20/3/25

El incendio de una promisoria industria tecnológica en Paraná

Rubén I. Bourlot


Una promisoria industria tecnológica radicada en Paraná terminó frustrada por un incendio a mediados de la década del 80. Se trataba de una fábrica de computadoras y calculadoras que se comercializaban con la marca Czerweny, una compañía que apostaba a una industria de punta.

El 10 de junio de 1986 al atardecer el fuego se apoderó del local de la fábrica ubicada en el kilómetro cinco y medio de la ruta 11, acceso sur de Paraná. Los bomberos rápidamente se hicieron presente, consigna la noticia publicada por EL DIARIO, y lograron apagar las llamas en las primeras horas de la noche pero la destrucción fue total. Se perdió la producción y todos los insumos. Lo positivo de la información es que no hubo ninguna víctima.

La empresa tuvo su origen a partir del arribo de Tadeo Czerweny, nacido en 1909 en Ucrania, a Gálvez, Santa Fe, en 1913. En el lugar fundó su primer taller electromecánico que se transformó en una pequeña fábrica montada en la vecina localidad de El Trébol. De vuelta en Gálvez fundó junto a sus cinco hermanos la que luego sería una de las más importantes fábricas de motores eléctricos del país.

En 1958 Tadeo se desvinculó de la sociedad para dedicarse a la fabricación de elementos y accesorios electromecánicos y luego específicamente transformadores, fundando su empresa unipersonal en 1969. Un tiempo después, Hugo Mazer y Oscar Crippa, dos exempleados de IBM, se integraron a la compañía para fundar la división electrónica de Czerweny con una planta en Paraná, en el kilómetro 5,5 de la Ruta Provincial 11, que diseñó la primera calculadora electrónica totalmente nacional, de la que lograron venderse 100 mil unidades.

Poco tiempo le duró la buena estrella. Con el Rodrigazo de 1975 que devaluó abruptamente la moneda y el golpe de Estado del 76 que impuso el modelo económico del ministro Alfredo Martínez de Hoz se vieron invadidos por calculadoras importadas. De esta manera, tuvieron que pasar de fabricantes a importadores, algo que no estaba en el ADN de los empresarios.


Las computadoras ZC

En 1982, luego de la guerra de Malvinas, la división electrónica renació con el fin de importar las Computadoras ZX Spectrum de la británica Sinclair, pero por el bloqueo comercial hacia las marcas inglesas tuvieron que renombrar los productos con una denominación local. También habían ganado un contrato como proveedores de IBM y ante la necesidad de montar nuevas instalaciones para esa producción utilizaron el local de Paraná, Entre Ríos. Prontamente, la nueva fábrica se puso en funcionamiento y comenzó la producción de las fuentes. Simultáneamente obtuvieron la representación de National Semiconductors, lo cual les facilitó importar ciertos chips para experimentar. Con esta experiencia los socios Mazer y Crippa empezaron a soñar con producir computadoras hogareñas, esas primitivas “computers” como se llamaban en la época, que tímidamente se iban instalando en las oficinas.

Dos décadas antes de esta incipiente industria había llegado al país la primera computadora científica bautizada Clementina. Era un armatoste que no tenía teclado ni monitor, contaba con 5Kb de memoria RAM y con sus 18 metros de largo ocupaba toda una habitación. Fue traída por el Instituto de Cálculo y la carrera de “Computador Científico” de la Universidad de Buenos Aires.

Decididos a picar en punta en la industria tecnológica los socios de Czerweny le ofrecieron a Sinclar, que fabricaba la Spectrum, clonar los equipos poniéndole el color local para romper las restricciones del conflicto por Malvinas. Dieron el puntapié inicial y en 1983 Sinclair, a través de la subsidiaria portuguesa Timex, les proveía a Czerweny los chips para la fabricación de las microcomputadoras en el país. A partir de aquí, la empresa paranaense iniciaría una pequeña revolución informática. El primer modelo que hicieron fue el CZ 1000, tomando las siglas de Czerweny para, además, aprovechar el histórico posicionamiento de la marca. Czerweny registró la marca CZ para utilizarla en toda la línea de computadoras electrónicas. De a poco casi todos los componentes, salvo los chips, se fueron copiando y produciendo en el país. Los circuitos impresos, carcazas, fuentes de alimentación, envases especiales, cables y demás accesorios eran fabricados en la planta de Paraná o adquiridos a proveedores locales, lo que permitía un porcentaje de integración nacional superior al 80%. Los equipos contaban con una entrada para el popular Joystick y el revolucionario botón reset. La empresa llegó a fabricar en el país unos 4000 equipos por mes y ocupaba a 70 personas.


El final no anunciado

En 1986 llegó el final no anunciado. EL DIARIO de Paraná, de once de junio de 1986, en su primera plana informaba sobre un “voraz incendio en una planta industrial” acompañada de una fotografía de los bomberos intentado sofocar las llamas. Según testimonios recogidos por el periódico el día anterior a las 17 horas vecinos del lugar empezaron a sentir olores en la planta que estaba cerrada por el feriado; en esa época se recordaba el 10 de junio la reafirmación de los derechos sobre las islas Malvinas. A las 19,30 el fuego se hizo visible y minutos después llegaron los bomberos. Hacia las 23 el incendio se había apagado pero las llamas ya habían hecho su trabajo. Se quemó todo el equipamiento, la producción y el stock de insumos. No hubo víctimas humanas y no se pudieron establecer las causas del siniestro.

El traspié dejó en una situación de quebrando a la empresa. Los equipos destruidos habían sido cedidos a consignación por IBM y además tenían deudas con la compañía Czerweny de Gálvez. Unas 70 personas quedaban sin trabajo. Por un tiempo siguieron operando en un pequeño galpón en el puerto de Paraná, donde habitualmente depositaban el remanente de equipos que les quedaban. “Teníamos contrato con un instituto de enseñanza de Buenos Aires que vendía cursos de informática con nuestra computadora –dice Hugo Mazer en una entrevista-. Este fue el último cliente que tuvimos, por el año 87. Luego de cumplir con una tanda de equipos, se terminó para siempre nuestra aventura con las Spectrum”.



12/3/25

Las vacunas, las ideologías y las historias que se repiten

En agosto de 2020 el mundo se enteraba que Rusia había culminado los estudios para aprobar la primera vacuna contra el coronavirus 2019. Este acontecimiento no estuvo exento de polémicas por posiciones ideológicas y geopolíticas, algo que se emparenta con los sucedido a principios de los ’90 con la vacuna cubana contra la meningitis.
Estos hechos en el contexto de una pandemia inédita en los últimos tiempos cobran historicidad y nos interpelan para ir elaborando una interpretación de la historia reciente. Hacer historia con hechos cercanos en el tiempo, si bien puede resultar incómodo porque se trabaja en las arenas movedizas de lo que está sucediendo, es necesario. Tradicionalmente se sostenía que había que dejar decantar en el tiempo los acontecimientos para ganar en perspectiva, separar el sujeto del objeto de estudio. Pero son solo excusas para evitar probables polémicas. Sabemos que en el objeto de la historia siempre está involucrado el sujeto que lo indaga, el historiador, más allá del tiempo que hay transcurrido.
Para describir hechos inmediatos y apartarlos del terreno periodístico, ponerlos en contexto, como es a la omnipresente cuestión de las vacunas contra el Covid19 y las fronteras ideológicas, podemos remitirnos a algunas décadas atrás cuando otras polémicas mantuvieron el vilo a la comunidad, aún sin la hegemonía de internet y las redes sociales. En las décadas transcurridas entre 1980 y 2000 el debate giraba alrededor de las propiedades casi milagrosas del aloe vera para combatir el cáncer y las promesas de la crotoxina (veneno de la serpiente cascabel) que, con el mismo objeto, venían de la mano de las investigaciones del doctor Juan Carlos Vidal. Mientras el aloe se consumía en improvisados brebajes, la crotoxina se debatía en los ámbitos científicos y en los medios de comunicación, tanto que terminó siendo prohibida por la falta de evidencias sobre su efectividad.


