco de Inglaterra alrededor de 140 millones de libras esterlinas, correspondientes al precio de los suministros que recibió Gran Bretaña de nuestro país durante la guerra y que Gran Bretaña no se halló en condiciones de abonar. Luego ofrece en venta los ferrocarriles británicos —¡nada menos! —, a pagar con parte de esos fondos bloqueados. Sería cuestión, solamente, al decir de Mr. Eady, de discutir el precio.

—No me interesan los ferrocarriles — contesta Miranda.

Ante corte tan repentino de la conversación, que provoca el consiguiente revuelo, don Miguel explica:

—Ustedes me van a disculpar que les hablé con tanta franqueza; pero yo poseo un temperamento hecho en el trabajo y en los negocios, que no podría cambia a esta altura de mi vida. Esta, por otra parte, no es una misión diplomática, sino comercial. Y en el comercio — lo tengo bien aprendido — no hay nada mejor que hablar claro.

Haciendo una excepción al principio de que no hay ningún motivo para explicar a la otra parte, en un negocio, cuáles son las razones que le asisten a uno para tomar la posición que se le ocurra, les diré —prosigue Miranda — que, para la República Argentina, no sería ventajoso, en este momento, adquirir los ferrocarriles británicos con las libras bloqueadas. Como esas libras no son del Gobierno, sino de los tenedores de billetes que con su respaldo ha entregado el Banco Central, tendríamos que emitir un empréstito interno para disponer de ellas, equivalente a la suma que pagásemos por los ferrocarriles. Ese empréstito interno, dada la saturación de la plaza que el mismo provocaría, no podría lanzarse a menos del 4 por ciento. Emitir papeles del 4 por ciento para adquirir una industria que rinde el 2, es un negocio que no me cabe en la cabeza.

 

Deudas y deudos

Yo les voy a proponer otra cosa: les renuevo los 140 millones de libras esterlinas en préstamos, al mismo interés que les fijaron sus aliados norteamericanos, es decir, al 2 % por ciento. Ustedes nos pagarán con maquinarias y artículos manufacturados, que nos hacen falta. Los ferrocarriles ya los tenemos y están prestando servicios.

Sir Wilfrid pierde un poco la calma, y por primera vez sus modales se hacen más rápidos. Arguye, con cierto calor, que nuestro crédito no es una deuda común; que Inglaterra la ha contraído para salvar a la humanidad y que, por lo tanto, tiene derecho a que se le dispense un tratamiento humanitario para solventarla.

—También San Martín — interrumpe Miranda — luchó por la libertad de América, y los banqueros británicos le cobraron el 8 por ciento de interés compuesto. Ahora Inglaterra ha contraído una deuda y tiene que abonarla, o, en su defecto, servir los intereses.

— ¡Pero el señor presidente —replica sir Wilfrid en tono más agudo — trata este asunto como si fuera un negocio!

—No, señores —responde Miranda—, lo trato con la mano sobre el corazón. Negocio hicieron los que le impusieron a Gran Bretaña, en los días más trágicos de su historia, la obligación de "pague y lleve". Nosotros, durante seis años, colaboramos en el triunfo de la libertad del mundo — como usted dice — exigiéndole solamente a ese gran país: "lleve y anote", y no le cobramos un centavo de interés por productos que eran esenciales para la subsistencia del pueblo inglés y de sus aliados, facturándoselos además a precios infinitamente más módicos (20 por ciento de aumento) que los que Gran Bretaña nos facturó a nosotros por sus mercaderías (75 a 80 por ciento de aumento). Pero me parece que ya hemos hecho bastante. Terminada la guerra, ha llegado el momento, en los términos más amistosos, de regularizar esa situación, que ustedes admitirán que no es regular.

