Bibliografía principal
Olga Fernández
Latour (1960). Cantares Históricos de la tradición argentina, disponible en https://www.letras.edu.ar/BID/bid121_OlgaFernandezLatourdeBotas_Cantares-historicos-de-la-tradicion-argentina.pdf
Bibliografía principal
Olga Fernández
Latour (1960). Cantares Históricos de la tradición argentina, disponible en https://www.letras.edu.ar/BID/bid121_OlgaFernandezLatourdeBotas_Cantares-historicos-de-la-tradicion-argentina.pdf
Rubén I. Bourlot
Rubén I. Bourlot
Rubén I. Bourlot
Atendiendo gestiones
del gobernador de Buenos Aires, Bruno Mauricio de Zavala, el 23 de octubre de
1730 el Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires erigió la Parroquia del Pago de la
Otra Banda del Paraná bajo la advocación de la Virgen del Rosario, en
consideración al número de pobladores asentados en el lugar "por cuyo
motivo no se ha hecho nómina de 'sus poblaciones ni tomado razón de sus
feligreses, y de que éstos se hallan faltos de pasto espiritual y de la debida
asistencia de los curas". Esta fecha debe ser considerada como la
fundación de Paraná.
Pero esa difundida
versión sobre la falta de fundación de Paraná es un error que le retacea a la
ciudad un siglo de vida. La capital entrerriana en 2030 estará cumpliendo los
tres siglos de existencia y es el núcleo urbano más antiguo de Entre Ríos.
En nuestra América el
proceso fundacional, en este caso por parte de las autoridades españolas, obedeció
a la necesidad de ocupar el territorio, aunque no siempre se llevó a cabo según
el modelo planificado por las autoridades civiles. También la Iglesia católica fue
fundadora de pueblos en ese proceso, como sucedió en los dominios de las
misiones jesuíticas y en el caso que relatamos aquí. Sobre
este tópico, Rodolfo Puiggrós sostiene que las órdenes religiosas “fueron los
más metódicos, racionales y perseverantes agentes del tipo de colonización
hispana”.
La ocupación de los mancebos paraguayos
Acotemos que en el
actual territorio entrerriano los asentamientos previos a la ocupación
hispanocriolla no constituyeron centros urbanizados como sí se pueden observar
en el imperio incaico o en el antiguo México de mayas y aztecas.
En las primeras
décadas del 1700 el sitio de la Bajada, que también en los mapas figura como La
Capilla, Punta de Piedra y La Calera, ya contaba con un modesto caserío trepado
sobre las barrancas, alrededor de un pequeño puerto.
La fundación eclesiástica
Meses después sería designado párroco Francisco Arias de Montiel quien
es el que por primera vez nombra a La Bajada como Paraná en 1732. En 1733 el
Cabildo de Santa Fe nombra Alcalde de la Hermandad a Santiago Hereñú y se
convierte en la primera autoridad civil.
El ya citado Zabala,
que ejercía el vicepatronato, ejecutó lo resuelto por el Cabildo, y ambos
documentos -el del Cabildo y el de Zabala- pueden considerarse, como sostiene
Pérez Colman, el inicio de la vida organizada del pueblo paranaense y sus
alrededores. Es por ello que nos atrevemos a sostener que, a falta de otro acto
administrativo, éste fue el acto fundacional de la actual capital de la
provincia.
Bibliografía principal
Arce, Facundo, (1963), “Aspectos de la evolución económica de Paraná”, en
Boletín del Centro Comercial e Industrial. Paraná, número extra: Homenaje a la
Independencia argentina y al Día del Comercio.
Puiggrós, Rodolfo, (1930) “De la colonia a
la revolución”, Ed. Sudamericana, Bs. As, 1986.
Pérez Colman, César Luis, “La Parroquia y la Ciudad de Paraná en su segundo
centenario. 1730-1930”, Paraná, Talleres Gráficos La Acción.
Imágenes
Publicación de El Diario,Paraná, 5 de septiembre de 1930.
El Paraná que se va. La Revista, Paraná,1912.
La Baxada de Paraná, 1730-1731
Rubén I. Bourlot
La primavera siempre viene recargada por
la celebración del estudiante que convoca a los jóvenes para compartir jornadas
de jolgorio y distracción más allá de las aulas. En diversos lugares se celebra
con distintas modalidades como los multitudinarios encuentros en el Parque
Urquiza de Paraná, las fiestas de las carrozas en Concordia, quemas de muñecos
alegóricos, encuentros bailables, elecciones de “reinas” y como corolario, la
Fiesta del Estudiante Secundario en Villaguay que ya lleva medio siglo.
