4/7/14

A cal y engrudo

Por Rubén Bourlot
Publicado originalmente en la revista Orillas

La pantalla del televisor muestra una escena de las elecciones donde un grupo de electores consulta los padrones pegados sobre el muro de la escuela donde se llevan a cabo los comicios.
Una joven observa y comenta: “¿esperaron hasta ese momento para averiguar dónde se vota?”
Le respondo que es algo ya incorporado a la conducta de la gente; dejar todo hasta el último momento. Hoy hay tantas posibilidades de informarse que no se justifica este comportamiento. Hasta hace unos años era razonable, le explico, porque no se podían consultar los padrones por internet. “¿Y por qué no los consultan por el celular?”, me retruca la nativa digital. Bueno, porque los padrones sólo estaban en versión impresa.
Hay que hacer un esfuerzo para imaginarse cómo eran las prácticas electorales hace tan solo tres décadas, cuando en nuestro país se recuperan las instituciones democráticas. En 1983 no existían los medios tecnológicos actuales, no había celulares, ni internet y la PC era un novedoso artefacto que mostraba aburridos textos y números sobre un fondo negro. La política aún conservaba su candor casi vocacional. Las campañas electorales eran totalmente artesanales donde la militancia desplegaba su ingenio para aprovechar los pocos recursos que tenían para difundir la propaganda.
Eran tiempos a cal y engrudo. Los jóvenes y no tan jóvenes se preparaban para asistir a una práctica que habían conocido a través de los manuales de Educación Democrática. Aún las campañas no son diseñadas, al menos a nivel local, por consultoras publicitarias que empaquetan el candidato, le hacen decir algunas consignas impactantes y lo lanzan al mercado. Da lo mismo si es un candidato a diputado, una gaseosa o una salchicha. La cuestión es vender el producto. Pero no, aún la militancia se hace por la camiseta, es decir por los colores del partido, por los proyectos plasmados en la plataforma electoral. Y es la militancia que incluye a los propios candidatos arremangados la que, a cal y engrudo, salen a caminar por las calles y los barrios.
En 1982 el arrogante gobierno de facto decide abrir los grifos de la política y ordena la reestructuración de los partidos políticos, da de baja las afiliaciones y la militancia sale en tropel a buscar afiliados. Es el primer gran trabajo militante, casa por casa con las fichas de cartón donde se anotan los datos del afiliado y luego éste realiza el gran acto estampar su firma. Se dice que algún partido “progresista” de la época envía a los barrios a sus militantes universitarios vestidos con ridículos mamelucos de grafa y alpargatas como para mimetizarse con el “populacho” y captar sus voluntades. 
La campaña del 83 y unas pocas más subsiguientes se hacen así, todo a pulmón. Los bienes más preciados de estos tiempos de cal y engrudo son los padrones y los paredones. Ya veremos.
Tener el padrón es tener la llave para la campaña, que permite ofrecerlo para la consulta a los vecinos en el local barrial. Además de los datos de la escuela y mesa donde votar se le ofrecen las boletas y algún panfleto con las propuestas. Otros con los datos del padrón ofrecen un servicio a domicilio, una especia de delivery, mediante el cual se le acerca en mano a cada votante un sobre con los datos de la escuela, la mesa donde debe votar y las respectivas boletas. 
Pero en esta militancia a cal y engrudo la tarea tal vez más sacrificada es la de la publicidad en la vía pública: el pegado de afiches y las pintadas. Los afiches generalmente se imprimen en cada localidad y la tarea militante es su distribución y fijación en los sitios públicos. No hay muchas empresas especializadas en esa tarea, por eso en los locales partidarios se forman las brigadas de pegatinas que con baldes y paquetes de harina proceden a elaborar el correspondiente engrudo que será utilizado pegar los afiches en los muros y en toda superficie que no se mueva. 
La tarea de pintar la publicidad es la que implica la mayor movilización. Realizada generalmente en los horarios más tranquilos de la noche, convoca a toda la militancia, incluidos los propios candidatos en el caso de los partidos con menos desarrollo. Y las materias primas son muy elementales: agua, cal y ferrite. La primera tarea consiste en pintar, balde en mano y brocha gorda, la base del paredón, con autorización del propietario, o a veces de “prepo” si el lugar aparece abandonado, con un blanqueo y la leyenda “reserva” más la sigla partidaria en casos que no se pueda terminar el trabajo esa misma noche. Después viene la tarea de diseñar las letras a brochazo limpio con los nombres de los candidatos, las consignas electorales y el número de las boletas. Se usa para eso la misma cal coloreada con el mágico ferrite que da colores básicos como el rojo, azul, negro, verde. Y no solo muros, también cordones y la propia calzada amanecen decorados de consignas para capturar el favor de los electores.

9/6/14

Victoria del canto

Por Rubén Bourlot
(Publicado originalmente en la revista Orillas)

El folclore, nuestra música nativa, no suele gozar de los favores de los medios de difusión masiva orientado a los jóvenes, salvo casos que a fuerza de la fusión con otros géneros y muchas concesiones estéticas logran la difusión masiva.
Hubo un tiempo que el folclore fue multitudinario y gozó de los favores de los medios, de las productoras y del público joven. La década del ’60 fue una explosión de renovación en el arte y la cultura en general. Desde el norte argentino, como una lava, bajaba el sonido de bombos y guitarras para hacerse un lugar en las grandes urbes, junto a la naciente “nueva ola”, la beatlemanía y el emergente rock nacional. La juventud se prendía con el folclore, empuñaba guitarras y el clásico “Zamba de mi esperanza” estaba en boca de todos. Nacía Cosquín como una catedral del canto nativo. Luego la maquinaria comercial tomó otros rumbos. Poco a poco el canto autóctono se fue arrinconando y desapareciendo de las grandes vidrieras. Hoy, con las excepciones que mencionamos más arriba, nuestra música está como apichonada. El retumbo de cumbias de dudoso buen gusto, reggatones altisonantes y latinos “internacionales” varios, satura el aire. Pero siempre quedan hendijas por donde jóvenes con rebeldía y audacia hacen rebrotar la música desde nuestras raíces.

