3/9/17

Tesoros, entierros y tapados*

Por Rubén Bourlot 

En el norte de la provincia desde siempre circulan leyendas acerca de tesoros enterrados. Y dicen que la gente solía recorrer los campos, pala en mano, en la búsqueda de su salvación. Con las mismas ilusiones de los que jugaban una tarjeta del Prode o la Lotería, y hoy se entusiasman con el pozo acumulado del Quini 6. 
Tal vez muy pocos hayan encontrado algo de valor, o al menos no lo difunden. Pero no es aventurado suponer que esos entierros existieron. Hasta hoy es una costumbre de muchos que no confían en los bancos, guardar sus riquezas en sitios bajo tierra.
Desde muy antiguo, desde tiempos de la colonia, las personas que acumulaban valores como joyas, oro o dinero lo ocultaban en lugares insólitos, ante la falta de entidades bancarias o cajas de seguridad.  Y muchas veces sucedía que por diversos motivos los propietarios abandonaban el lugar, fallecían sin develar el secreto, y el “entierro” quedaba oculto para siempre. 

Luces buenas y malas
En Corrientes se cuenta que muchos estancieros dejaban escondidos sus bienes en el campo y con el tiempo empezaba a circular leyendas acerca de luces que se desprendían del lugar. Si esas luces o resplandores nocturnos eran de color rojizo se trataba de oro, y si eran blancos significaba un tesoro de plata. También entre las tejas de viejas casonas solían ocultar fortunas. Cuenta la tradición que sólo se podía hallar el tesoro en la oscuridad de la noche, y si el buscador demostraba excesiva codicia, el tesoro cambiaba mágicamente de lugar, oculto tras una cortina de humo. Más aún, el lugar solía estar protegido por fantasmas o espectros que se desplazan produciendo amenazante sonidos metálicos. 
Suelto aparecido en el diario Democracia de Concordia
el 9 de enero de 1943
Durante la Guerra contra el Paraguay, entre 1865 y 1870, se dice que los propietarios se alejaban del conflicto no sin antes enterrar sus su bienes en el campo.
Otra historia de Corrientes afirma que en la actual colonia Mota y Piedritas, atrás de un enorme de ombú, casi todas las noches aparecía una luz brillante y extraña.
Un hombre que vivía en la zona estaba muy preocupado y extrañado a la vez por este hecho, por lo que decidió una noche, no sin temor, acercarse a dicha planta para así averiguar de qué se trataba. Los vecinos le habían contado tantas historias al respecto sobre la “luz mala” o un “ánima en Pena”.
Esa noche se dispuso a buscar la misteriosa luz, pero la luz parecía alejarse de él cuando este se acercaba. Varias noches el hombre perdió el sueño en su tenaz búsqueda, pero la luz parecía empecinada en desaparecer sin más ni más.
Hasta que recordó lo que alguna vez contara una anciana, sobre los famosos “entierros”.
El hombre llamó a otros vecinos para que lo ayudara y palas en manos fueron en busca de lo que podría ser un gran tesoro.
Cavaron detrás, al costado, al frente del ombú hasta que una de las palas tocó algo macizo, que no era una piedra precisamente. Se trataba de un cajón. Temerosos lo abrieron. No se sabe si contenía algo de valor o sólo baratijas, porque ninguno develó lo que habían hallado. Pero dicen los vecinos que todos continuaron su vida con una permanente expresión de felicidad. Vaya a saber.

Los “tapados” del Noroeste
En el Noroeste son de particular fama las leyendas sobre “tapados”. El investigador y escritor Félix Coluccio señala que "hay tapados que se han hecho famosos como el de Casas Blancas, cerca de Cafayate; el de El Zorrito en la Quebrada de las Conchas; el de Pirgua, en Pampa Grande; el de Las Flechas, en San Carlos y Molinos. (Tobías) Rosemberg afirma que en el Tucumán actual aún se habla de la Laguna del Tesoro, del Tapado de Quiroga o de Las Lomas de Monte Rico. Con posterioridad, cuando las monedas de plata -bolivianas, quintos y chirolas - circulaban en el Norte sin restricciones, también se hacían tapados en pequeña escala, en localidades apartadas de los centros poblacionales" 
Un cuento de Juan Carlos Dávalos relata la historia de un hombre que vivía en la trastienda de un viejo negocio donde era empleado. Cuando se acostaba, agotado por las tareas diarias, observaba que del cielorraso pendía una cola de gato, ya reseca por el paso del tiempo. Todos los días se decía: "mañana voy aponer la escalera para ver lo que es..." Pero nunca era el día, y fueron pasando las jornadas y los años hasta que murió el propietario. El empleado tuvo que dejar su habitación. Los nuevos dueños del lugar se aprestaron a limpiar y lo primero que hicieron fue tirar de la desagradable cola de gato, con la ayuda del empleado holgazán. Al  arrancar la cola empezaron a caer monedas de oro hasta formar un pequeño tesoro. El propietario le entregó al ayudante una de esas monedas a modo de propina. 
En Santa Fe, Ricardo Kaufmann cuenta en su libro La muerte del Conde, la historia trágica del conde de  Tessieres, uno de los fundadores de la colonia Cayastá. No viene al caso relatar el crimen pero sí nos interesan las historias que se tejieron acerca del tesoro que dejó oculto, de rumores que circulaban por los boliches de la zona y de los varios intentos de búsquedas infructuosas. 
También tras la expulsión de la Compañía de Jesús hacia 1767 se difundieron leyendas sobre los tesoros ocultos por los padres de la Compañía. Un de las versiones fue la que divulgó Lina Beck-Bernard, en su libro La Confederación Argentina. Relata que en el antiguo convento jesuita, luego ocupado por los mercedarios, en la ciudad de Santa Fe, hacia 1858 arribaron dos jóvenes suizos para buscar un tesoro. Provistos de un viejo plano que indicaban el sitio donde se hallarían las joyas de los jesuitas, pidieron permiso al cura al cargo del convento para explorar, pero el religioso les negó el permiso. Retirados los jóvenes, el mismo cura intentó infructuosamente hallar el tesoro. 

El tesoro de la columna 
En 1906, en Concordia, el intendente de ese momento, Juan Salduna decidió demoler una vieja columna de la plaza 25 de Mayo. La misma había servido para sostener un busto de Urquiza, hacía tiempo ya destruido por lo que no cumplía ninguna función. En la ciudad se había desatado el debate y empezó a circular el rumor que debajo de su base  se ocultaba un tesoro. Decían “hay allí bolivianos que da gusto, y cosas raras como para formar un Museo”.
 Lo único que se encontró fueron dos tubos de plomo, relata una crónica del diario El Litoral, “entre los que se hallaron pedazos de cintas y restos de moños, cuyos colores no se pueden distinguir por estar completamente deteriorados”.
Uno de los tubos guardaba los antecedentes de la erección de la pirámide, en 1850. El otro, un rollo de papeles, casi totalmente destruidos, pero en los que se advertía la siguiente inscripción: “Viva la Confederación Argentina. Mueran los Enemigos de la Organización Nacional”, y una fecha: “Mayo 24 de 1851”, Para el historiador Antonio P. Castro, este sería primer monumento a Urquiza en el país. En cuanto al tesoro, nada se encontró.