El AZT y el SIDA
Otra polémica de menor intensidad, con anclaje en Entre Ríos, tuvo como protagonista a un laboratorio de Paraná que trabajosamente lograba que las autoridades sanitarias autorizaran la elaboración del genérico antiretroviral llamado AZT para combatir el SIDA. Se trataba del entonces laboratorio Filaxis fundado por el doctor Antonio Bouzada. En 1992 lograba lanzar al mercado el novedoso producto con un inédito impacto en los medios de alcance nacional como Somos (“La increíble historia del AZT argentino”), Gente (“AZT made in argentina”), Negocios, entre otros. En la nota de la revista Gente se anunciaba que “en 60 días, la Argentina se trasformará en el cuarto país del mundo que frena parcialmente el virus de SIDA: el AZT. El laboratorio queda en Paraná, los científicos son todos argentinos y lograron que la droga tenga el mismo costo que en los Estados Unidos.”
Pero en estos debates no afloraban las posturas ideológicas como lo fue el caso de la novedosa vacuna contra la meningitis creada por el Instituto Finlay de Cuba.


La vacuna no inyecta el marxismo

A fines de la década de 1980 una noticia saltaba del críptico lenguaje de las revistas académicas a los diarios. Cuba había desarrollado una vacuna (VAC-MENGOC-BC) eficaz contra meningococo B y C, responsable de la tan temida meningitis. Y la polémica, como la conocemos en estos días con la vacuna contra el Covid19, mantuvo entretenidos a los medios de comunicación de la época. En un artículo que escribí para un medio local de Concepción del Uruguay (Semanario Hoy del 24/2/1994: “La vacuna contra la meningitis no inyecta el marxismo”) decía que “el ministerio de Salud y Acción Social quedó atrapado en una discusión sin salida y bajo la sospecha de contener elementos políticos ajenos a la problemática de la salud por el origen del fármaco. No sería un pensamiento temerario imaginarse alguna mano de nuestros ‘hermanos carnales’ del Norte muy preocupados por la salud… de sus propios laboratorios.” Y concluía: “No le tengamos miedo que con esa vacuna no se inyecta el virus del marxismo (bastante inocuo en estos tiempos).” Precisamente cuando Cuba negoció la patente para que un laboratorio distribuyera el antígeno a nivel internacional, Estados Unidos puso una condición en sintonía con el bloqueo: que no se le pague a Cuba con dinero, solo con alimentos. Finalmente el gobierno de la isla, necesitado de recursos, aceptó estas condiciones y la vacuna se pudo distribuir internacionalmente, salvo en Gran Bretaña que nunca la aprobó. En tanto en 1989 el diario cubano Gramma anunciaba que en Brasil la Sociedad de Pediatría avalaba la eficacia de la vacuna.
En nuestro país, entre marchas y contramarchas, recién en 1993 el Ministerio de Salud aplicó voluntariamente la vacuna cubana contra la meningitis a unos 100 mil menores de entre 3 meses y 15 años en La Pampa, donde en ese año se habían registrado 3.072 enfermos, casi un 50% más que en 1992. También en enero de 1994 el diario Clarín informaba que en Córdoba se comenzarían los ensayos para determinar la efectividad de la vacuna en niños de 5 años.

La viruela y las vacunas
Más atrás en nuestra historia, el 11 de enero de 1806 llegan a Concepción del Uruguay tres frascos de vidrio con la preciada vacuna contra la viruela, despachados desde Buenos Aires por el virrey Sobremonte. El pedido del medicamento lo hace el alcalde de la ciudad, Tomás Antonio Lavín, en diciembre de 1905 ante una inminente epidemia viruela que en ese momento azotaba Corrientes.
La introducción de la viruela, ignorada en nuestro continente antes de la llegada de los europeos, contribuyó a diezmar a los pueblos autóctonos que, como sabemos hoy, no portaban ningún anticuerpo para enfrentar al virus. Se ensayaron los más diversos métodos para combatirla sin resultados satisfactorios, hasta que llegó la vacuna salvadora.
Dice el historiador Urquiza Almandoz que la vacuna contra las viruela fue descubierta por Eduardo Jenner en 1796 y en nuestra región los primeros ensayos se llevaron a cabo hacia 1805. Primero en Buenos Aires y a principios de 1806 llegaba a Entre Ríos. “Se aprovechó fundamentalmente el arribo del buque Rosa do Río – dice el autor – que traía a su bordo varios negros vacunados portadores de pústulas frescas, además de ‘líquido vacuno conservado en vidrios’, el que fue puesto a disposición de la autoridad virreinal.”
El doctor Miguel O’Gorman fue el autor de un folleto impreso por los Niños Expósitos con “Instrucciones sobre la inoculación de la vacuna…” que se hizo circular por el virreinato. La vacunación se practicaba en forma gratuita a toda la comunidad.
Ante la presencia de la epidemia en Corrientes el virrey Sobremonte ofició al comandante de Entre Ríos Josef de Urquiza para que tomara las precauciones correspondientes. En tanto el alcalde de Concepción del Uruguay, Tomás Antonio Levín, solicitó al virrey el envío de las novedosas vacunas. El 11 de enero tres pequeños frascos llegaban a la ciudad.

El médico vacunador

Por esa época el único médico que figura registrado Concepción del Uruguay es el cirujano Antonio Monte Blanco que se hace cargo de la vacunación. Como primera medida inoculó a sus tres hijas. Algunos podrían sospechar que fue una actitud poco solidaria, pero lo cierto es que esa conducta podía generar confianza entre la población. En aquellos tiempos las vacunas no gozaban de popularidad y, como aún hoy en pleno siglo de la ciencia y la tecnología, había una fuerte resistencia a inocularse. Monte Blanco también apeló a una hábil estrategia para persuadir a la población con el aporte del párroco de la ciudad, José Bonifacio Reduello, que en los sermones de las misas machacaba con la necesidad de aplicarse la vacuna. La estrategia ya se había puesto en práctica el año anterior en Buenos Aires por el cura Saturnino Segurola. El 2 de agosto de 1805, en un acto celebrado en el fuerte (hoy Casa de Gobierno) el virrey, rodeado de sus más altos funcionarios, presenció la primera vacunación. Luego, alentó a los clérigos de las parroquias de esa ciudad de 40 mil almas y a sus alcaldes de barrio a que animasen a la gente a dejarse vacunar, tarea nada fácil de cumplir, ya que antes se precisaba convencer.
En ese mismo año Monte Blanco hizo campañas de vacunación en Gualeguaychú y Gualeguay donde tropezó con varios obstáculos por parte del alcalde local “y una plebe de curanderos” que le impedían vacunar.