¿A qué congreso se refería Urquiza?
Hagamos un poco de historia. En 1902, Salvador Debenedetti, presidente del
Centro de Estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
Nacional de Buenos Aires, con tan sólo 18 años, propuso que el 21 de septiembre
se celebrase el "Día de los Estudiantes".
Sarmientina
Debenedetti no eligió ese día por su
coincidencia con el inicio de la estación primaveral. Su intención fue rendirle
homenaje a Domingo Faustino Sarmiento porque el 21 de septiembre de 1888 fue la
fecha en que habían arribado a Buenos Aires los restos del “padre del aula”
desde Asunción, Paraguay, donde había muerto el 11 de mismo mes. La idea de
apoco se fue imponiendo en su facultad y luego en otras casas de estudio.
En un comienzo, los festejos eran más
bien conmemoraciones que se limitaban a la realización de actos en los que los
oradores exaltaban el empeño de los alumnos y los jóvenes llevaban una ofrenda
floral al monumento de Sarmiento.
El festejo fue creciendo a medida que
pasaba el tiempo. En 1914, un grupo de estudiantes alquiló el Palais de Glace,
en Recoleta, para llevar adelante un festival. Otros se dieron cita en el Hotel
Savoy, donde les prepararon una comida. Las celebraciones fueron
multiplicándose, con tono festivo y ánimo de esparcimiento.
Todo lo relatado corresponde más que nada
a estudiantes universitarios y no contamos con información acerca de encuentros
estudiantiles en la provincia anteriores a 1915.
En tanto la citada resolución del Concejo
General de Educación que consagra el “Día del estudiante” en el orden provincial
está referida a escuelas de nivel primario ya que en esa época no tenía
jurisdicción sobre establecimientos secundarios ni universitarios.
Olímpicos
Un poco más acá en el tiempo, rescatamos
una particularidad de las estudiantinas que se realizaban en las décadas del
’60 y ’70 en el departamento Colón, que habían incorporado la organización de olimpiadas
deportivas en el Parque Quirós de la ciudad de Colón durante la semana del
estudiante.
Rubén I Bourlot
El 12 de septiembre de 1815 el cura José Acevedo dirigió junto al capitán Manuel Miño el ataque que recuperó el pueblo de Candelaria, tomado violentamente el mes anterior por militares paraguayos.
José
Leonardo Acevedo fue un fraile franciscano nacido en Villa del Rosario,
Córdoba, en el entonces Virreinato del Río de la Plata, el 5 de mayo de 1787.
En 1812 fue ordenado sacerdote en la ciudad de Córdoba, iniciándose como cura en
Mandisoví, Entre Ríos, donde ejerció hasta 1814. En 1858 fue electo primer
obispo de la diócesis del Litoral, con sede en Paraná, pero no pudo asumir
porque falleció.
Siendo
cura de Mandisoví se vinculó al artiguismo a través del comandante guaraní
Domingo Manduré. Luego fue nombrado capellán de las tropas artiguistas de Entre
Ríos que estaban al mando de Francisco Ramírez. Finalmente se relacionó con jefe
artiguista de las Misiones Andrés Guacurarí.
En Purificación,
un campamento militar que hacía las veces de capital de la Liga de los Pueblos
Libres, Artigas estableció una escuela y requirió para ésta a un religioso cuya
doctrina franciscana facilitó la adhesión de su orden a la revolución. La
propia denominación de la villa como “Purificación” nos delata la concepción
religiosa, tan vez por inspiración del cura Monterroso. Lo mismo podemos decir
de la fundación de Carmelo, también por Artigas en 1816, puesto bajo la
advocación de la Virgen del Carmen.
Esto no
significa que Artigas propiciara un gobierno teocrático o algo similar. Al
contrario, al parecer en los proyectos constitucionales y en la Instrucciones
del Año XIII pone énfasis en la libertad religiosa: en el artículo 3º indica
que se “Promoverá la libertad civil religiosa en toda su extensión imaginable.”
