23/10/25

Las trovas urquicistas de El Montielero

Rubén I. Bourlot

Una necrológica publicada en la primera página del periódico El Tribuno de Paraná el 8 de abril de 1911 da cuenta del fallecimiento de “El Montielero” seudónimo poético de Eduardo Candioti. La crónica informa que “el querido bardo popular, ha muerto anoche a las 10 y media en su vivienda de Villa Sarmiento (de Paraná).”
Hoy muy pocos recordarán a este juglar que cantó las hazañas del general Urquiza en unas décimas que dejó plasmadas en folletos de existencia efímera de los cuales algún ejemplar quedó al resguardo de una biblioteca.
Seguramente que sus versos no formarán parte de ninguna antología de la poesía regional pero constituyen una vívida fuente para la historia de Entre Ríos y en particular del general Urquiza. Es “uno de esos cantores sin metro ni rima –relata la crónica citada-, que en la rusticidad de un lenguaje trasuntan el alma del trovero criollo, de esos que ya no quedan sino en la lejanías apartadas a donde la guitarra tradicional todavía no ha sido reemplazada por el acordeón del inmigrante.”
Se dice que Urquiza solía escuchar los recitados del Montielero en los momentos de reposo que le dejaban las campañas militares y las tareas de gobierno. Y la crónica continúa con un testimonio del propio Candioti que, con cierta nostalgia, rememora: “Si Urquiza no hubiera caído tan pronto no solamente la patria hubiera ganado, sino que yo también, porque hubiera llegado a dónde merecía.”
Otra vocación también había atrapado al Montielero. En su casa de ese antiguo barrio paranaense había instalado una escuelita a la que concurría un puñado de alumnos de los alrededores “ansiosos de aprender de los labios del poeta el A B C y algún poco de Historia de Entre Ríos”.

Papeles amarillos
Hurgando en las bibliotecas, desempolvando papeles sepia, Luis Alberto Salvarezza dio con el folleto en cuestión titulado “Historia del capitán general Don Justo J. de Urquiza, en versos, escrita por un soldado” que incluye una carta a Benjamín Victorica y Luis María Campos, fechada en 1893, a quienes les dedica el trabajo. 
El folleto lleva el pie de imprenta de Tipografía, Litografía y Encuadernación “La Velocidad” fechado en Paraná en 1894. 
Precisamente en el Museo Histórico Martiniano Leguizamón de Paraná se puede consultar uno de esos ejemplares.
En una compilación realizada por Olga Fernández Latour (Cantares Históricos de la tradición argentina, 1960) se menciona al poeta, sin aludir a su seudónimo, y sostiene que “el estudio de la folletería es generalmente ingrato. Literatura que carece del brillo de la ilustración y de la espontaneidad del folklore, resulta más placentero ignorarla que hurgar en sus motivaciones y su destino. Sin embargo la proliferación de esta folletería que tanto alarmaba a Navarro Viola se debía a que ella trataba de llenar el enorme hueco cultural que iban dejando las tradiciones decadentes.”
Y se pregunta “¿Qué resabios, habrán quedado de este movimiento en la tradición oral? ¿Habrá pasado todo aquello como una moda fugaz? ¿Habrá dejado alguna raíz en la cultura del pueblo?”

Una dedicatoria
En la carta dirigida por el Montielero a Victorica y Campos expresa que les dedica “mi muy humilde y sin ningún valor versificación histórica, que en honor a la memoria de la ilustre víctima, Capitán General D. Justo José de Urquiza, acabo de hacer imprimir a fin de que las generaciones de esos valientes soldados, cuyas glorias compartieron con el General Urquiza, conozcan los hechos históricos de sus antepasados; los sacrificios hechos en bien de la Patria; las victorias obtenidas y el alcance que ellas han tenido, bajo la dirección y órdenes de tan ínclito General.
“La reconocida ilustración de ustedes, sabrá darle su mérito, no como poesía, por cuanto nada vale en este sentido, pero sí en el sentido que, el nombre del General Urquiza y sus glorias, no se borren de la memoria de ese soldado rudo pero valiente, de ese pueblo .poco instruido que más que nadie tiene derecho a conocer, conservar, cantar, en malos o buenos versos, los hechos, las glorias de sus antepasados, y aun las adquiridas por ellos mismos. Ellos las cantan con orgullo y las trasmiten de generación en generación; cantando sus glorias retemplan su patriotismo, encarnan en sus hijos el amor a la Patria, y conservan en su memoria el respeto y la veneración a nuestros grandes hombres.”

Retazos de un folleto
Ponemos a consideración del lector unos fragmentos de los poemas.
A uno lo titula Memorable pasaje del río Paraná (a nado):

“Es preciso conocer / lo que es el río Paraná, / la anchura y profundidad / que se tiene que vencer.
Es más fácil perecer / que salir de él victorioso, / si hay un hombre valeroso / que a nado quiera pasar / la vida ha de peligrar / en su oleaje borrascoso.
“A este caudaloso río / su bravura le humillaron, / porque a nado lo pasaron / los soldados de Entre Ríos.
“Las divisiones pasaban / llevando cada soldado / el caballo a su costado / y en esta forma nadaban.
“Los jefes de divisiones / también a nado pasaban, / ellos el ejemplo daban
al frente de sus legiones.
“Urquiza quiso hacer ver / que en un momento oportuno / no había obstáculo ninguno
que no pudiera vencer.”

Otro de los poemas lleva por título Marcha y batalla de Caseros:

“Cuando el caudillo entrerriano / el pasaje concluyó, / a Buenos Aires marchó
donde se hallaba el tirano.
“Allí Rosas de antemano / el terreno había elegido / con su ejército reunido
fuerte y bien parapetado / creía el triunfo asegurado / y no creía ser vencido.”
 
Valga esta reseña como recuerdo de uno de los tantos casi anónimos personajes que fueron testigos del devenir histórico comarcano, portador de un apellido que identifica a protagonistas del pasado regional.

Bibliografía principal

Olga Fernández Latour (1960). Cantares Históricos de la tradición argentina, disponible en https://www.letras.edu.ar/BID/bid121_OlgaFernandezLatourdeBotas_Cantares-historicos-de-la-tradicion-argentina.pdf

20/10/25

Elecciones, picardías y agachadas

Rubén I. Bourlot

En estos tiempos de comicios recordamos algunas prácticas y notas de color de las elecciones que se fueron sucediendo desde hace más de dos siglos.
“…Don Joaquín, si triunfa el partido le han prometido a Policarpo darle un puesto importante por los ministerios o por las provincia del interior…” ficcionaba el sainete “Los políticos” de Nemesio Trejo y Antonio Reynoso escrito en 1906.
Nuestro país nació con experiencias electorales puesto que si bien el régimen político de los dominios españoles era monárquico a nivel municipal los vecinos elegían a los miembros de los cabildos mediante el voto, muy acotado por cierto. Ya en épocas revolucionarias los caudillos pusieron en práctica sistemas electivos. José Artigas mandó a votar a los diputados para el Congreso del Arroyo de La China en 1815 y Francisco Ramírez plebiscitó su nombramiento como supremo de la República de Entre Ríos mediante el sufragio.
En la segunda mitad del siglo XIX comenzó la brega por la ampliación del electorado en los comicios que en esos tiempos era un sistema manipulado y con escasa participación. Hipólito Yrigoyen combatió con el abstencionismo para lograr más transparencia y la universalización del voto que se logró en 1912 con la denominada Ley Sáenz Peña.
Mientras tanto las mujeres esperaban que se las habilitaran para ejercer su derecho a elegir y ser elegida que se conquistó en 1947. En 1911 la luchadora por los derechos femeninos Julieta Lanteri, mediante un amparo, logró ser incorporada al padrón electoral argentino. En las elecciones del 26 de noviembre de ese año se convirtió en la primera sudamericana en votar.

