28/8/12

En el cielo las estrellas...


Por Estanislao Córdoba
Hay una cuarteta que podernos decir sin exagerar, son muy pocos los que alguna vez no la repitieron. Es aquella que dice: «En el cielo las estrellas, en el campo las espinas, y en el medio de mi pecho, la República Argentina». Hasta 1966 nada se sabía sobre quién era su autor. Pero en este año, el 1°de Febrero, el diario «La Razón» de Buenos Aires comenta el origen de tan difundida cuarteta de sentido patriótico en toda la sencilla composición de la misma. Su autor habla sido don José Piñeiro, español residente en Buenos Aires y emparentado con una antigua y conocida familia lapaceña, y precisamente aquí en La Paz había sido compuesta la tan mentada cuarteta “…que se remonta a 1901, y por lo tanto es anterior a “La Morocha”, el sencillo tango de Enrique Saborido y Villoldo. Autor de esta difundida cuarteta lo fue don José Piñeiro, quien la compuso en oportunidad de encontrarse en La Paz (Entre Ríos). José Píñeiro había llegado de España en 1896 y trabajaba como mandadero en un almacén en la Capital Federal. Con el afán de progresar, invertí en libros parte de sus ahorros y redactaba pequeñas composiciones en prosa y en verso. Atraído por el sentimiento familiar, en 1901 viajó a La Paz para visitar a su prima Generosa Piñeiro de Dopazo. Carmencita Dopazo, hija de doña Generosa, tenía entonces cuatro años y mucha gracia y se veía en el compromiso de tener que tomar parte en una fiesta escolar, y alguien pidió a su tío que el hiciera un versito.
José Piñeiro
Escuchar "Los argentinitos" de Miguel Mateos
Don José sentía la influencia y atracción de Gustavo AdolfoBecquer, pero escribir especialmente para una criatura le hizo meditar. Entonces se le ocurrió la asociación de la belleza del cielo y la profundidad del amor a la Argentina, y compuso cuatro graciosos versos para que Carmencita en su balbuceo infantil, los dijera en la fiesta de fin de curso.
La nena los aprendió y fue el éxito. El episodio quedó en el olvido para don José Piñeiro, que sin siquiera previo lo que acontecería. Es posible que la maestra anotara la cuarteta y siguiera enseñándola a sus pequeños, pues se difundió y hasta llegó a vulgarizarse en La Paz…”
La niña Carmencita, fue después la señora Carmen Dopazo de Giménez que vivió los últimos años de suestada en La Paz, en la esquina Este que forman calle San Martín y Sáenz Peña, frente al Palacio de Tribunales.
“…Cincuenta años después de aquella visita a La Paz, mientras don José esperaba un tren en Capilla del Señor, oyó a un niño repetir la poesía, lo que le produjo gran emoción.
El tiempo siguió. Los decenios de este siglo fueron sumándose, y los cuatro versos se repitieron por todas partes.
Y así, aquel humilde “mayora de tranvía llegado de Pontevedra años antes, pleno de ilusiones y esperanzas, compuso en 1901 en nuestra ciudad aquellos versos sencillos y emocionantes: «En el cielo las estrellas, en el campo las espinas, y en el medio de mi pecho, la República Argentina».

Este relato fue publicado en la revista Cuando el pago se hace canto, La Paz, enero de 1996, con el título original “La más difundida y popular de las estrofas patrióticas fue compuesta en La Paz”

22/8/12

Más sobre la guerra contra el Paraguay

Por Ángel Harman
La guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay siempre dará lugar a controversias y especulaciones.
De todos modos, es necesario hacer algunas aclaraciones:
1) Este conflicto se inscribe en el largo proceso de conformación territorial de los Estados sudamericanos y de formación de las nacionalidades.
2) Tanto la diplomacia del Estado oriental como la paraguaya cometieron errores inconcebibles q
ue tuvieron influencia decisiva en el origen de la guerra.
3) El Paraguay no era una potencia industrial: el establecimiento de Ibicuy era una fundición de hierro, no muy diferente de las que se conocían en Europa desde fines de la Edad Media.
4) Nadie duda de que el Paraguay era un país independiente, en el cual el Estado ejercía el monopolio de los principales rubros del comercio exterior (yerba mate, tabaco y maderas). Pero su producción esencialmente agrícola y forestal alcanzaba para el autoabastecimiento, y en menor medida, para la exportación a los países vecinos.
5) No se puede decir que la guerra fue alentada por Gran Bretaña. En todo caso, una vez iniciada la contienda, tanto Argentina como el Imperio del Brasil buscaron financiación a través de las casas bancarias británicas, que eran las que mayor presencia y capacidad en la región.
6) La guerra fue aprovechada por grupos empresariales vinculados al gobierno argentino, que hicieron buenos negocios como proveedores del ejército. Esta costumbre no era una novedad, pues venía desde los tiempos de las guerras de la independencia. 
7) De parte del gobierno argentino hubo errores e improvisación: nadie había pensado en que el conflicto durara más de un año. 
8) Además, las deserciones en los ejércitos, más que relacionarse con el sentimiento de unidad americana o de reacción antimperialista, era común en nuestro país: mientras la lucha fuera en territorio propio había posibilidades de conservar el control de las tropas; pero siempre hubo deserciones masivas cuando los conflictos se producían en regiones alejadas del lugar de procedencia de los milicianos.
9) No se puede negar las responsabilidades que los principales actores tuvieron en el estallido de la guerra y en su perduración: en principio, la del Imperio con su afán expansionista; la del gobierno encabezado por Mitre, por haber alentado el derrocamiento del gobierno “blanco” uruguayo; los desaciertos políticos y diplomáticos cometidos por el gobierno oriental; y los errores políticos y estratégicos cometidos por de Francisco Solano López, cuya megalomanía suicida condujo al sacrificio de la mayor parte de su pueblo. 
10) Esta guerra significó para los entrerrianos otro elemento negativo en el declinante prestigio del general Urquiza, que se sumó a las dudas sobre la derrota de Pavón y a las subsiguientes rebeliones protagonizadas por los federales del interior. Pese a la resistencia y desbande de las milicias entrerrianas, un buen número que participó en la guerra murió, en tanto, algunos pocos de los que pudieron regresar, recibieron compensaciones, mientras la mayoría padeció las secuelas producidas por las heridas o por el abandono de sus propiedades. 
La tragedia de la guerra contra el Paraguay ha representado una pesada carga sobre la conciencia de los argentinos. Pero si se quiere comprender en amplitud las causas de la misma, es necesario hacer un análisis profundo de cada una de ellas. No hubo entre los principales protagonistas voluntad de solucionar los conflictos por otra vía; en cambio, millares de hombres de los cuatro Estados fueron conducidos a sufrimientos indecibles. El Paraguay padeció las peores consecuencias de la guerra; pero los otros países quedaron endeudados y maltrechas sus economías.