 

El atajo

Mr. Eady busca entonces, hábilmente, el atajo. Propone considerar conjuntamente la cuestión de los ferrocarriles y el empréstito. Según fueran las franquicias que nuestro país otorgara a los ferrocarriles británicos, al vencimiento de la ley Mitre (que fenece a fin de año), así se calcularía el tipo de interés del empréstito por los 140 millones de libras. Se serviría el empréstito con lo que redituaran los ferrocarriles. “Son problemas conexos…”

- No – interrumpe Miranda-; tratemos primero el empréstito, porque consiste en la regularización de una deuda que no puede seguir indefinidamente así. Después hablaremos de los ferrocarriles.

 

Fe en la palabra británica

Nuevo impacto. Sir Wilfrid explica entonces que Gran Bretaña, metida en ese brete, si contrae el empréstito que le propone, no va a poder pagarlo.

—Un gran presidente argentino — recuerda Miranda — le dijo a su pueblo que debía ahorrar sobre el hambre sed para abonar los empréstitos británicos que estaba en la obligación de servir. Yo sé lo que vale la palabra británica y estoy seguro de que si Inglaterra promete cumplir, cumplirá. Por otra parte, no ignoro las dificultades de postguerra que afligen a Gran Bretaña; por eso no hago cuestión de plazo. Que el deudor amigo se tome todo el tiempo que necesita; pero que pague. Don Miguel es un verdadero bulldog que ha atrapado a su contendor y que no lo deja moverse.

Sir Wilfrid ya ha perdido la prestancia diplomática y se revuelve en su sillón. Explica que Inglaterra, si tiene que servir los intereses de suma tan enorme, carecerá de divisas para comprar las carnes argentinas; y pregunta, alarmado:

— ¿Qué hará la Argentina si, a pesar de toda nuestra necesidad y nuestro, deseo, no le podemos comprar sus carnes?

—El control de cambios — responde Miranda— ha servido durante muchos años para subvencionar los granos con la carne. El Gobierno ha podida retribuir el esfuerzo de los agricultores argentinos — aunque se quemaran y se pudrieran parte de sus cosechas— con los ingresos de los ganaderos. Y bien: si ahora ustedes no nos llevan las carnes, como los granos han alcanzado cotizaciones nunca vistas, procederemos a la inversa: pagaremos a los ganaderos con las ganancias de los agricultores. La única diferencia radica en que la carne de exportación se podría distribuir gratuitamente entre la población argentina necesitada. Ya ve, señor, que no puedo ser más franco y que, seguramente, procedo con no mucha perspicacia comercial al poner todas mis cartas sobre la mesa. Pero a mí me gusta hablar claro.

 Mea culpa

— ¡Es que si todas las naciones procedieran así —dice, elevando la voz, sir Wilfrid, que parece muy intranquilo —, se acabaría el comercio internacional, e Inglaterra, en bien de la reconstrucción del mundo, aspira a comerciar con todas las naciones de la tierra!

—El comercio libre, la ausencia de trabas en el mercado internacional — responde Miranda— fue siempre el desiderátum de mi país, porque, produciendo más barato que los demás, era también su conveniencia. Si alguna vez la Argentina tuvo que entornar las puertas de su intercambio, fue a disgusto; obligada por los acuerdos imperiales de Ottawa.

Sir Wilfrid, recobrada enteramente su flema, da por terminada la conversación con esta sentencia pronunciada en voz grave:

—Tiene razón el señor presidente. Estamos pagando las consecuencias de nuestros propios errores.

De retorno

La misión británica se retira, cejijunta. El boxeador cierra los puños. Las manos de sir Wilfrid tiemblan un poco. Los demás jóvenes negociadores no alcanzan a comprender lo que ha pasado. Es que se ha desarrollado, en las relaciones entre los dos países, el acto quizá más trascendental de la historia.

Y la negociación sigue su atrancado curso, ante el inminente vencimiento de la cuarta renovación del pacto Roca -Runciman, que tendrá lugar, indefectiblemente, el 20 del actual.