Los bromosódicos
Años después un curioso personaje, Enrique Badessich, irrumpió en las elecciones del 2 de abril de 1922 como candidato a diputado provincial en Córdoba por el Partido Bromosódico. Llevó adelante una extensa campaña, con alrededor de 300 discursos, en los que prometía el amor libre, la separación de la Iglesia y el estado, la supresión del Ejército por antisocial y anacrónico, el acortamiento de los hábitos sacerdotales para, con la tela economizada, hacer ropa para los chicos pobres, la eliminación de las esquinas para evitar los choques, la implantación de la República cordobesa con representantes confidenciales ante los países de Europa y América, Argentina incluida.
Daba sus discursos en improvisados escenarios en toda la ciudad de Córdoba, ataviado con un traje de papel y un enorme sombrero. Sorpresivamente logró los votos necesarios para acceder a la cámara favorecido por la abstención de la Unión Cívica Radical. Finalmente no pudo asumir porque la mayoría conservadora rechazó su elección, argumentando que era una persona notoriamente incapacitada para ejercer como legislador.
Luego vendría el fraude electoral “patriótico” practicado por el régimen conservador que sucedió al golpe de estado de 1930. Este ciclo se cerró, tras el golpe de 1943, con los comicios que llevaron al poder a Juan Domingo Perón. En 1955 un nuevo golpe dio por tierra con la apertura democrática que se prolongó hasta 1973.
En el interregno de 1958 a 1966 se llevaron a cabo procesos electorales enrarecidos por la proscripción del peronismo y las permanentes amenazas de golpes de estado.

Campaña macartista
En Entre Ríos, la apertura electoral de 1958 se llevó a cabo con el peronismo proscripto. La fuerza con mayores expectativas de triunfo en la provincia y el país era el radicalismo, que en esta oportunidad iba dividido en la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP) y al Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI). Nosotros hoy sabemos que la UCRI triunfó e impuso como presidente a Arturo Frondizi, y en la provincia a Raúl Uranga, y que por una acuerdo el peronismo había volcado sus votos al frondizismo.
La campaña electoral, para los comicios del 23 de febrero del citado año, se calentó no sólo por los soles de enero sino por el clima político ya que la campaña había adquirido una particular virulencia discursiva entre el radicalismo del pueblo y los intransigentes, con pases de factura y macarteadas notables. Eso que llamamos un macartismo a la entrerriana, en particular contra los seguidores de Frondizi, es una analogía a las persecuciones que en Estados Unidos, entre 1950 y 1956, el senador Joseph McCarthy había promovido en contra de políticos, artistas y empresarios a los que denunciaba, sin mayores pruebas, de “comunistas” y posibles aliados a la antigua Unión Soviética.
En la campaña electoral se distribuían volantes anónimos que acusaban de comunistas a los candidatos de la UCRI. Uno de esos panfletos dirigidos a los “agricultores de la colonia” advertía que “un serio peligro amenaza a esta colonia que fue fruto de vuestro esfuerzo; particularmente está en peligro el lote en que cada uno de Uds. tiene asentada su casa y su familia”.
El texto del volante denunciaba que “la Unión Cívica Radical Intransigente y su candidato Frondizi apoyado por el partido comunista, si llega al gobierno pondrá en ejecución su plan agrario de enfiteusis que significa que todas las tierras pasarán a ser de propiedad del Estado, igual que en Rusia, y los productores rurales simples arrendatarios expuestos a que los caudillos políticos los desalojen en cualquier momento.” Finalizaba recomendando “votar en contra de Frondizi y de Uranga.”
A pesar de esta campaña de acusaciones, similar a la llevada a cabo contra la candidatura de Perón en 1946, el radicalismo intransigente triunfó en la elección nacional y provincial.
El retorno a la democracia plena se produjo en 1973 pero se prolongó solo tres años, hasta la asonada del 24 de 1976 que derrocó al gobierno constitucional.

Hace 40 años
Las instituciones democráticas se recuperaron en 1983 con una inédita continuidad hasta la actualidad. En los pasos iniciales de esos históricos comicios de octubre fueron bien distintos a los actuales. Aún permanecían los partidos políticos que emergieron a fines del siglo XIX y el XX. El peronismo con su vocación frentista, el Movimiento de Integración y Desarrollo y el partido Intransigente herederos de la UCRI, el partido Socialista, la izquierda nacional (Frente de Izquierda Popular), la Democracia Cristiana y la Unión de Centro Democrático que concentraba a los sectores del liberalismo. Pero fue la Unión Cívica Radical con su sigla propia la que resultó triunfante y llevó a la presidencia a Raúl Alfonsín.
Para la promoción de los candidatos no existían los medios tecnológicos actuales, no había celulares, ni internet y mucho menos las redes sociales. La PC era un novedoso artefacto que mostraba aburridos textos y números sobre un fondo negro. La política aún conservaba su candor casi vocacional. Las campañas electorales eran totalmente artesanales donde la militancia desplegaba su ingenio para aprovechar los pocos recursos que tenían para difundir la propaganda.
Eran tiempos a cal y engrudo. La tarea tal vez más sacrificada era la publicidad en la vía pública: el pegado de afiches con engrudo (harina y agua) y las pintadas de los muros con cal coloreada con ferrite. Las ferreterías agradecidas. También los pasacalles de plastillera se pintaban artesanalmente en los locales partidarios.

Cuando abolieron "la inmemorial y bárbara costumbre del juego de Carnaval"

 Rubén I. Bourlot


Con fecha 21 de octubre de 1848 el gobernador Urquiza dicta un decreto que deja "abolido para siempre (…) el Carnaval de los tres días antes del Miércoles de Cenizas". También prohibía los festejos celebratorios de la "la gloriosa convención de paz celebrada entre la Confederación Argentina y la Francia" (Arana - Makau de 1840). En substitución de este último carnaval se dispuso ayudar anualmente a los deudos necesitados de las personas que hubieran perecido en el sostén de la Santa Federación. Los infractores a lo ordenado serían castigados con la pena “arbitraria, según la gravedad de la falta.”
En los considerandos del decreto se invocan los graves inconvenientes que originaba "la inmemorial y bárbara costumbre del juego de Carnaval que no menos perjudica a la salud de los que imprudentemente se entregan a sus excesos, que a la moral y a la cultura que tan imperiosamente demanda la Religión del Estado y el actual siglo de luces".

Carnem levare
El juego del carnaval hunde sus raíces en el fondo de la historia. La celebración es importada de Europa y sus orígenes son difusos. La etimología nos dice que carnaval deriva de “carnem levare”, lo que significa “quitar la carne”, nombrado así en épocas medievales cuando el cristianismo cooptó la fiesta pagana y la ubicó en los últimos días antes de la Cuaresma cuando para los cristianos comienza el periodo de ayuno y abstinencia. Para otros el nombre deriva de “carrus navalis” (carros navales) por los barcos de madera decorados que se utilizaban en las fiestas en honor a la diosa Isis (de origen egipcio) entre los romanos.