Pero sí el
caudillo oriental reconocía a la religión como parte de la cosmovisión, de la
cultura, del pueblo americano. Como escribió Diana Bianchi en su trabajo Educación
y cobertura escolar en el contexto del pensamiento ilustrado “la preocupación
de Artigas por la Iglesia era política, pero de una naturaleza que no difería
de la que sustentaron los ilustrados españoles hasta 1808: colaboración con el
régimen.” No obstante, dice Tomás Sansón en La religiosidad de Artigas, que “la
mentalidad imperante atribuía a la religión una función cohesionadora” y “no
escapó a la visión estratégica de Artigas, (pero) no se puede reducir la
iniciativa a estos términos porque implica desconocer sus sentimientos
profundos.”
Acevedo “mi compañero”
El cura
Acevedo llegó a Misiones y ofició de consejero y secretario de Andresito que lo
llamaba "mi compañero".
Agrega Cantero
que “los curas gauchos constituyeron
una correa de transmisión de las ideas generadas en Europa, adaptadas a las
necesidades de sus comunidades, que abrevaban de ellas a través de los sermones
de las Misas. Acevedo y muchos otros sacrificados religiosos acompañaron a sus
comunidades en los padecimientos de la dura época que les tocó vivir. Los
sacerdotes eran vistos como una guía y un ejemplo, y en muchos casos sus
decisiones determinaban lo que iba a suceder.”
La batalla de Candelaria
La función
de Acevedo distó de limitarse sólo a lo espiritual, ya que también se desempeñó
como segundo al mando de las tropas de Andresito. En 1815 el ejército paraguayo
tenía ocupadas varias poblaciones de las Misiones. Para recuperarlas Andresito
organizó una expedición que en septiembre arribó al pueblo de San Carlos donde
el jefe guaraní cayó enfermo. Acevedo junto al capitán Manuel Miño se hicieron
cargo del ejército que contaba con 250 hombres y se dispusieron a recuperar el
pueblo de Candelaria ocupado por 300 paraguayos al mando José Isasi. El 12 de
septiembre se desató el enfrentamiento y después de tres horas de fuego tomaron
la Candelaria, se apoderaron de dos cañones, 104 fusiles y muchas lanzas. Con posterioridad
Andresito recuperó los demás pueblos: Santa Ana, San Ignacio Miní, Loreto y
Corpus.
Años
después, en 1819, Acevedo fue tomado prisionero por el ejército portugués a
orillas del río Uruguay junto con Andresito y conducido a prisión en la fortaleza
de Santa Cruz. Amnistiado por su condición de religiosos, y en pésimas
condiciones de salud, volvió a la Banda Oriental en 1821, el mismo año que
Andresito moría en prisión.
Al año
siguiente retornó a Entre Ríos y estuvo durante largos años como párroco de
Nogoyá. Se involucró en política y cuando Justo José de Urquiza asumió la
presidencia de la Confederación, Acevedo fue elegido senador nacional y ocupó
la presidencia provisional del Senado entre 1855 y 1856.
En 1858
fue propuesto por Urquiza como obispo de la recientemente creada diócesis del
Litoral con asiento Paraná pero falleció antes de asumir, el 18 de febrero de
1858 a los 73 años de edad.
Rubén I. Bourlot
El 14 de septiembre en Argentina es el día del boxeador que recuerda la épica pelea que en 1923 enfrentó a Luis Ángel Firpo, “el Toro salvaje de las pampas”, y el norteamericano Jack Dempsey. Este hecho rodeado de una aureola de leyenda mantuvo a los entrerrianos en vilo a lo largo de varios meses.
“Tiene buen color y su vista es clara y animada. Demuestra gran soltura en el movimiento de su espalda, pecho y extremidades.”
En otro de los cables informa que “las ventas de entradas (…) alcanzan ya de quinientos a ochocientos mil dólares.
“(…) las entradas alcanzará a una suma nunca obtenida”, agrega. Se estima que unos los 85.000 espectadores estuvieron presentes.
La primera trasmisión deportiva
Así como en Paraná los diarios mantenían la información cotidiana, en Buenos Aires se tuvo la oportunidad de escuchar el relato casi en directo de la pelea a través de las radios Sudamérica y Cultura. Fue esta la primera trasmisión a nivel mundial de un evento deportivo compartido por las emisoras de EEUU y de Argentina. Recordemos que 1920 los “locos de la azotea” había realizado la primera trasmisión radiofónica en Argentina y para 1923 inauguraban ese novedoso formato radial. No fue una emisión para muchos ya que eran escasos los vecinos que contaban con receptores de radio. Eran esos primitivos aparatos de galena sin altoparlante que se sintonizaban a través de auriculares (como todo vuelve, hoy estamos utilizando de nuevo auriculares para las popularizadas videoconferencias en pandemia). Para consuelo, los que no poseían una radio tuvieron la oportunidad de escuchar la trasmisión por los altoparlantes ubicados en el interior del Luna Park pagando una módica entrada. También en el Teatro Gualeguaychú se instaló un altoparlante para amplificar la transmisión radial y nos imaginamos que en Paraná sucedió lo mismo.