14/8/12

Los entrerrianos en la Guerra contra el Paraguay


Por Rubén Bourlot
La guerra contra el Paraguay, librada entre 1865 y 1870 por la Triple Alianza – Argentina, Uruguay y el Imperio del Brasil – tuvo en Entre Ríos una amplia repercusión y graves consecuencias. Fue un conflicto ajeno a los intereses de la provincia y del país todo. La guerra estuvo motorizada por el Imperio del Brasil y tuvo como telón de fondo los intereses del libre cambio comercial de Inglaterra.
El Paraguay industrial e independiente era un precedente insoportable para la política británica.
Bartolomé Mitre fue el firmante de la alianza bélica y exigió a las provincias la contribución de todos los hombres disponibles. A Justo José de Urquiza le tocó la movilización de las tropas entrerrianas. Pero los entrerrianos no eran fáciles de arrear por su rebeldía natural y por la impopularidad de una guerra de la mano del Brasil. Hacía medio siglo que la provincia había sido teatro de operaciones de la compaña contra el imperio portugués y aún estaban candentes las bombas que Tamandaré había lanzado contra Paysandú en 1864-65. Allí estuvieron, junto a Leandro Gómez, en la defensa heroica de la ciudad oriental entrerrianos como Lucas Piriz, Waldino de Urquiza (hijo del General), Ricardo López Jordán, entre otros. Era la Paysandú que le cantó Gabino Ezeiza: “Heroica Paysandú, ¡yo te saludo!”, y Olegario V. Andrade: “¡Sombra de Paysandú, sombra gigante…!. Y ahora tenían que marchar bajo la bandera imperial contra los hermanos paraguayos.
El gobierno nacional le impuso a Entre Ríos una contribución de 5.000 hombres de caballería que serían reunidos en el campamento de Calá. Urquiza cumplió sobradamente con ese cometido y partió hacia el norte provincial con 6.000 efectivos que acamparon sobre el arroyo Basualdo, en el límite con Corrientes. En Concordia se encontraba Bartolomé Mitre al comando del cuartel general. Pero el 3 de julio de 1865, aprovechando la ausencia de Urquiza, la caballería provocó un desbande general. Los cuerpos de “victorianos” y “nogoyaceros” escaparon y, al decir de Mitre, “no existe ya el cuerpo del ejército entrerriano” (carta de Mitre a Juan Gelly y Obes). Urquiza le prometió volver a reunir las tropas “después de haber tomado sus medidas contra aquellas que él cree han tenido participación en tan desagradable incidente”. Mitre sostiene que la rebelión fue producto de las “miserables intrigas de alguno de sus jefes, entre los que parece haber sido cabecilla López Jordán”. No obstante Aníbal S. Vázquez (Caudillos entrerrianos: López Jordán), dice que López Jordán se mantuvo en su puesto ante la rebelión. Otros historiadores acusan al santafesino Telmo López (hijo del brigadier Estanislao López), al servicio del Paraguay, de ser el instigador.
No hay dudas que López Jordán no simpatizaba con esta guerra y en una carta que se le atribuye le manifestaba a Urquiza: “Usted nos llama para combatir al Paraguay. Nunca General, ese pueblo es nuestro. Llámenos para pelear a los porteños y brasileros. Estamos prontos. Esos son nuestros enemigos. Oímos todavía los cañones de Paysandú. Estoy seguro del verdadero sentimiento del pueblo de Entre Ríos”. (Ramón J. Cárcano: Guerra del Paraguay).
Según Estanislao Zeballos, el propio Urquiza convocaba a las tropas diciéndole que iban a la guerra contra el Imperio del Brasil.
Tras el desastre de Basualdo, Urquiza prometió reunir un nuevo contingente “más numeroso, más entusiasta y más decidido que el que licencié en Basualdo…”, le asegura a Mitre.
Con mucho esfuerzo logró tener la tropa lista, que para noviembre se encontraba en el arroyo Toledo y ahí nomás se volvieron a desbandar.
Posteriormente, bajo su propia vigilancia, embarcó en el puerto de Concepción del Uruguay dos batallones de infantería y uno de artillería, a los que seguirían otros contingentes en el transcurso de la guerra.
No hay dudas que desde el comienzo fue esta una guerra impopular, resistida por todas las provincias, que provocó la destrucción del Paraguay y horadó el prestigio de muchos de los dirigentes que en ese momento tuvieron que optar entre resistir los embates del gobierno nacional como lo hicieron Juan Saá o Felipe Varela, u obedecer a regañadientes.
“La libertad que los presidentes Mitre y Sarmiento han servido por la guerra contra el Paraguay, cuesta a la República Argentina diez veces más sangre y diez veces más dinero que le costó toda la guerra de su independencia contra España; y que si esta guerra produjo la independencia del país respecto de la corona de España; la otra está produciendo la enfeudación de la República a la corona del Brasil”, escribía Juan Bautista Alberdi (El crimen de la guerra).

3/8/12

Escuelas para cultivar la tierra


Por Rubén Bourlot
Entre Ríos es pródiga iniciativas educativas desde los orígenes de su conformación como territorio autónomo. Ya en 1815, ante el cierre de la escuela parroquial, José Artigas encomienda al comandante Eusebio Hereñú la fundación de una escuela sostenida por el estado en Paraná. Un año después, en 1816 comienza a funcionar la primera escuela lancasteriana de Latinoamérica en Concepción del Uruguay, fundada por el chileno Fray Solano García.
Años más tarde se destaca la labor a favor de la educación sostenida por Francisco Ramírez, que en los reglamentos que organizan la República de Entre Ríos dispone la obligatoriedad de asistir a la escuela a todos los niños e instruye a los comandantes militares para que instalen escuelas en sus respectivas jurisdicciones.
Justo José de Urquiza es reconocido como uno de los pioneros en el impulso de la educación a nivel nacional. A él se le deben múltiples proyectos como la ley de 1826 que ordenaba la construcción de escuelas en villa y pueblos, o la fundación de escuelas normales en Paraná y Concepción del Uruguay, en 1848, dos décadas antes de su efectiva concreción. Pero lo más destacable son las realizaciones como los planes de educación durante sus gobernaciones, la fundación del Colegio del Uruguay en 1849 y el impulso para la definitiva instalación del normalismo en la provincia.
También merece reconocerse la labor de pioneros en sus respectivos momentos a entrerrianos como Martiniano y Onésimo Leguizamón, y Osvaldo Magnasco en sus gestiones a nivel nacional, a Manuel Antequeda como Director General de Escuelas a principios del siglo XX y Héctor Guionet en los albores de la década del ’60, por nombrar algunos.

Formar agricultores
En materia de educación agropecuaria la provincia tiene sobrados títulos para considerársela precursora.  En los reglamentos de la República de Entre Ríos, se estimula a los vecinos para que favorezcan el procreo de los animales vacunos y caballares, y los instruye para que siembren granos y planten árboles frutales.
En 1824, en la memoria del gobernador José León Sola se menciona el envío de jóvenes para estudiar en la Escuela de Agricultura de Buenos Aires, la que fuera fundada por Rivadavia, de efímera existencia.
Durante la gestión de Urquiza, en 1851 se dispuso la formación de chacras en las escuelas de campaña para que los niños aprendieran el cultivo de la tierra. Estas chacras debían tener una extensión mínima de tres varas de frente por tres de fondo.
A fines del siglo XIX comienzan a concretarse las primeras iniciativas para instalar establecimientos de enseñanza agropecuaria, de lo cual ofrecemos algunos ejemplos.