“Siempre me pregunto por qué canto yo”, dice Victoria del Rosario Dobler, y agrega: “Me gusta cantarle a los niños, y llamarlos para que canten. Cantar a los niños es como plantar semillitas. Plantar semillitas de amor, de hermandad. Porque eso es la música: es amor, es liberación del alma, es lucha”, afirma.
Victoria transcurrió sus diecisiete años en San Benito, es pequeña localidad acollarada a la capital provincial. Y desde siempre sintió que la música, y en particular el folclore, fue su vocación. “Amo la música desde que tengo pañales. No fui influenciada por nadie. En mi familia no había músicos, salvo mi padrino que tenía una guitarra y cantaba algo. Mi abuelo que era panadero escuchaba todas las noches la radio y escuchaba folclore”. A los diez años, porque sus padres no podían comprarle una guitarra, “agarraba una escoba y me subía a un tablón y me ponía a cantar.  A veces me subía a un árbol que me gustaba mucho y ahí cantaba, hasta que mi mamá se dio cuenta que eso del canto venía en serio”.
“Yo no elegí ir a boliches donde generalmente va la juventud - afirma. Yo elegí estar como mi guitarra, y cantar. La música es muy importante porque es como ser predicadores de la vida. Es como un sacerdocio, porque hay que dedicarle tiempo y amor. Estás trabajando con el alma todo el tiempo. Es sembrar amor para que la gente se enamore con las canciones”.
Victoria lleva su guitarra como una extremidad más de su cuerpo. Canta a los niños en las escuelas, y se abre caminos en peñas y en algunos escenarios mayores de la zona,  “y donde me convoquen”. Interpreta a los clásicos del folclore del litoral: Puente Pexoa, El Jornalero, Puentecito de la Picada, muchos rasguidos dobles, todo el repertorio de Jorge Méndez. Es una convencida que hay que empezar por lo nuestro, por lo más cercano, por lo que nos identifica para poder apreciar lo  que viene de afuera.  “Quiero partir de conocer quién soy acá en Entre Ríos. Me gusta cantar cosas del litoral, de artistas que ya no están y que han dejado un gran legado con letras que tienen sentido. Es lindo escuchar canciones  que trasmiten valores y respuestas para el otro, porque es una manera bonita que te lleguen las cosas más claras. Cuando una escucha una canción aprende. Ese es mi objetivo y mi convicción: aprender. Canto temas folclóricos de toda la Argentina, pero en estos momentos me he planteado conocer a nuestros artistas, poetas, escritores del litoral”. Grandes definiciones de una incipiente artista.
También escribe letras con una perspectiva femenina. “Quiero escribir canciones femeninas, desde la perspectiva de la mujer. En vez de ‘te acordás mi chinita’ me gusta decir ‘te acordás mi cambacito”. Y opina que le gustaría que “en la escuela, en las clases de música se escuchara más de nuestra música para que sepamos de dónde venimos. Porque si no estamos perdidos. Si viene alguien de otro lado y nos dice: ¿sos argentina, sos entrerriana?, y te van a decir ¿qué escuchás? ¿qué comés? Y entonces se pierde el vínculo con ese hermano que quiere aprender de lo nuestro si no se quién soy. Hay que partir de conocer lo nuestro, qué significa ser entrerriano, para luego conocer a nuestro país. Porque así se valora más lo del otro”.
Opina sobre los nuevos intérpretes de nuestra música que a veces fusionan géneros para congraciarse con la preferencia del público más joven. “Me gusta el artista que actúa por convicción propia y no por cosas comerciales. No estoy en contra de la fusión de la música, de esos nuevos valores que surgen, pero sí que canten cosas que nos dejen algo valioso”.

Hoy Victoria está ocupada en seleccionar los temas de su primer disco en donde interpreta letras propias y otras de artistas reconocidos, mientras se foguea con los consagrados en espacios como el Anfiteatro Santángelo de Paraná, la Fiesta de los Reyes Magos, en Festival de la Juventud de Urdinarrain y más recientemente en la Noche de los Nuestros que se desarrolla en el teatro 3 de Febrero de Paraná.

7/6/14

Entrevista al Dr. Oscar Ricardo Tavani Pérez Colman* (I Parte)

Por Ricardo Cesar Bazán

- ¿Dr. Tavani que nos podría decir del Dr. Cesar Blas Pérez Colman?