Candombes y carnavalitos
Al arribo de la colonización española, y custodiado por cruces y espadas, llega el carnaval con todo su esplendor, se mimetiza y se transforma en una de las fiestas más populares de América donde “El prohombre y el gusano / Bailan y se dan la mano / Sin importarles la facha. / Juntos los encuentra el sol / A la sombra de un farol / Empapados en alcohol” como canta Joan Manuel Serrat.
El carnaval se mimetiza en el noroeste argentino con las tradiciones incaicas, y en todos los rumbos americanos se amestiza con las culturas africanas. Surgen las murgas, los candombes y los carnavalitos. Y en nuestras tierras prende en todas las ciudades y pueblos. Los memoriosos recuerdan los corsos pueblerinos con desfiles de comparsas y mascaritas, los sulkis y carros decorados que desfilan en la calle principal mientras el público arroja serpentinas, papel picado y agua perfumada. Tiempos vinieron cuando los gobiernos de facto temerosos, como Urquiza, que la expansión popular derivara en una “bárbara costumbre” exigen a quienes quisieran asistir disfrazado que se arrimen a la comisaría para gestionar el permiso. En 1866 la Jefatura Política de Gualeguay disponía que “todas las personas que deseen vestir trajes de disfraz o llevar careta únicamente tendrán que sacar un permiso de la Policía.”

Cosa de negros
Ángel Harman en su libro “Los rostros invisibles de nuestra historia” nombra a las comparsas de negros en Concepción del Uruguay décadas atrás, una de ellas denominada “La Africana”, acompañada de buena música, que ejecutaba números de baile y cantos típicos y a Felipe Oroño – un criado del coronel Pedro Melitón González- que presidía la misma.
Otra de las comparsas que en forma regular se presentaba a los corsos uruguayenses era “Los Changadores”, vestidos sus integrantes con trajes de color blanco y celeste y portando un hermoso estandarte en el que se exhibían las numerosas medallas obtenidas como premio.
“Además de una buena orquesta – escribe Harman-, contaba con el mejor escobero, el negro Antúnez, hábil en bailes y candombes. Su agilidad de gato montés, que le permitía hacer toda clase de contorsiones.
“Otro descendiente de africanos que se destacaba como escobero en las comparsas, era el negro Cirilo (…)”

Victoria del carnaval
En la segunda mitad del siglo XIX poco a poco se fue restituyendo la fiesta del carnaval y cayó en el olvido el decreto proscriptivo. Una crónica de Ezequiel Rubattino Faccendini en su página digital “Old Victoria” informa que con influencia de la inmigración europea llegada a Victoria, principalmente italianos, “se comienzan a formar comparsas y se incorporan instrumentos como mandolinas, flautas, guitarras, violines, clarinetes, acordeones y bandoneones; las fiestas toman un tinte familiar y se incorporan las temáticas de índole gauchesca en la celebración.
“En la ciudad de Victoria el primer registro documentado de la celebración del carnaval es un reglamento del club de Artes y Oficios; que data del año 1868, donde se promueve la creación del conjunto de una asociación musical “Los Pobres Iniciadores” con el fin de la diversión carnavalesca y su propaganda, además de la Filantropía y la Unión (…).
“Esta asociación fue durante 18 años (hasta 1886), la principal expresión en el festejo de los carnavales (…).
“En 1875 Feliciano Aguirre, español y poeta radicado en Victoria, escribió la letra y el coro de la música para la sociedad de los Pobres Iniciadores: Salid hermosas / Flores lozanas / Y a las ventanas / Presto acudid / Veréis “Los Pobres Iniciadores” / Cantando amores; / Salid, Salid.”

Imágenes
Decreto prohibiendo el carnaval
Carro decorado de los carnavales de Victoria (gentileza: Ezequiel Rubattino Faccendini)

7/10/25

Paraná, ciudad de tres siglos fundada en 1730

 Rubén I. Bourlot

 

Atendiendo gestiones del gobernador de Buenos Aires, Bruno Mauricio de Zavala, el 23 de octubre de 1730 el Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires erigió la Parroquia del Pago de la Otra Banda del Paraná bajo la advocación de la Virgen del Rosario, en consideración al número de pobladores asentados en el lugar "por cuyo motivo no se ha hecho nómina de 'sus poblaciones ni tomado razón de sus feligreses, y de que éstos se hallan faltos de pasto espiritual y de la debida asistencia de los curas". Esta fecha debe ser considerada como la fundación de Paraná.

Según se relata en la página oficial de la Municipalidad paranaense “a comienzos del siglo XVI, los habitantes de Santa Fe se fueron estableciendo en esta orilla del río, pues encontraban más seguridad para sus bienes y familias. Es por ello que Paraná no registra una fundación como era costumbre de los colonizadores españoles: se formó por decisión de esta gente.” Y es por eso mismo que el 25 de junio de cada año se conmemora el “día de la ciudad” en coincidencia con la constitución del primer cabildo, en 1813.

Pero esa difundida versión sobre la falta de fundación de Paraná es un error que le retacea a la ciudad un siglo de vida. La capital entrerriana en 2030 estará cumpliendo los tres siglos de existencia y es el núcleo urbano más antiguo de Entre Ríos.

En nuestra América el proceso fundacional, en este caso por parte de las autoridades españolas, obedeció a la necesidad de ocupar el territorio, aunque no siempre se llevó a cabo según el modelo planificado por las autoridades civiles. También la Iglesia católica fue fundadora de pueblos en ese proceso, como sucedió en los dominios de las misiones jesuíticas y en el caso que relatamos aquí. Sobre este tópico, Rodolfo Puiggrós sostiene que las órdenes religiosas “fueron los más metódicos, racionales y perseverantes agentes del tipo de colonización hispana”.

 

La ocupación de los mancebos paraguayos

Acotemos que en el actual territorio entrerriano los asentamientos previos a la ocupación hispanocriolla no constituyeron centros urbanizados como sí se pueden observar en el imperio incaico o en el antiguo México de mayas y aztecas.

Los primeros pobladores no indígenas al oriente del Paraná fueron los descendientes de mancebos de la tierra de Asunción que fundaron la ciudad de Santa Fe en el siglo XVI. Tras su reubicación al sitio actual, unos kilómetros al sur de la antigua Cayastá, se da inicio a la ocupación de zona que llaman “la otra Banda del Paraná” o “la Baxada” con algunas ventajas naturales para el desembarco y también para facilitar el enlace hacia el norte: “Allí también tomaban tierra firme los viajeros que iban a Corrientes y al Paraguay”, dice el historiador Pérez Colman y lo certifica la cartografía de la época que nos informa sobre una línea de postas que parte desde la Bajada hacia Corrientes por la ribera oriental del Paraná. Otro factor que impulsa el desarrollo del lugar es la presencia de yacimientos de piedra caliza utilizada para la construcción y para el curtido de cueros, una actividad derivada de la abundante presencia de ganado vacuno.

En las primeras décadas del 1700 el sitio de la Bajada, que también en los mapas figura como La Capilla, Punta de Piedra y La Calera, ya contaba con un modesto caserío trepado sobre las barrancas, alrededor de un pequeño puerto.

 

La fundación eclesiástica

Y llegamos a 1730 cuando el Cabildo Eclesiástico resuelve la erección de una parroquia, no un simple oratorio -que según los testimonios ya existía- sino una entidad con jurisdicción sobre un territorio a cargo de un párroco. Esta disposición “constituye el primer acto gubernativo de las autoridades españolas para la organización del territorio que más tarde formaría el cuerpo político denominado provincia de Entre Ríos”, expresa Pérez Colman. Y agrega: “En aquel entonces, la parroquia no era una simple institución de orden puramente eclesiástico, ya que a las parroquias también les competían funciones a la vez religiosas, políticas y administrativas, y el cura se constituía en un mandatario público con competencias civiles y administrativas otorgadas por las leyes”. 