Entierros en La Paz
Julio  Oscar Blanche, historiador de La Paz, cuenta que “desde chico escuché estos casos de tesoros enterrados, especialmente en el distrito de Tacuaras; uno que me contaron fue en el paraje de Ramblones. Se decía entonces que mi cuñado Armando Zaffi, que tenía un almacén en el lugar, se enteró que uno de sus parroquianos había encontrado un entierro y lo extorsionó con contarle a la policía y le sacó la mitad del mismo, y que después lo perdió todo jugando al póker. En 1979 yo vine a La Paz de turista – continúa Blanche -  y se comentaba que en la zona de San Víctor (Feliciano), mientras se estaba trabajando para hacer una especie de represa para juntar el agua del arroyo Las Mulas destinada a una arrocera, habían encontrado un tesoro enterrado. Varios años después un amigo que me llevaba en su coche me mostró donde lo habían encontrado. Nada de esto puedo asegurar que sea cierto.” 
Noticia aparecida en El Diario de Paraná
el 9 de enero de 1943
Pero no todo es leyenda, alguna vez algo se halló, salió a la luz, y no fue precisamente la “luz mala”. En 1943, una pequeña noticia aparecida en El Diario de Paraná informaba sobre el hallazgo de un tesoro en el campo Los Baguales, en el departamento La Paz. La propiedad pertenecía a Walterio Skirlin, un inglés radicado en la zona. La crónica relata que “un peón mientras se hallaba ocupado en hacer una excavación halló un pequeño tesoro. El peón hundió el pico que empuñaba, en una botija de barro, cuya construcción se hace elevar a más de cien años, que se encontraba enterrada a más de dos metros y medio del nivel de tierra, haciendo saltar unas cuantas monedas de plata y oro de gran tamaño. Hecho el recuento de las mismas se estableció que la botija contenía tres mil monedas de plata y cien de oro.” No sabemos el destino que tuvo el tesoro y qué parte le habrá tocado al peón.

Bibliografía:
Ricardo Kaufmann, La muerte del Conde, Santa Fe, 1982.
http://www.corrientesaldia.info/es/articulo/89258/Los-Entierros
http://efamocovi.escribirte.com.ar/1218/el-entierro.htm
 http://www.delaconcordia.com.ar/1906_Demolicion_de_la_columna.htm
Testimonio de Julio  Oscar Blanche, La Paz, 15-9-14
La cola del gato, cuento de Juan Carlos Dávalos
*Publicado originalmente en la revista Orillas.

31/8/17

Los trenes silenciosos

Por Rubén Bourlot

Esta nota fue publicada en Semanario Hoy, regional, de Concepción del Uruguay, mayo de 1987, antes de la nueva redada ferroviaria del menemismo. Hoy cobra actualidad ente la reciente publicación del Decreto Presidencial N ° 652/2017 por el cual se delega en el ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, la facultad de clausurar ramales ferroviarios en forma definitiva y proceder al levantamiento de vías y demás instalaciones ferroviarias. Asimismo los medios informan que a partir del 25 de agosto se suspende el servicio entre la estación Los Amores (Santa Fe) y Cacui (Chaco) que es precisamente el ramal que pasa por Charadai, localidad a la que hace referencia la nota.

El título de la nota no hace alusión a los veloces ferrocarriles japoneses que se caracterizan además por su escaso nivel de ruido. Estos ejemplares están aquí, muy cerca, y permanecen tan silenciosos como quietos. Son los trenes, o lo que queda de ellos, depositados en la estación de Charadai, un pequeño pueblo del sur chaqueño, en la línea del F.C. General Belgrano. Esta es una historia que comenzó con el siglo.
Trenes y La Forestal
Esta línea de Resistencia a Retiro tuvo su origen en el F.C. de Santa Fe que tenía su punta de rieles en La Sabana, pocos kilómetros al norte del actual límite con Santa Fe, y que servía casi exclusivamente a los intereses de la Compañía Forestal, explotadora de los inmensos quebrachales del noroeste argentino. Ya iniciado el siglo los rieles avanzaron hasta Resistencia, y desde la estación Charadai se construyó un ramal a Villa Ángela, convirtiéndose éste en la vía natural para trasladar la producción algodonera de la pujante localidad.
Estación Charadai
La prosperidad de esta línea se incrementó al nacionalizarse los ferrocarriles, poniendo coto a los manejos tarifarios que efectuaba impunemente La Forestal para favorecer sus intereses. Charadai se convirtió en nudo ferroviario y en el lugar se levantaron talleres para la reparación de máquinas y vagones , creando . un polo de concentración poblacional significativo para el sur del Chaco, con una bajísima proporción de habitantes por kilómetro.
La decadencia
Pese a todo, y contra la opinión generalizada, comenzó la destrucción de la obra.
Ya en la década del '60 se inició la desactivación del ramal a Villa Ángela, dejándola sin este imprescindible transporte para su producción, no obstante los reclamos de los trabajadores ferroviarios que, incluso llegaron a efectuar un estudio económico demostrando la rentabilidad del mismo y propusieron la constitución de una cooperativa para explotarlo.
Transcurridos algunos años, al irrumpir el gobierno del "Proceso" se produjo el levantamiento de los talleres dejando "en la vía" a numerosos trabajadores y trasladando a otros. Esta última medida significó para Charadai una considerable pérdida de población , siendo la localidad que más decreció entre los censos de 1970 y 1980. De casi 4.000 habitantes censados en el primero solo quedaron 1.000 en 1980. Como consecuencia de esta situación se redujo el mantenimiento de máquinas y vías, quedando éstas en una situación deplorable.
El lento viaje
Actualmente el tren que cotidianamente cubre el tramo entre Resistencia y Vera (Santa Fe) es el único medio de transporte para una decena de localidades, los caminos son de tierra y cuando llueve se convierten en fangales.
El trencito con su vetusto vagón de pasajeros, ¡o sólo el furgón de cola cuando no hay vagones! , avanza zarandeándose por los rieles a un promedio de 6 horas los 100 kilómetros, siempre y cuando alguna vaca no interrumpa su loca carrera.
Y en Charadai permanecen vagones y máquinas silenciosas como testigos mudos de una pasada gloria, esperando una sepultura indigna en alguna fundición de hierro viejo.