-Ricardo, hay muchísimo para hablar. Es un personaje que, me atrevo a decir, está casi olvidado en Entre Ríos, sobre todo en su ciudad natal que fue Concepción del Uruguay. Yo me he encontrado con la sorpresa de que se conoce más su obra en la provincia de Santa Fe y en la ciudad de Buenos Aires que en la misma Entre Ríos. No sé a que se debe. De todas maneras, él nació el 11 de Diciembre de 1874 en Concepción del Uruguay por la circunstancia de que su padre era político, en realidad toda la familia tanto el Pérez como el Colman, los Mendieta de los cuales el también venía, eran de Rosario del Tala. La provincia de Entre Ríos empezó a poblarse con paraguayos que se radicaron en la provincia, hablo de fines del siglo XVII - fines 1680 aproximadamente -. Él venía de esa familia: los Mendieta que eran paraguayos, Miguel Jerónimo Mendieta que era hijo de paraguayos y paraguayo él también. Los padres de Mendieta habían llegado a Entre Ríos y él había sido intendente o alcalde de Rosario del Tala. Eran épocas en que todas las tierras eran fiscales así que prácticamente uno se instalaba en un lugar y sentaba sus reales y poseía las tierras, después los Colman también, descendían de un inglés que había llegado al Paraguay en el siglo XVI  (con un primo, en realidad sobrino. Nos decimos primos no sé por qué con Luis Sebastián Pérez Colman que vive en Buenos Aires), y consideramos que todos los Colman que anduvieron por Entre Ríos y por la República del Uruguay en el siglo XVIII tienen que haber tenido el mismo origen. Algunos sostienen que Colman es un apellido catalán, pero hablando casualmente con un argentino pero que es mas catalán que argentino, me mostró en Buenos Aires un libro con cerca de 40 páginas con apellidos catalanes en ninguno figura el Colman. Le pregunté directamente por Colman y me dijo que no es un apellido catalán, es realmente un apellido inglés.
Tavani Pérez Colman (izquierda) junto a Ricardo Bazán
Estaba Julián Colman que que insta a la fundación de Concepción del Uruguay, en Arroyo de la China en 1780 - 1781, después hay otro Colman que ya es oriental, José del Carmen, llamado Carmelo Colman que es uno de los 33 orientales y luego está José Colman que es Paraguayo y se instaló en el departamento Tala y los Pérez que eran de origen santafesino, posiblemente de Coronda que pasaron a Entre Ríos. El trayecto fue Paraná, Nogoyá, Gualeguay, Rosario del Tala. En realidad el padre de Cesar Blas era Benito Estanislao Pérez (él se decía Pérez solamente), la madre era Juana Colman y el padre de Benito Pérez era Blas Pérez de los primeros vecinos de ahí del departamento Tala, que lo había acompañado a Urquiza en todas las campañas militares. Blas Pérez, había nacido el 3 de Febrero (San Blas es el 3 de Febrero) y él celebraba todos los años su patrono, su nacimiento y el 3 de febrero porque era gente de Urquiza. Cesar Blas nació de esa unión entre Benito Pérez Colman y de Dolores Britos. Los Britos eran Britos Fernández de origen portugués llevados al Brasil en el ejército portugués aproximadamente en 1816 como parte de las tropas portuguesas que después iban a invadir la Banda Oriental y combatir contra Artigas, y por el lado de su madre también Pérez Colman venia de la familia Fernández. Fernández era un comerciante Oriental, oriundo de Montevideo, casado con una porteña que en 1814 se radicó en Arroyo de la China. La suposición es que se fue o dejó Montevideo, que era su ciudad natal, disgustado con la manera de gobernar de los porteños de Buenos Aires después de la caída de Montevideo en manos patriotas. Todos sabemos que entró Alvear al frente de las tropas en Montevideo y practicamente empezaron a gobernar gente de Buenos Aires la Banda Oriental y digamos llevando mayor discordia o desagrado a los Orientales que sostenían y defendían la autonomía de la provincia Oriental. Era una provincia más de las Provincias Unidas del Río de la Plata, eso de que hoy día sea una república aparte nace con el armisticio de agosto de 1828. Ningún oriental quiso ser independiente, fue un país o una república creada por un tratado celebrado entre el emperador de Brasil, el gobernador de Buenos Aires que era Dorrego con la mediación Británica.
Como le decía, Ricardo Pérez Colman nació el 11 de diciembre de 1874 en circunstancia en que el padre que se había mudado a Concepción del Uruguay porque era capital de la provincia y llevaba ahí su actividad política. El padre llegó a ser intendente de Concepción del Uruguay, fue vicegobernador de la provincia de Entre Ríos con aproximadamente 28 años de edad. Primero se dedicó al comercio y después, ya escribano, tuvo una de las escribanías más acreditadas de Concepción del Uruguay. Con los años Benito Pérez fue diputado nacional, ministro de Hacienda de la provincia (esa es la razón por la cual Pérez Colman nació en Concepción del Uruguay). Él adopta el apellido paterno Pérez Colman porque en realidad Don Benito era hijo de Blas Pérez y Juana Colman o sea que era Pérez Colman, pero el Colman no lo usaba, sí lo usaba el hermano menor Luis José Pérez Colman. Luis José, dos años menor que Benito Pérez, fue coronel del Ejército de Entre Ríos, llegó a ser diputado provincial por el pueblo de Gualeguaychú, y además se dedicó mucho a la actividad política, tanto que en cierto momento se le atribuyó formar parte de un complot para matarlo al General Racedo, resistiendo Pérez Colman y otros vecinos de Concepción del Uruguay (hablo siempre del tío de Cesar Blas Pérez Colman) el traslado de la capital de la provincia de Concepción del Uruguay a Paraná. Descubierto ese complot que no se sabe si fue nada más que  una versión que arrojó el oficialismo para frenar a esta gente que quería mantener la capital en Concepción del Uruguay o si fue realmente un complot, lo cierto es que  Luis José Pérez Colman con otros vecinos y familiares tuvieron que exiliarse en Paysandú perseguidos por el gobierno de la provincia.
Tanto Luis José Pérez Colman como su hermano Benito, integraron la logia masónica Jorge Washington de Concepción del Uruguay, y Pérez Colman se crió en ese ambiente, tanto de los relatos del abuelo de las campañas con Urquiza, la actividad política de su padre, la actividad social de su madre que integraba la Sociedad de Beneficencia de Concepción del Uruguay interesada en colaborar para la salud de la población y también en la escolaridad y en la instrucción de los niños. Se crió en ese ambiente y empezó sus primeros estudios en una escuelita privada de Doña Encarnación Cámara. Los niños iban cada uno con su sillita, no había pupitres, tal es así que yo tengo en mi poder una sillita que no era de Pérez Colman sino del abuelo de la esposa de Pérez Colman, o sea que yo estoy hablando de una sillita que es de fines del siglo XVIII, muy rústica por cierto. Es una prueba de que todos los niños de esa época iban con sus sillitas a las escuelas privadas. De la escuela de Encarnación Cámara, Pérez Colman pasó a unos estudios más elevados a una escuela que tenia José Zubiaur, que junto con otros estudiantes de Derecho daban instrucción previa, digamos el secundario (o lo que hoy sería un secundario) en esa escuela. Terminado ese ciclo o esos estudios en la Escuela de Zubiaur (aquí en Paraná hay una escuela con su nombre), Pérez Colman ingresó al Colegio Nacional del Uruguay donde se recibió de bachiller en 1891 y se fue a estudiar medicina a Buenos Aires. Hizo los dos primeros años de medicina en la Universidad de Buenos Aires y tuvo que volver porque tuvo una afección en su salud, ya que el tratamiento lo obligaba vivir en su casa. Fue a una estancia que tenía el padre, que se llamaba Santa Juana en el departamento Tala. De ahí la familia se vino a Paraná porque fue la época en el que el padre se trasladó a Paraná para seguir con su actividad política e ingresó a la facultad de derecho de Santa Fe. Previamente, ese verano el entró a trabajar en la oficina química de Paraná donde estaba el Dr. Alberto Saraví que era muy amigo de Benito Pérez. Alberto Saraví es el padre del poeta Guillermo Saraví. Había mucha amistad con Faustino Parera (eran todos dedicados a la actividad política) y se le dio licencia de un mes a Cesar Blas Pérez Colman para que fuera a Santa Fe y se interiorizara de la carrera que iba a seguir. Viajaba después periódicamente a Santa Fe. Se le concedió también la posibilidad de establecerse durante tres meses y empezó a estudiar derecho en Santa Fe con el Dr. Depetris que era su amigo y su compañero (primer amigo y compañero que tuvo en la facultad de Derecho de Santa Fe). Hoy el edificio de la sede del Club del Orden de Santa Fe es la casa que fuera el domicilio particular del Dr. Depetris, un destacado abogado de la ciudad. Después pasó a vivir con un familiar que venía de Concepción del Uruguay sin trabajo por la crisis de esa época (coletazo de la crisis del 90), y vivían en un cuarto del (convento) San Francisco, y vivían con dos catres una mesa, dos sillas, dos baúles, una percha y una jofaina. Ese era el inmobiliario que tenía Pérez Colman con su pariente y compañero de habitación.