Epidemias recurrentes
Pero el hecho que la vacunación sólo se ponía en práctica cuando se acercaba una epidemia no lograba eliminar la existencia de la enfermedad, y cada tanto se producían rebrotes mortíferos como el de 1846 que provocó numerosas víctimas fatales.
Por esa época la población indígena también era alcanzada por las sucesivas epidemias, lo que motivó que el gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, impulsó campañas de vacunación como lo menciona el historiador Adolfo Saldías. “Como resistieran la vacuna, Rosas citó ex profeso a los caciques con sus tribus y se hizo vacunar él mismo. Bastó esto para que los indios en tropel estirasen el brazo, por manera en que en menos de un mes recibieron casi todos el virus”.
Hacia 1886 se produjeron brotes en varias localidades en nuestra provincia. En 1935 y 1936 se desató una nueva epidemia de viruela en los departamentos Villaguay y Gualeguay, que obligó a llevar a cabo la vacunación antivariólica masiva en todos los municipios. Farmacéuticos y algunos maestros se convirtieron en vacunadores.
Hoy este flagelo ya es historia. El último caso de contagio natural se diagnosticó en octubre de 1977 y en 1980 la Organización Mundial de la Salud (OMS) certificó la erradicación de la enfermedad en todo el planeta.
 
La imagen corresponde a un suelto publicado por el diario La Libertad de Paraná el 9 de enero de 1911.

8/3/25

Ángela Santa Cruz, maestra y filósofa

 Rubén I. Bourlot


En 2013 en oportunidad de celebrase del sesquicentenario de la fundación de la ciudad de Colón, el profesor Carlos E. Conte Grand recordaba, en un artículo, a los festejos del Centenario colonense y hacía referencia a los destacados conferencistas que se habían dado cita en la oportunidad. Y entre otras personalidades nombraba a la doctora en Filosofía Ángela Santa Cruz que disertó sobre Colón de mis recuerdos en el salón de la biblioteca Fiat Lux.

Sabido es que Colón fijó como fecha de fundación el 12 de abril de 1863 pero en esa oportunidad la conmemoración se trasladó a la semana del 11 al 20 octubre.

Pero ¿quién era esa por entonces reconocida doctora en filosofía que homenajeaba a su ciudad? La inquietud quedó en el tintero hasta que en ese inmenso volcadero de información que son las redes sociales y la misma telaraña de internet, donde todo se mezcla como en los basurales a cielo abierto, apareció el precioso dato. En ese cirujeo virtual se halló un documento publicado en la página de Facebook del Museo Histórico Regional del Colón con una crónica sobre Ángela Santa Cruz que había sido publicada por la revista Caras y Caretas el 23 de junio de 1934, firmada por Adelia Di Carlo, escritora y periodista feminista.
 

“Gran educadora”

La crónica de la revista dirigida por el entrerriano José S. Álvarez (Fray Mocho) se informa que la ya por entonces “gran educadora” había nacido en Colón, en 1883, que aunque no lo delataba su apellido, descendía de abuelos inmigrantes “suizos-alemanes” que poblaron la colonia San José. El apellido Santa Cruz provenía de su padre de origen uruguayo. Ángela cursó la escuela primaria en Colón y luego continuó sus estudios en la Escuela Normal de Concepción del Uruguay donde se graduó de maestra.

La Escuela Normal tuvo también a la profesora Santa Cruz como invitada especial con motivo de la celebración de su cincuentenario en 1923. Dice una crónica de la época que entre las presencias destacadas en el acontecimiento se encontraban Trinidad y Matilde Moreno, Celia Torrá, María Angélica Balbuena, Elvira N. de Clemona, Ángela Santa Cruz, Amelia Parodi, Elisa Broggi, Odila Uncal, Ana M. Vidal, entre otras pioneras exalumnas. Y Precisamente quién tuvo a su cargo las palabras alusiva en nombre de las exalumnas fue “la distinguida Señorita Ángela Santa Cruz.” En 1932 volvió a la señera institución para rendir homenaje al exdirector Justo V. Balbuena.

Sus primeros pasos como maestra los hizo en Nogoyá y luego pasó a ejercer la dirección de la escuela graduada de Concordia. Pero la provincia le quedaba chica a la promisoria educadora y partió a Buenos Aires. En 1911 fue designada profesora de la Escuela Normal Nº 7. Posteriormente pasó por del Liceo Nacional de Señoritas donde llegó a ocupar la vicedirección.



Su tesis sobre delincuencia precoz

Santa Cruz también cursó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras rindiendo su tesis doctoral en 1923. En la misma abordó la temática de la Delincuencia Precoz, donde dejó en claro la importancia de "depurar los individuos a través de un ambiente de honradez y trabajo", re-educándolos y re-adaptándolos al medio social. Educación, inclusión, puntales de esta transformación. De esta manera bregaba por no convertir la reclusión en un sistema perverso que agrave la problemática. Estos conceptos, desde el punto de vista psicológico eran revolucionarios para la época.

Al respecto el historiador colonense Alejandro González Pavón sostiene que su tesis doctoral referente a la delincuencia precoz es “un tema que no había sido tratado en profundidad ni siquiera por aquellos especialistas en derecho.

“Durante la década de 1910 y los primeros años de la década de 1920, en Argentina – según su estudio – se presentaba un alto porcentaje de niños y adolescentes que tomaban la decisión (voluntaria o involuntaria) de comenzar a delinquir por las calles de distintos puntos del país; motivados éstos por diferentes factores. Y ahí está lo rico de este estudio. La Dra. Santa Cruz analiza las estadísticas de las cárceles, correccionales y hogares de transito de esta población etaria a los efectos de poder comparar años, causas, edades, tipo de delincuencia, entre otros temas de análisis. Pero todo esto, siempre enfocado desde dos aspectos: desde el contexto interno de los sujetos (intrafamiliar) y desde el contexto externo a ellos (el ámbito que los rodea)…”

 En paralelo las inquietudes de Santa Cruz desbordaron los límites de las aulas y se desempeñó en la presidencia de la Biblioteca Infantil Sarmiento, actuó en la Liga Nacional de Educación, en la Asociación Nacional del Profesorado, en la Liga Pro Alfabetismo de Adultos y fue fundadora de la Sociedad Protectora Escolar de Nogoyá. Tampoco olvidó su suelo nativo ya que en la crónica de 1934 se la menciona como delegada de la Sociedad de Beneficencia ante la Confederación Nacional de Beneficencia y el Consejo Nacional de Mujeres de la República Argentina. También presidió la Comisión Continental de las Asociaciones Cristianas Femeninas de América del Sur. Testimonios orales la ubican también en las luchas por el voto femenino junto a Alicia Moreau de Justo y otras feministas de la época.

Falleció el 5 de marzo de 1973 y sus restos descansan en el panteón familiar del cementerio de Colón. Una calle de su ciudad natal la homenajea llevando su nombre.





7/3/25

Ángela Artigas, la huella artiguista en Entre Ríos

Rubén I. Bourlot  

Indudablemente oriental, José Artigas ha dejado se huella en Entre Ríos. Sin duda los vientos de la política y la historia esparcieron su descendencia por distintas localidades de esta provincia. Lo que comparten todos es la vida modesta, muchas veces directamente pobre.

El 19 de junio de 1764 nacía en Montevideo el caudillo de los Pueblos Libres, José Artigas. Tras su fulgurante paso por la escena rioplatense, en 1820 se internó en la selva paraguaya, en un exilio interior que ni la muerte logró liberar. Pero dejó la herencia de su ideario y su descendencia perdurable hasta hoy.

En Entre Ríos su influencia es indiscutible, su presencia personal y la de sus familiares. En nuestra provincia surgieron los primeros artiguistas, entre ellos la espada principal de la región como lo fue Francisco Ramírez. Y en Entre Ríos se convocó el magno Congreso del Arroyo de La China, se libró la batalla fundacional en El Espinillo, se asentó parte de su familia y legó para los entrerrianos la bandera tricolor.