También hubo dos entrerrianos que tuvieron el privilegio de presenciar el espectáculo en vivo, en el Polo Grounds de Nueva York. Se trata de los vecinos de Gualeguaychú Pedro Olaechea y Juan Lavayén. Poco se sabe de esa experiencia porque no se conservan sus relatos. Olaechea falleció en el viaje de regreso, en alta mar. En tanto Lavayén se recibió como abogado, militó en las filas del Partido Demócrata Nacional y fue Diputado Nacional durante el gobierno de Juan B. Justo. También ocupó un cargo directivo en el Frigorífico Gualeguaychú y una calle de esa ciudad lleva su nombre.
“Patada de burro”
Luis Ángel Firpo había nacido en Junín, provincia de Buenos Aires, en el seno de una familia laboriosa. Su padre, Homero Firpo, era empleado de una zapatería y también habría sido ladrillero. Primo hermano de otro Firpo famoso: Roberto Firpo, compositor de tangos, entre ellos los arreglos de La Cumparsita.
La carrera profesional de Firpo comenzó en 1817 y recorrió con sus puños triunfadores por toda América. Perdió solo en dos oportunidades antes del malogrado combate por la corona mundial donde se ganó el mote de “Toro salvaje de las pampas”, atribuido al periodista neoyorquino Damon Runyon. Tras la derrota continuó con la práctica deportiva hasta 1926 cuando se retiró. A partir de ese momento emprendió otras actividades también exitosas. Se dedicó a los negocios ganaderos y a la venta de automóviles. Fue representante en la Argentina de la marca norteamericana Stutz, que fabricó una versión exclusiva con su nombre: el Firpo Stutz Bearcat, de color rojo con una cabeza de toro pintada en el costado. También comercializó sombreros y zapatos con su marca.
Falleció en 1960, a los 65 años y sus restos reposan en una bóveda diseñada por el escultor Luis Perlotti, en el Cementerio de La Recoleta.
Rubén I. Bourlot
Varios acontecimientos de nuestras efemérides señalan a septiembre como el mes de la educación. El 11 día del maestro, el 17 del profesor y el 21 del estudiante. La coyuntura es oportuna para terciar en el debate educativo que tiene ocupados a sectores de la dirigencia política. Un tema demasiado importante para dejárselo en manos de la dirigencia profesional.
Hoy en los discursos de corte liberal escuchamos la zoncera, no tan inocente, de que el sistema educativo debe ser privado e inmerso en la lógica del mercado. En sus diversas variantes se propicia que el servicio educativo tiene que ser pago, en los casos menos extremos subsidiado para las familias de menores recursos, pero siempre sujeto de la lógica de la oferta y la demanda a través de la entrega de bonos (que los anglófilos llaman voucher) para que los docentes salgan a competir con el objeto de atrapar a sus alumnos-clientes.
Lo que no dicen los catecúmenos de la escuela austríaca y de otras neoliberales es que los liberales positivistas del siglo XIX, que construyeron el sistema educativo, eran convencidos defensores de la educación estatal y gratuita para las mayorías, en principio las escuelas de primeras letras, y muy alejados de la competencia mercantil. Inclusive antes de la generación del 80 ya se concebía a la educación como una obligación ineludible del estado. El denostado Domingo Faustino Sarmiento, que se lo merece en gran parte de su actuación, batalló para establecer la educación estatal que llamaba popular.
La educación pública fue preocupación de los caudillos de todos los rincones de la patria. José Artigas sembraba escuelas en cada pueblo por donde pasaba. Su consigna acerca de que los orientales "sean los orientales tan ilustrados como valientes" se expandió a todos pueblos de la Liga Federal y en Paraná le ordenó, así como al pasar, al comandante Eusebio Hereñú la fundación de una escuela de primeras letras en 1815.