 *Nieto del Historiador Entrerriano Cesar Blas Pérez Colman

15/4/14

Bicentenario entrerriano

Por Rubén Bourlot
(Publicado originalmente en la revista Orillas el 6/4/2014 -Diario La Calle, El Diario y 360 Semanario)
Este 2014 es el bicentenario de nuestra provincia que, para los que gustan de números redondos, aparentemente está pasando inadvertido. Y son tres fechas claves las que marcan este acontecimiento: 22 de febrero, 23 de abril y 10 de septiembre.
 Convenio que reconoce la autonomía de Entre Ríos
Tres década antes, a fines del siglo XVIII, Tomás de Rocamora sostuvo en su conocido informe al virrey Vértiz que “será la de Entre Ríos (...) la mejor Provincia de esta América”, dándole un nombre, y lo graficó en un mapa que dejó para la posteridad.
Las intenciones de Rocamora no prosperaron. Llegó a fundar tres de las cinco villas que se había propuesto, en tanto Paraná y el oeste entrerriano siguieron bajo jurisdicción del ejido del cabildo de Santa Fe. Recordemos que por esa época el Litoral estaba integrado a la intendencia de Buenos Aires. 
Recién en el año 14 del siguiente siglo se configura Entre Ríos como provincia a través de una sucesión de acontecimientos. El más conocido es el decreto del Director Supremo Gervasio Antonio de Posadas, firmado el 10 de setiembre de 1814, como consecuencia de la imposibilidad de Buenos Aires de aplastar la rebelión artiguista en el campo de batalla. Posadas propuso al Consejo de Estado separar de la gobernación intendencia de Buenos Aires a Entre Ríos y a Corrientes, erigiéndolas en dos gobernaciones-intendencias. El citado decreto fija las respectivas jurisdicciones, y en el caso de nuestra provincia, dispone que su capital sea Concepción del Uruguay. Los investigadores discrepan en este punto, tanto que hace unos años un artículo publicado por el diario Sucesos de Concepción del Uruguay reverdeció una polémica de décadas entre historiadores de Paraná y la Histórica.
Decreto de Posadas creando
la provincia
El artículo, debido a la pluma del periodista Aníbal Gallay, afirma que “en 1964 (…) muchos entrerrianos estaban esperando que se celebrara el 150 aniversario de la creación de la provincia. Sin embargo no se percibía nada. Mientras tanto los hermanos correntinos se preparaban para celebrarlo como correspondía. (…) El sesquicentenario pasó absolutamente desapercibido. No hubo actos de ninguna naturaleza. ¿Qué sucedía? Algo bastante simple: el asesor en materia histórica de la Gobernación era el prestigioso profesor Facundo Arce, uno de los más fervientes impugnadores del decreto de Posadas. Y Facundo Arce estableció que Entre Ríos no había sido creada el 10 de septiembre de 1814, de modo que en 1964 no había sesquicentenario que valga. Del lado uruguayense quien polemizó con Facundo Arce sobre esta cuestión fue el profesor Urquiza Almandoz, cruzándose una serie de publicaciones”. Días después, el propio Facundo Arce replicó estos argumentos reiterando su posición sostenida en la década de 1960. 
No obstante, sostenemos que el decreto del centralista Posadas no fue otra cosa que una medida tomada ante la presión del movimiento artiguista, que en los hechos había consagrado la autonomía de Entre Ríos.
En enero de 1814, producida la ruptura entre el directorio y Artigas, Posadas manda a Eduardo Kaunitz Barón de Holmberg con 400 soldados y artillería a Entre Ríos. Éste nombra comandante general de la provincia a Hilarión de la Quintana, que estaba en Concepción del Uruguay. La intención directorial era detener la influencia de Artigas, que como mancha de aceite se iba desplazando hacia el oeste de la región.
El 20 de febrero el comandante de la Villa de Paraná, teniente coronel Eusebio Hereñú reconoce a Artigas como Protector de los Pueblos Libres, desconociendo la dependencia del gobierno de Santa Fe y establece de hecho la autonomía de la provincia. Hereñú sustituye a Andrés Pazos por José Gregorio González como alcalde de primer voto del Cabildo de Paraná.

El Combate del Espinillo

El 22 de febrero de 1814 las fuerzas de Holmberg se encuentran con la férrea oposición de los artiguistas al mando de Otorgués y Hereñú, que lo derrotan en campos próximos al arroyo El Espinillo, cinco leguas al este de Paraná. En esta oportunidad también se hace flamear la bandera de la Liga Federal que hoy identifica a nuestra provincia.
Un mes después, el 23 de abril, Artigas suscribe con los enviados de Posadas, fray Mariano Amado y el comandante del Regimiento de Cívicos de Santa Fe Francisco Antonio Candioti, un convenio mediante el cual se declara “por si mismos independientes los pueblos de Entre Ríos desde la Bajada del Paraná y proclamando universalmente su protector el ciudadano jefe de los orientales José Artigas (…)”. En el artículo cuarto del acuerdo se advierte que “esta independencia no es un independencia nacional; por consecuencia ella no debe considerarse como bastante a separar de la gran masa a unos ni a otros pueblos, ni a mezclar diferencia alguna en los intereses generales de la revolución”.
Entre Ríos pasa a ser desde entonces uno de los Pueblos Libres de la Liga Federal artiguista hasta 1820, reconocida su autonomía como provincia o pueblo libre pero sin la facultad de autodeterminación. Lo que vendría después, como el citado decreto de Posadas, será la ratificación de este acuerdo, aunque amañado para desnaturalizar su verdadero sentido. No hay dudas que para nuestra provincia, el 23 de abril es la fecha fundacional, de la cual este año cumple su bicentenario.

Fuentes:
· Sucesos, C. del Uruguay, 14/10/79.
· Sucesos, edición dominical, C. del Uruguay, 21/10/79.
· Archivo Artigas, Tomo XIV, Montevideo, 1976.
· Registro Oficial de la República Argentina, T. 1, Bs. As, 1882

13/3/14

Cuando Francisco conoció a María


Por Rubén Bourlot
(Publicado originalmente en El Diario de Paraná)