Meses después sería designado párroco Francisco Arias de Montiel quien es el que por primera vez nombra a La Bajada como Paraná en 1732. En 1733 el Cabildo de Santa Fe nombra Alcalde de la Hermandad a Santiago Hereñú y se convierte en la primera autoridad civil.

El ya citado Zabala, que ejercía el vicepatronato, ejecutó lo resuelto por el Cabildo, y ambos documentos -el del Cabildo y el de Zabala- pueden considerarse, como sostiene Pérez Colman, el inicio de la vida organizada del pueblo paranaense y sus alrededores. Es por ello que nos atrevemos a sostener que, a falta de otro acto administrativo, éste fue el acto fundacional de la actual capital de la provincia.


Bibliografía principal

Arce, Facundo, (1963), “Aspectos de la evolución económica de Paraná”, en Boletín del Centro Comercial e Industrial. Paraná, número extra: Homenaje a la Independencia argentina y al Día del Comercio.

Puiggrós, Rodolfo, (1930) “De la colonia a la revolución”, Ed. Sudamericana, Bs. As, 1986.

Pérez Colman, César Luis, “La Parroquia y la Ciudad de Paraná en su segundo centenario. 1730-1930”, Paraná, Talleres Gráficos La Acción.


Imágenes

Publicación de El Diario,Paraná, 5 de septiembre de 1930.

El Paraná que se va. La Revista, Paraná,1912.

La Baxada de Paraná, 1730-1731

21/9/25

Primavera florecida de estudiantina

 Rubén I. Bourlot

 

La primavera siempre viene recargada por la celebración del estudiante que convoca a los jóvenes para compartir jornadas de jolgorio y distracción más allá de las aulas. En diversos lugares se celebra con distintas modalidades como los multitudinarios encuentros en el Parque Urquiza de Paraná, las fiestas de las carrozas en Concordia, quemas de muñecos alegóricos, encuentros bailables, elecciones de “reinas” y como corolario, la Fiesta del Estudiante Secundario en Villaguay que ya lleva medio siglo.

En Entre Ríos el Día del Estudiante se habría oficializado el 13 de septiembre de 1915 cuando, por resolución del Consejo General de Educación, se declaró feriado el 21 de septiembre para que se conmemore el “Día del Estudiante”. La normativa fue una iniciativa del vocal Urquiza y se discutió en la oportunidad si correspondía el asueto para todos las escuelas o sólo para las urbanas, ya que en las de campaña “aumentarán el número crecido de inasistencias que por las lluvias, la siembra y otras causas tienen cometidas y se resentirán más aún la marcha de la enseñanza”. Entre los fundamentos esgrimidos por Urquiza, manifestaba que “el Congreso Estudiantil que estableció el Día del Estudiante lo hizo con el propósito de que fuera un día de alegría, de expansión, de regocijo para todo el que estudia sin distingo ni limitaciones de ninguna especie”.

¿A qué congreso se refería Urquiza? Hagamos un poco de historia. En 1902, Salvador Debenedetti, presidente del Centro de Estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Buenos Aires, con tan sólo 18 años, propuso que el 21 de septiembre se celebrase el "Día de los Estudiantes".

 

Sarmientina

Debenedetti no eligió ese día por su coincidencia con el inicio de la estación primaveral. Su intención fue rendirle homenaje a Domingo Faustino Sarmiento porque el 21 de septiembre de 1888 fue la fecha en que habían arribado a Buenos Aires los restos del “padre del aula” desde Asunción, Paraguay, donde había muerto el 11 de mismo mes. La idea de apoco se fue imponiendo en su facultad y luego en otras casas de estudio.

En un comienzo, los festejos eran más bien conmemoraciones que se limitaban a la realización de actos en los que los oradores exaltaban el empeño de los alumnos y los jóvenes llevaban una ofrenda floral al monumento de Sarmiento.

Muy pocos años después, en enero de 1908, el Primer Congreso de Estudiantes Sudamericanos reunido en Montevideo estableció esa fecha para celebrar su día. El 21 de septiembre de aquel año, los estudiantes uruguayos tomaron la iniciativa e invitaron a sus pares brasileños a su país para agasajarlos. Esto hizo que las celebraciones en nuestra tierra tomaran otro camino y que los alumnos salieran de los claustros para celebrar. Estudiantes de la ciudad de La Plata invitaban a estudiantes porteños a un paseo por el bosque. Otros salían a dar una vuelta por el delta del Tigre o realizaban obras de teatro. Cada año se organizaban concursos de afiches en los que, por lo general, reflejaban el esfuerzo del estudiante o se caricaturizaba una mesa de examen. También surgieron comparsas estudiantiles en varios puntos del país.

El festejo fue creciendo a medida que pasaba el tiempo. En 1914, un grupo de estudiantes alquiló el Palais de Glace, en Recoleta, para llevar adelante un festival. Otros se dieron cita en el Hotel Savoy, donde les prepararon una comida. Las celebraciones fueron multiplicándose, con tono festivo y ánimo de esparcimiento.

Todo lo relatado corresponde más que nada a estudiantes universitarios y no contamos con información acerca de encuentros estudiantiles en la provincia anteriores a 1915.

En tanto la citada resolución del Concejo General de Educación que consagra el “Día del estudiante” en el orden provincial está referida a escuelas de nivel primario ya que en esa época no tenía jurisdicción sobre establecimientos secundarios ni universitarios.

 

Olímpicos

Un poco más acá en el tiempo, rescatamos una particularidad de las estudiantinas que se realizaban en las décadas del ’60 y ’70 en el departamento Colón, que habían incorporado la organización de olimpiadas deportivas en el Parque Quirós de la ciudad de Colón durante la semana del estudiante.

Además de los clásicos celebraciones, como los bailes en los distintos clubes y la quema del muñeco alegórico en la costanera, el acontecimiento más convocante eran las competencias deportivas que reunía a estudiantes secundarios de las escuelas de Colón, San José y Villa Elisa. Eran auténticas jornadas olímpicas donde estaban presentes una variedad de disciplinas: fútbol, básquetbol, hándbol, pelota al cesto, carrera de postas, de 100 metros, saltos en alto y largo, lanzamiento de disco y jabalina, entre otras. A lo largo de varios meses los profesores y profesoras de educación física preparaban a los alumnos para las olimpiadas que obraban como muestra final del año lectivo. Y todos participaban, aun lo que no intervenían en los juegos ocupaban las tribunas haciendo de hinchada para alentar a los representantes de su escuela.




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Resolución del CGE declarando feriado el Día del Estudiante

Olimpiadas: carrera de postas en el parque Quirós, Colón, 1969

12/9/25

El cura Acevedo en la recuperación del pueblo de Candelaria

 Rubén I Bourlot

El 12 de septiembre de 1815 el cura José Acevedo dirigió junto al capitán Manuel Miño el ataque que recuperó el pueblo de Candelaria, tomado violentamente el mes anterior por militares paraguayos.

José Leonardo Acevedo fue un fraile franciscano nacido en Villa del Rosario, Córdoba, en el entonces Virreinato del Río de la Plata, el 5 de mayo de 1787. En 1812 fue ordenado sacerdote en la ciudad de Córdoba, iniciándose como cura en Mandisoví, Entre Ríos, donde ejerció hasta 1814. En 1858 fue electo primer obispo de la diócesis del Litoral, con sede en Paraná, pero no pudo asumir porque falleció.

Siendo cura de Mandisoví se vinculó al artiguismo a través del comandante guaraní Domingo Manduré. Luego fue nombrado capellán de las tropas artiguistas de Entre Ríos que estaban al mando de Francisco Ramírez. Finalmente se relacionó con jefe artiguista de las Misiones Andrés Guacurarí.