Leer y escribir
Cuando Francisco Ramírez creó en 1820 la República de Entre Ríos dispuso varias medidas para ilustrar a la niñez. En sus reglamentos ordenaba que “cada comandante, en su respectivo departamento, será encargado de establecer una escuela pública y de obligar a los padres de familia, manden a los hijos de menor edad para la útil enseñanza, al menos la de leer, escribir y contar”. Como observamos la educación era responsabilidad del comandante, es decir el estado, y de carácter obligatoria. Y agregaba que “todo maestro de escuela deberá ser hombre de probidad y de la mejor instrucción posible para facilitar la más pronta enseñanza de la juventud y los primeros conocimientos de una buena educación.” Por otra parte los comandantes “proporcionarán una casa cómoda para la enseñanza, y el gobierno se compromete a dar todas las cartillas y libros que precisen los maestros para las escuelas.”
Por otra parte “el gobierno se compromete por su parte, a contribuir con un tanto cada mes, para la subsistencia de todos los maestros, según el número de jóvenes pobres que enseñen; cada uno de los pudientes, pagará, por ahora un estipendio regular a los maestros para su sostén, mientras el gobierno arregla tan importante institución del modo más satisfactorio a sus deseos y con la dotación necesaria.” Al menos los menos pudientes tenían garantizaba la educación gratuita.
En Concepción del Uruguay estableció el Colegio del Uruguay, el primer secundario laico del país, adonde concurrían estudiantes de todo el territorio nacional y de países americanos becados por el estado. El propio Julio Argentino Roca fue alumno de ese colegio y cursó en su sección militar.
En 1848 Urquiza proyectó la instalación de dos escuelas normales, para profesionalizar el magisterio, en Paraná y Concepción del Uruguay, que no pudo llevar a cabo por la falta de profesores. Siguió insistiendo y la obra se pudo concretar en la década de 1870, luego de su muerte.
La educación gratuita y obligatoria
En 1883, casi un año antes de la Ley nacional de educación 1.420, se sancionó la reforma constitucional de Entre Ríos, convocada por el gobernador Eduardo Racedo, que facultaba al poder legislativo para el dictado de “las leyes necesarias para establecer y organizar un sistema de educación pública. Las leyes que organicen y reglamenten la educación deberán sujetarse á las reglas siguientes: 1º. La educación común es gratuita, obligatoria y laica, en las condiciones y bajo las penas que la ley establezca.” Y no se trataba de un gobierno “populista” de izquierda el del roquista Racedo.
Por otra parte “se establecerán contribuciones y rentas propias de la educación común, que aseguren en todo tiempo recursos suficientes para su sostén, difusión y mejoramiento.”
El año anterior se había llevado a cabo el primer Congreso Pedagógico Panamericano en Buenos Aires convocado por el presidente Roca que sentó las bases la educación enteramente gratuita en las escuelas comunes, laica y obligatoria para los niños entre seis y catorce años. Contemplaba que a las niñas "debía suministrársele igual cantidad de conocimientos [y] abolirse hasta los programas especiales para cada sexo" y la “enseñanza de adultos en los cuarteles, destacamentos, guarniciones, en los buques de la armada, en las cárceles, en las fábricas…” Cabe acotar que Sarmiento no fue de la partida en estos proyectos ya que renunció previamente a su cargo en el Consejo Nacional de Educación y se dedicó a opinar a través de los periódicos.
Al respecto, José María Torres, entonces director de la Escuela Normal de Paraná, había dicho en su discurso ante los congresales que “un buen sistema de gobierno requiere que el pueblo lea y se informe de los asuntos políticos; si no, él será presa de todo charlatán, impostor o perturbador que pueda hacer su negocio en el país”.
Dos años después, el 8 de julio de 1884 se promulgó la Ley 1420 que consagraba los principios debatidos en el congreso de 1882: educación primaria común, gratuita y obligatoria.
Imagen: Colegio del Uruguay. Grabado publicado en Page, Thomas Jefferson (1859). Argentine Confederation and Paraguay.
Rubén I. Bourlot
En publicaciones
anteriores nos referimos a los intentos de desarrollar
la industria automotriz de origen nacional en el país y en particular en Paraná
con la experiencia del camión liviano Feresa que la firma Losi fabricaba en su
planta ubicada en el parque industrial “Manuel Belgrano”. Pero antes de esta
iniciativa empresaria hubo otra que pretendió de llevar a cabo la fabricación
de una serie de automóviles, localizada también en Paraná, destinada a
insertarse en el mercado nacional.