19/8/17

Macartismo a la entrerriana*

Por Rubén Bourlot

Los primeros meses de 1958 eran políticamente agitados. Después de tres años, se volvían a normalizar las instituciones constitucionales. Para febrero las autoridades de facto habían convocado a elecciones generales en el país y la provincia. Con el peronismo proscripto, la fuerza con mayores expectativas de triunfo era el radicalismo, que en esta oportunidad iba dividido en la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP) y al Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI). Nosotros hoy sabemos que la UCRI triunfó e impuso como presidente a Arturo Frondizi, y en la provincia a Raúl Uranga, y que por una acuerdo el peronismo había volcado sus votos al frondizismo.
En los prolegómenos de la elección del 23 de febrero, la campaña había adquirido una particular virulencia entre los “primos” del radicalismo del pueblo y los intransigentes, con pases de factura y macarteadas notables. Es lo que llamamos un macartismo a la entrerriana, en particular contra los seguidores de Frondizi.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de macartismo? Para los desprevenidos, corresponde aclarar que este término hace referencia a  la actuación de senador norteamericano Joseph McCarthy que entre 1950 y 1956 se ocupó de denunciar, acusar sin mayores pruebas y llevar adelante procesos contra personas a las que consideraba “comunistas”.  Solía ordenar la confección de “listas negras” con nombres de personalidades del cine, la política, los medios de comunicación y del deporte que eran acusados por el poderoso Comité del Senado, presidido por el citado senador.  Personajes conocidos como el dramaturgo Bertolt Brecht y Charles Chaplin, cayeron bajo la furia macartista. Era la época de la guerra fría entre EEUU y la Unión Soviética. Arthur Miller retrató esta época a través de su famosa obra Las brujas de Salem (1953).

Macartismo de cabotaje
Y por nuestros pagos, muchos buscaban comunistas hasta debajo de las baldosas. En medio del clima de la campaña electoral se difundían volantes anónimos que acusaban de comunistas a los candidatos de la UCRI. Uno de esos panfletos dirigidos a los “agricultores de la colonia” advertía que “un serio peligro amenaza a esta colonia que fue fruto de vuestro esfuerzo; particularmente está en peligro el lote en que cada uno de Uds. tiene asentada su casa y su familia”.
Volante anónimo de 1958
“La Unión Cívica Radical Intransigente y su candidato Frondizi – continuaba -, apoyado por el partido comunista, si llega al gobierno pondrá en ejecución su plan agrario de enfiteusis que significa que todas las tierras pasarán a ser de propiedad del Estado, igual que en Rusia, y los productores rurales simples arrendatarios expuestos a que los caudillos políticos los desalojen en cualquier momento.” Finalizaba recomendando “votar en contra de Frondizi y de Uranga.”
Otro volante de similar tenor estaba dirigido a los “productores rurales”.  Sin dudas alimentaban estas denuncias los acuerdos y alianzas  que Frondizi había logrado con el peronismo proscripto y con sectores de izquierda.  Uno de los hombres más influyentes del frondizismo era Rogelio Frigerio, en su juventud vinculado al Partido Comunista. Asimismo  Silvio Frondizi, hermano del presidente, era un reconocido docente universitario de formación marxista cercano al movimiento de la denominada izquierda nacional. 
Volante anónimo
La respuesta de los intransigentes no se hizo esperar. Una puñalada trapera fue disparada mediante un volante anónimo que acusaba al candidato a gobernador de la UCRP Fermín J. Garay de pertenecer a la Gran Logia de la Masonería Argentina en el grado 3, y mostraba una copia del presunto carné de afiliación a la logia. El volante advertía que “no puede ser votado por los católicos”. 
La réplica vino de manera oficial. Desde el radicalismo del pueblo se distribuyó un volante con declaraciones del propio Fermín Garay en la radio de Paraná, donde sostenía que “los que me atacan hoy de masón y liberal, me atacaban sañudamente de reaccionario y frailón.” Y aclaraba: “He nacido en un hogar cristiano. He formado un hogar cristiano. Ni pública ni privadamente, he ofendido jamás a ninguna religión (…) Por otra parte, siempre he creído que el cristianismo es la imponderable, pero decisiva valía contra el embate comunista.”
Por esos días el diario La Acción de Paraná - vocero de la candidatura de Garay y del radicalismo del pueblo -, también se había transformado en una usina de diatribas en contra de los candidatos intransigentes. En la edición del 20 de febrero publica un mensaje de Horacio Marcó, representante del Partido Demócrata Cristiano, con similares advertencias acerca de la alianza de la UCRI con los comunistas. En la edición del 22 denuncia un “plan político de acción secreta” para la penetración del comunismo en el país a través de “una coalición de comunistas y franquistas (sic) con el frondizismo.” Y acusa al candidato presidencial de haber militado “en el Socorro Rojo Internacional, dependiente de Moscú, y en la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, centro colateral del partido Comunista (…)”. 
Aviso publicado en La Accion 23-2-58
Un aviso de la UCR del Pueblo en el citado diario, el 23 de febrero, día de los comicios, remataba arengando a repudiar “el contubernio frondizista, comunista y nazifacista”.
A pesar de esta campaña de acusaciones, similar a la llevada a cabo contra la candidatura de Perón en 1946, el radicalismo intransigente triunfó en la elección nacional y provincial. 
Al día siguiente, una solicitada del comité Capital (por Paraná) de la UCR del Pueblo titulaba: “Venció el peronismo. La democracia no supo defenderse”. Y acusaba que los supuestos “votos en blanco” que habrían prometido sectores del peronismo se “volcaron a la alianza frondizista, comunista y fascista.”
“En Entre Ríos han desaparecido en gran porcentaje los 80.000 votos en blanco –agregaba-. Así como en Paraná han desaparecido los 14.845 votos en blanco, en préstamo de negocio sucio con el frondizismo.”

Fuentes:
- Diario La Acción de Paraná, varios números de 1958.
- Archivo General de Entre Ríos.
*Publicado originalmente en revista Orillas.