Fue uno de los varios religiosos que constituyeron el movimiento artiguista e influyeron decididamente en la orientación del pensamiento emancipador de Artigas y su gente. El propio Artigas recibió su educación en el colegio del convento San Bernardino de los padres franciscanos de Montevideo. Y aquellos franciscanos maestros de Artigas fueron los grandes ideólogos de la revolución. Con el artiguismo estuvieron curas como Dámaso Larrañaga, José Monterroso, Solano García, Mateo Vidal entre muchos otros. Varios integraron su conocido secretariado, una especie de gabinete de gobierno que lo acompañaba. También Andresito era un guaraní formado por los padres jesuitas de las Misiones.

En Purificación, un campamento militar que hacía las veces de capital de la Liga de los Pueblos Libres, Artigas estableció una escuela y requirió para ésta a un religioso cuya doctrina franciscana facilitó la adhesión de su orden a la revolución. La propia denominación de la villa como “Purificación” nos delata la concepción religiosa, tan vez por inspiración del cura Monterroso. Lo mismo podemos decir de la fundación de Carmelo, también por Artigas en 1816, puesto bajo la advocación de la Virgen del Carmen.

Esto no significa que Artigas propiciara un gobierno teocrático o algo similar. Al contrario, al parecer en los proyectos constitucionales y en la Instrucciones del Año XIII pone énfasis en la libertad religiosa: en el artículo 3º indica que se “Promoverá la libertad civil religiosa en toda su extensión imaginable.”

Pero sí el caudillo oriental reconocía a la religión como parte de la cosmovisión, de la cultura, del pueblo americano. Como escribió Diana Bianchi en su trabajo Educación y cobertura escolar en el contexto del pensamiento ilustrado “la preocupación de Artigas por la Iglesia era política, pero de una naturaleza que no difería de la que sustentaron los ilustrados españoles hasta 1808: colaboración con el régimen.” No obstante, dice Tomás Sansón en La religiosidad de Artigas, que “la mentalidad imperante atribuía a la religión una función cohesionadora” y “no escapó a la visión estratégica de Artigas, (pero) no se puede reducir la iniciativa a estos términos porque implica desconocer sus sentimientos profundos.”

Acevedo “mi compañero”

El cura Acevedo llegó a Misiones y ofició de consejero y secretario de Andresito que lo llamaba "mi compañero".

“Muchos de los numerosos documentos conocidos de Andresito salieron de su pluma dice Oscar Daniel Cantero -Fray José Acevedo y los curas revolucionarios-, y su influencia no se limitó sólo a anotar lo que le dictaba el comandante. El franciscano también aportaba importantes elementos y ejercía una marcada influencia: en bandos y proclamas dirigidas a los indígenas abundan las referencias religiosas y los pasajes de las Sagradas Escrituras.”

Agrega Cantero que “los curas gauchos constituyeron una correa de transmisión de las ideas generadas en Europa, adaptadas a las necesidades de sus comunidades, que abrevaban de ellas a través de los sermones de las Misas. Acevedo y muchos otros sacrificados religiosos acompañaron a sus comunidades en los padecimientos de la dura época que les tocó vivir. Los sacerdotes eran vistos como una guía y un ejemplo, y en muchos casos sus decisiones determinaban lo que iba a suceder.”

La batalla de Candelaria

La función de Acevedo distó de limitarse sólo a lo espiritual, ya que también se desempeñó como segundo al mando de las tropas de Andresito. En 1815 el ejército paraguayo tenía ocupadas varias poblaciones de las Misiones. Para recuperarlas Andresito organizó una expedición que en septiembre arribó al pueblo de San Carlos donde el jefe guaraní cayó enfermo. Acevedo junto al capitán Manuel Miño se hicieron cargo del ejército que contaba con 250 hombres y se dispusieron a recuperar el pueblo de Candelaria ocupado por 300 paraguayos al mando José Isasi. El 12 de septiembre se desató el enfrentamiento y después de tres horas de fuego tomaron la Candelaria, se apoderaron de dos cañones, 104 fusiles y muchas lanzas. Con posterioridad Andresito recuperó los demás pueblos: Santa Ana, San Ignacio Miní, Loreto y Corpus.

Años después, en 1819, Acevedo fue tomado prisionero por el ejército portugués a orillas del río Uruguay junto con Andresito y conducido a prisión en la fortaleza de Santa Cruz. Amnistiado por su condición de religiosos, y en pésimas condiciones de salud, volvió a la Banda Oriental en 1821, el mismo año que Andresito moría en prisión.

Al año siguiente retornó a Entre Ríos y estuvo durante largos años como párroco de Nogoyá. Se involucró en política y cuando Justo José de Urquiza asumió la presidencia de la Confederación, Acevedo fue elegido senador nacional y ocupó la presidencia provisional del Senado entre 1855 y 1856.

En 1858 fue propuesto por Urquiza como obispo de la recientemente creada diócesis del Litoral con asiento Paraná pero falleció antes de asumir, el 18 de febrero de 1858 a los 73 años de edad.

Firpo, la pelea del siglo

 Rubén I. Bourlot

El 14 de septiembre en Argentina es el día del boxeador que recuerda la épica pelea que en 1923 enfrentó a Luis Ángel Firpo, “el Toro salvaje de las pampas”, y el norteamericano Jack Dempsey. Este hecho rodeado de una aureola de leyenda mantuvo a los entrerrianos en vilo a lo largo de varios meses.

Aquella histórica noche, de sabor amargo para los argentinos, el peso pesado Luis Ángel Firpo fue a disputarle la corona ecuménica al norteamericano Jack Dempsey en su propio rodeo. Y estuvo a punto de lograr la hazaña. En el primer round una sucesión de derechazos hizo tambalear al “Asesino de Manassa” que terminó cayendo sobre las cuerdas y pasando de largo hasta dar sobre la mesa de los reporteros que seguían las alternativas de la pelea. El juez comenzó el conteo reglamentario, los diez segundos definitorios. Según los testigos Dempsey demoró 17 segundos en incorporarse pero el árbitro nunca llegó a contar los diez segundos. Y un agravante. El local se levantó ayudado por los periodistas, algo que estaba prohibido por el reglamento. La pelea continuó y en el segundo round se decretó el triunfo del estadounidense por nocaut en una situación tampoco clara.

En Paraná los diarios siguieron las alternativas del encuentro con abundante información lo que denota el interés de los lectores. El Diario estuvo informando a través de los servicios de “cable” que se trasmitían vía teletipo. Uno días antes informaba que “Firpo parece encontrarse en forma espléndida, careciendo de inútil como cuando peleó con Williard y Brennan.

“Tiene buen color y su vista es clara y animada. Demuestra gran soltura en el movimiento de su espalda, pecho y extremidades.”

En otro de los cables informa que “las ventas de entradas (…) alcanzan ya de quinientos a ochocientos mil dólares.

“(…) las entradas alcanzará a una suma nunca obtenida”, agrega. Se estima que unos los 85.000 espectadores estuvieron presentes.


La primera trasmisión deportiva

Así como en Paraná los diarios mantenían la información cotidiana, en Buenos Aires se tuvo la oportunidad de escuchar el relato casi en directo de la pelea a través de las radios Sudamérica y Cultura. Fue esta la primera trasmisión a nivel mundial de un evento deportivo compartido por las emisoras de EEUU y de Argentina. Recordemos que 1920 los “locos de la azotea” había realizado la primera trasmisión radiofónica en Argentina y para 1923 inauguraban ese novedoso formato radial. No fue una emisión para muchos ya que eran escasos los vecinos que contaban con receptores de radio. Eran esos primitivos aparatos de galena sin altoparlante que se sintonizaban a través de auriculares (como todo vuelve, hoy estamos utilizando de nuevo auriculares para las popularizadas videoconferencias en pandemia). Para consuelo, los que no poseían una radio tuvieron la oportunidad de escuchar la trasmisión por los altoparlantes ubicados en el interior del Luna Park pagando una módica entrada. También en el Teatro Gualeguaychú se instaló un altoparlante para amplificar la transmisión radial y nos imaginamos que en Paraná sucedió lo mismo. 