La villa de la Purísima Concepción del Uruguay es un poblado desparramado que los vecinos insisten en llamar Arroyo de la China. Y a esa villa, casi en el ocaso de la segunda década del siglo XIX, llega ella, María o María Delfina, o La Delfina a secas según los historiadores. Poco es lo que los catedráticos pueden saber de esta legendaria mujer, porteña para algunos, portuguesa, lo más probable, para otros. Unas pocas líneas en un acta de defunción dan cuenta de ello. Lo demás es leyenda.
El otro protagonista, Francisco para los vecinos de la villa, para sus soldados; Pancho según los historiadores. El hijo de Tadea Jordán y José Ramírez. 
Un día cualquiera. El sol mañanero acaricia el rancho flamante que asoma su penacho pajizo entre los arbustos; uno de los tantos que salpican las chacras de la villa donde sobreviven las familias de refugiados orientales. Juan de Souza y su esposa Pilar llegaron al lugar tras la prolongada marcha para escapar de las contiendas entre imperiales y anarquistas, entre indios misioneros y fazendeiros, entre los ejércitos del barón de la Laguna y las montoneras de Artigas. Pero el fragor de la metralla los sigue como una sombra. De la frontera a Purificación, después Paysandú y finalmente el arroyo de la China.
Para los soldados de la división acantonada en las cercanías, no ha pasado desapercibida la retahíla de mujeres que habita la morada y suelen acercarse a fisgonear. Unas féminas ya entrando en la adolescencia y otras mayores excitan del apetito de los hombres. La prominencia de un embarazo avanzado certifica que más de una ha traspasado la frontera del ingenuo avistaje.
Temprano, a la mañana, el campamento se pone en movimiento. Algunos soldados terminan de ensillar sus cabalgaduras, otros recogen pertrechos y tiendas. Ha llegado la hora de marchar a otra patriada. 
Las vecinas revolotean por el campamento. Se despiden con promesas de retornos que nunca se han de cumplir; otras más pragmáticas, se disponen a seguir el derrotero de los dragones entrerrianos a la par de las veteranas cuarteleras que acompañan al ejército.
Francisco, montado en su azulejo, lo supervisa todo. Avanza a trotes cortos y escarceos. 
De pronto se ausenta para revisar la espesura que bordea el arroyo Vera - siempre es bueno ser prudente ante la posible presencia de vichadores -, cuando hace su aparición una bella adolescente. Ella está ahí, acercándose sobre el zaino de pelo lustroso que devuelve el reverbero de las olitas del arroyo, de las gotas de rocío posadas sobre las hojas de las cortaderas. Su pelo se agita libre, desflecado, entretejido con las hilachas de la brisa, humedecida por la bruma que mana del arroyo. Su mirada es indiscreta, atrevida, juguetona. Él la mira inquieto, con desconcierto. Las miradas se entrelazan. Miradas curiosas que se van enredando como ramales de fibra de caranday. La trenza se convierte en una soga que los va atando como cordón umbilical. Ella tira de la cuerda; él esquivo, incómodo, va cediendo de a poco, paso a paso como un niño que arriesga sus primero trancos, como un pichón que se balancea sobre la rama antes de experimentar el primer vuelo. 
- Eu finalmente ver um general se sua tropa - dice ella con voz pequeña y acento portugués.
- Comandante Francisco Ramírez - replica y su voz brota firme, imperativa, como si arengara la tropa. Pero en su interior algo comienza a derretirse, a derramarse ante esa presencia, ante esa circunstancia imprevista. Y después se sucede un aleteo, primero como una contraseña encubierta, insinuada, después despabilada, perceptible en el agitar de su pecho de soldado.
- No siempre un general está obligado a estar con su tropa - agrega y su voz suena menos rígida y más acorde a ese escenario redondo oculto por la ubérrima galería que forman guabiyúes, espinillos y seibos que crean un microclima hospitalario, acogedor y umbroso.
Ella se sienta sobre la montura, no como amazona sino como dama aunque no es dama. Siempre fue un “muchachito” que bellaqueaba con otros muchachitos de su aldea, mezclada con los gauderios. Así aprendió, de pequeña, las artes de la equitación. Pero se sienta como una dama y sonríe como una dama a ese hombre caballero vestido como caballero. El caballero vestido como caballero se siente seguro de sí aunque por dentro una tropilla avanza a galope tendido conmoviendo la pradera de su pecho. Y el corazón aletea de lo lindo bajo los pliegues del poncho rojo punzó, tan rojo como la pasión que comienza a nacer.
- ¿Francisco é o seu nome? – interroga ella.
- Ya me conocés, parece - dice él.
- ¡Claro! Desde a instalação do acampamento que está espionando. Eu moro no rancho Souza...
- Ni revoloteo que han armado las Souza entre la tropa...
- Eu não sou Souza. Eu vim com eles, quando o êxodo...
Y se van por el sendero que se abre entre espinillos aromosos. Ella sobre la montura de su potro. Él caminando, llevando a su azulejo de las bridas. Dos siluetas que abandonan la escena, se alejan y empequeñecen a la distancia. Sus voces se pierden entre la fronda, se funden con el murmullo matinal.
Después de aquel primer encuentro María vuelve a su rancho, con sus hermanas postizas, expectantes, ya enteradas de las buenas nuevas. Ningún secreto puede durar más que unas horas porque el correveidile es el entretenimiento más popular de esta época en el interior de las provincias, donde la nada es la mercadería más abundante y cualquier suceso que estremeciera apenas las alas de una mariposa se convierte en una noticia sensacional.
Aunque quisiera disimularlo, el leve rosicler que pugna por amanecer en los pómulos morenos de María delata su estado de ánimo.
Así habría comenzado todo entre Francisco y María. Lo de la tragedia de Arroyo se lo dejamos a los historiadores.

11/3/14

Los pieds noirs de La Paz

Por Rubén Bourlot
(Publicado originalmente en la revista Orillas)

Alguna vez hubo una colonia de pieds noirs (pies negros) en el departamento La Paz. Fue un emprendimiento de mediados de la década del 60, de cual quedan pocos rastros, salvo algunos apellidos diseminados en la ciudad cabecera del departamento. En la zona los mayores aún recuerdan a los francoargelinos que sin dudas conmovieron la calma del verano paceño de 1964.
La historia de esta inmigración está vinculada con la guerra de independencia de Argelia que se desarrolla entre 1956 y 1962. Una guerra que el gobierno francés no estaba convencido en librar pero fue impulsada por los descendientes de colonizadores franceses residentes en Argelia, precisamente los pieds noirs. Acabada la conflagración y acordada la independencia con la firma del tratado de Evian, los argelinos hostilizaron a los residentes franceses y los obligaron a abandonar el país, con tanta mala suerte para éstos que tampoco fueron aceptados en Francia. Eran unos verdaderos indeseables.
El presidente municipal de La Paz, Osvaldo Lamboglia (a la derecha) 
dialogando con los argelinos 
Mujeres y niños francoargelinos de paseo 
Un francoargelino cazando liebres
Así fue como el gobierno francés procuró ubicarlos en algún lugar en el mundo y surgió el acuerdo con la Argentina, de larga tradición en el cobijo de migrantes. El proyecto fue elaborado por el Consejo Agrario Nacional y preveía la formación de colonias de francoargelinos en Salta, Formosa, Entre Ríos y otros lugares. El grupo traía consigo un promedio de 30.000 dólares por familia en concepto de útiles de labor, adquiridos a través de un crédito pagadero en cinco años otorgado por el gobierno francés. Este a su vez proveería a lo largo de un año la suma de 13.000 pesos argentinos, también por familia, para gastos de mantenimiento. Los elementos antes citados incluían tractores, cosechadoras, pulverizadores, etc. Con ellos venía personal especializado en agronomía. Se consideraba este plan como una colonización modelo. 
La edición del diario La Nación del 22 de marzo de 1964 refleja con notas gráficas el asentamiento de los primeros colonos en un sitio cercano a La Paz, denominado El Saucecito - un predio de unas 21.000 hectáreas - que muestra a los argelinos en un campamento, realizando algunas tareas previas para preparar “el lugar donde se va a erigir la pequeña ciudad destinada a albergar a los colonos”.
Se estima que “llegaron ciento cincuenta familias de pieds noirs a Argentina, con un promedio de dos o tres niños por unidad familiar, lo cual representa un total aproximado de entre setecientas cincuenta y ochocientas personas. Los primeros arribaron hacia 1960 y siguen llegando, cada vez menos, hasta aproximadamente 1970”, cuenta Agustín Osvaldo Revelant Lamboglia.
Los funcionarios nacionales de la época destacaban que “la corriente migratoria hacia nuestro país se ve dificultada por Canadá quien presta importante asistencia a los colonos que incluyó la entrega de 400 granjas y viviendas”. Reinaba un optimismo que resultó, finalmente, exagerado. 
La experiencia comunitaria pronto fracasó porque los pieds noirs no lograban constituir una comunidad homogénea. Lo que los había unido al principio, era su condición de rechazados en Francia y una identidad de muy forzada de pieds noirs, mote que le habían adjudicado los árabes de Argelia. Y para completar este panorama sombrío hay que añadir la falta de experiencia de trabajo agrícola de los recién llegados, la mayoría empleados y funcionarios del gobierno colonial. Además, junto con estos grupos se infiltraron miembros de la OAS, una organización secreta terrorista que solía atentar contra los funcionarios franceses proclives a la independencia argelina.
Una crónica sobre los colonos que llegaron a Formosa pone de relieve que “ellos trajeron sus propios agrónomos, ante su desconocimiento del mundo de la producción rural, ya que nunca habían sido campesinos. Habían sido una suerte de señores coloniales”. No era como preconizaba el diario La Nación ya citado: “La tierra… Han vuelto a ella. En otra latitud, con otro marco, pero es el mismo y hondo y dulce sentimiento de la posesión fecunda el que los vincula a la tierra…”.
La mayoría se alejó de los lugares asignados e inició una reconversión para ejercer actividades comerciales en centros urbanos. Algunos apellidos resuenan aún en la comunidad de La Paz como recuerdo. Pero la mayoría de los vecinos no sale de su asombro cuando uno le pregunta por los pieds noirs.