18/8/17

Un trotskista en el Ibicuy*

Por Rubén Bourlot

“Deja el libro que ha estado leyendo sobre la evolución de los mundos, sobre las lejanas nebulosas y las últimas teorías respecto a la expansión del universo que lo abisman, una vez más, en el tremendo misterio de los espacios siderales. Sale afuera y va hasta la punta de su muelle. Es una noche tranquila, oscura ya fresca. El cielo está parcialmente nublado. Hay un silencio y quietud impresionantes. Silencio y quietud; un paisaje agreste y solitario, donde uno podría llegar a sentirse como perdido en un apartado rincón del planeta. Apenas se escucha el chirrido de los grillos, el croar de las ranas y el coletazo de algún pez, que resuena profundo. A ambos costados del arroyo se perfila la negra silueta del monte, agazapado en la orilla. Y, hacia el Sur, las aguas, inmóviles, aparecen plateadas por un reflejo lejano que viene de las nubes con la leve claridad de una luna que asoma; ¡es el resplandor de las luces de la ciudad de Buenos Aires!”. Así pone la puntada final Lobodón Garra a su excelente relato costumbrista que llamó Río abajo. Una serie de pinceladas sobre las islas del Ibicuy y su protagonistas, al estilo de Marcos Sastre en El tempe argentino o de Fray Mocho en su Un viaje al país de los matreros. 
Pero quién es el autor de esta obrita de colección publicada en la década del 50. Porque firma con un seudónimo que a la mayoría le debe resultar extraño. Y si decimos que también usó otros seudónimos como Bernal o Quebracho, tal vez algunos iniciados descubran que detrás de estos nombres de mentira se esconde Liborio Justo, además  autor de títulos como "Estrategia revolucionaria" (1957), "León Trotsky y Wall Street" (1959), "Nuestra patria vasalla", más acordes a un activista político de los bordes. Se trata de, nada más y nada menos, uno de los hijos del general Agustín P. Justo, presidente del país entre 1932 y 1938, en lo más oscuro de la denominada década infame. Digamos brevemente que Justo padre nació circunstancialmente en Concepción del Uruguay, y que su progenitor, del mismo nombre, era oriundo de Corrientes donde llegó a ser gobernador.
Liborio Justo fue un joven rebelde y transgresor que adhería a las corrientes de izquierda, para desazón de su padre. Y peor aún para el sistema, fue el iniciador de una vertiente opositora a los tradicionales partidos marxistas como el Partido Socialista y el Partido Comunista.  Participó de los primeros grupos de seguidores de León Trotsky en la década del 30, críticos la visión internacionalista y proeuropea de estos partidos, planteando los primeros atisbos de la cuestión nacional. Fundó en 1939 el Grupo Obrero Revolucionario (GOR) que fue el núcleo iniciático de dirigentes como Adolfo Perelman, Enrique Rivera y Jorge Abelardo Ramos. 
Un episodio lo retrata de cuerpo entero, cuando en el Congreso Nacional gritó "¡Abajo el imperialismo!", mientras el presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt era recibido con honores por el presidente Justo, su padre. 
Liborio Justo había nacido en Buenos Aires en 1902. Dejó Medicina en tercer año y viajó mucho por Europa y América. En 1930 ganó una beca de 8000 dólares del Instituto de Educación de Nueva York que perdió cuando en un acto en la Universidad de Williamstown se despachó contra la política agresiva de los Estados Unidos en el Caribe.
Y en 1943, de pronto, deja las luces de la gran ciudad y las lides de la política y marcha hacia el delta entrerriano “con el cerebro y los nervios agotados por diversas circunstancias, como uno más entre los náufragos del mundo que aquí llegaron a establecerse, vine a buscar refugio y curación en este ambiente cuya soledad, primitivismo y peculiaridad me alejaban, como a otro mundo, de aquel en que había vivido y deseaba olvidar, por un tiempo, con el fin de recuperarme. Como venía en busca, principalmente, de lejanía, elegí una de las zonas más apartadas, el arroyo Martínez, cerca del Uruguay. Fue allí, en una estrecha parcela, que me puse por primera vez en contacto con la tierra de las islas con el propósito de trabajarla. En pequeña escala empecé a plantar árboles y a descubrir la realidad de aquéllas, tan diferente de la de tierra firme, la que me planteaba problemas distintos a los que estaba acostumbrado a resolver, y se me abría como una caja de sorpresas a cual más inesperada”. A partir de ese momento comenzó a conocer los increíbles personajes que habitaban el Ibicuy, y a escuchar las historias más insólitas, sucedidos de otros tiempos relatados en las largas pausas isleñas. Ahí conoció, por  ejemplo, a Domingo Vico que “vivía  adentro  del  arroyo  Cuzco, que va a salir a una de las zonas más apartadas y solitarias del Bravo. En  ese arroyo  era  el  único  poblador. Vino a las islas a los 20 años, allá por 1904 (…). Criollo de pura cepa y entrerriano por añadidura, una vez, conversando, descubrimos que su padre, antiguo "jordanista", y mi abuelo paterno, entonces diputado nacional por Corrientes, habían luchado en bandos contrarios, allá por el año 1871, en la batalla de Ñaembé, un lejano episodio de la historia nacional ocurrido cuando López Jordán, después de asumir la responsabilidad del asesinato del general Urquiza y ponerse al frente del gobierno de Entre Ríos, levantó en armas a esta provincia contra las autoridades de Buenos Aires, que lo desconocieron, e invadió —siendo derrotado en la mencionada batalla— la provincia de Corrientes, de la cual, en ese mismo año, mi abuelo fue gobernador. Entre tantos plantadores extranjeros en las islas, por nuestra nacionalidad, casi constituíamos una excepción”.
Liborio murió a los 101 años  en 2003, solitario y con tal lucidez que unos años antes, en 1998, se había dado el lujo de publicar “Cien años de letras argentinas".

Fuentes: 
- http://www.lanacion.com.ar/518063-fallecio-liborio-justo-literato-e-historiador
- Garra, Lobodón, Río abajo (El drama de los montes y los esteros de las islas del Ibicuy), Colección Tatú, Ed. Schapire, Bs. As., 3 Ed. 1968.
- Galasso, Norberto, La izquierda nacional y el FIP, Biblioteca Política Argentina Nº 8, CEAL, Bs. As, 1983. 
*Publicado originalmente en revista Orillas

12/8/17

Las cuarteleras*

Por Rubén Bourlot

Mujeres sacrificadas que hacían patria con lo que tenían a mano. No eran mujeres soldados, no portaban lanzas ni trabucos pero cumplían una función fundamental. Eran las cuarteleras, soldaderas, compañeras fieles de los bravos montoneros de las guerras de la independencia, de las luchas intestinas y de las campañas contra los indígenas.
Desconocidas, ocultadas o biografiadas encubriendo sus orígenes para “adecentarlas”, aún no está reconocido plenamente el papel de las mujeres en el proceso de construcción de nuestra nacionalidad. Sólo son reivindicadas las mujeres “de salón”, y alguna que otra que por azar alcanzó trascendencia, como La Delfina, Tadea Jordán o Juana Azurduy. Pero a las más, motejadas como de mal vivir, se las prefiere ignorar.
Dibujo ideal de La Delfina
El general José María Paz, un jefe unitario que anduvo por Entre Ríos, cuenta en sus memorias que era habitual la existencia de mujeres siguiendo a retaguardia de los ejércitos. “Muchas veces se repartieron a la tropa efectos de ultramar, finos, y particularmente las mujeres, a quienes se daba el gracioso nombre de patricias, tuvieron su parte en ellos. Me han asegurado que se les distribuyeron pañuelos y medias de seda (…).” Y agrega: “Las mujeres son el cáncer de nuestros ejércitos; pero un cáncer que es difícil cortar, principalmente en los compuestos de paisanaje, después de las tradiciones que nos han dejado los Artigas, los Ramírez y los Otorgués, y que han continuado sus discípulos, los Rivera y otros.”
Distinto era el trato que Urquiza le daba al asunto, nos informa el mismo Paz. “No eran así seguramente los ejércitos que mandaba el general Belgrano, y últimamente nos ha dado un ejemplo Urquiza, que hizo su invasión en 1846 a Corrientes, sin llevar en su ejército una sola mujer. Esto le daba una inmensa economía en caballos, víveres y vestuarios, al paso que facilitaba la movilidad y el orden en todas sus operaciones (…). Su campaña estaba calculada como de corta duración, y no le fue difícil persuadir que dejasen las mujeres en su campo del Arroyo Grande, a donde no habían de tardar mucho en volver.”

Melchora Cuenca en un daguerrotipo
Artigas propició esa práctica, según relata el autor citado. “Cuando la guerra del Brasil, oí un día contar al general don Frutos Rivera que, encontrándose Artigas en no sé qué situación crítica que se hacía más afligente por la extraordinaria deserción de los soldados, que les era imposible contener, se le ocurrió entonces un arbitrio que propuso a Artigas, quien lo adoptó y puso en práctica con el mejor suceso. Consistía en traer algunos cientos de chinas para distribuir a los soldados.”