Su última esposa Melchora Cuenca vivió sus últimos años en Concordia. En Concepción de Uruguay residió Manuel Artigas, hijo del caudillo, donde también nacieron sus tres hijos. Otro hijo, Santiago prestó servicios para el general Urquiza. Casado con Ana Vallejo Monzón, estuvo a cargo de una de las estancias del Estado, que llamó Santa Ana en honor a su esposa, y es el origen de la actual localidad del mismo nombre ubicada a la vera del lago de Salto Grande.

Bien entrado el siglo XX en Concepción del Uruguay residió Ángela Artigas Peyrallo de Amado, nieta de Artigas.  Nacida en Porongos, República Oriental del Uruguay, el 2 de octubre de 1836, hija de Roberto Artigas y de Francisca Peyrallo y nieta de José Artigas y María Matilda Borda. Contrajo matrimonio con Amado, con quien tuvo dos hijos: Vicenta Amado y José Amado Artigas. Otra hermana, Matilde Artigas, se había radicado en Concordia.

Ángela, testimonio vivo

Ángela vivía en un simple rancho de ladrillo montado en barro con paredes pintadas a la cal, con piso también de ladrillos, techo de zinc con tejuelas como figura en el acta catastral de 1944 de la municipalidad local, ubicada en la esquina suroeste de Bulevar Yrigoyen y Congreso de Tucumán.

En 1918 la recordada  revista Caras y Caretas publicó una entrevista a Ángela, realizada por su corresponsal Dr. Augusto Vaccari.

“El coche paró delante de una casita humilde –relata el cronista-, rodeada por un jardincito algo descuidado en la calle Congreso de Tucumán. La casita no lleva número.

Nos recibió una morochita algo bizca, rebosante de salud, atareada en sujetar a un chico más vivo que el diablo.

–¿A quién buscan?

–¿Vive siempre acá doña Ángela?…

–¿Abuelita? Sí, señor… Por qué, ¿desea hablarla?

–Eso es… Le dice que está Barral…

Apareció en esto una viejita sonriente, bondadosa, fuerte todavía, que nos hizo entrar y nos ofreció sillas debajo de un corredorcito al lado de la cocina.

–Van a disculpar… Casa de pobres…

–Está bien, señora, está bien… ¿Así que usted es nieta de Artigas?

–Sí, señor… somos dos hermanas que vivimos todavía, nietas de Artigas: yo Ángela Artigas de Amado y Matilde Artigas de Corrales que vive en La Unión, República Oriental… Yo tuve un hijo, José, que fue empleado de policía aquí, en Uruguay, y se murió ahogado por salvar a un chico que se había caído al agua… El gobierno me pasa una pensión de 30 pesos mensuales y con eso me arreglo para vivir…

–¿Qué edad tiene, señora?

–He nacido el 2 de octubre de 1835… Voy a cumplir 83… He sabido por los diarios que el gobierno uruguayo me acordó una pensión; pero hasta la fecha no he visto nada y ya van unos meses que tendría que recibir mi dinero… A mi edad no es el caso de esperar con paciencia…”

La pensión a la que se refiere le fue concedida el 15 de julio de 1918 por el Senado y la Cámara de Representantes de la República Oriental del Uruguay. El Artículo Primero del decreto establece: “Otórgase por gracia especial a doña Ángela Artigas de Amado, nieta del general José Gervasio Artigas, una pensión alimenticia e inembargable de setecientos pesos anuales”.

El 16 de mayo 1922 falleció y sus restos fueron sepultados en el cementerio de Concepción del Uruguay, en cuyo epitafio se puede leer: “Familia a Ángela Artigas de Amado”.

Y siguiendo la pista de los Artigas, hallamos que su hija Vicenta Amado y Artigas se casó con Diego Burgos radicado en el paraje Puente Gualeguaychú, en el departamento Colón, según surge del acta donde se registra el bautismo de una hija de nombre Ángela en 1886. Francisco Horacio Francou a su vez nos informa, en su libro El faro de la cuchilla, que uno de los primeros pobladores de la colonia Villa Elisa, fundada por Héctor de Elía, es Diego Burgos, alcalde vitalicio de Puente Gualeguaychú desde 1885 “casado con Vicenta Amado y Artigas, bisnieta del prócer uruguayo José Artigas…” También nos anoticia que el matrimonio, además de la nombrada Ángela, tuvo otros quince hijos.

Bibliografía

– Caras y caretas, (16 de noviembre de 1918), Buenos Aires,  N° 1.050. Disponible en la Hemeroteca digital de la biblioteca Nacional de España. http://www.bne.es/es/Catalogos/HemerotecaDigital/

– Francou, F. H., (1942). El faro de la cuchilla, el autor, Bs. As.

– Miloslavich de Álvarez, María del Carmen, (1988). Hace un largo fondo de años. Genealogía Uruguayense, Concepción del Uruguay.

– Civetta, María Virginia, “Breve Historia y Guía del Cementerio de Concepción del Uruguay”, Municipalidad de Concepción del Uruguay, sin fecha.

5/3/25

Santiago Derqui, el presidente del olvido

Rubén I. Bourlot


El 5 de marzo de 1860 asumía el mandato el segundo presidente constitucional argentino Santiago Derqui aún en las sede de Paraná. No llegó a goberanar dos años ya que el 5 de noviembre pero de 1861 renunciaba a la presidencia luego de la polémica derrota del ejército nacional a manos de las fuerzas de la provincia rebelde de Buenos Aires. 

Los dieciocho meses que gobernó el país, ahora denominado República Argentina luego de la reforma constitucional de 1860, y con la reincorporación de Buenos Aires, no le alcanzaron para salir del oscurantismo de la historia. Fue el último estertor del intento por estructurar el país dentro de los términos del federalismo.

Santiago Derqui había nacido en Córdoba a principios del siglo XIX, donde cursó todos sus estudios. Se graduó de abogado y también ejerció el periodismo. En 1835 asumió el gobierno provisorio de la provincia, tras el derrocamiento de José Vicente Reinafé acusado de haber participado del asesinato de Facundo Quiroga. Duró poco. El nuevo gobernador electo lo envió a Buenos Aires prisionero por sugerencia de Juan Manuel de Rosas.

En 1839 colaboró con el gobernador federal de Corrientes Pedro Ferré, enfrentado a Rosas. Tuvo su primer contacto con Entre Ríos en 1842 cuando el unitario Carlos María Paz, en una chirinada, tomó el gobierno de la provincia y lo nombró colaborador. En 1846 gestionó el Tratado de Alcaraz entre el gobernador entrerriano Justo José de Urquiza y el correntino Joaquín Madariaga.

En 1853 fue convencional constituyente y cuando Justo José de Urquiza asumió la presidencia lo incorporó al gobierno como ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública y luego de Interior.


Presidente constitucional

Al terminar el mandato constitucional de Urquiza, fue elegido presidente del país que había logrado su unificación tras la batalla de Cepeda y la reforma constitucional a gusto de Buenos Aires. Lo acompañaba como vicepresidente Juan Esteban Pedernera. En apariencia contaba con los auspicios de Urquiza para sobrellevar los desmanes del gobierno de Buenos Aires encabezado por Bartolomé Mitre. Pero no fue así. Su postura en defensa de las plenas potestades del gobierno federal frente a la provincia rebelde desembocó en la batalla de Pavón. Urquiza, sin demasiadas convicciones, se hizo cargo del parte de las fuerzas de la Confederación. El resultado del enfrentamiento es conocido. Buenos Aires se quedó con un triunfo dudoso ante la capitulación de Urquiza cuando aún la caballería dirigida por López Jordán batía con éxito al enemigo. Debido a esa actitud el presidente Derqui ascendió a general a este último.