Fuentes: Testimonios de Julio Blanche y Agustín Osvaldo Revelant Lamboglia. Diario La Nación, 22 de marzo de 1964. Los Hechos Políticos del Siglo XX, Ed. Hyspamérica, Vol. 8, 1982. Isabel Santi, Evocando la emigración a la Argentina de los franceses pieds noirs de Argelia, en http://alhim.revues.org/389: 16 septiembre 2013.

Imágenes tomadas del diario La Nación.

19/2/14

Historia del cooperativismo entrerriano: Sociedad Cooperativa La Clerical

Por Ricardo César Bazán (Tec. Sup. en Cooperativismo)

Cuenta el compendio de cooperativas de 1921 que la Cooperativa La Clerical “fue fundada en la ciudad de Paraná el 14 de Octubre de 1920 a las 10 Horas en el salón de actos públicos del Seminario Conciliar, por iniciativa del clero entrerriano con motivo de la semana social celebrada por el mismo, en la primera reunión se designo a monseñor doctor Abel Bazán y Bustos como presidente provisorio y como secretario al Pbro. José Dobler, los fundadores de “La Clerical” fueron lo mas destacado del clero y civiles de reconocida reputación intelectual , como así también modestos vecinos de Paraná, ellos eran: José Finocchi, Carlos A. Arigós, José Joannas, José Dobler, Abel Bazán y Bustos, Nicolás De Carlo, Juan R. Alvarez Prado, Damián Errecart, José Leonelli, José Eberlé, Pedro Blason, Francisco del Maso, Ramón Elgart, Francisco Pausich, Andrés Sabater, Pedro Alumni, Estanislao Tipek, José Amill, Ángel P. Armelín, Juan Schneider, Nicolás D. Ángelo, José Noctker, Jorge Schrolder, Pedro Weber, Camilo Vázquez, Ángel Taquela, Manuel Baños, Juan Vilar, Jorge Jacob, Juan Jacob, Pedro Tibiletti, Manuel Boedo, Bartolome Grella, José Spugnardi, Miguel de Goucci, Joaquín Fernández, Julián Martínez, Indalalecio Cuena, Juan Grigolato, Elías Roselló, Juan B. Monti, Pedro D. Tibeletti, Gaspar Schaab, Luis Izaguirre, Juan Kropp, Miguel Seib, Conrado Heit, Ignacio Heit y Jorge Schoenfeld.
Mons. Bazán y Bustos
Por Superior Decreto de fecha 17 de noviembre de 1920 fueron aprobados los estatutos, como se detalla a continuación y reconocida como persona jurídica.
Art. 1- Se constituye en Paraná la ‘Sociedad Cooperativa Limitada “La Clerical’, con duración de noventa y nueve años a partir de la aprobación de sus estatutos.
Art. 2- La Sociedad se propone: a) Fomentar entre sus socios la ayuda mutua y la defensa solidaria de sus intereses morales y materiales: b) Estimular el ahorro; c) Abaratar la vida: d) Proporcionar crédito a sus socios: e) Organizar entre dichos socios el seguro de vida y el vitalicio.
Art. 3- De conformidad con su carácter estrictamente mutualista la sociedad excluye de su actividad toda operación de especulación y lucro. 
Su primer Consejo Directivo estuvo constituido por las siguientes personas: Presidente, Pbro. Doctor José Finocchi; vice Presidente doctor Dobler; secretario Pbro. Francisco Pausich; tesorero Pbro. doctor José Spugnardi; Vocales: doctor Juan R. Álvarez Prado, Manuel Baños, Pbro. Juan Martínez.”
Edificio del ex Seminario
Junta de Vigilancia: Monseñor Nicolás de Carlo y doctor Carlos A. Arigós. Sindico, doctor Juan Vilar.
David M. Merener cita en una conferencia pronunciada en 1951 al referirse a las cooperativas formadas en Entre Ríos que se habían reunido en congreso la “Cooperativa Agrícola Israelita de Basavilbaso”con ”La Comuna” del Circulo Obrero y con “La Clerical”, a pesar de que no habiendo normas en ese entonces que las encausaran ni ley que determinara su forma de actuar, y que los principios de Rochdale no habían sido interpretados por igual, lo que se comprobaba con el análisis de sus estatutos y en la propia denominación que se daban.
El salón de actos públicos del Seminario donde se fundó la cooperativa, nos ilustra el Profesor de Historia Alberto Ferreyra Casco que es hoy el actual edificio ocupado por la Universidad Nacional de Entre Ríos ubicado en calle La Rioja y Urquiza.

Material Consultado:
Ofelia Sors, Paraná-Dos siglos y cuarto de su evolución urbana, 1730-1955.
David M. Merener-El movimiento cooperativo en Entre Ríos (1951)
Abel Bazán y Bustos-Correspondencia y Archivos Arzobispado de Paraná
Compendio-“Las Cooperativas de la Provincia de Entre Ríos”. (1921)
Libro de Oro de Paraná-Archivo María Lourde Cura.
Foto de Seminario y de Monseñor Abel Bazán y Bustos.