Carbó y la Escuela de Agricultura de Villa Urquiza
Uno de los impulsores de la educación agropecuaria fue Alejandro Carbó, egresado y director de la Escuela Normal de Paraná, que alternó la función docente con el desempeño como legislador. En  1896 fue nombrado presidente del Consejo de Educación de Entre Ríos. Desde esa función se propuso cumplir la ley de educación común promulgada en la provincia en 1886, la cual determinaba que se debían preferir los elementos teórico–prácticos que mejor convinieran "a las condiciones locales de cada distrito o sección escolar, teniendo en cuenta los trabajos habituales del vecindario y el mejor servicio de las industrias existentes o que puedan establecerse según las fuentes naturales de riqueza". Por esa razón estableció un plan de actividades para el Consejo de Educación que determinaba que en las escuelas de campaña (es decir, campo) se haría obligatoria la práctica de la granja escolar para los varones y de jardín para las niñas, a la vez que establecía excursiones a los establecimientos y colonias cercanos a las escuelas. Con el objetivo de cumplir esas disposiciones ordenó la creación de una granja escolar en los alrededores de la capital y una escuela de agricultura en Villa Urquiza. Esta última creada en 1898 en la que fuera la primer colonia agrícola del país fundada en 1853 por Urquiza. El primer director fue un francés, Gastón Decleve. En 1920, un tornado destruyó sus instalaciones. En 1985 fue recreada bajo su actual denominación de Escuela Agrotécnica de Villa Urquiza.

La Escuela de Las Delicias
Durante la gobernación de Leónidas Echagüe, se adquiere 300 hectáreas en la Estación Las Delicias, cerca de Paraná, que se donan al gobierno nacional para la instalación  de una escuela de agricultura que se formaliza mediante el decreto del 3 de mayo de 1900 que crea la escuela de Agricultura "Las Delicias". En 1904 comienza la etapa de organización, funcionando en primera instancia como Escuela Agrícola Primaria.
 Posteriormente se construyen nuevos edificios y el 5 de Junio de 1911, pasa a ser la Escuela Práctica de Agricultura de Las Delicias.
Los cursos duraban 3 años y para su ingreso debían rendir un examen equivalente al tercer grado de las escuelas comunes, pudiendo también asistir en calidad de oyente, siendo el primer egresado don Ángel Barozzi en Junio de 1914 como Práctico Competente en Agricultura y Ganadería.
En 1945 la Escuela de Agricultura Las Delicias pasa a funcionar como Establecimiento de Enseñanza Agrícola Superior, de carácter Politécnico, con la finalidad de capacitar a los agrónomos egresados de las escuelas agrícolas, técnica y prácticamente para intervenir en el manejo de las explotaciones rurales.
En 1946 comienza el nuevo plan de estudios que permitía al alumno obtener el título de cabañero, dado que era una escuela de Tambo y Cabaña. Posteriormente se otorga  título de Técnico en Granja. A partir de 1966 se extienden los títulos de Experto Agropecuario al terminar el ciclo básico, y el de Agrónomo General Nacional de tres años más de duración.

Escuela Agrotécnica de Villaguay
La escuela Justo José de Urquiza, fundada en Villaguay en 1905, se concentra en la enseñanza del cultivo, siembra, recolección de cereales, la cría y cuidados del ganado,  y la transformación industrial de los productos. Los fundamentos de su creación hacen hincapié en la supuesta "ignorancia de la población rural, refractaria a las innovaciones". De ahí que se propicia convencer al alumno de la importancia de las industrias accesorias que "deben resolver el problema de la subsistencia del colono y su familia, y de que de las industrias madres debe arrancarse esto: el ahorro". Los estudios duraban tres años y al mismo tiempo los alumnos cursaban de tercero a quinto grados de la escuela primaria común. Se aclaraba que no se proponía formar profesionales, ni siquiera capataces, sino "desarrollar aptitudes que, bien aplicadas, provocarán la evolución del trabajo empírico hacia el trabajo consciente y fecundo".

Escuela de Avicultura de Colón
En 1903 el diputado Emilio Gouchón proyectó una Escuela de Agricultura en Colón. En 1913, el diputado nacional Méndez Casariego presenta un nuevo proyecto para el mismo fin. En 1927 el Centro de Fomento Departamental de Colón se dirige al Ministro de Agricultura de la Nación ofreciendo 100 hectáreas de terreno a dos kilómetros de la ciudad para una Escuela de Avicultura que empieza a funcionar como un establecimiento agrícola siendo su primer encargado el agrónomo Humberto Fonseca. En 1937 empieza a funcionar como Escuela de Agricultura en Formación, sin alumnos oficiales y con peones aprendices. En 1942 asume la dirección el agrónomo y administrador rural Guillermo San Román, quien le imprime una orientación más técnica a la escuela. Viendo que la avicultura está muy desarrollada en la zona y que se realizaba con técnicas precarias se comienzan a dictar clases teóricas en la Universidad Popular y prácticas en el Establecimiento. Los primeros egresados en 1946 obtuvieron el título de Práctico en Avicultura. En marzo de 1944 la “Escuela en formación” pasa a ser Escuela de Avicultura, funcionando oficialmente.
El 2 de julio de 1944, se coloca la piedra fundamental del futuro edificio de la Escuela de Avicultura con su respectivo internado que se inaugura el 26 de mayo de 1952.
En la década del ’60 se modifican los planes de estudio con la incorporación de dos ciclos, un básico del cual los alumnos egresan con el título de Experto en Granja y otros superior del cual egresan con el título de Agrónomo Nacional. Hasta fines de la década del ’80 perteneció a la jurisdicción nacional.

La formación de maestros rurales
Con el objeto de implementar el plan de implementar las granjas anexas a las escuelas rurales, establecidas por la ley de educación común de 1896, en 1904 por iniciativa de Manuel Antequeda se resolvió crear una escuela para la formación de maestros que a su vez tuvieran conocimientos en técnicas de cultivos y crianza de animales para trasmitirlas a sus alumnos. Así nace la Escuela Normal de Maestros Rurales Juan Bautista Alberdi, ubicada en las cercanías de la estación Tezanos Pinto. Es la primera escuela en su tipo de Latinoamérica. En esta escuela estudiaban exclusivamente varones.
Medio siglo después, en 1862, durante la gobernación de Raúl Uranga y la presidencia del Consejo General de Educación de Héctor Guionet, se fundó la Escuela Normal de Maestras Rurales Almafuerte, en las cercanías de La Picada. De esta manera se agregaba la perspectiva femenina al magisterio rural.
Hoy ambos establecimientos son mixtos.

1/8/12

Un singular establecimiento con pretensiones socialistas


Por Rubén Bourlot
En las cercanías de la localidad de Hughes, departamento Colón, Entre Ríos, un siglo atrás funcionó un establecimiento agropecuario de singulares características. Aún hoy se encuentran ruinas de lo que fue el sueño socialista de Juan José Durandó (Jean Joseph Durandó).
En 1978, quien escribe visitó los vestigios del establecimiento, enredados entre la maleza, y recogió testimonios de vecinos y descendientes de Durandó que residían en Colón. Entre otros a Eduardo Durandó, de 82 años, hijo de Juan José y quien vivía junto a dos hijas. En Hughes el guía fue Raúl Morel, uno de los propietarios de una tradional panadería del lugar.

El socialismo utópico entre nosotros
Según relata el historiador Héctor Norberto Guionet, “la creación del "falansterio" (de colonia Hughes), fue una experiencia insólita del siglo XIX, una comunidad singular que vivía del trueque. Jean Joseph Durando, fue sin duda su principal protagonista”.
El término “falansterio, viene de falange. Significa edificación para actividades de gente que vive en comunidad. La recreación del falansterio surge de las ideas de François Fourier (1772-1837), socialista utópico francés, uno de los antecesores del socialismo científico, autor entre otras obras de El nuevo mundo industrial y societario”, sostiene Guionet y agrega “era una asociación voluntaria de familias que vivían en comunidad. Nadie los obligaba; el que quería entraba, como en una cooperativa”.
Según lo expresa Guionet, el valesano Jean Joseph Durando había formado un pueblito, una "petite place", con los que lo seguían, llamado también colonia Hugues.  En sus orígenes fue establecimiento Agrícola-Industrial, que después tomó el nombre de su fundador, Durandó.