Zitarrosa les canta:
Sufrió y sudó en los caminos
enancada, en carro, a pie
y, a lo más, un parte dijo:
ayer murió una mujer.

El propio caudillo oriental se casa con una lancera paraguaya, Melchora Cuenca, que les dio sus hijos Santiago y María. Pero a Artigas no le duraban las mujeres, y cuando derrotado decide marchar al exilio paraguayo, Melchora se queda por acá, en nuestra provincia con sus hijos. Perseguida y sin recursos en 1829 se casa con José Cáceres. Se dice que muere en Concordia en la década de 1860.
También en la llamada “frontera” sur, en ese impreciso territorio donde se iba diluyendo la “civilización” para dar paso a los dominios de las tolderías de indios, la mujer fue una pieza fundamental para “arraigar” al soldado.
Las cuarteleras según Juan Manuel Blanes
Las “fortineras”, junto a la india y la cautiva fueron las mujeres prototípicas que habitaron esas soledades atravesadas por vientos helados. Eran parte de ese ejército, eran sometidas a los mismos deberes aunque no les asistían los derechos, que sí tenían los soldados, como la paga, los ascensos y el premio de leguas de tierra en compensación a los servicios prestados. Y esas fortineras muchas veces terminaban sumándose al batallón de cautivas entre los indios.
El Ejército de los Andes también tuvo sus mujeres con la expresa autorización de San Martín, para que acompañaran a sus maridos. En este caso se suponía que eran las esposas de los soldados y no simples queridas, como les decían.
Otro ejemplo es el de Josefa Tenorio, una esclava negra, que pidió al general Gregorio Las Heras que la dejara combatir. Este la aceptó y la mujer hizo la campaña como agregada al cuerpo del comandante de guerrillas Toribio Dávalos. Aspiraba obtener, también, su libertad personal. No se sabe si lo consiguió, aunque San Martín la recomendó para "el primer sorteo que se haga por la libertad de los esclavos".
Dejando las familias
A la clemencia de Dios,
Y andaban los años enteros
Encima del macarrón!
Escribía Hilario Ascasubi.

En nuestra provincia está el caso de la romántica historia entre Francisco Ramírez y La Delfina, esa mujer misteriosa que un día apareció en la vida del caudillo y se lo llevó a la tumba, según una de las versiones tradicionales. La mujer también conocida como María Delfina según el acta de defunción, era de origen portugués (hoy sería brasileña) y habría arribado a las cercanías de Concepción del Uruguay siguiendo como soldadera a las montoneras de Artigas. Otras versiones la dan como prisionera tomada en la frontera portuguesa. El destino quiso que esa bella mujer cautivara al Jefe de los entrerrianos y pasara a ocupar un lugar destacado dentro de sus ejércitos, ya no como cuartelera sino como una dragona, mano derecha del que luego sería el Supremo Entrerriano, vestida con uniforme de oficial, casaca roja y ataviada con un sobrero “a la chamberga” decorado con plumas de ñandú.

Fuentes y bibliografía:
- Letra de canción de La Soldadera de Alfredo Zitarrosa
- Memorias del general José María Paz
*Publicado originalmente en la revista Orillas.

10/8/17

Tadea, mujer de mucha monta*

Por Rubén Bourlot

Tadea era una mujer de tomar las riendas. Madre y abuela de caudillos. Se dice que venía de una familia de alcurnia. Descendiente de inmigrantes malteses, había nacido en Buenos Aires. Su padre era un tal Antonio Jordán y Vértiz, hijo de Gonzalo Jordán y de Juana Tadea Magdalena Vértiz y Salcedo, hermana del virrey del Río de la Plata, Juan José Vértiz y Salcedo.
Tadea Jordán y su familia en el censo levantado en 1820
Tadea Jordán se casó con el comerciante paraguayo Juan Gregorio Ramírez. De su descendencia abundante el más notable fue José Francisco, al que después llamaron el Supremo.
El esposo era descendiente del Juan Ramírez de Velazco, Marqués de Salinas, gobernador del Tucumán y fundador de La Rioja, asegura Martiniano Leguizamón. Esos antecedentes le valieron para que el rey de España le conceda una suerte de estancia en el Partido del Tala, al norte del Arroyo de la China. Bien es sabido que por estos campos trotaban los bravos charrúas y guaraníes pero no los tenían amojonados y menos con papeles. Así que todo lo que no estaba cercado era propiedad “real” y disponible para regalar graciosamente.
Por esas vueltas del destino el paraguayo y la porteña se conocieron, y se casaron. Tuvieron tres hijos y ella enviudó en 1786.
Sola, con sus hijos pequeños, tuvo que montar el picazo y hacerse cargo del campo, lidiar con la peonada y organizar yerras, tropeadas y faenas. Y esto es tan cierto como que en el censo de 1820, mandado a levantar por Ramírez, Tadea figura con diez esclavos a su cargo.
En 1789 se vuelve a casar con Lorenzo López, inmigrante sevillano, herrero y comerciante. Tuvieron nueve hijos, y uno de ellos también heredó su espíritu levantisco, el conocido caudillo Ricardo López Jordán, padre a su vez del último rebelde del mismo nombre. En total Tadea procreó trece hijos, sumándole uno “natural” entre los dos matrimonios.
Lorenzo López levanta una vivienda donde actualmente se encuentra la Escuela Técnica “Ana Urquiza de Victorica”, que lleva precisamente el nombre de una de las nietas de Tadea.
Plano de la tierras de Ricardo López Jordán, hijo de Tadea
Producida la revolución de Mayo de 1810, los hermanos Francisco y Ricardo se plegaron a los revolucionarios. Doña Tadea no debió estar ajena a la preocupación de sus hijos y por alguna correspondencia se sabe que siempre estaba atenta para auxiliarlos con provisiones y mantenerlos informados.
En una carta a Ramírez de 1820 acusa recibo de “paños de mano y los mazos de tabaco que me mandaste…” y le ofrece el auxilio de “yo y tus hermanas (…) para lo que nos gustes mandar” y que su hijo Ricardo “me mandó el tercio de yerba”.
Para esa fecha ya había enviudado de su segundo esposo.