14/2/14

Los Scalabrini

Por Rubén Bourlot (publicado originalmente en la revista Orillas)

El apellido Scalabrini tiene fuertes vínculos con nuestra provincia. Un Scalabrini cruza los mares y se afinca en estas tierras en la segunda mitad del siglo XIX para buscar fósiles de mamíferos. El otro la visita cada tanto para medir tierras.
Pedro Scalabrini trae en sus alforjas italianas las ideas novedosas de la época en el continente europeo, el positivismo comteano. Pronto se hace un lugar en la comunidad intelectual de la provincia, se incorpora a las cátedras de la Escuela Normal de Paraná y se constituye en un pensador influyente.
Raúl, que es Scalabrini pero también Ortiz, se va a Buenos Aires para cursar estudios de agrimensura.
Pedro deja en Paraná su legado intelectual y una colección de fósiles que será el germen del museo de Ciencias Naturales de la Provincia, fundado junto a Juan Bautista Ambrosetti. Pedro escarba la tierra; Raúl la mide.
Casado con una paranaense, Ernestina Ortiz, Pedro se traslada a Corrientes para continuar su labor educativa. En la provincia taragüí nace Raúl, en 1898.
Al frente del Consejo General de Educación de Entre Ríos, Pedro promueve una reforma de los planes de estudio en las escuelas normales para que se le dé mayor cabida a las materias de historia y geografía argentina, instrucción cívica e idioma y literatura nacional. Todo un adelantado este Pedro. De esa madera brota Raúl.
Raúl, el agrimensor, pronto se vincula con la intelectualidad de Buenos Aires, donde se establece. Además de medir tierras - lo que le otorga el sustento económico - se dedica al periodismo, a la filosofía y a las letras. El premiado ensayo El hombre que está solo y espera, de 1931, constituye un éxito editorial que lo consagra en los principales círculos literarios de la metrópolis. Los diarios y revistas más importantes no ahorran espacio para comentar la producción intelectual de este prometedor prosista de Corrientes y Esmeralda.
La década del 30, la infame, despierta en Raúl otras preocupaciones: política, economía e historia. Participa de la revolución irigoyenista de 1933 que tiene repercusiones en nuestra provincia junto a Gregorio Pomar, Arturo Jauretche, los hermanos Kennedy y otros, lo que le vale su detención. En 1934 se casa con una paranaense de reconocida familia: Mercedes “Mecha” o “Memé” Comaleras, y debe hacerlo esposado y acompañado por la policía, antes de partir al exilio. De retorno de Europa empieza a descubrir la trama de la dependencia del país y el papel de Gran Bretaña en la economía nacional. Traba amistad con los hermanos Julio y Rodolfo Irazusta, entrerrianos, nacionalistas y fundadores del revisionismo de nuestra historia. Acompaña al grupo que en 1935 funda FORJA (Fuerza de Orientación Radical del la Joven Argentina). A partir de ahí comienza la saga de publicaciones donde analiza la situación del país desde un punto de vista original: Política Británica en el Río de la Plata, Los ferrocarriles, factor primordial de la independencia nacional, El petróleo argentino, entre otros varios trabajos. Cuando estalla la Segunda Guerra Europea, desde su modesto diario Reconquista sostiene la posición de neutralidad de la Argentina frente la apabullante propaganda pro intervencionista a favor de Inglaterra y sus aliados.
El Scalabrini que hurga en las raíces de nuestra dependencia diluye al escritor mimado de Buenos Aires y ornado por los oropeles de la crítica literaria de los grandes diarios. Arturo Jauretche dice que ahí se inicia “la conspiración del silencio” para el escritor y periodista.
Acompaña desde los primeros instantes la emergencia del peronismo junto al futuro gobernador de Entre Ríos, Héctor Maya. Ambos vienen de la militancia forjista. Nunca ocupa cargo público alguno no obstante su influencia intelectual dentro del nuevo proceso político al que define como “el subsuelo de la patria sublevada”. Desde el llano fogonea la recuperación de los ferrocarriles y publica en 1946 Los ferrocarriles deben ser del pueblo argentino; toda una definición. Se dice que a partir de esas posiciones nacionales, y fundamentalmente de su adhesión al peronismo se enemista con la familia Comaleras de Paraná.
Tras el golpe de 1955, escribe en la legendaria revista Qué donde sigue con su prédica indeclinable y en 1958 se encuentra al frente de la publicación auspiciada por el nuevo gobierno que encabeza Arturo Frondizi. A los pocos meses, cuando el gobierno suscribe los polémicos contratos petroleros, renuncia y deja constancia de su posición en un artículo titulado "Aplicar al petróleo la experiencia ferroviaria".
Fallece el 30 de mayo de 1939, triste y olvidado. Arturo Jauretche despide sus restos en el cementerio "…Tú sabes que somos vencedores…vencedores en esta conciencia definitiva que los argentinos han tomado de lo argentino. Por eso hemos venido, más que a despedirte, a decirte: ¡Gracias, Hermano!"


Fuentes:
Orsi, René, Jauretche y Scalabrini Ortiz, Ed. Peña Lillo, 1985

13/1/14

Los sombreros de Filomena

Por Rubén Bourlot (Publicado originalmente en Orillas)

Recuerdo a la abuela Filomena tejiendo trenzas de oro inclinada debajo de la galería. A lo lejos se escucha el bullicio de la gurisada y más allá el arrullo de las palomas entre el follaje de las casuarinas. En su cabeza también luce una larga trenza blanca envuelta en un rodete. La abuela Filomena cultiva un arte traído por los inmigrantes europeos desde las lejanas montañas de Suiza, el sudeste de Francia y de los valles piamonteses: la confección de sombreros de paja de trigo que se va trasmitiendo de generación en generación. Hoy este oficio es una actividad casi desparecida. Ya no tiene un fin utilitario. Se conserva como actividad en algunos reductos artesanales, revalorizada por el turismo creciente. La propia UNESCO reconoce la tejeduría en paja de trigo como expresión cultural a preservar. Asimismo en el Perú, en la localidad de Catacaos, el sombrero de paja, y los conocimientos y prácticas asociados al tejido del mismo, han sido declarados Patrimonio Cultural de la Nación. Todo un ejemplo para imitar en nuestras tierras para que el oficio no se pierda.
En el campo, hace ya décadas, es casi un mandato que en cada hogar una mujer se dedicara a tejer sombreros para toda la familia y para los vecinos. Sombreros para los hombres y la mujeres, pequeños y grandes. Las mujeres que trabajan, junto a los hombres, en las tareas de la cosecha usan esos enormes sombreros para proteger la piel de los rayos del sol. Junto con las polainas en las piernas, ayudan a conservar sea piel de nácar, estéticas de otros tiempos cuando todavía no reina ese bronceado extremo que obsesiona a los jóvenes y no tan jóvenes de hoy. 
Filomena, llegado noviembre, se encarga de recoger las gavillas de trigo en el momento justo antes que llegue al punto máximo de maduración evitando la quebradura de los tallos, para luego secarlas a la sombra. Después viene el remojo de las plantas en agua templada durante unas horas, o mejor durante toda la noche, colocando un peso encima para que no floten en la superficie, hasta que se vuelvan blandas y flexibles. Y con esa materia prima más paciencia y habilidad realiza largas trenzas que va enrollando hasta darle la forma al sombrero, fijadas con certeras puntadas. Y cuando ya el número de sombreros es suficiente, y agotada la materia prima, usa sus habilidades manuales en la elaboración de multicolores ramos de flores de papel como para no perder la práctica.