A principios de la década
del ’60, cobijado por del Régimen de Promoción Automotriz creado por un decreto
del entonces presidente Arturo Frondizi, se comenzó el montaje de una fábrica
de automóviles en Paraná de la que quedan escasos indicios en los archivos y en
la memoria de los vecinos de la ciudad. El proyecto fue aprobado por una
resolución del gobierno nacional el 11 de diciembre de 1959.
El empresario había
acordado un convenio con la compañía Heinkel DgmbH que fabricaba los motores, y
Bellino y Cía que proveería las carrocerías, ambas de origen alemán ubicadas en
la ciudad de Göppingen. Los alemanes se comprometieron a invertir en el
proyecto 1.200.000 dólares cada una.
El automóvil que se iba a
fabricar era un miniauto de bajo consumo, muy en boga en la época, con una
identidad local como los recordados De Carlo, Isetta e Isard. Tal vez era el
inicio de una industria automotriz con el mismo método que estaban utilizando los
coreanos del Sur, que arrancaron su industria adaptando y copiando modelos
europeos. Para esa época se había cancelado la fabricación de automóviles
nacionales de la empresa estatal IAME y sólo había sobrevivido el Rastrojero.
El modelo que se copiaba
era Champion Maico 400 europeo, modelo 1955, que aquí se denominó Alcre Susana
500 con un motor bicilíndrico de dos tiempos y 452 centímetros cúbicos que consumía
seis litros de combustible cada 100 kilómetros. También se proyectó la
fabricación de otro modelo denominado Sport Luis 700, una coupé convertible de
dos asientos impulsada por un motor de tres cilindros de dos tiempos y 677 centímetros
cúbicos que alcazaba una velocidad de 130 Km/h. Los nombres correspondían al de
los hijos de Credidio: Susana y Luis.
Una publicidad prometedora
Con una intensa campaña
publicitaria a fines de 1961, inserta en los principales diarios y periódicos
especializados del país, se promovía la compra del Alcre donde se anunciaban
las características del vehículo, sus precios y planes de financiación.
“El desembarco en el
mercado del Alcre Susana llegó de la mano de una promoción irresistible.
‘¡Usted lo necesita! $198.000 únicamente los primeros 1.000 automóviles.”
Finalizada la oferta el
valor sería de $230.000. Además se ofrecía una financiación a 30 meses, con la
entrega asegurada en 120 días. En tanto el Sport Luis 700 tenía un precio de
310.000 pesos.
La publicidad gráfica
tenía como eslogan: “El más grande entre los chicos, un gigante en los malos
caminos”. La folletería mostraba a las unidades como un auto familiar incluso
con mujeres conduciéndolos para poner en relieve la versatilidad del vehículo y
también lo publicitaba como “El coche argentino para el pueblo argentino”.
Para la promoción se
fabricaron prototipos que se exhibieron en distintos lugares del país. Según
información disponible se llegaron a reservar 470 unidades que habrían abonado
una seña de $ 50.000.
Qué pasó luego es todo un
misterio. No se construyeron más que los prototipos de los cuales hoy no se
conoce su destino. El hecho es que los 470 clientes que tuvieron intenciones de
adquirirlo se quedaron sin su auto y no se conoce qué pasó con la seña que habrían
abonado. Se supone que con este número de reservas no era suficiente para
iniciar la fabricación en serie o que tal vez las inversiones prometidas por
los empresarios alemanes nunca llegaron a concretarse. Pero lo cierto que el
dato de las 470 reservas solamente están documentadas en la publicidad de la
empresa.
Para tratar de explicar
el fracaso del proyecto el artículo citado concluye que “el mercado automotor
de entonces no escapaba a los años convulsionados de la Argentina. Aquel
contexto, sumado a otros modelos económicos de marcas importantes disponibles
en los concesionarios, combinaron el peor escenario para los vehículos de
Alcre.”
La fábrica de Paraná
Según algunos testimonios
de la zona y otros recopilados por Juan José Batistutti, el local de la fábrica
sería el amplio galpón que hoy en parte ocupa la municipalidad de Colonia
Avellaneda, donde funcionan depósitos y el Centro Comunitario Nº 15. El mismo
tiene superficie cubierta de aproximadamente 20 metros de frente por 50 de
fondo, gran parte en condiciones ruinosas y otras construcciones más pequeñas
al fondo de un terreno muy generoso.
Imágenes: publicidad del automóvil Alcre y la posible localización de la fábrica.