Rebelde y en prisión
Y sucedió que para 1821 Francisco, el Supremo Entrerriano, encontró la muerte en Río Seco, en los confines de Córdoba, perseguido por santafesinos y cordobeses. Y para reemplazarlo rápidamente es nombrado Ricardo López Jordán. Mala idea. El santafesino Estanislao López, que había colgado la cabeza de Ramírez al frente del Cabildo, lo proscribió y puso en su reemplazo, ya como gobernador, a Lucio Mansilla. Justo Mansilla, al que Ramírez y muchos entrerrianos sospechaban de haber traicionado la causa.
Pero los entrerrianos no se acobardaron. Desde Paysandú un grupo de partidarios del Supremo, entre los que se encontraban Gregorio Piris, Felipillo Rodríguez y seguramente la brava Tadea, en diciembre de 1821 intentaron desplazar al gobernador intruso. No lo lograron pero la semilla quedó latente.
Frente de la Escuela “Ana Urquiza de Victorica”, donde
estaba la residencia de los López Jordán
Meses después, López Jordán, Piris, Eusebio Hereñú, Juan Antonio Berdún, Anacleto Medina, Vera, los Calvento del Uruguay y la propia Tadea se complotaron para intentar nuevamente restablecer la autonomía provincial.
El conato se inició en el Arroyo de la China el 29 de mayo de 1822 pero fue sofocado rápidamente.
Los revolucionarios actuaron en las costas del Uruguay, siendo rechazados el 29 en su intentona de tomar a Concepción del Uruguay, y vencidos y dispersados dos días después en el Paso del Molino por el capitán Francisco Portes. Hereñú, a su vez, fracasó en su propósito de tomar a Gualeguaychú y debió retirarse, con la mayoría de los participantes, a la Banda Oriental. EI coronel Piris, que debía operar en el interior de la provincia, fue muerto de un balazo en las cercanías de Paraná, el  1° de junio. Mansilla, para demostrarles a los vecinos de Paraná lo que les podía pasar a los rebeldes,  ordenó el traslado del cuerpo a la plaza, donde se erigió un rústico patíbulo, con las mismas maderas que hace unos días habían formado parte de la tribuna para presenciar los festejos de la Revolución de Mayo, para colgar el cuerpo inerte del caudillo.
A Tadea no le fue mucho mejor. A esta mujer que ya pisaba los 60, el comandante militar de Uruguay, coronel Pedro Barrenechea, ordena ponerla en prisión y con esta medida los insurgentes pierden su agente de enlace y sería uno de los motivos del fracaso de la intentona.
No se sabe mucho más de esta valerosa mujer. Sólo que en 1827 fallece en su Concepción del Uruguay y sus restos sepultados con honres dentro de la iglesia.
  
Bibliografìa María del Carmen Miloslavich de Álvarez, Hace un largo fondo de años, C. del Uruguay, 1988.
*Publicado originalmente en la revista Orillas.

17/7/17

Urquiza, el normalista

Por Rubén Bourlot

Para el imaginario popular y para todo el andamiaje histórico construido desde el liberalismo, Domingo Faustino Sarmiento es considerado el “padre del aula”, el maestro por antonomasia, el fundador de escuelas, el que trajo a las maestras de maestras para edificar el normalismo en el país. Tal vez porque era un hábil publicista, polemizador y experto en el autobombo, supo construirse ese perfil que nadie se atreve a poner en tela de juicio.
Cada 11 de septiembre se exalta la figura del sanjuanino a pesar de las diatribas que se lanzan desde el revisionismo histórico, que no hacen mella en su rostro hosco y pétreo. No hay que quitarle méritos, a los 15 años fue maestro y con el tiempo llegó a presidente.
Para ser justos, la educación argentina sentó sus bases en el siglo XIX gracias al esfuerzo, la dedicación y la obsesión de personalidades que no siempre son puestas a la par del autor de Facundo. O por encima. No hay que olvidar que Nicolás Avellaneda como ministro de Instrucción Pública de Sarmiento fue el ejecutor sus proyectos, y luego como presidente continuó esa labor. Posteriormente participó activamente del  Congreso Pedagógico Sudamericano de 1882 y más tarde elaboró la ley de universidades. Y Juana Manso, esa gran educadora, amiga de Sarmiento, también sembró el país de escuelas. Y qué decir de las dos presidencias de Julio Argentino Roca, el impulsor del Primer Congreso Pedagógico, de la sanción de la ley de educación 1.420, que  tuvo vigencia por un siglo y el mismo que propuso durante su segunda presidencia, por medio de su ministro de Instrucción Pública - Osvaldo Magnasco -, readecuar profundamente las escuelas, rectificando muchos de los postulados de la ley original. Este último intento no pudo concretarse pero fue una interesante iniciativa de trocar la escuela universalista, enciclopédica y verbalista por instituciones de formación profesional y técnica que respondieran a las características y necesidades de cada región del país.

El normalismo de Urquiza
En Entre Ríos la figura de Justo José de Urquiza cobra relevancia nacional si analizamos su acción a la luz de una nueva interpretación del papel que tuvo con respecto a la educación. Se le reconoce el carácter de fundador del Colegio del Uruguay, el primer colegio laico de nivel secundario del país, pero en segundo plano queda la extensa labor que no se limitó a la fundación de un colegio. Las misma obsesión de Sarmiento pero tal vez anticipándose en tratar de instalar instituciones para formar maestros, de impartir educación vinculada a la producción como la incorporación de “chacras” anexas a las escuelas rurales y la instalación de una escuela pública para mujeres, una novedad en la primera mitad del siglo XIX. Pero lo que nos interesa subrayar es la idea que daba vueltas por su mente de instalar escuelas normales en Entre Ríos en la década del ’40, dos antes de que se fundaran los establecimientos impulsados por Sarmiento.
Fragmento de la carta de Galán a Urquiza
Como lo señala Antonino Salvadores en su historia de la instrucción pública, en 1948 Urquiza proyectó la instalación de dos escuelas normales, en Paraná y Concepción del Uruguay, que no pudo llevar a cabo por la falta de profesores. Recordemos que Sarmiento tuvo que contratar docentes de Estados Unidos para la instalación de las escuelas normales.
Sobre este proyecto hace mención el ministro general José Miguel Galán en una carta a Urquiza del 27 de octubre de 1848. En la misma le informa acerca del alquiler de la casa de Antonio Castro para el funcionamiento del frustrado Colegio de estudios preparatorios de Paraná. Y acota que “convencidos de que para obtener los importantes resultados que Ud. se promete de un decidido empeño por la educación pública, es necesario que ella sea uniformemente metodizada en todas las escuelas de la provincia: para conseguirlo debemos poner el mayor esmero en el establecimiento de la Escuela Normal de esta ciudad y la del Uruguay (…) Y agrega que “según los informes que me han dado el cura Vidal y el presbítero Erausquin no se podrá hallar un sujeto más a propósito para metodizar las dos escuelas normales que el presbítero Don José Delgado actual preceptor de la Escuela de Gualeguaychú.”
Si bien el proyecto no llegó a concretarse, recordemos que no es casual que las dos primeras escuelas normales del país se instalaron en Entre Ríos, la de Paraná en 1871 y la de Concepción del Uruguay en 1873.
Alumnas de la Escuela Normal de Uruguay en 1909
Entre otros aciertos, Urquiza tuvo la intuición de rodearse de eficaces colaboradores para la tarea educativa. En 1849 nombró nada menos que a Marcos Sastre como Inspector General de Escuelas quién redactó el reglamento de escuelas y escribió el libro “Anagnosia” para la enseñanza de la lectura. El coronel Manuel Urdinarrain también fue un activo colaborador en materia educativa que en 1948 organizó la enseñanza primaria en el departamento Uruguay. Con la creación del Colegio del Uruguay llegaron a Entre Ríos docentes de notable jerarquía como Alberto Larroque,  Jorge Clark, Vicente H.  Montero, Juan Manuel Blanes, Martín Ruiz Moreno, Lino Churruarín, Carlos Tomás Sourigues, Pablo G. Lorentz, Alejo Peyret, entre muchos otros.