Don Miguel Miranda se encamina a la Casa de Gobierno, saboreando su clásico habano, a cambiar impresiones con el presidente de la república. Alguien que lo conoce, le dice a un compañero:

— ¿Ves a ese gordito petiso? Es el presidente del Banco Central. Me aseguraron que antes era tachero.

 

Qué, año I, Nº 1 de agosto de 1946.

El semanario Qué pasó en siete días fue fundado en Bs. As. el 16 de mayo de 1946. Lo dirigieron en sucesivas etapas Baltazar V. Jaramillo desde 1946. Clausurada volvió a editarse en 1957 bajo la dirección de Rogelio Frigerio, y en su tercera etapas desde 1963, dirigida por Narciso Machiandiarena y Rogelio Frigerio, y desde 1964 hasta su cierre en 1965, por Alfredo Garófano, subdirectores: Rogelio Frigerio y Marcos Merechensky, y secretario de redacción: Gregorio Verbisky.

18/2/24

La entrerriana que descubrió el uranio

Rubén I. Bourlot

 

La Asamblea General de las Naciones Unidad declaró el 11 de febrero Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia mediante una resolución fechada el 22 de diciembre de 2015.

Es oportuna la fecha para desgranar unos párrafos de reconocimiento a la científica entrerriana que abrió el camino a la exploración del uranio en el territorio patagónico.

Este reconocimiento tiene un doble valor. Por un lado es una contribución a la historia de la ciencia en la provincia que hasta hoy permanece marginada de los textos de divulgación histórica, y por el otro una reivindicación al papel de las mujeres que se dedicaron a actividades que tradicionalmente les son hostiles. Y decimos hostil porque la actividad de la geología y similares estuvo monopolizada por hombres; implicaba trabajar en terrenos de difícil acceso a los que tal vez las mujeres estaban menos habituadas. Más aún, en una sociedad que encasillaba fuertemente los papeles que debían ocupar hombres y mujeres, el hecho de realizar tareas fuera de las tradicionalmente asignadas a la mujer que era el hogar con la maternidad y los cuidados, cercenaba cualquier vocación que escapara de esos cánones. Recordemos que el ejercicio del magisterio, un trabajo que se consideraba “femenino” por su similitud con las tareas hogareñas de enseñanza de los hijos, también implicaba la renuncia de la mujer a su plenitud en tanto en muchos casos se le tenía prohibido casarse y por lo tanto tener hijos y formar una familia.

Una de las protagonistas que se atrevió a traspasar esas barreras invisibles, o no tanto, fue la doctora María Teresa Carri de Riggi, la segunda mujer geóloga egresada de la Universidad de Buenos Aires en 1930 (Edelmira Mórtola fue la primera geóloga de la República Argentina al obtener, en 1921, el título de doctora en Ciencias Naturales de la Universidad de Buenos Aires).

En una ponencia presentada por Víctor Alberto Ramos (también geólogo) en el Sexto Congreso Argentino de Historia de la Geología, realizado en Tucumán el 6 de octubre de 2023, titulada “El Expediente secreto de la Comisión Nacional de Energía Atómica” descubre a la paranaense protagonista de esta historia “que por más de 50 años estuvo encargada del Museo de Minerales y Rocas de la antigua Dirección de Minas y Geología. Esta fascinante historia nos muestra cómo una serie de hechos fortuitos produjeron estos importantes hallazgos.

“La ‘Doctora’ Riggi fue una de las primeras geólogas argentinas egresada de la Universidad de Buenos Aires que tuvo una larga carrera profesional. Sin embargo, es poco conocido que a ella le debemos el hallazgo de las primeras evidencias que llevaron a descubrir yacimientos de uranio en la Patagonia. Esas primeras evidencias condujeron a que hoy día sea esta región la que tenga las mayores reservas de minerales uraníferos del país.”