La suerte estaba echada. Alea iacta est como habría dicho Julio César al cruzar el Rubicón. Aquí el que lo cruzó fue Mitre que envió fuerzas militares para derrocar a los gobiernos provinciales. El 5 de noviembre Derqui le dejó una carta al vicepresidente Pedernera anunciándole su renuncia que no formalizó. “He llegado a convencerme –le decía- de que mi presencia al frente de la Administración Nacional se toma como un obstáculo para el arreglo de la actual situación de la República, tan dañosa ya al honor y a los intereses de ella. He resuelto, pues, separarme de ella”.

Se embarcó hacia el Uruguay en el buque inglés Ardent. Días después Pedernera declaraba disuelto el gobierno de la Confederación y Mitre asumía de facto.

De su paso en la presidencia queda el sillón presidencial existente en el Museo del Bicentenario que ostenta el escudo de la Confederación Argentina. Con el tiempo se lo recordó en algunas estampillas, en los ya derogados billetes de diez australes y en una rara hoja de afeitar marca “Presidente Derqui”.


Rumbo al olvido

En el Uruguay vivió prácticamente exiliado y humildemente hasta 1863 cuando regresó a Corrientes donde vivían su mujer Modesta Cossio y Lagraña y sus hijas Josefina, Modesta y Dolores. No vivió tranquilo acá tampoco. El gobernador de la provincia lo notificó que debía ser juzgado por un viejo conflicto con el obispo de Córdoba cuando era diputado en esa provincia y volvió a refugiarse en Montevideo hasta que se resignó a pedir ayuda a Rufino Elizalde, en ese momento ministro de Mitre, para regresar a Corrientes. “Derqui está viviendo en la fonda, de limosna, y ya son muchos meses sin tener con qué pagar –le escribió Elizalde al presidente Mitre-. Dadas las cosas y los antecedentes de usted para con él, esto no puede ser, no es decoroso. Estamos predicando concordia, pero no la hacemos. Urquiza es más responsable que Derqui. La miseria en que éste vive prueba que si fue desordenado no hubo sin embargo fraude en su Administración de que se aprovechase.”

Ya en la provincia litoraleña asistió a los preparativos de la guerra de la Triple alianza contra el Paraguay. Las tropas de Francisco Solano López, que invadieron la provincia en 1865, lo tomaron prisionero por algún tiempo y le destruyeron la chacra donde vivía. Luego de la evacuación de los paraguayos lo acusaron de colaborar con el enemigo y volvió a la cárcel. La pobreza lo persiguió hasta el final.

El 5 de septiembre de 1867 moría pobre y olvidado. Como nadie se hacía cargo del funeral sus restos permanecieron varios días insepultos hasta que una moción popular logró que se le enterrase en el cementerio de Corrientes. Actualmente sus restos descansan en la Parroquia La Santísima Cruz de los Milagros, en Corrientes capital.


La educación de la mujer en tiempos de Urquiza

Rubén I. Bourlot

 

En 1850 Urquiza impulsa con hechos concretos la educación de las mujeres con la creación de la escuela de niñas "San Justo y Pastor" en Paraná.

El gobernador Urquiza, siguiendo su programa educacional que incluía la creación de colegios secundarios de estudios preparatorios en Paraná y Concepción del Uruguay y una escuela normal de maestros, funda un establecimiento que se denomina Colegio Entrerriano de los Santos Mártires Justo y Pastor destinado a la educación de niñas en Paraná. El 17 de noviembre de 1850 aprueba el reglamento provisorio que debía regular el funcionamiento de la institución.

Según el reglamento las materias de enseñanza son: lectura, escritura, doctrina cristiana, reglas de urbanidad, aritmética, costura y toda clase de bordados en oro y seda, y como clases accesorias: gramática castellana, dibujo, francés, piano y canto.

Pueden ingresar a la institución niñas entre los cinco y catorce años. Las hijas de padres pudientes abonan dos pesos mensuales de arancel, pero los útiles se dan gratis, con excepción de bastidores y telas para bordados de las niñas pagas. Las alumnas pueden ser internas o externas; las primeras pagan una pensión, exceptuando las de escasos recursos a quienes se las costea el Estado. Los trabajos realizados por las niñas pagas se destinan a beneficio de sus familias y los de las niñas pobres a beneficio del Colegio pudiendo adjudicarse a las niñas en calidad de premios. Las clases se dictan en dos secciones en dos turnos: de 8 a 10 de la mañana y de 3 a 6 de la tarde. Los sábados por la mañana se dictan clases de urbanidad y de religión y por la tarde se examina una de las clases, con asistencia de todo el Colegio.

A fines de 1851 concurren 25 alumnas externas y cinco internas. Para julio de 1852 ya son 64 las niñas que concurren, lo que demuestra el éxito de la iniciativa.

“La educación de las mujeres, librada hasta entonces al seno de las familias o a escuelas privadas, constituyó otra de las preocupaciones de Urquiza – dice Antonio Salvadores. La consideración de la mujer como sujeto capaz de promover el mejoramiento de las costumbres, determinó que la enseñanza primaria se hiciese extensiva a las niñas, sin otra variante que el agregado de labores propias del sexo. Era una consecuencia del concepto de la escuela, considerada centro de formación ciudadana, que con la revolución de 1810 se había extendido en el país.”

No hay dudas que estas medidas significaron un notable avance para incorporar a la mujer a la vida pública a través de la educación. No puede ponerse en tela de juicio que se agreguen “de labores propias del sexo” como dice Salvadores, cuando en pleno siglo XXI se siguen vendiendo, y hay un mercado para ello, juguetes “para nenas y para varones”.

El pensamiento de Urquiza sobre la educación de la mujer está expresado en la circular dirigida a los comandantes militares, el 13 de noviembre de 1850, incitándolos a secundar la obra del gobierno. “Poderosa y constante es la influencia de la mujer en el corazón de los hombres -dice-; como lo es la de éstos en la prosperidad de los pueblos”, y agrega: “Convencido el Gobierno Entre Riano de esta noble verdad, ha tomado todas las medidas conducentes al loable fin de generalizar en el bello sexo una sólida instrucción, basada en generosos sentimientos de honor, de honestidad y beneficencia que produzcan más tarde el desarrollo de las buenas costumbres privadas y públicas” (1).

A fines de 1851 había 25 alumnas externas y cinco internas en el citado colegio. Para julio de 1852 eran 64 las niñas que concurrían, lo que demuestra el éxito de la iniciativa.

La institución fue puesta a cargo de Vicenta Rabelo de Espiñeira y Rosalía Rabelo, contratadas en Buenos Aires. En 1852 fueron reemplazadas por Agueda Flores y Gertrudes Flores. En 1854 está al frente Eustaquia L. de Fish y al año siguiente asume Estraurófila Guevara de Paulsen.

(1) Recopilación de Leyes y Decretos de Entre Ríos, t. VI.

(2) Salvadores, Antonino, Historia de la instrucción pública de Entre Ríos, Museo Histórico de Entre Ríos “Martiniano Leguizamón”, Paraná, 1966

26/2/25

La Revista del Paraná reflejaba las voces de los "hombres del Paraná" y de mujeres también

Rubén I. Bourlot 

El 28 de febrero de 1861 aparecía en Paraná, capital aún de la Confederación, La Revista del Paraná, dirigida por Vicente G. Quesada. Una revista excepcional que solía agotar sus ediciones de un tiraje considerable para la época.