Fuentes:
-       Salvadores, Antonino, Historia de la instrucción pública en Entre Ríos, Gobierno de Entre Ríos, Paraná, 1966.
-       Archivo General de Entre Ríos, Hacienda, Instrucción Pública.

14/7/17

¡Flor de papa frita el que come Lays!

Por Rubén Bourlot

En estos días de conflicto con las empresas multinacionales que elaboran alimentos como es el caso de Pepsico, o hace un tiempo Kraft nos preguntamos ¿qué nos pasa que no somos capaces de producir nuestros propios alimentos? ¿Necesitamos multinacionales que no fabriquen papas fritas? ¿Es que no somos capaces de fabricar galletitas? Seguro que los más viejos recordarán cuando en Entre Ríos los molinos harineros manufacturaban el trigo y también tenían fábricas de fideos y galletitas. Así La Hobena de Gualeguaychú, los fideos Santa Teresita de Colón. ¿Es que necesitamos que una multinacional nos envase gaseosa? ¡O agua! Recordarán muchos cuando la fábrica de soda del barrio también ofrecía jugos gasificados de naranja, pomelo, etc. ¿Es tan complicado fabricar una hamburguesa? El carnicero del barrio nos puede hacer hamburguesas, incluso personalizadas a gusto del cliente. Pero no, prefieren la grasosa e indescriptible hamburguesa “feliz”.
Pero seguramente, además de las dificultades para lograr escala y negociar con los grandes pulpos de la comercialización, se suma una falta de normas acordes que promueva las iniciativas locales y regionales, e incluso la producción familiar que puede convertirse en una alternativa de ingreso.

Los alimentos de la chacra
Para quien produce alimentos en su chacra o elabora productos en su cocina no le resulta sencillo llegar al dichoso mercado. Tiene que hacerlo en ferias informales donde los organismos oficiales de control “flexibilizan” o hacen la vista gorda de las normas. O a través de circuitos alternativos, de boca en boca, por las redes sociales, etc. Hace unos días en una feria de Paraná el director del Instituto de Bromatología de Entre Ríos, Pablo Basso, mencionaba que la producción de la agricultura familiar no está tipificada en el Código Alimentario Argentino. Es más, planteaba que la producción de alimentos artesanales, inclusive los de origen ancestral, es “difícil de habilitar de acuerdo a las características que exige ese código. Es mucho más fácil habilitar un producto ultraprocesado de una gran industria, que hace tal vez una papa frita que casi no tiene papa, que un quesillo del norte que se hace así desde hace 20 mil años.”
Resulta absurdo que alimentos industrializados en serie, saturados de conservantes, saborizantes, sodios y azúcares de todo tipo sean considerados aptos para el consumo; que vegetales producidos con una alta carga de fertilizantes artificiales, que sufren el bombardeo de pesticidas y plaguicidas a lo largo de su desarrollo, se habiliten alegremente para matar el hambre de la población, pero un dulce fabricado en la cocina de un hogar, con zapallos cosechados en el fondo, fertilizados con los cáscaras de papa y casi sin uso de agroquímicos no estén contemplados como alimentos para comercializar. Que un queso elaborado para consumo de la casa, o los chorizos de la carneada, cuando sobran no pueden venderse en el almacén del barrio.

¿Que sí se venden? Seguro, se venden pero todo en la informalidad y con el riesgo que caiga una inspección y le clausuren el negocio.
“Recomiendan no consumir ciertas latas de duraznos en almíbar en mal estado”, “Decomisan más de 10 mil kilos de alimentos en mal estado”,  “Bromatología multó a una heladería y retiró mercadería en mal estado” son titulares habituales de los diarios que hacen referencia a problemas con alimentos que en teoría cumplen con todas las formalidades de elaboración exigidas por las normas vigentes.
Se podría hacer una simple estadística para comparar cuántos casos de intoxicación se producen por consumir alimentos elaborados en casa, y confrontarla con los casos denunciados por el consumo de alimentos industrializados. Hagamos un análisis de entrecasa. Quiénes sufrieron alguna patología alimentaria, ¿fue por un alimento elaborado en la cocina de la casa o por consumir algo elaborado? Es muy probable que la respuesta sea por una hamburguesa en mal estado, una lata de arvejas perforada, un yogur que perdió la cadena de frío, a lo que hay que sumar los efectos nocivos de los químicos agregados para saborizarlos, conservarlos y pigmentarlos.
Entonces por qué no establecer normativas para que productores primarios, elaboradores y manipuladores de alimentos familiares puedan lograr una habilitación sencilla para comercializar lo que producen. Es más, se debería fomentar este tipo de producciones, que ocupa mano de obra intensiva, recupera prácticas tradicionales, con escasa o ninguna utilización de químicos, y que vincula más directamente al productor con el consumidor.
Si se promueve este tipo de producción, se recuperan prácticas productivas ancestrales, se vuelve a la producción familiar, y se “reeduca” a los consumidores para que prefieran lo más natural, lo producido en el lugar, se promueve el desarrollo de inversiones en este tipo de industrias protegiéndolas (sí protegiéndolas) de la competencia voraz e inescrupulosa de productos chatarra, seguramente nos alimentaremos más sano y reduciremos el nivel de conflictividad que originan la compañías como Kraft o Pepsico, por citar ejemplos actuales, cuando deciden estrategias a nivel global sin ningún compromiso con las comunidades locales. 