La transmisión no era como las conocemos ahora, con un relator ubicado en el lugar de los hechos, sino una retransmisión bastante precaria que llegaba mediante ondas de radio a una antena ubicada en La Plata y a su vez relatada por un locutor en la emisora de Buenos Aires. 

También hubo dos entrerrianos que tuvieron el privilegio de presenciar el espectáculo en vivo, en el Polo Grounds de Nueva York. Se trata de los vecinos de Gualeguaychú Pedro Olaechea y Juan Lavayén. Poco se sabe de esa experiencia porque no se conservan sus relatos. Olaechea falleció en el viaje de regreso, en alta mar. En tanto Lavayén se recibió como abogado, militó en las filas del Partido Demócrata Nacional y fue Diputado Nacional durante el gobierno de Juan B. Justo. También ocupó un cargo directivo en el Frigorífico Gualeguaychú y una calle de esa ciudad lleva su nombre.


“Patada de burro”

Luis Ángel Firpo había nacido en Junín, provincia de Buenos Aires, en el seno de una familia laboriosa. Su padre, Homero Firpo, era empleado de una zapatería y también habría sido ladrillero. Primo hermano de otro Firpo famoso: Roberto Firpo, compositor de tangos, entre ellos los arreglos de La Cumparsita.

Una historia popular hace referencia a que en una oportunidad siendo Luis un niño aún se enojó con su padre y descargó su bronca pegándole una piña a un burro, probablemente usado en el pisadero de la ladrillería, con tal contundencia que lo dejó nocaut. Este hecho le valió el apodo de “patada de burro” y se dice que la noticia llegó a oídos de unos promotores de boxeo que viajaron desde Buenos Aires para reclutarlo. Existen otras versiones de esta historia pero todas referidas a la contundencia de sus puños. 

La carrera profesional de Firpo comenzó en 1817 y recorrió con sus puños triunfadores por toda América. Perdió solo en dos oportunidades antes del malogrado combate por la corona mundial donde se ganó el mote de “Toro salvaje de las pampas”, atribuido al periodista neoyorquino Damon Runyon. Tras la derrota continuó con la práctica deportiva hasta 1926 cuando se retiró. A partir de ese momento emprendió otras actividades también exitosas. Se dedicó a los negocios ganaderos y a la venta de automóviles. Fue representante en la Argentina de la marca norteamericana Stutz, que fabricó una versión exclusiva con su nombre: el Firpo Stutz Bearcat, de color rojo con una cabeza de toro pintada en el costado. También comercializó sombreros y zapatos con su marca. 

Falleció en 1960, a los 65 años y sus restos reposan en una bóveda diseñada por el escultor Luis Perlotti, en el Cementerio de La Recoleta.


10/9/25

Los combates por la escuela pública, gratuita y obligatoria

Rubén I. Bourlot


Varios acontecimientos de nuestras efemérides señalan a septiembre como el mes de la educación. El 11 día del maestro, el 17 del profesor y el 21 del estudiante. La coyuntura es oportuna para terciar en el debate educativo que tiene ocupados a sectores de la dirigencia política. Un tema demasiado importante para dejárselo en manos de la dirigencia profesional. 

Hoy en los discursos de corte liberal escuchamos la zoncera, no tan inocente, de que el sistema educativo debe ser privado e inmerso en la lógica del mercado. En sus diversas variantes se propicia que el servicio educativo tiene que ser pago, en los casos menos extremos subsidiado para las familias de menores recursos, pero siempre sujeto de la lógica de la oferta y la demanda a través de la entrega de bonos (que los anglófilos llaman voucher) para que los docentes salgan a competir con el objeto de atrapar a sus alumnos-clientes. 

Lo que no dicen los catecúmenos de la escuela austríaca y de otras neoliberales es que los liberales positivistas del siglo XIX, que construyeron el sistema educativo, eran convencidos defensores de la educación estatal y gratuita para las mayorías, en principio las escuelas de primeras letras, y muy alejados de la competencia mercantil. Inclusive antes de la generación del 80 ya se concebía a la educación como una obligación ineludible del estado. El denostado Domingo Faustino Sarmiento, que se lo merece en gran parte de su actuación, batalló para establecer la educación estatal que llamaba popular. 

La educación pública fue preocupación de los caudillos de todos los rincones de la patria. José Artigas sembraba escuelas en cada pueblo por donde pasaba. Su consigna acerca de que los orientales "sean los orientales tan ilustrados como valientes" se expandió a todos pueblos de la Liga Federal y en Paraná le ordenó, así como al pasar, al comandante Eusebio Hereñú la fundación de una escuela de primeras letras en 1815.


Leer y escribir

Cuando Francisco Ramírez creó en 1820 la República de Entre Ríos dispuso varias medidas para ilustrar a la niñez. En sus reglamentos ordenaba que “cada comandante, en su respectivo departamento, será encargado de establecer una escuela pública y de obligar a los padres de familia, manden a los hijos de menor edad para la útil enseñanza, al menos la de leer, escribir y contar”. Como observamos la educación era responsabilidad del comandante, es decir el estado, y de carácter obligatoria. Y agregaba que “todo maestro de escuela deberá ser hombre de probidad y de la mejor instrucción posible para facilitar la más pronta enseñanza de la juventud y los primeros conocimientos de una buena educación.” Por otra parte los comandantes “proporcionarán una casa cómoda para la enseñanza, y el gobierno se compromete a dar todas las cartillas y libros que precisen los maestros para las escuelas.”

Por otra parte “el  gobierno se compromete por su parte, a contribuir con un tanto cada mes, para la subsistencia de todos los maestros, según el número de jóvenes pobres que enseñen; cada uno de los pudientes, pagará, por ahora un estipendio regular a los maestros para su sostén, mientras el gobierno arregla tan importante institución del modo más satisfactorio a sus deseos y con la dotación necesaria.” Al menos los menos pudientes tenían garantizaba la educación gratuita. 

Justo José de Urquiza como gobernador y presidente no escatimó esfuerzos para proporcionar la mejor educación al pueblo. Se anticipó varias décadas a Sarmiento, Avellaneda y Roca en establecer escuelas para varones y mujeres porque era necesario “generalizar en el bello sexo una sólida instrucción, basada en generosos sentimientos de honor, de honestidad y beneficencia que produzcan más tarde el desarrollo de las buenas costumbres privadas y públicas”, decía.

En Concepción del Uruguay estableció el Colegio del Uruguay, el primer secundario laico del país, adonde concurrían estudiantes de todo el territorio nacional y de países americanos becados por el estado. El propio Julio Argentino Roca fue alumno de ese colegio y cursó en su sección militar. 

En 1848 Urquiza proyectó la instalación de dos escuelas normales, para profesionalizar el magisterio, en Paraná y Concepción del Uruguay, que no pudo llevar a cabo por la falta de profesores. Siguió insistiendo y la obra se pudo concretar en la década de 1870, luego de su muerte. 