Escribe Ofelia Sors que La Revista del Paraná constituyó en aquellos tiempos “un órgano periodístico de jerarquía, esencialmente histórico-literario, cuyo fundador y director fue el destacado hombre de letras Dr. Vicente G. Quesada.

“Apareció esta revista de sesenta páginas, desde el 28 de febrero de 1861, hasta el 30 de setiembre del mismo año. Entre sus colaboradores figuraba lo más selecto de la legión de escritores de esa época: Benjamín Victorica, Joaquín María Ramiro, Cnel. Juan Elías, José Tomás Guido, Fa cundo Zuviría, Benedicto Ruzo, Saturnino M. Laspiur, Juana Manuela Gorriti. Benjamín Villafañe, Damián Hudson, Ángel Elías, Juan María Gutiérrez, José Francisco López, Juan Bautista Alberdi (desde París), Ramón Ferreyra, Baldomero García, Jerónimo Espejo, Barón de Vid Castel y Amadeo Brougnes, y entre los colaboradores del exterior: los chilenos Barros Arana, Juan Ramón Muñoz, Francisco Bilbao, Fernando Urizar Garfias, Manuel Guillermo Carmona y los peruanos Ricardo Palma, J. A. de Lavalle y Francisco Lazo.

“Se debió la impresión de esta excepcional revista, cuyo tiraje alcanzó a mil ejemplares por edición, al no menos conocido librero e impresor Carlos Casavalle. La primera tirada fue de seiscientos números, pero, ante el éxito de la demanda, se hace necesario reimprimir 835 más. Cientos de suscripciones suman entre las de la capital de la Confederación y provincias, además de las de Montevideo, Salto, etc.

“La colección de la Revista del Paraná constaba de ocho entregas mensuales en fascículos, y cada entrega contenía tres secciones: Historia, Literatura y Jurisprudencia. Luego se incorpora una sección más, la de Economía Política. Lamentablemente, tan extraordinaria publicación cesa de aparecer a raíz de los acontecimientos de setiembre de 1861.”

Miguel Ángel Andretto agrega que “por la equilibrada factura de su contenido, constituyó un modelo para otras similares, que aparecerían años más tarde, como la Revista de Buenos Aires y la Revista del Río de la Plata, ejemplos de la proyección cultural de la Argentina hacia otros medios de la época.”

Y agrega el autor de El periodismo en Entre Ríos: “Literatura, que era la sección más rica, con poesías, novelas, cuentos y ensayos, entre los que destaca ‘Güemes, recuerdos de la infancia’ de Juana Manuela Gorriti (1818-1892), inspirada en el período salteño de la lucha por la independencia. Filología, que con ‘Netzahualcoyotl’, en nahuatl, revela la importancia de las lenguas americanas durante el proceso de independencia, cuya proclama se efectuara en español, quichua, aymará y guaraní. Fueron así protagonistas de ese formidable emprendimiento, que significaba la búsqueda de la confraternidad entre las naciones hispanoamericanas.”

"De todas las publicaciones aparecidas, en ese tiempo, ninguna de tanto valor histórico y doctrinal como la Revista del Paraná, que abría la era de los estudios históricos sobre los orígenes y fundación de los pueblos de la República y la descripción física, de las costumbres, las crónicas y memorias de la época colonial, la guerra de la Independencia y las luchas civiles, continuada en tiempo posterior por La Revista de Buenos Aires y La Revista del Río de la Plata etc.", dice por su parte Martiniano Leguizamón.


Los hombres del Paraná

Este conjunto de hombres y alguna mujer también, como fue Juana Manuela Gorriti, que escribieron La Revista del Paraná, constituyeron una verdadera generación del pensamiento nacional latinoamericano.

En el prospecto de la revista Quesada manifestaba: “Creemos que la revista será un medio eficaz para propender a la formación de un círculo literario nacional que se consagre preferentemente al estudio de nuestro país y lo dé a conocer en todos sus aspectos; que preste a la historia, a la literatura y a la legislación americana un atención especial, poniéndonos al corriente del movimiento intelectual de la Repúblicas hispanoamericanas.”

Escribe Jorge Abelardo Ramos que “Los hombres del Paraná fueron aquellos que rodearon a la Confederación Argentina cuando la oligarquía porteña rehusó plegarse a la unidad del país, reteniendo con su avaricia portuaria la Aduana y la Capital. No eran todos provincianos los que apoyaron a Urquiza durante aquella larga separación. Por el contrario, había numerosos porteños y bonaerenses, a quiénes más tarde veríamos unirse a las tendencias nacionales de Avellaneda y de Roca. En el Paraná, ya lo hemos dicho, no sólo se reunieron, los guerreros de la independencia -los Alvarado, Guido, Pedernera, Iriarte, Espejo, Roca-, sino también los intelectuales que habrían de apuntalar a la generación del 80 con su gran prestigio. Los ejemplos son innumerables.: Vicente G. Quesada, que ha evocado esa época en sus "Memorias de un Viejo", Carlos Guido y Spano, Lucio V. Mansilla; Nicolás A. Calvo, Benjamín Victorica, Mariano Fragueiro, y sobre todo, Alberdi. Estará allí, asimismo, un joven llamado José Hernández.”


Casavalle, el librero de la patria

Una mención especial merece el impresor de la revista Carlos Casavalle. Nacido en Montevideo en 1826, a temprana edad se trasladó a Buenos

Aires, donde estudió con los jesuitas, trabajando simultáneamente como

tipógrafo del Diario de la Tarde de Pedro Ponce. Luego se desempeñó en varios periódicos y en 1853 imprimió los primeros libros aparecidos en la década.

En 1860 se trasladó a Paraná donde se desempeñó como impresor oficial del Gobierno de la Confederación Argentina y dirigió el Boletín Oficial que reemplazó a El Nacional Argentino. La labor de Carlos Casavalle en Entre Ríos contribuyó a difundir el pensamiento y las medidas de gobierno del presidente Urquiza. En 1961 se hizo cargo de La Revista del Paraná.


El juicio a Jean Gallay, estafador, aventurero y poeta

Rubén I. Bourlot


Entre el 26 y 27 de febrero comenzaba en Francia el juzgamiento a un curioso personaje que tras su condena tuvo un itinerario similar a Papillón –Henri Charriere- recorriendo las tenebrosas prisiones francesas del Caribe. Charriere fue condenado por un delito que no había cometido y luego escribió su autobiografía que fue llevada al cine. Este otro personaje cometió varias estafas, intentó escapar, lo pillaron y cuando lo retornaron al puerto de Burdeos una multitud lo esperaba aclamándolo: “¡Villa Gallay! ¡Viva el ladrón!”.

Pero cuál es el anclaje con las historias citadinas que narramos semanalmente. El “descubrimiento” de este hecho policial, que tuvo una notable repercusión en su país de origen y luego pasó al olvido, se debe a un hallazgo casual por parte del investigador uruguayense Omar Alberto Gallay que, explorando sus antepasados, se encontró con los hechos cometidos por Jean Gallay, que asume como pariente sin comprobarlo fehacientemente, y tras una pesquisa por los archivos de antiguos periódicos publicados en la red le dio forma de un libro que se editó recientemente en un tiraje limitado, casi para distribuir entre parientes y amigos. Y el título lo dice todo: “Las andanzas de un pariente estafador.”