7/7/17

Vivencias: Casualidad o causalidad

Por Rubén Bourlot

Corría 1976. Fin del secundario. Un año agitado. En el internado de la Escuela Agrotécnica de Colón – “La escuela granja”, como la conocían en la zona -, alguien desvelado encendió la spika en la madrugada del 24 de marzo y resonó desafiante el “comunicado Nº 1”. Inquietud, temor, la policía y la gendarmería que revisaban los roperos de los internos para buscar indicios de algo subversivo. La lectura con fruición de las cartas que los alumnos recibían de sus familiares, la incautación de alguna revista del PC que casi nadie había leído.
Corría 1976. Martínez de Hoz, desde la Sociedad Rural, se catapultaba al Ministerio de Economía para “achicar el estado y agrandar la nación”.
Corría 1976. Terminaban los seis años del secundario, seis largos años, que en perspectiva era solo un instante. El último día de clases. Faltaba aún el acto de colación.
Con un equipaje mínimo me dispuse a volver a mi lugar de residencia, en Las Achiras, una localidad a unos 15 kilómetros de Colón. Caminos de ripio y tierra.
Con un grupo de compañeros, como lo hacíamos habitualmente los fines de semana, caminamos hasta el acceso a la ciudad para “hacer dedo” y de esa manera ahorrarnos el colectivo. A poco de esperar una camioneta se detuvo y nos subimos a la caja. A mitad del camino, el vehículo iba a Concepción del Uruguay, pedí que me bajaran en el acceso a San Cipriano. En el lugar quedé esperando que alguien ingresara para continuar mi camino a casa.
Encuentro con mi padre
al llegar al Almacén Fusey
Pasaron unos minutos, se detuvo un Renault Gordini y subí. Un hombre de bigotitos conducía. “¿Hasta dónde vas?”, me pregunta. “Voy a Las Achiras”. “Justamente voy al almacén Fusey”, me dice. Sigue la charla, interroga, indaga. “¿Vos sos el que manda las notas a la revista”?, me pregunta.
Desde hacía un par de años yo había comenzado a enviar colaboraciones para una publicación que se editaba en Concepción del Uruguay, el periódico Información Agraria que circulaba por ciudades y pueblos de los departamentos Uruguay y Colón. Y sorpresivamente, para mí, esos escritos iniciáticos se publicaban en lugares privilegiados.
El conductor del Gordini no era otro que el propietario del periódico, José María Almeyra.
La charla discurrió por distintos asuntos vinculados a la actualidad del país, el periodismo, las vocaciones de un recientemente egresado agrónomo especializado en avicultura, y etc. Hasta que vino la propuesta. “Ando necesitando a alguien que me ayude con la publicación, que haga entrevistas y escriba notas, si te animás…”
La respuesta fue un puede ser, tras lo cual vino la invitación para visitar la redacción de la “editorial” que también editaba un periódico para la ciudad: Sucesos. Llegamos al Almacén Fusey y nos despedimos.
Un par de meses después ya estaba recorriendo en moto pueblos y colonias de la zona para buscar todo lo que pudiera ser publicable. Lo que pudiera despertar interés de los lectores. Previo curso rápido de fotografía para documentar gráficamente los testimonios con la Kodak Retina, y también de dactilografía. Las primeras notas eran manuscritas.
Casualidad o causalidad. Las dos cosas tal vez.

4/7/17

Maestras y maestros con olor a tiza

 
Por Rubén Bourlot

“Quiero pastores con olor a ovejas”, reclama el Papa Francisco. Lo mismo podemos decir sobre nuestros docentes, y en particular de quienes se encargan de diseñas las políticas educativas, y las necesarias reformas que tanto se reclaman en estos días. Para ello es imprescindible que los protagonistas de los cambios sean las maestras y maestros con olor a tiza, los que a diario gastan zapatos y cuerdas vocales en las aulas, además de los estudiantes, padres y toda la comunidad educativa.

Los informes sobre nuestro sistema educativo dan un resultado negativo, las evaluaciones muestran que no dan los números. Los expertos gastan tinta y bytes en sesudos análisis para contarnos lo que a diario los docentes constatan en el aula. Y nos ofrecen recetas infalibles para solucionar los problemas, la mayoría calcadas de las que se vienen proponiendo desde hace décadas. Mil intentos y ningún invento, como el título del conocido largometraje de García Ferré.

¿Qué hacer? ¿Cómo hacerlos? ¿Por qué hacerlo? ¿Con quiénes hacerlo? Los tres primeros interrogantes empiezan a resolverse si se acierta en el último. Con los docentes con olor a tiza.

 Sabemos que los que enseñan, los que está a diario frente a los alumnos en el aula no tienen tiempo en pensar horizontes muy lejanos, más allá de la tarea de preparar clases, corregir trabajos y exámenes, confeccionar planificaciones y carpetas didácticas, participar de las más diversas reuniones institucionales, atender padres y madres, acompañar a alumnos en excursiones, hacer capacitaciones para seguir aprendiendo y sumar puntajes para concursar, participar de marchas y asambleas para defender sus magros salarios, atender comedores, desayunadores, vigilar los recreos, participar de la cooperadora… y mucho más.

Pero es necesario hacerse el tiempo para imaginarse cómo cambiar esa educación que agobia a todos, que no consigue los resultados esperados, que se suspendió en el tiempo. Una estructura educativa del siglo XIX que pretende enfrentar los desafíos del siglo XXI.

No podemos dejar que los cambios de la escuela pasen por ese penoso ensayo y error que se viene practicando desde hace décadas, pergeñado por “expertos” desde un escritorio lejos del fragor de la tiza. Esos que “bajan” sus fórmulas mágicas “gugleando”, envasadas “all on one” con el manual de uso incluido, supuestamente exitosas en otras latitudes. Nos hablan del milagro finlandés, de los sistemas de España, de las bondades de la educación chilena.

El último intento es la reforma del secundario que trae como el último grito de la moda agrupar los contenidos por áreas afines y reemplazar las horas cátedra por cargos. Sí sería fantástico. Es un atractiva zanahoria. Pero ¿qué se traen debajo del poncho? Nombra profesores por cargo implica un incremento presupuestario. La solución: reducimos las materias y un mismo profesor/a se hace cargo del paquete de “sociales” (Historia, Geografìa, Etc. – all inclusive-), otro/a “exactas”. La ecuación cierra.

Por otra parte cada escuela estará obligada, con sus docentes, a presentar un proyecto educativo que le dé sentido a la escuela, es decir algo así como volver al ya fracasado polimodal del los 90 que pulverizó el sistema con cientos de terminalidades distintas. Y también cada establecimiento deberá planificar el año especificando cuáles son los indicadores de mejora que se plantea, de acuerdo a los datos y el informe que entrega la prueba Aprender. ¿Será una especie de competencia? ¿Vendrá después una categorización de escuelas con premios y castigos? Quién sabe. Es la lógica del mercado metido en la educación.

Otra novedad es la “flexibilización” de la repitencia, eliminando las molestas “previas” e implementando un sistema similar al universitario, recursando los espacios no promovidos. No es novedad un sistema de escuela “no graduada” pero… su implementación no es sencilla. Para eso hay que discutirlo con los docentes con olor a tiza. Si es solamente para no develar en las estadísticas los niveles de desgranamiento y repitencia, no sirve.

Entonces ¿qué hacemos? Porque criticar está bien, pero hay que acercar propuestas. Y las propuestas deben partir de los docentes en el aula. Las reformas deben empezar al revés, desde la escuela y la comunidad al mundo y no del mundo a la escuela. Como el fueguito para hacer el puchero debe calentar desde abajo. Que cada docente, que cada comunidad educativa, con sus maestros y maestras, con los alumnos, padres y vecinos, se junten a discutir y formular propuestas que culminen en un gran Congreso Federal de Educación.

Y aquí tiro sobre el pupitre algunas ideas, una tormenta de ideas:

- Presupuesto mínimo asignado por el estado nacional para distribuir en todas las provincias, garantizando un piso salarial a todos los trabajadores de la educación.

- Profesores por cargo en el secundario. Horas áulicas y no áulicas.

- Todas las escuelas hoy llamadas secundarias transformadas según el modelo de la escuelas técnicas, con espacios curriculares de formación común, espacios específicos de la orientación y espacios para la práctica. Para ello es aplicable el modelo de jornada completa de las escuelas técnicas.

- Escuela no graduada que flexibilice los tiempos de aprendizaje sin resignar la calidad de los contenidos. Los alumnos cursan los espacios hasta lograr los objetivos sin “repetir”.

- Regionalización de los diseños curriculares según las características y necesidades de de cada región.

- Adecuada inversión en infraestructura básica, conectividad y tecnología.

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