Las ruinas del falansterio
En 1978, se podían ver los vestigios  de un establecimiento agropecuario fuera de lo   común, creada por un visionario. Aún permanecían en pie las gruesas paredes de ladrillos de varias construcciones. En el interior, existían sótanos de dimensiones considerables a los que se accedía mediante escaleras de madera de muy excelente confección. Lo mismo se podía decir de los techos y sus pisos que se conservaban en buen estado.
Era interesante observar los baños para el personal, individuales y de una construcción que poco difería de las actuales.
Otra construcción de que llamaba la atención era el molino harinero, con paredes construidas con enormes piedras labradas, que funcionaba con un motor a vapor apoyado sobre una enorme piedra. Varios basamentos de este tipo se podían ver en las construcciones aledañas.
Edificio de la escuela en 1978

También  permanecía en buen estado la edificación la escuela primaria que funcionaba en la granja, con su techo a dos aguas y cielorraso de paja.
En los alrededores se erguían ejemplares de de un monte frutal con ejemplares de perales, durazneros, entre otras especies. También había plantaciones de robles, coníferas y  otros.
Un molino abastecía de agua a tanque de hierro remachado, que se distribuía mediante cañerías que aún se podían ver.
Dentro de las habitaciones de lo que fuera la residencia quedabann algunos restos de muebles y un baúl de viaje con una inscripción de despacho desde Francia a “Villa Colón” a nombre de P. Massera.

Un día en la Granja Durandó
Es la madrugada de un nuevo día, allá por los finales del siglo diecinueve. Aún las sombras impiden vislumbrar el paisaje ondulante cubierto por espinillares que años atrás invadían la zona, pero que a esta altura van dando paso a las mieses, día a día más extendidas merced al trabajo de los gringos inmigrantes.
En las chacras el canto de los gallos se oye mezclado con las voces somnolientas de los colonos que se aprestan para iniciar - una vez más - las tareas en las chacras. En uno de esos establecimientos, muy singular, en la colonia fundada por don Luis Hughes, la actividad va tomando el ritmo que no se detendrá hasta el anochecer. En todas las edificaciones resplandecen las lámparas de carburo. Más de un centenar de almas darán la emergía a esa máquina que es el establecimiento de José Durandó. Luego del humeante desayuno, preparado por el cocinero Julio Antonio Jaton, cada hombre y cada mujer partirán rumbo a su lugar de trabajo, donde los encontrarán los primeros albores del amanecer.
Minutos después, la escuela se puebla de voces infantiles, donde los niños observan atentos las explicaciones de la maestra Elena Andreasi. Cerca del molino harinero la gran caldera, una innovación, comienza a inyectar vapor para movilizar la maquinaria de la molienda y del torno, que en manos de Humberto Haudemmand proveerá de los útiles necesarios para el trabajo cotidiano.
Desde el edificio principal, Juan José Durandó imparte órdenes y supervisa las diversas tareas. La actividad continuará a lo largo de toda la jornada hasta que el astro rey de paso a las primeras estrellas. Así todos los días, hasta el domingo, día destinado al reposo y  la meditación. Entonces la banda de música descubrirá sus relucientes bronces dando la nota agradable a la jornada.
Dice Héctor Guionet que “Durandó incluyó en su búsqueda el auxilio religioso a su numerosa comunidad a la que inducía, no a un nihilismo que negara toda creencia, pero sí—consciente de que todo se desarrolla en el interior del hombre —a un nuevo compromiso con la fe en lo que Grand Père proveía mostrando el camino por seguir cada vez que su interlocutor —Monsieur Durandó—lo consultaba concentrándose en sus invocaciones al caer la tarde.
Su palabra era, entonces, la palabra de Dios. Ello así aunque cada vez que anunciaba: ‘Hablé con Mon Père, Notre Père o Le Grand Père’, agregaba que también los demás podían lograr una comunicación directa con Él sin su intermediación”.
Quizás diste en algo o en mucho de la realidad esta reconstrucción imaginaria de una jornada en el establecimiento Agrícola Industrial de Juan José Durandó de colonia Hughes. Pero sí podemos afirmar que por aquella época el trabajo era duro, constante y por cierto consecuente, pues aun lo demuestran los vestigios que perduran. El progreso del establecimiento fue fruto de ese trabajo.

Hombres, mujeres y oficios
EI alma mater de todo ello fue don Juan José Durando, nacido en Turín (Italia) el 7 de marzo de I842, hijo de Constantino Durandó y María Luisa Coquoz. Se nacionalizó Suizo, casándose en Vevey (Suiza) con Ema E. Pittex, oriunda del Cantón de Vallais, nacida el 28 de marzo del 1862. Según Héctor Guionet, había nacido en Evionnaz, cantón del Valais, Suiza.
 Durando llegó a estas tierras el 18 de diciembre de 1874 y realizó varios viajes a Europa para traer inmigrantes y materiales para su singular establecimiento. Sin duda la prédica entusiasmaba a los europeos que se embarcaban en la búsqueda de una nueva quimera. En diciembre de 1888 traslada de Europa a su familia.
Eduardo Durandó, hijo de Juan José
En 1894 vuelve de Europa con Pedro Massera  que tendría un papel fundamental en el desenvolvimiento del establecimiento. Nacido en 1847 en Cicogna (Italia), hijo de Juan Massera y Teresa Reggazzini. Se casó con Carolina Crivelli en 1870. Este empresario de obras, tal su título, asociado a Durandó fue responsable de la organización y construcción de las edificaciones de la granja.
En la documentación donde figuran los datos personales de cada uno de los habitantes del establecimiento resulta muy ilustrativo observar los oficios de muchos de ellos. En su mayoría son agricultores. Además podemos individualizar nombres como Enrique Corbaz, jardinero, Juan Ducret, sastre, Augusto Hegglin, tornero, Humberto Haudemmand, carpintero, Julio Antonio Jaton, un exquisito cocinero, José Raynaud zapatero y Francisco Juan Massera (hijo de Pedro) que figura como dibujante pero que luego de separarse del establecimiento continúa sus estudios, y es responsable de la construcción de la costanera colonense.
Cabe acotar que Francisco Massera es el padre del almirante Emilio Eduardo Massera. En 1807 ingresa a la granja Juan Bautista Andreasi, italiano, nacido en 1883, de profesión tenedor de libros.
En junio de 1903 también hace su ingreso Elena Andreasi, maestra jardinera de Concepción del Uruguay, que desempeña tareas docentes hasta 1916 cuando se retira "por su propia voluntad" como reza en los apuntes citados.
EI establecimiento también contaba con un prestigioso grupo musical. Una banda que actuaba no sólo dentro del mismo sino también en localidades vecinas como San José, Colón y en oportunidad de inaugurarse la capilla San Luis Gonzaga de Hughes.
Indudablemente la evolución de la granja tuvo un momento de gran auge, para luego ir declinando su actividad que la llevó a su desaparición. Si bien no tenemos precisiones al respecto, sabemos que luego del fallecimiento de Durandó el 3 de octubre de 1916, el establecimiento continuó en manos de su administrador Antonio Ramat.
La institución fue decayendo teniendo que soportar el asedio que se imprimía desde afuera por diversos motivos y también por la disconformidad de los miembros del grupo por el rigor impuesto. Tal vez la intolerancia religiosa y política fueron definitorias, como lo insinúa Guionet cuando se refiere a los conflictos entre Durandó y el cura de la iglesia de Hughes: “Contrariado el abate de Hugues  lo visitó para tratar de disuadirlo de continuar considerándose con el poder de comunicarse con Notre Père y transmitiendo a las personas la voluntad divina sobre cómo resolver sus cuestiones domésticas. No logró convencerlo y esto enojó aún más al cura católico. Se quejó entonces al párroco de Colón y al obispo de Paraná. Lo acusó de que el casi centenar de personas que vivían en el establecimiento trabajaban los días de guardar, que había chicos sin bautizar y que no siempre recibían enseñanza religiosa.
“La autoridad católica consideraba el Falansterio de Durando de ‘espiritista’. La Iglesia lo combatía y había logrado la deserción del Establecimiento de numerosas familias”. Luego de disuelta la institución muchos de sus antiguos integrantes dispersos volvían a reunirse los 12 de enero para festejarla llegada del año.