París era una fiesta

Jean Gallay era un empleado de un banco parisino en los primeros años del siglo XX, la Belle Époque europea donde París era una fiesta. Un día este burócrata que vivía entre la rutina bancaria y la tranquilidad familiar decidió que afuera había todo un mundo por descubrir, que la noche parisina ofrecía miles de oportunidades pero a cambio de un presupuesto imposible para su modesto sueldo de bancario. La solución estaba al alcance de sus manos. Como empleado de la entidad financiera conocía las cuentas de los ahorristas y ahí estaba su oportunidad. Se las ingenió para obtener transferencias de fondos de los depósitos mediante falsas órdenes que cobraba una amante de confianza y su vida cambió.

Como en El extraño caso del doctor Jekyll y míster Hyde (la novela de R. L. Stevenson) de día era Juan Gallay pero a la noche se convertía en el Barón de Gravald, un excéntrico millonario que recorría los más afamados cabarets de la Ciudad Luz, manejando lujosos automóviles y en la compañía de su amante Valentine Merelli.

A mediados de 1905, luego de acumular un buen capital malhabido, decidió alejarse de Francia. Era consciente que pronto los depositantes descubrirían los vacíos en sus cuentas. Pidió una licencia en el banco y a su esposa justificó su ausencia por razones de trabajo. A la huida la preparó con toda la pompa. Alquiló un lujoso yate aprovisionado con víveres para varios días y numerosos equipajes con vestimenta para él y su acompañante Valentine. Desde el puerto de Le Havre partió por el Atlántico con Buenos Aires como destino.

A poco de la partida la ausencia puso en alerta a su familia y al banco que descubrió las maniobras financieras de Gallay. Rápidamente emitieron una orden de captura que viajó con presteza al otro lado del Atlántico. Cuando los prófugos hicieron una escala en el puerto de Bahía, Brasil, lo esperaba la policía francesa. Ya todos estaban enterados, los diarios Francia y del mundo contaban las correrías del famoso estafador. El semanario argentino Caras y Caretas, en su edición del 30 de septiembre de 1905, informaba sobre la detención de Gallay y su acompañante, “interrumpiendo así una aventura novelesca”.


¡Viva el ladrón!

De vuelta rumbo a Francia los detenidos arribaron al puerto de Burdeos donde lo esperaban centenares de curiosos que aclamaron la hazaña con estentóreos “¡viva Gallay! ¡viva el ladrón!”.

Tras las instrucciones del caso los días 26 y 27 de febrero de 1906 se llevaron a cabo las audiencias acusatorias a Gallay y Merelli. El juicio culminó con la condena de siete años de prisión para el estafador y la absolución de su compañera.

Ahora empezaba otra historia. El derrotero de Jean Gallay por las tenebrosas prisiones francesas. Su destino fue el penal de la Isla del Diablo en la jurisdicción de la Guyana francesa, justamente uno de los lugares donde años después purgaría su pena Papillón. En la cárcel aparentemente no sufrió las peripecias del protagonista de la aclamada película protagonizada por Steve McQueen y Dustin Hoffman. No intentó escapar y pasaba las horas tropicales escribiendo cartas a su amada, otras a pedido de sus compañeros de prisión con lo que se ganaba unos pesos, también con el trabajo de encuadernador que era otra fuente de ingresos, y con la escritura de poesías. Al promediar la condena logró su traslado a Francia para terminar lo que le faltaba de la misma en el penal de Melun.

Cuando salió en libertad se dedicó al oficio de encuadernador ante la improbable posibilidad de que algún banco le ofreciera empleo. De su profusa poética carcelaria se conservan algunos poemas reunidos en “Flores de soledad”. No tuvo la iniciativa de inclinarse por la escritura de sus peripecias que tal vez hubieran prolongado su fama y alcanzado el reconocimiento que tuvo Henri Charriere, con película incluida.

Un diario español (el Heraldo de Madrid de 1905) escribió: “Si dentro de un siglo existiera por casualidad, algún moralista, cuya especie ya es bastante rara en estos tiempos que corren, o corridos de vergüenza, y si diera en tentación leer los periódicos franceses y sudamericanos de estos días, pararía asombrado ante las ovaciones que Bahía, Burdeos y París ha hecho a un falsario y ladrón llamado Gallay (…)”.


Extractado de

  • Gallay; O. A. (2020). Las andanzas de un pariente estafador: una crónica delirante de delincuencia, amor y poesía en la ‘Belle Époque’. Del autor.


23/2/25

La Fórmula Maya-Chaile triunfa en Entre Ríos

Rubén I. Bourlot


En 1946 una nueva era se iniciaba en el país y la provincia. La irrupción del peronismo como movimiento político había barrido como una potente ola el sistema de partidos políticos existentes en el país. Nuevos actores sociales se incorporaban a la política y se reflejaron en las urnas. En Entre Ríos, tras tres décadas de hegemonía del radicalismo en el poder, triunfaba la fórmula del partido Laborista y sus aliados.

En las elecciones celebradas el 24 de febrero de 1946 se imponía la fórmula presidencial compuesta por Juan Domingo Perón y Hortensio Quijano. El Partido Laborista y aliados ganaba en todas las provincias, menos Corrientes donde una coalición conservadora se imponía en el colegio electoral.

En Entre Ríos, una fórmula joven compuesta por Héctor Domingo Maya, nacido en Gualeguaychú, y Luis Ceferino Chaile, de Concepción del Uruguay, también llevó al triunfo al naciente peronismo. Maya tenía 31 años de edad y su compañero de fórmula 37. Ambos prestaron juramento el 22 de mayo de 1946.


Un hombre del forjismo

Maya había nacido en Gualeguaychú en 1913. Estudió en el Colegio Nacional de Concepción del Uruguay y en la Universidad de Buenos Aires, donde se recibió de abogado a los 21 años. Ingresó muy temprano a la política y formó parte del sector leal a Hipólito Yrigoyen en la fracturada Unión Cívica Radical, y a los 19 años asumió la presidencia del Comité Universitario Radical. Fue uno de los oradores que despidieron los restos de Yrigoyen en 1933. Junto a sus hermanos Carlos y Antonio Guillermo Maya integró el grupo fundacional de la organización radical FORJA, donde militaban también Arturo Jauretche, Homero Manzi y Raúl Scalabrini Ortiz.

En 1946 fue le candidato a gobernador de la provincia por la coalición que llevó al triunfo a Juan Domingo Perón, una alianza del Partido Laborista con la Unión Cívica Radical Junta Renovadora y otros grupos menores. La fórmula Maya-Chaile triunfó con 67.587 votos, el 47% del total. Maya integró la fórmula por la UCR Junta Renovadora en tanto que el profesor Chaile representaba al partido Laborista.

Maya ya había tenido sus primera experiencias en la función pública como Ministro de Gobierno durante la intervención federal de Humberto Sosa Molina (1944).

Su gestión se desarrolló en el ambiente de avance y entusiasmo que le imprimieron las políticas nacionales que tenían al estado como la principal herramienta para impulsar el desarrollo del país con la incorporación protagónica del movimiento obrero. La obra pública y las políticas sociales eran los factores que movilizaban la economía y acompañaban el incipiente desarrollo industrial motorizado por la sustitución de importaciones. Si bien Entre Ríos no participó del desarrollo de una industria intensiva tuvo un fuerte impulso en la producción de origen agropecuario. Uno de los logros del gobierno fue la erradicación de la langosta que asolaba los campos periódicamente. En materia de obra pública se pavimentaron centenares de rutas, se construyeron varios hospitales y los existentes fueron ampliados. El gobierno creó la Junta Autónoma de la Vivienda, antecedente del actual Instituto Autárquico de Planeamiento y Vivienda, a través de la cual se inició la construcción de miles de casas para familias de menores recursos.