La educación gratuita y obligatoria

En 1883, casi un año antes de la Ley nacional de educación 1.420, se sancionó la reforma constitucional de Entre Ríos, convocada por el gobernador Eduardo Racedo, que facultaba al poder legislativo para el dictado de “las leyes necesarias para establecer y organizar un sistema de educación pública. Las leyes que organicen y reglamenten la educación deberán sujetarse á las reglas siguientes: 1º. La educación común es gratuita, obligatoria y laica, en las condiciones y bajo las penas que la ley establezca.” Y no se trataba de un gobierno “populista” de izquierda el del roquista Racedo. 

Por otra parte “se establecerán contribuciones y rentas propias de la educación común, que aseguren en todo tiempo recursos suficientes para su sostén, difusión y mejoramiento.”

El año anterior se había llevado a cabo el primer Congreso Pedagógico Panamericano en Buenos Aires convocado por el presidente Roca que sentó las bases la educación enteramente gratuita en las escuelas comunes, laica y obligatoria para los niños entre seis y catorce años. Contemplaba que a las niñas "debía suministrársele igual cantidad de conocimientos [y] abolirse hasta los programas especiales para cada sexo" y la “enseñanza de adultos en los cuarteles, destacamentos, guarniciones, en los buques de la armada, en las cárceles, en las fábricas…” Cabe acotar que Sarmiento no fue de la partida en estos proyectos ya que renunció previamente a su cargo en el Consejo Nacional de Educación y se dedicó a opinar a través de los periódicos. 

Al respecto, José María Torres, entonces director de la Escuela Normal de Paraná, había dicho en su discurso ante los congresales que “un buen sistema de gobierno requiere que el pueblo lea y se informe de los asuntos políticos; si no, él será presa de todo charlatán, impostor o perturbador que pueda hacer su negocio en el país”.

Dos años después, el 8 de julio de 1884 se promulgó la Ley 1420 que consagraba los principios debatidos en el congreso de 1882: educación primaria común, gratuita y obligatoria. 

Imagen: Colegio del Uruguay.  Grabado publicado en Page, Thomas Jefferson (1859). Argentine Confederation and Paraguay. 


8/9/25

La plaga bíblica de la langosta

 Rubén I. Bourlot
 
El 9 de septiembre de 1947 la plaga de la langosta seguía siendo noticia según consigna en una noticia El Diario de Paraná. Informaba sobre la actuación de la Junta Autónoma de Lucha contra la Langosta que daba cuenta de “las zonas que se encuentran invadidas de mangas de langosta voladora y que son combatidas con espolvoreo de tóxico (…)”. Entre las zonas “visitadas” por las mangas se encontraban Galarza, Arroyo Barú, Alcaraz, Feliciano, colonia Avigdor, entre otros lugares de la provincia.
Retomando la historia, nos vamos a diciembre de 1850 cuando una disposición del gobernador Justo José de Urquiza juzgando que "es un asunto supremo" de interés general combatir la "fatal plaga de langosta que actualmente nos aflige, pudiendo ser no menos funesta a la salud, que lo es a las mieses y plantíos, por las ponzoñosas exhalaciones que despide", ordena que "desde el día 3 al tiro de cañón que se disparará a las dos de la tarde, deberán cerrarse todas las casas de venta pública, de juegos, talleres, escuelas, etc.; todos los habitantes sin excepción de personas, se presentarán enseguida a los alcaldes que les trasmitirán lo que se haya de hacer para la extirpación de la langosta; los ancianos y enfermos deberán significar a la autoridad su imposibilidad de concurrir. Igualmente cesarán en su trabajo, al tiro de cañón, los individuos ocupados en los hornos de ladrillos y cal y en caso de no poder verificarlo sin grave perjuicio por estar de quema, los dueños deberán presentar una lista de peones que no pudieran presentarse."
Los procedimientos, de la época, para combatir la langosta voladora no van más allá que el izamiento de géneros o más propiamente trapos y arpilleras en cañas tacuaras colocadas en los terrenos que se pretende resguardar de la voracidad del acridio y en producir ruidos ensordecedores con latas ,latones, etc., pretendiendo evitar con esto que se asienten sobre los árboles. Para la langosta saltona se cavan zanjas y con ramas de árboles se las arrastra a las mismas para luego cubrirlas con tierra.
Desde el siglo XIX y hasta mediados del siglo XX no variaron en mucho los métodos para acorralar ese enemigo que sobrevolaba los campos y oscurecía el cielo.
Las invasiones cumplían con ciclos de avances y retrocesos. Antonio Elio Brailovsky en un trabajo de investigación dice que “la lucha contra la langosta constituye el ejemplo más completo de cómo un problema ambiental de envergadura obliga a instrumentar formas de solidaridad social” y agrega: “En 1922 la langosta cubre el 39 % del territorio nacional. Al año siguiente el suelo fertilizado por millones de langostas rendía cosechas excepcionales y se comenzaron a exportar bolsas con estos insectos como abono orgánico.”
“Se fueron cubriendo los diversos aspectos que hacen el control de cualquier plaga – indica el autor-: su detección temprana, la organización de la lucha una vez expandida aquella, la prevención de su extensión territorial, los gastos para las campañas de control, la responsabilidad del estado y de los particulares en caso de emergencia.” (1)
 
El maíz amargo
Otro autor nos informa que “entre los variados métodos de combate contra la langosta, también se probó con experimento de cultivar un maíz amargo que no era comido por la langosta. Ya en el año 1906 figuraba en un informe proveniente de Entre Ríos, el nombre de un maíz ‘tape’, de ciclo tardío, que desarrollaba muchos macollos pero de bajo rendimiento en granos, con cierta resistencia a ser devorado por la langosta pues no apetecía sus hojas.
En el año 1924, en genetista Tomas Bregger se hizo cargo de la sección genética del maíz del Ministerio de Agricultura y contempló el problema de obtener un tipo de maíz resistente a la langosta pero que a su vez ofreciera los mismos beneficios de los maíces tradicionales. El maíz amargo tenía la desventaja de su crecimiento lento, abundante macollaje, y bajo rendimiento. Se buscó efectuar cruzamientos con tipos de maíces de variedades de buen rendimiento. Estos experimentos se llevaron a cabo en cooperación con la escuela de agricultura de las Delicias, en la provincia de Entre Ríos, y la escuela de agricultura de Casilda (S.F.), con resultados dispares. (2)
Las mangas de langosta que arribaron en 1932-33 que redujeron más del 10 % la producción del trigo y del lino en la provincia, lo mismo que la de 1935-36 que a la acción devastadora de la langosta se sumó una prolongada sequía.
 