La hermanas Morel Vulliez tejiendo sombreros
Un testimonio, de mediados de la década del 1970, no informa de la actividad que llevan a cabo las hermanas Elva y Edelma Morel Vulliez en la colonia 1° de Mayo, departamento Colón, cuyo trabajo en paja de trigo merece la consideración de los más exigentes jurados en festivales y ferias artesanales de la provincia y del país. Son cuantiosos los premios que atesoran, como un 1° Premio en la Feria Artesanal de Rosario de 1971, 1º Premio en la Feria del Festival de Cosquín de 1970, tres primeros premios en Villaguay, 1º premio y distinción en la Feria del Paraná de Santa Fe, 1º Premio en la Feria de Artes populares Entrerrianas en la Paz, 1º Premio en Paso del Salado, Santa Fe y distinción del Fondo Nacional de las Artes. 
Comentan las hermanas Morel Vulliez que trabajan con hasta 25 tipos distintos de trenzas que van desde el número de tres hasta las 22 hebras. Con las doradas fibras elaboran todo tipo de sombreros y también capelinas, portalápices, pantallas, costureros y hasta ramos de flores. 
La conocida cumbia “Un sombrero ‘e paja”, del autor santafesino Chico Novarro y popularizada por los Wawancó y bailada hasta el cansancio en la década del 60 rinde homenaje a este accesorio.
Si a lo lejos vez venir un sobrero ‘e paja y se ve / la canoa llega y se ve a un hombre remando, / si a lo lejos vez venir una guayabera y se ve / la canoa llega y se ve a un hombre remando soy yo, / que con regalos vengo yo a visitar (…)
Y seguramente la abuela Filomena, más allá de las casuarinas, seguirá tejiendo sombreros de paja, para no perder la costumbre.



26/11/13

El hombre de la vacuna

Por Rubén Bourlot
Publicado originalmente en revista Orillas, 21/71/2013


Un notable hombre de ciencia es el doctor Scholein Rivenson nacido hacia 1918. Y es el inventor de una innovación en las vacunas para la fiebre aftosa.
En la década del 30 parte desde su Pastor Britos natal, esa pequeña localidad del departamento Gualeguaychú arrimada a la estación del ferrocarril que hoy agoniza, para estudiar veterinaria en la Universidad de Buenos Aires. Para realizar ese sueño de inmigrantes: mi hijo el doctor. Hijo de una familia originaria de Rusia con ascendencia judía que se afincan en Entre Ríos para ver realizados sus sueños proyectados en sus hijos.
En 1938 obtiene en ansiado título y logra su primer trabajo en una cooperativa agropecuaria de Bovril. Entre 1946 y 1950 se desempeña como veterinario regional del Ministerio de Agricultura y Ganadería. En lugar de refugiarse en la cómoda rutina de controlar pariciones prefiera enfrentar el riesgo de investigar cosas nuevas. A partir de 1950 inicia sus trabajos relacionados con la Fiebre Aftosa, al incorporarse al Instituto Nacional de Fiebre Aftosa, enfermedad que azota los rodeos vacunos de la época, y hasta no hace muchos años. En 1956 se incorpora al recién creado Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) donde propicia la creación del Centro de Investigaciones de Ciencias Veterinarias. 
Desde el nuevo centro de investigaciones continúa con el desarrollo de la nueva vacuna contra la enfermedad. Así diseña y pone a prueba la vacuna antiaftosa con coadyuvante oleoso que lleva su nombre. A diferencia de la versión anterior esta vacuna requiere menos frecuencias de aplicaciones y brinda protección a los terneros de madres vacunadas. Pero no se queda con eso sino que impulsa planes de lucha contra la enfermedad en distintas regiones del país que supervisa personalmente.
En 1976 inicia el plan piloto de vacunación con resultados notables. A partir de esta experiencia se generaliza la práctica en todo el país y finalmente, en 1997, con la aplicación de la vacuna oleosa polivalente, la Argentina es declarada “país libre de aftosa con vacunación”. Se pone fin a 120 años de sobresaltos por las amenazas de embargos a las carnes argentinas sospechadas de trasmitir la enfermedad. 
La trayectoria de Rivenson gana reconocimiento en distintos ámbitos, entre otros obtención de la medalla de oro otorgada por la Organización Internacional de Epizootias en 1988 "a quien ha producido avances importantes en Medicina Veterinaria".
Pero como no sólo de vacunas vive el hombre, Riverson, además de los dos centenares de informes científicos, escribe sus búsquedas filosóficas. En 2000 publica “La revolución lúcida: Misterio y despertar del hombre”, un ensayo donde “luego de varias décadas de intensas búsquedas, de agudas intuiciones, de hondas reflexiones e indagaciones, Rivenson ha expresado en esta obra su pensamiento cosmovisional, su credo filosófico implícito en la dimensión de la Sabiduría”, enuncia su prologuista. Sus preocupaciones éticas y filosóficas las hace conocer también en artículos y conferencias como la disertación sobre bioética en oportunidad de su incorporación como Académico de Número a la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria [en 1999] donde sostiene, entre otros asuntos, que “si bien las investigaciones del genoma humano son de gran ayuda, uno de los riesgos que entraña es la manipulación genética en la medida que no respete la vida del embrión humano. Esto plantea un profundísimo conflicto ético y moral. Por esta razón, es necesario legislar sobre las aplicaciones genéticas en base a los derechos humanos, las libertades fundamentales y la dignidad humana”.
Pero no todas son flores en la vida de este empecinado descendiente de gauchos judíos. En las postrimerías del siglo XX, ya anciano, predica casi en un desierto de audiencia para que las autoridades no se duerman en los laureles y no dejaran de vacunar. El logro de declarar el país libre de aftosa no implica abandonar la práctica. Ya anciano clama, olvidado por las nuevas generaciones y los gobiernos que mandan a los científicos a lavar los platos, por un magro reajuste de su jubilación. Fallece en 2001 a los 83 años. Aún la provincia que lo vio nacer está adeudando el justo homenaje, al menos post mortem.
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