El Frigorífico de Villa San José, creado años antes, recibió un renovado impulso para apoyar la producción avícola en tanto se construyó el Mercado Frigorífico y Fábrica de Hielo de Gualeguaychú. Otro de los proyectos con los que soñó el gobernador Maya fue la construcción de la represa de Salto Grande; se iniciaron los primeros estudios para la obra incluidos en el Plan Quinquenal del Gobierno Nacional.

Con la reforma constitucional de 1949 se crearon dos ministerios clave para las políticas de estado de ese momento: las carteras de Educación y Salud Pública

La cultura fue una de las preocupaciones del gobierno que se expresó a través de la creación de la Dirección de Cultura de la Provincia y el Museo Histórico de Entre Ríos “Martiniano Leguizamón” entre otras medidas. En ese periodo comenzó a publicarse la revista Tellvs que dio a luz numerosos trabajos de carácter literario e histórico a lo largo de 20 números aparecidos entre 1948 y 1950.

Otras instituciones creadas fueron la Caja de Jubilaciones y Pensiones, el Instituto Autárquico Provincial del Seguro y la Dirección Provincial de Aeronáutica.


La reforma impositiva

Una publicación de la revista Qué del 12 de diciembre de 1946 describe los entretelones del reclamo que le hacen al nuevo gobierno por los proyectos de reforma impositiva impulsadas por el ejecutivo para el sector rural. “Los ganaderos entrerrianos han entrevistado, en nutrida delegación, al gobernador de la provincia, Héctor Maya -reseña el artículo de la revista fundada por Rogelio Julio Frigerio y Baltazar V. Jaramillo-, para pedirle que revise los proyectos sobre reforma impositiva enviados por el P. E. a la legislatura. En la caravana ganadera, integrada por 150 personas, estaban (Alberto) Hueyo, ex ministro de Hacienda del general Justo; (José Carlos) Predolini Parera, ex candidato a vicegobernador del Partido Demócrata Nacional; Carlos Mihura, candidato a diputado en la lista de la Unión Cívica Radical.”

“Los proyectos del Poder Ejecutivo que impugnan los ganaderos son tres. El primero cambia la contribución directa rural; el segundo modifica el régimen impositivo de marcas y señales; el tercero aumenta el impuesto y las transacciones de hacienda (…)

El nuevo régimen de contribución directa rural establecía una nueva valuación de los predios rurales, liberaba de impuesto a las propiedades menores de 20 hectáreas, establecía un impuesto anual en escala progresiva, tomando como índice la extensión del terreno y recargaba con un 50 por ciento el impuesto para propietarios ausentes de la provincia.

Héctor Maya terminó su mandato el 22 de mayo de 1950.  Falleció en su ciudad natal en 1985.


El Pilar de la república

 Rubén I. Bourlot


Hace 201 años, el 23 de febrero de 1920, se levantaba una de los pilares sobre los cuales se constituyó el estado argentino. El tratado suscripto por Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires en la capilla del Pilar, tras el triunfo en Cepeda de los caudillos del Litoral sobre Buenos Aires, dio por tierra con el proyecto porteño de imponer la monarquía europea en el Río de la Plata.

Triunfó la república como forma de gobierno y el federalismo como modelo de organización territorial del estado. Triunfaron las lanzas sobre las plumas refinadas que derramaban chorros de tinta para almibarar las bondades de un sistema que venía de Europa, muy oportuno para las ambiciones metropolitanas de la ciudad puerto. Y la ciudad orgullosa tuvo que convertirse en una capital de provincia, una más.

Triunfó la “barbarie” sobre la “civilización”. Triunfaron los pingos atados a las rejas de la pirámide de Mayo, símbolo de la hegemonía portuaria. Más de un siglo después la “barbarie” mojaba sus patas en las fuentes de esa misma plaza.

Hay nombres presentes en esta epopeya: Francisco Ramírez, Estanilao López, el irlandés Pedro Campbell, la soldadesca santafesina y los panzaverdes entrerrianos, la indiada de Corrientes y las Misiones. Pero faltaron. Ese triunfo no fue redondo. Faltó el gran caudillo José Artigas. Faltaron los orientales, los guaraníes de Andresito Guacurarí.


La historia de estos hechos está en construcción. Toda historia es una construcción permanente. La tentación de plantearse qué hubiera pasado si… es muy fuerte. Los hechos sucedieron de esta manera, con los actores que en ese momento tomaron decisiones acertadas o no. ¿Era oportuno firmar un tratado? ¿Fue lo que más se le pudo arrancar al puerto de Buenos Aires obligándola a constituirse en provincia? ¿Hubiera sido más beneficioso para consolidar el triunfo de Cepeda ocupar Buenos Aires y convocar a las provincias para reunirse en un congreso constituyente? Pero entramos en el terreno de las especulaciones.

Hoy, a dos siglos de los acontecimientos, nos queda como tarea rescatar las enseñanzas de ese pasado.


De El Espinillo a Cepeda

Pero al tratado Pilar hay que verlo en contexto. Tenemos que remitirnos a 1815 cuando el 23 de febrero en tierras entrerrianas las fuerzas artiguistas al mando de Eusebio Hereñú hicieron hocicar al ejército que envió el gobierno de Buenos Aires para meter una cuña en la naciente Liga de los Pueblos Libres bajo el protectorado de José Artigas. El triunfo del combate de El Espinillo significó la reafirmación de la vocación independentista de las provincias del Litoral que se ratificó en junio de ese año en el Congreso de Concepción del Uruguay. Recordemos que la independencia se proclamó formalmente en julio de 1816. En ese momento Entre Ríos se erige como provincia autónoma.

Tras ese triunfo inicial de la Liga Federal el gobierno centralista de Buenos Aires intentaría reiteradamente deshacerse de Artigas, Ramírez, López y todos los movimientos que se interpusieran a su proyecto de gobierno centralizado en el Puerto. En 1819 el Congreso que había sesionado originalmente en Tucumán sanciona una constitución de las Provincias Unidas consagrando un régimen de gobierno unitario, y orientada al establecimiento de una monarquía. Fue la gota que colmó el vaso. En ese momento la Liga de los Pueblos Libres estaba en franca decadencia. Además del hostigamiento de los porteños Artigas mantenía una lucha desigual frente a la invasión portuguesa en las Misiones orientales y la provincia Oriental. En enero de 1820, en Tacuarembó, sufrió una rotunda derrota que desarticuló totalmente la resistencia al invasor. Los caudillos de Entre Ríos y Santa Fe tomaron la posta para neutralizar las pretenciones de Buenos Aries y exigirle la ayuda que tantas veces le había reclamado Artigas para enfrentar a los portugueses.

El encuentro entre los fuerzas del Litoral y de Buenos Aries se produjo en Cepeda y el triunfo de los caudillos fue rotundo. “La batalla del minuto” la califica el historiador José Luis Molinari.

Este acontecimiento significó la desaparición del Directorio como forma de gobierno y la constitución de Buenos Aires en provincia. Manuel Sarratea fue nombrado gobernador y de esta manera pudo suscribir el Tratado del Pilar junto a Ramírez y López. Faltó Artigas y esta ausencia dio origen a una comedia de enredos entre los caudillos que ensombrecieron el magnífico triunfo de las montoneras federales.


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