19/7/12

Urquiza, el látigo y la espada

Por Rubén Bourlot


Figura controvertida y contradictoria la de este estanciero y político llamado Justo José de Urquiza. Una mixtura entre señor feudal criollo y burgués incipiente.
A lo largo de cuatro décadas fue dueño de la política y de las haciendas de los entrerrianos. Hombre implacable cuando había que serlo y cuando no también, tanto con la espada combatiendo a los enemigos como con el látigo para obtener obediencia. Dejó una marca imborrable en las instituciones de la provincia y en el país y también una numerosa descendencia. Alguna fama se hizo de galante que lo mostró muy temprano entreverado con las féminas de la familia López Jordán y después con cuanta damita orejana o no que se le cruzara en el camino.
En 1827, ya diputado y presidiendo la cámara, mostró sus uñas de político con un proyecto de ley para erigir una pirámide en homenaje al caudillo Francisco Ramírez. Después se encumbró en la carrera militar y su prestigio fue creciendo en tiempos de la confederación rosista. En 1841 alcanzó la máxima magistratura de la provincia y como buen federal saturó de rojo (rojo punzó) la provincia. Sólo el cielo permaneció celeste porque no se podía teñir. Llegó a prohibirse la introducción de “géneros teñidos o pintados con los colores verde o celeste” (por considerarlos unitarios).
A la par de su prestigio crecieron sus propiedades: estancias y tropa. Pero también cultivó otras pasiones como la de fomentar la educación. Mucho antes que Sarmiento impulsó la enseñanza primaria, secundaria y superior que se cristalizó en su principal creación: el Colegio del Uruguay.
Siempre estuvo rodado de hombres de prestigio, notables emigrados europeos,  que lo mostró como una especie de déspota ilustrado, refugiado entre los muros de palacios europeos, rodeado de pinturas y esculturas, aves y árboles exóticos.
Cuando creyó que a Rosas se le había agotado su media hora, resolvió sacarse ese molesto contrapeso y se catapultó a la cresta de la ola. Encabezó la organización del país, que ahora sí debía funcionar bajo el imperio de la ley. “Entro a mandar obedeciendo”, proclamó. Y debió probar la misma medicina que tuvo en vilo al Ilustre Restaurador. La intriga de los unitarios del puerto de Buenos Aires, ambiciosos exclusivistas que  no toleraban estar bajo el poder de un provinciano. Sin poder ni ganas de insistir en la unidad nacional desde el interior, en Pavón entregó el bastón a Mitre y se volvió a su provincia para gobernarla y emprender sus proyectos particulares. Incapaz de reconocer los límites entre lo público y lo privado.
En su incipiente papel de burgués proyectó un moderno saladero para manufacturar sus reses y una avanzada fábrica de paños que no llegó inaugurar, entre otras empresas.
Pero su espada y su látigo habían generado un sinnúmero de odios. Demasiados. El filo que tanto blandió contra sus enemigos se dio vuelta y cobró su vida de una sola estocada. 

17/7/12

Primer himno cooperativo entrerriano



Por Ricardo César Bazán (Tec. Sup. en Cooperativismo)
El Himno de los Cooperadores Entrerrianos compuesto por el gran poeta Guillermo Saraví en el año1934 es el primer himno Cooperativo de Entre Ríos, tal vez el primer himno argentino y también latinoamericano.

Sobre el concurso realizado a continuación transcribo material extraído de la “Memoria” del Ministerio de Hacienda y Justicia de Entre Ríos -presentada a las honorables Cámaras Legislativas, por el ministro Dr. Bernardino C. Horne- del Año 1934, bajo la gobernación del Dr. Etchevehere.
El 1 de Julio de 1934 se instituyó el “Día de la Cooperación en la Provincia”. En sus considerandos reza lo siguiente: “Que es necesario difundir la idea cooperativista ya que con ella, a la vez que se coordina la vida de los hombres, se da solución a diversos problemas que el individuo aisladamente no puede resolver, especialmente los que se vinculan a la producción, como el de la comercialización de los productos y de las industrias propias”. 

Día de la Cooperación
“Habiéndose instituido, con el aplauso unánime de la prensa e instituciones de todo el país, “El Día de la Cooperación”, fijando para celebrarlo el primer sábado del mes de julio, los técnicos debieron multiplicar sus actividades para poder dar cumplimiento a las numerosas conferencias sobre cooperativismo que se desarrollaron en distintas partes de la provincia con ese motivo.
En oportunidad de ese día - que se tradujo en un justiciero homenaje hacia los hombres del agro entrerriano-, se dictaron clases especiales en las escuelas provinciales y nacionales, realizándose actos alusivos en todas las cooperativas y, especialmente, en la Escuela de Granja “Urquiza” de Villaguay, donde, con asistencia del suscripto (otras autoridades, representantes de numerosas entidades cooperativistas, y niños de las escuelas), se celebró por primera vez esta nueva y simpática fiesta, inaugurándose un mástil conmemorativo.
Asimismo, el Ministerio de Hacienda organizó un concurso literario en prosa y en verso sobre el tema la Cooperación y de monografías sobre el desarrollo del cooperativismo en Entre Ríos.
El Jury que adjudicó los premios – que lo fueron en dinero – estuvo integrado por el señor Aníbal Vázquez, el doctor Raúl Uranga y el profesor Isidoro Neyra. Resultaron premiados, de las composiciones en prosa, la presentada por el señor Raúl Bernardis y de las en verso, las siguientes:

Himno de los cooperadores entrerrianos
(Primer premio)
 Autor: Guillermo Saraví


Somos haz de energías vitales
que por obra de un santo milagro
en la entraña proficua del agro
señorea su intenso vigor;
y al unir nuestras útiles manos
que el honrado trabajo encallese,
conquistando tener nos parece
muchos tramos de patria mejor!

Hombro a hombro en la diaria jornada
nuestra máscula fuerza culmina,
y a la enorme colmena argentina
-que a la par colmena es crisol,-
da el tributo entrerriano que ahora
como ayer, renovando el prodigio,
se valora en el símbolo frigio,
camarada perpetuo del sol!

Por la unión, nuestro activo desvelo
su conquista sin término afianza
y al crecer la dichosa esperanza
que es la misma raíz del afán,
con los linos el cielo decreta
tapizar la cuchilla encantada
y hay del trigo en la espiga dorada
desmedidas promesas de pan!