María Teresa nació en Paraná, Entre Ríos, el 11 de julio de 1906. Estudió el nivel secundario en el Liceo Nacional de Señoritas de Buenos Aires y entró en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires en 1926. En marzo de 1930 terminó sus exámenes, pero en esa época no se expedía un título si no se terminaba una tesis doctoral. Recién en marzo de 1949, de acuerdo con las nuevas reglamentaciones, solicitó y le otorgaron el grado de Licenciada en Ciencias Naturales con orientación en geología. En 1936 se casó con Agustín Riggi, también geólogo.

 

A la búsqueda del uranio

Su trabajo profesional fue realizar estudios de minerales y yacimientos en la Dirección de Minas y Geología donde ingresó en 1932. Su primera función, en ese mismo año, fue la de jefe del Museo de Mineralogía y Geología, fundado por Henry Hoskold en 1890.

Llevó a cabo trabajos de campo en San Luis, Córdoba, Buenos Aires y el norte de la Patagonia. En esta última región estudió yacimientos carboníferos, que en ese momento se intentaban correlacionar con los de Chile que se encontraban en plena explotación.

En 1950 dejó la Dirección de Geología y pasó al Servicio de Economía Minera. En esos años, analizando en la colección de minerales y rocas del museo -según sus declaraciones más de 30.000 muestras-, encontró la presencia de minerales radiactivos. Trabajó sobre las muestras de areniscas asfaltíferas, colectadas por Anselmo Windhausen, procedentes del valle superior del río Chico y detectó la presencia de mineralización de uranio. Estos datos se complementaron al constatar que las perforaciones petroleras realizadas en este sector de la cuenca tenían en sus perfiles gamma anomalías radiactivas.

La presencia de uranio se encuentra localizada en la formación Río Chico y en la de Cerro Barcino del Grupo Chubut. Esta mineralización aloja actualmente en un solo yacimiento más de 5.000 toneladas de uranio constituyendo la reserva de minerales radiactivos más importante del país.

El uranio se utiliza principalmente como combustible que se usan en las centrales nucleares que en nuestro país son las de Atucha y Embalse de Río Tercero para producir energía eléctrica libre de emisiones de dióxido de carbono. Argentina integra el reducido número de diez países que dominan el Ciclo de Combustible pero actualmente, según un informe oficial, no se desarrolla la cadena completa en el país (no se llevan a cabo las actividades de explotación y concentración de uranio) por las restricciones impuestas por grupos de presión, principalmente ambientalistas multinacionales.

 

La Comisión de Energía Atómica

Como consecuencia de estos hallazgos a fines de 1952 fue invitada a ingresar en la flamante Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) donde se desempeñó como Jefe del Departamento de Geología y Minería por varios años. La CNEA a través de un expediente reservado felicitó a la Doctora Riggi por la iniciativa y los estudios que dieron por resultado los descubrimientos de minerales radiactivos.

Durante su permanencia en la CNEA continuó trabajando en el estudio de areniscas procedentes de la región patagónica para identificar nuevos yacimientos de uranio.

A partir de 1961, por solicitud de las autoridades de la Secretaría de Minería, fue adscripta nuevamente a la Dirección Nacional de Economía Minera, y en 1962 se desempeñó como jefa del Departamento de Promoción de la Producción Minera.

Como complemento a sus actividades en la Dirección Nacional de Economía Minera el Instituto Nacional de Geología y Minería, bajo la conducción de Roberto Tezón, le encomendó, en 1965, la instalación de la Exposición Minera Industrial Permanente que la tuvo al frente hasta su jubilación. En 1975 la presidenta María Estela Martínez de Perón la felicitó al cumplir el décimo aniversario de la exposición. La misma estaba orientada principalmente al público escolar y en general para vincular a la comunidad con la actividad minera nacional. La misma estuvo abierta hasta 2018 cuando el gobierno de entonces deja sin espacio a la exposición.

En 1986, a los 80 años,  se acogió a la jubilación y falleció en 1989.

 

Ponencia de Víctor A. Ramos: “El Expediente secreto de la Comisión Nacional de Energía Atómica” presentada en el Sexto Congreso Argentino de Historia de la Geología.

https://youtu.be/1sp7DW7mTVo

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