El exterminio desde arriba y desde abajo
A mediados de la década del 40 se puso en marcha un nuevo y más efectivo plan de lucha contra la plaga. "Necesitamos aviones, aparatos lanzallamas, camiones, barreras e implementos adicionales para organizar la lucha contra la langosta dentro y fuera del país: desde arriba y desde abajo, con permanente dedicación y con los elementos necesarios, sin politiquería de tantos gobiernos (…)” sostenía en 1946 el presidente Juan D. Perón.
Justamente en ese año se produjo una invasión de gran magnitud que comprendía casi los dos tercios de la extensión territorial del país, con cerca de 53.000.000 de hectáreas de desoves.
Las reformas administrativas introducidas a nivel nacional supusieron una deburocratización de los organismos destinados al combate las plagas. Se redujo el plantel de empleados a la par que se logró una mayor eficacia. De los  1.000 empleados fijos y 3.000 supernumerarios que había en 1937, en 1946 quedaron 300 empleados fijos y 1640 supernumerarios o jornaleros.
En Entre Ríos la Junta Administradora Autónoma contra la Langosta fue la encargada de dirigir la campaña 1947-1948 contra el acridio que logró salvar cultivos. El 20 de febrero de 1948 el presidente de la Junta Pedro Cagnani eleva una nota al Ministro de Agricultura de la Nación, ingeniero Carlos Emery, comunicando la finalización de la lucha contra la langosta en la Provincia de Entre Ríos, “… con la resultante de un éxito rotundo, que ha significado la salvación de la cosecha fina, sementeras, de maíz, arroz, girasol, campos de pastoreo, etc.”
En esta esta campaña se destaca la amplia y eficaz colaboración de distintas reparticiones nacionales y provinciales como la Policía de la Provincia, el Ejército Nacional, Vialidad Nacional y Provincial, Telecomunicaciones de la Provincia que informaba sobre los movimientos de las mangas de langosta, los Ferrocarriles del Estado y las Escuelas de Agricultura Alberdi, Las Delicias y Colón. También participaron de la campaña las sociedades rurales, cooperativas y consorcios.
A esta acción coordinada se sumó el empleo de nuevos elementos de combate como el polvo tóxico y los cebos langosticidas, utilizándose 2 aviones y 5 helicópteros para el espolvoreo.
Al inaugurar el período legislativo en 1948 el Gobernador Héctor Maya destacó “el más rotundo de los éxitos que coronó estos esfuerzos, generosamente mancomunados, salvándose íntegramente los cultivos primaverales que abarcaban 256.066 hectáreas y los invernales que ascendían a 613.010 hectáreas, así como las huertas y campos de pastoreo.”
 
Citas:
(1) Brailovsky, Antonio Elio, Memoria Verde - Historia ecológica de la Argentina, Debolsillo, Bs. As., 2004.
(2) Buratovich,  Tadeo, “Langosta. Una plaga milenaria”, en Trabajos, publicaciones y notas de asesoramiento, Asociación de Museos de la Provincia de Santa Fe. Arequito, septiembre de 2003.

4/9/25

El misterioso auto que se fabricó en Paraná

 Rubén I. Bourlot

 

En publicaciones anteriores nos referimos a los intentos de desarrollar la industria automotriz de origen nacional en el país y en particular en Paraná con la experiencia del camión liviano Feresa que la firma Losi fabricaba en su planta ubicada en el parque industrial “Manuel Belgrano”. Pero antes de esta iniciativa empresaria hubo otra que pretendió de llevar a cabo la fabricación de una serie de automóviles, localizada también en Paraná, destinada a insertarse en el mercado nacional.

A principios de la década del ’60, cobijado por del Régimen de Promoción Automotriz creado por un decreto del entonces presidente Arturo Frondizi, se comenzó el montaje de una fábrica de automóviles en Paraná de la que quedan escasos indicios en los archivos y en la memoria de los vecinos de la ciudad. El proyecto fue aprobado por una resolución del gobierno nacional el 11 de diciembre de 1959.

La compañía giraba bajo la razón social Alcre Automotores S.A.C.I. fundada por Alberto Credidio, un industrial argentino dedicado a la fabricación de motores eléctricos con domicilio en Buenos Aires, que denominó a su firma con las primeras sílabas de su nombre y su apellido.

El empresario había acordado un convenio con la compañía Heinkel DgmbH que fabricaba los motores, y Bellino y Cía que proveería las carrocerías, ambas de origen alemán ubicadas en la ciudad de Göppingen. Los alemanes se comprometieron a invertir en el proyecto 1.200.000 dólares cada una.

El automóvil que se iba a fabricar era un miniauto de bajo consumo, muy en boga en la época, con una identidad local como los recordados De Carlo, Isetta e Isard. Tal vez era el inicio de una industria automotriz con el mismo método que estaban utilizando los coreanos del Sur, que arrancaron su industria adaptando y copiando modelos europeos. Para esa época se había cancelado la fabricación de automóviles nacionales de la empresa estatal IAME y sólo había sobrevivido el Rastrojero.

El modelo que se copiaba era Champion Maico 400 europeo, modelo 1955, que aquí se denominó Alcre Susana 500 con un motor bicilíndrico de dos tiempos y 452 centímetros cúbicos que consumía seis litros de combustible cada 100 kilómetros. También se proyectó la fabricación de otro modelo denominado Sport Luis 700, una coupé convertible de dos asientos impulsada por un motor de tres cilindros de dos tiempos y 677 centímetros cúbicos que alcazaba una velocidad de 130 Km/h. Los nombres correspondían al de los hijos de Credidio: Susana y Luis.

 

Una publicidad prometedora

Con una intensa campaña publicitaria a fines de 1961, inserta en los principales diarios y periódicos especializados del país, se promovía la compra del Alcre donde se anunciaban las características del vehículo, sus precios y planes de financiación.

Según un artículo publicado por el diario Clarín (9/07/2022) “las publicidades que a principios de los años 60 invadieron los medios gráficos en la Argentina no solo presentaban un nuevo modelo de miniauto nacional que pretendía romper el mercado, eran una persuasiva invitación para salir a comprar el Alcre Susana sin pensarlo demasiado. Marca desconocida, sí; pero nombre familiar y muy fácil de recordar (…).

“El desembarco en el mercado del Alcre Susana llegó de la mano de una promoción irresistible. ‘¡Usted lo necesita! $198.000 únicamente los primeros 1.000 automóviles.”

Finalizada la oferta el valor sería de $230.000. Además se ofrecía una financiación a 30 meses, con la entrega asegurada en 120 días. En tanto el Sport Luis 700 tenía un precio de 310.000 pesos.

La publicidad gráfica tenía como eslogan: “El más grande entre los chicos, un gigante en los malos caminos”. La folletería mostraba a las unidades como un auto familiar incluso con mujeres conduciéndolos para poner en relieve la versatilidad del vehículo y también lo publicitaba como “El coche argentino para el pueblo argentino”.

Para la promoción se fabricaron prototipos que se exhibieron en distintos lugares del país. Según información disponible se llegaron a reservar 470 unidades que habrían abonado una seña de $ 50.000.

Qué pasó luego es todo un misterio. No se construyeron más que los prototipos de los cuales hoy no se conoce su destino. El hecho es que los 470 clientes que tuvieron intenciones de adquirirlo se quedaron sin su auto y no se conoce qué pasó con la seña que habrían abonado. Se supone que con este número de reservas no era suficiente para iniciar la fabricación en serie o que tal vez las inversiones prometidas por los empresarios alemanes nunca llegaron a concretarse. Pero lo cierto que el dato de las 470 reservas solamente están documentadas en la publicidad de la empresa.

Para tratar de explicar el fracaso del proyecto el artículo citado concluye que “el mercado automotor de entonces no escapaba a los años convulsionados de la Argentina. Aquel contexto, sumado a otros modelos económicos de marcas importantes disponibles en los concesionarios, combinaron el peor escenario para los vehículos de Alcre.”

 

La fábrica de Paraná

Según versiones periodísticas, para la instalación de la planta fabril la sociedad adquirió dos propiedades en Paraná integradas con una superficie total de 100.000 m², incluidos 2.000 m² de galpones en la zona del empalme de las rutas 12 y 18, conocido como “la Virgen”. En tanto las oficinas administrativas se localizaron en calle España 87.

Según algunos testimonios de la zona y otros recopilados por Juan José Batistutti, el local de la fábrica sería el amplio galpón que hoy en parte ocupa la municipalidad de Colonia Avellaneda, donde funcionan depósitos y el Centro Comunitario Nº 15. El mismo tiene superficie cubierta de aproximadamente 20 metros de frente por 50 de fondo, gran parte en condiciones ruinosas y otras construcciones más pequeñas al fondo de un terreno muy generoso.


Imágenes: publicidad del automóvil Alcre y la posible localización de la fábrica.

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