Bendigamos el lazo invisible
que las almas dispares estrecha;
que sostiene y alienta en la brecha
nuestra noble, creciente legión;
que al esfuerzo fecundo libera
del dolor del mañana inseguro
nos permite clavar el pendón!

Que los vientos contrarios resista,
que quebrante las fuerza hostiles,
ya que un haz de energías viriles
por su nexo apretadas están.
Y por él, en los tiempos que viene,
renovando entusiasmos y bríos,
que no sangre jamás Entre Ríos
en las luchas por techo y por pan!

                       Seudónimo “Boyero”


También se premio en segundo término a la siguiente composición:


Canto de los cooperadores
Autor: José Pablo Manfredi


                            I

Cantemos, colonos, al amor que inspira
la patria, sus campos, sus leyes, su Dios.
Démonos las manos y unidos cantemos;
somos una ronda de espigas al sol
somos una ronda de espigas al sol.

                              II

Cantemos, agrarios, nuestra convivencia
de ideas y penas, de triunfo y sudor.
“¡Todo por el predio!” “¡Por la patria todo!”
clama conmovida, unísona voz,
clama conmovida, unísona voz.

                      I (bis)

Cantemos colonos, el amor que inspira
la patria, sus campos, sus leyes, su Dios.
Démonos las manos y unidos cantemos:
¡Somos una ronda de espigas al sol!
¡Somos una ronda de espigas al sol!

                    II (bis)

La heroica Entre Ríos loa sus trigales,
su agrícola fuerza, su industrial vigor,
y en medio al Empeño, la Fe y el Ahorro
la cooperativa muestra su creación.
la Cooperativa muestra su creación.

                    Coro

Cantemos, cooperados
nuestra dorada unión
bajo vital mandato:
consumo y producción.
Cantemos, cooperados,
nuestra dorada unión.
Cantemos cooperados nuestra cooperación.
Cantemos cooperados
Nuestra cooperación”.

En el año 2011 envíe a la ciudad de Rosario la letra y música del Himno de los Cooperadores Entrerrianos y fue grabado en un CD gracias a la colaboración de la Fundación “Para Cooperativas y Mutuales Escolares” cuyo presidente es el Sr. Adolfo R. Zanni.

                                                                               

10/7/12

Un calandria cobra vuelo


Por Rubén Bourlot
Nació cerca de Larroque, se fue al mundo y canta aires criollos. Es Ana Frías, nacida en el campo, en Talitas, que le brindó cobijo en sus días de infancia y seguramente la marcó para siempre. 
“Fui a la escuela número 18, a caballo como todo el mundo en mi Picaza – cuenta -, no era muy ligera pero igual se apuntaba a las carreras de ida y de vuelta. 
“Yo era bastante salvaje, estaba casi siempre jugando o recorriendo el campo. También pasaba horas cantando en una hamaca colgada en un paraíso, me sentaba mirando hacia el campo; a veces de noche algún vecino de los más cercanos me hacia coro”.
Como en los tiempos de la primaria
De ese entorno y de su familia le vino su pasión por las cosas del arte y del canto. “Mi papá trabajaba con animales y mamá, que tenia tendencia feminista, en casa, era muy buena cantora, cantaba tangos. A veces, cualquier día y en cualquier momento se abrazaban y se bailaban un vals. Él también andaba siempre cantando o silbando. Hay muchos parientes músicos que aparecían a darnos serenata o tocaban en reuniones, pero ninguno profesional”.
Cuando se terminó la escuela primaria partió para Larroque, la ciudad de María Ester de Miguel y Roberto Romani, y comenzó a cantar en el Coro del Perpetuo Socorro, donde interpretaba como solista temas folklóricos y posteriormente acompañada por el guitarrista Ricardo Elena.
“Soñaba con viajar, mi vida transcurría en un espacio bastante chico, así que decidí estudiar Turismo  y me fui a Buenos  Aires para hacer la licenciatura. Enseguida me propusieron trabajo de modelo y me gustó, además ya me había dado cuenta que lo del turismo no era lo que yo creía”.

El encuentro con el Mundo
“Con este nuevo trabajo empecé a viajar, había muchas posibilidades en ese momento. Sólo había que animarse”.
Se fue a España donde trabajó como modelo algunos años hasta que la convocaron para hacer cine junto a Antonio Banderas – actuó en películas como Trío y  Así como habían sido- con el seudónimo de Ana Vasoni.  “Me gusto ser actriz –dice -. Estudié en la Escuela Integral de Actores de Cristina Rota en Madrid. Después de 10 años empecé a sentir ganas de volver. 
De vuelta a Buenos Aires siguió con la actuación “hasta que al interpretar a una bailarina de tango en una película descubrí la magia de esa danza. A los tres meses debuté como bailarina.
“Bailé en la Orquesta Nacional  Juan de Dios Filiberto, en festivales y estuve dedicada a la docencia”. Actuó en los reductos tangueros más importantes de Buenos Aires, presentando su espectáculo denominado La Maleva  junto al maestro Germán Erijimovich en piano y Marcelo Maechelini.
Con el tiempo sintió la necesidad de volver a su antiguo amor por el canto. “A medida que perdía el entusiasmo por la actuación iba sintiendo la necesidad de volver a cantar, y empecé con el tango, en ese momento me movía en ese entorno y vivir en Buenos Aires me hizo más fácil la comprensión de este género. Fui recorriendo y conociendo los diferentes estilos y  la propia historia del tango me fue llevando a lo criollo, a los primeros repertorios de Gardel y de Nelly Omar donde están sus genes, y finalmente de Amalia de la Vega. Me encantó el refinamiento de estas canciones; me encontré como caminando entre mi propia historia cuando empecé a cantarlo.

Los nuevos viejos aires criollos
Tapa de su álbum Criolla
Escuchá "Mate amargo"

Del tango fue acercándose a esa musicalidad que seguramente había bebido en su infancia, en la colonia Talitas, entre  paraísos y espinillos. Esos aires que acariciaban su rostro cuando retozaba por el campo sobre el loma de su Picaza. Ahora canta aires criollos que se plasmaron en un disco que precisamente se llama Criolla. “Este álbum es el reflejo de una etapa de encuentro con mi esencia, de soltar esquemas y dejarme ser a través del lenguaje conocido de estos valses y milongas. Son canciones de Argentina y de Uruguay, porque creo que este género criollo esta hecho de partecitas de todos los del cono Sur, más allá de las divisiones políticas de países y provincias, por eso creo que es muy positivo rescatarlo, grabarlo y difundirlo”. Entre las interpretaciones se encuentran Mate amargo, Tristeza criolla y Milonga de dos orillas.
El destacado difusor de nuestro folclore Marcelo Simón lo caracteriza como un “fantástico trabajo, un gran modelo estético, muy bien cantado, con un repertorio que nadie aborda en estos días…” 
“Me dio mucha alegría que Marcelo Simón destacara este disco – dice Ana - porque él puede apoyar estos proyectos, y hacer que esta música llegue a tanta gente que le gusta y a tantos jóvenes que están muy entusiasmados por aprenderlo tal como es.
“Hace falta difundir toda la música – reflexiona - y dejar que el público seleccione creo, es grandiosa la variedad de estilos de artistas y de obras, y todo eso está para dar. 
Con respecto a la presencia de Entre Ríos en su repertorio explica que “cuidé que Entre Ríos estuviera presente en el cd. Estoy muy agradecida a la provincia por haberlo declarado de interés cultural, por el prólogo de Romani y a los auspiciantes. Quiero llevar a Criolla por toda la provincia porque sé que les va a gustar, ahora estoy en eso”.



26/6/12

En al huella de Artigas (IV)

Rumbo a un nuevo aniversario del Congreso del Arroyo de la China (29-6-1815) transcribimos la cuarta y última entrega de la conferencia pronunciada por Wáshington Reyes Abadie en el Colegio Nacional del Uruguay el 11 de junio de 1983, durante las Primeras Jornadas Humanísticas organizadas por la institución educativa de Concepción del Uruguay en adhesión a los 200 años de la ciudad.

Escribe Artigas, refiriéndose a las deliberaciones del Congreso: “Resolvió tan respetable corporación, el Congreso de los Pueblos Libres reunidos en Concepción del Uruguay, marchase nuevamente ante el gobierno de Buenos Aires cuatro diputados (del Congreso de Artigas ) que a nombre de este Congreso General representase la uniformidad de sus intereses y la seguridad que reclaman sus provincias”. 
En efecto, partirán en breve para aquel destino los ciudadanos Dr. José Simón García del Cosio nombrado por el Entre Ríos. Y aquí una precisión: en la época fue corriente dar denominación en sentido lato a Entre Ríos para Misiones, Corrientes y la propia Entre Ríos. Se elige al doctor Cosio de la zona central de Corrientes para todo el Entre Ríos por ser el hombre de vastas luces y de respeto y consideración de todos los vecindarios, y además por no tener representatividad, posiblemente, de la dimensión del cabildo. En todo el sistema representativo federal primero hay una fuerte adhesión al viejo derecho indiano que confería representaciones en cortes o congresos a las ciudades con cabildos y no a las villas o pueblos que no lo tuvieran. Don José Artigas es amplio en la convocatoria porque se dirige a la villa, a pueblos, pero que en el acto en que el congreso designa le confiere al cabildo, al representante del cabildo de Corrientes, la representación de Entre Ríos. Al doctor Andino por Santa Fe – Cabildo -, al doctor Cabrera – Cabildo – por Córdoba y a don Miguel Barreiro por la Banda Oriental – Cabildo -. Es decir cuatro ciudades con cabildo. El congreso toma esos representantes y los hace suyos y los envía a Buenos Aires, “todos con los poderes e instrucciones bastantes a llenar su comisión”. Van estos diputados a Buenos Aires y comienza una larga gestión. No voy a fatigar a ustedes con este particular detalle de la gestión. Sépase que fracasó y que fracasó porque mal podía triunfar una gestión que estaba de antemano destinada a no ser atendida ni entendida por cuanto no se había hecho otra cosa, de parte del Directorio de señor Álvarez Thomas, que ganar tiempo para preparar un nuevo asalto sobre el flanco de Santa Fe con sus ejércitos y con la escuadrilla volante desde el Paraná, y que sacudió incluso hasta el soborno en dinero para ganar voluntades de algunos jefes montaraces de las montoneras entrerrianas y orientales, para volcarlos a favor del Directorio. No se escatimó nada. Al extremo, además, que estos diputados por la inveterada tradición americana que penetra en el fondo del medioevo castellano, de nuestro derecho esencial, eran inmunes como diputados de los pueblos, fueron alojados en una fragata de guerra, la Neptuno, sin poder abandonar los camarotes. Sus alojamientos un poco singulares para alojar diputados de los pueblos libres. Y en esos ámbitos de la nave de guerra, surta en la bahía de Buenos Aires, les llegó finalmente un hombre bueno – la historia está llena de hombres buenos que ha sido intérpretes de maldades -. Un comisionado respetable en su persona, don Ignacio Sáenz, el padre Ignacio Sáenz, con el cual estos diputados melancólicamente, luego de haber hecho una protesta admirable por la energía y posición con que se expresan ante el directorio que no fue finalmente contestada, ante don Ignacio Sáenz, sólo melancólicamente pueden suscribir una sola frase que dice: “habrá paz entre el director Álvarez Thomas y el Protector de los Pueblos Libres”. 
Todo el tremendo, vertebral problema de fundar sobre principios de decisión soberana de dos pueblos la estructura del a patria quedaba reducido a una querella menor de investiduras de dos personajes, o de pretensiones de dos personajes. Y en la triste historia con que a veces nos manejamos así ha quedado un poco planteado el tema. Como un problema de personalismos, lo que es un problema vertebral, esencial de la constitución y del concepto que se tenga de quien es el verdadero titular del derecho público en la constitución de una patria. 
Los acontecimientos que habrán de seguir traerán, con la llamada “sublime intriga” por Mitre, refiriéndose a la maniobra grosera con que se gestó la tropelía de la invasión del Portugal sobre los pueblos libres, que no debía haber separado el Uruguay, en el designio de las instrucciones originarias de quien sería cívicamente llamado “pacificador”, debía haber marchado hasta la línea del Paraná. Pero tiene una obsesión bonaerense, partir la torta en el Paraná, salvar el puerto preciso. Claro, Santa Fe era el nudo de las comunicaciones con el norte. Pero amparado por una franja que querían sacar; que no se emponzoñaran Santa Fe y Córdoba con esta peste del Litoral, afuera Santa Fe. Entonces las instrucciones originarias de Lecor es avanzar hasta el Paraná. Habrá acontecimientos que modificarán la marcha. Y en el engrudo no era ajeno, por cierto, el imperio británico, siempre vigilante sobre tan ricos mercados. Porque el señor Lecor traerá, como es sabido, de asesor militar - ¡creíamos que el nombre de “asesores militares” era de este tiempo!, ¡qué equivocados estábamos! , pero la dolorosa historia de nuestros pueblos ya registró el sofisma en sí mismo de la denominación de la intervención subrepticia de las potencias interesadas en sacar la castaña con mano ajena – cuando el mismísimo conde de Beresford, Williams Carr Beresford, el prisionero que pudo escapar de Luján por la inteligente complicidad pava de Saturnino Rodríguez Peña, ¿recuerdan?. El conde Beresford venía para asesorar y para reforzar la invasión 2.000 lansquenetes mercenarios alemanes contratados, munición, barcos y armamento – no sé, sería porque sobraba acero – hechos en Sherfield que está casualmente en al islas británicas. Lecor que había sido el jefe de la vanguardia de Waterloo. Iba a venir el propio duque de Wellington pero sufrió un ataque renal y fue sustituido por su jefe de estado mayor en Waterloo: Beresford. 
Digo esto señores para que se den cuenta que se daba a esta expedición un cierto interés y un cierto rango, porque no se mandan generales de primera para pequeños episodios menores en estas alejadas tierras. Se pensó en el duque de Wellington y luego se lo sustituyó por el conde de Beresford, como “asesor” de Lecor. Es porque importaba callar la boca de los pueblos libres y el sistema del Protectorado. No era, estimados amigos, meramente una actitud paternalista del viejo y admirable caudillo. El Protectorado era un sistema americano de tarifas diferenciales protectoras que formaban un mercado intermedio incómodo a la fácil penetración de las mercancía británica introducida por los amables consignatarios y clientes de los puertos de Buenos Aires y luego rápidamente Montevideo. De manera, pues que había que romper ese núcleo intermedio que osaba oponerse a las ideas de libertad de comercio tan prestigiosamente defendidas por el inteligente Adam Smith y tan hábilmente aprovechadas por los comerciantes de ambas márgenes y sus proveedores ingleses. No era un simple episodio de pequeña intriga, de doctrina entre unitarismo y federalismo, era mucho más profundo. Ya vendrá después aquel que dirá que hay que hacer la unidad a palos. Eso vendrá después. Por ahora se dan los palos sin mentarlos.
Y el hecho es que en ese contexto se desvanecerá la voluntad del pueblo. La guerra, en el frente interior y en el frente externo, la guerra que acabará con el Protector de los Pueblos Libres y con la posibilidad de obtener desde las bases mismas de los pueblos de la Patria Grande. Pero la primera formulación y denuncia categórica y la primera presentación frontal de un programa común de las provincias tuvo lugar en esta honorable ciudad de Concepción del Uruguay un 29 de junio de 1815. Y hoy, que en este junio de 1983, levantamos nuestro recuerdo a la fundación, 200 años ha de este primer vecindario, unamos en nuestro recuerdo el título de honor de haber sido la sede primaria del primer congreso auténticamente libre y democrático de los pueblos americanos del Plata. 
Pienso, pues hacer que desde cada uno de nuestros pueblos, de nuestras comunidades y vecindarios, con este caso, al reconocer en cada uno de ellos la parte o porción que les haya correspondido en el intento grande y generoso, fraterno de armar, de instituir la convivencia de la comarca unida del Río de la Plata. Rescatar esto es, a mi modo de ver, hacernos conscientes del legado auténtico de nuestra historia y comprender que efectivamente ella nos compromete ante la nación americana inconclusa a que, superando esquemas maltrechos de las patrias hechas a medias, podamos reconstruir esta curiosa nación plural donde, sin perder ninguno de nuestros pueblos el color, la particularidad, la singularidad propia; lo que decía el caudillo: la soberanía particular, se integren armónicamente en una soberanía compartida mayor que nos asegure a todos por fin el ser protagonistas o al menos actores de nuestro destino por nosotros mismos, sin tener que estar viviendo en los sobresaltos que quedan sometidos eternamente los pueblos que no acaban de concluir su gran proyecto histórico nacional. Si no concluimos el gran proyecto soñado por los libertadores no descansarán estos en paz por más homenajes, ofrendas y recuerdos que le tributemos y nosotros no volveremos a encontrar la huella del viejo camino histórico que una vez nos hicieron perder el andar.

14/6/12

En la huella de Artigas (III)


Rumbo a un nuevo aniversario del Congreso del Arroyo de la China (29-6-1815) transcribimos la tercera entrega de la conferencia pronunciada por Wáshington Reyes Abadie en el Colegio Nacional del Uruguay el 11 de junio de 1983, durante las Primeras Jornadas Humanísticas organizadas por la institución educativa de Concepción del Uruguay en adhesión a los 200 años de la ciudad.

Aquí emerge la voluntad federal como primer paso básico de la organización futura de los pueblos, es en la voz de los provincianos libre y espontáneamente electos ante una convocatoria abierta y no coartada, no calificada luego con trocha angosta para impedir que se formaran mayorías adversas a tal o cual posición. Y también los entrerrianos, y también los de la Banda Oriental y aquellos diputados indios de que os hablé no llegaron; tenemos la constancia de que llegaron tarde, la distancia no los permitió estar en los días aquellos del 29 y 30 de junio, en que tuvieron lugar las deliberaciones del Congreso del Arroyo de la China. Lo sabemos por el propio Protector que con fecha 29 de agosto se dirige a los diputados que habían sido electos manifestando que desgraciadamente no pudieron llegar pero que les agradece todo el interés y devoción puesta en la procura de estar en la causa federal de los pueblos. Convendría decir que Córdoba eligió, tenemos el acta, al ilustre doctor José Antonio Cabrera, el cual nos ha dejado a su vez una relación de lo actuado en este congreso que podemos utilizar como el elemento de contraste documental con la relación que hace el propio don José Artigas.
Veamos qué dice don José Artigas respecto de lo ocurrido en aquella jornada. Pocos días antes (para que todos tengan la total ilustración de los hechos), iniciando lo que sería una intriga hábil, habían sido enviados ante el Protector, de parte del director sustituto (Álvarez Thomas) a dos comisionados que tenían que ser y eran hombres gratos al Protector: el valiente coronel José Blas de Pico y el ilustre sacerdote Dr. Francisco Bruno de Rivarola  – la famosa misión Pico – Rivarola – que llegó a ofrecer a don José de Artigas, ¡oh escándalo!, que creo no se subraya suficientemente, le va a ofrecer, ¿qué cosa de va a ofrecer?, le va a ofrecer partir la patria. Que las tierras que están más allá del Paraná, total más allá del Paraná…, sean del Protectorado de don José y haga lo que quiera, lo que le venga en gana con los pueblos de Entre Ríos, de Corrientes y de la Banda Oriental, pero que del Paraná para acá, allí debía imperar Buenos Aires. Trasladaban la misión de dueños, la visión de quienes disponen como patrimonio de las tierras de los pueblos y de los intereses de los pueblos, lo trasladaban de su intencionalidad y designio y creían que fuera la intencionalidad y designio del hombre que convocaba a los pueblos para que estos decidieran sobre su destino, querían ganar la voluntad del Protector de los Pueblos Libres, como quien corta una torta y se reparte la mitad para cada uno. Naturalmente que esto fue rechazado, porque dirá don José Artigas que garantir la independencia de las Provincias no es ni por asomo una cuestión personal.
Muchas veces se ha acusado, de mala fe, a los viejos federales fundadores de esta tierra, de haber sido segregacionistas y se ha dicho de ellos que son los íncubos de nuestras desgracias, de la imposibilidad de construir la Patria Grande, que si hubiera imperado el orden unitario, centralizador, prudente y sabio de los hombres que regían el destino común de los pueblos otro hubiera sido el cantar. Pero si ellos a cada rato y a cada paso reiterarán la oferta de las tierras americanas como sobrantes. Todo cuanto fuera un poco más allá de los lindes de los campos poseídos en la pampa de Buenos Aires y las inmediatas, no preocupaba a la visión miope, patriachiquista de la ciudad – puerto, eran terrenos sobrantes, sin utilidad, llenos de indios, de criollos pobres, de pueblos en armas por su libertad que creían formular exigencias de respeto, de autonomías y derechos ¿qué es esto?, esto es anarquía.
Había ocurrido este escándalo y el Protector narra, cuando se refiere a lo ocurrido en el Congreso: “Conducidos siempre por la prudencia y ansioso de la concordia general, llamé a los pueblos para que por medio de sus diputados formalizaran cualquier medida competentes a su ulterior felicidad. No pudimos acordar, entre tanto, con los diputados de Buenos Aires los principios que debían fijar y, creyendo que por la grande importancia del asunto, el destino de la nación, debía sujetarse el tema al escrutinio de la expresión general, convoqué a un congreso de todos los diputados que hasta aquella fecha se habían reunido, tanto de la Banda Oriental como de los demás pueblos que tengo el honor de proteger. Ya reunidos en esta Villa de Concepción del Uruguay, el 29 del corriente, expuse lo urgente de las circunstancias para no dejar en problema estos resultados (se refiere al fracaso de las negociaciones con Pico y Rivarola). Califiqué las proposiciones que por ambas partes se habían hecho, su conveniencia o disonancia en todas y cada una de sus partes, y después de muchas reflexiones resolvió tan respetable corporación, el Congreso de los Pueblos Libres reunidos en Concepción del Uruguay, marchase nuevamente ante el gobierno de Buenos Aires cuatro diputados (del Congreso de Artigas ) que a nombre de este Congreso General representase la uniformidad de sus intereses y la seguridad que reclaman sus provincias”.


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