A orillas del
arroyo Cabayú Cuatia Grande, nació La Paz el 13 de julio de 1835 por decreto
del gobernador Pascual Echagüe.
Se inició como
un pequeño caserío, que ante las inundaciones y poco progreso, en 1848, por
orden del gobernador Justo José de Urquiza, fue delineado por el comandante
Antonio Exequiel Berón en la parte más alta, las barrancas del Paraná. Desde
este momento, inició su crecimiento.
En 1849 se creó
el departamento de La Paz, con su ciudad como cabecera, y en 1873 se organizó como
gobierno municipal.
Hipótesis sobre la palabra Cuatiá en idioma aveñe-é o guaraní.
Julio Oscar
Blanche
Un querido
amigo me ha pedido que exponga mi hipótesis sobre el nombre de nuestro arroyo,
que tanto nombró don Linares Cardozo en sus canciones, recordando su niñez y
sus andanzas sobre sus mágicas orillas. Es fácil deducir que la palabra Cabayú
es un barbarismo del sustantivo caballo. Los indios guaraníes tenían dificultad
para pronunciar palabras con esa doble consonante provenientes del español
porque eran sonidos inexistentes en su lengua. La pronunciación de la elle tan característica
en el habla de los correntinos, proviene de los conquistadores, originarios del
norte de Castilla, Aragón y parte del territorio Vasco en España, como Juan de
Ayolas, Juan Salazar de Espinoza, Juan de Garay y otros. A pesar de los 33
fonemas del guaraní, no contaban con sonidos como LL, D y F del
castellano. Cuando los jesuitas fueron a
traducir del guaraní al español (que solo tiene 24 fonemas), recurrieron a
asociaciones de consonantes para asemejar los sonidos de Mb, Nd, Ng, Nt y las doce vocales. Los jesuitas crearon algunos
signos gráficos necesarios y tardaron más de 150 años en plasmar el idioma
guaraní en letras latinas, no solo por su pronunciación, sino también por los
diversos dialectos que existían en el extenso territorio.
No me es fácil
explicar el significado de la palabra cuatia, kuatiá o quatiá como la escribían
los jesuitas. Cuando pregunté qué quería decir Cabayú Cuatía, me dijeron:
caballo blanco, o de papel, por eso está plasmado en el escudo municipal de
nuestra Intendencia. Pero don Linares Cardoso lo traducía distinto. Él decía
“Caballo pintado”. Buscando en los diccionarios guaraní español, Cuatiá, en
algunos no figura y otros dicen que significa “papel”, ejemplo, Curuzú Cuatiá,
Cruz de Papel. En guaraní los colores están bien definidos, el color blanco es
morotí.

Un día llegó a
mis manos el suplemento de un diario
con un artículo
sobre la primera imprenta en el Virreinato del Río de
la Plata, que fue traída por
los jesuitas a Córdoba. En ese artículo, estaba la foto de la tapa del primer
catecismo escrito en la lengua guaraní, hecho en dicha imprenta y me llamaron la atención dos palabras
seguidas,
Quatiá Tupá. No sé el
idioma guaraní, aunque algunas palabras entiendo. Si sabemos que Tupá es Dios,
quatiá no significaría blanco ni dibujado, y por ser escrito en un catecismo,
se supone que dirá: palabra de Dios, o mensaje de Dios. Esto coincide con el escrito del padre Iván
Eusebio Nieremberg, de
la
Compañía de Jesús, del año 1703, en un sermón para los indios
guaraníes (ver imagen adjunta). ¿Entonces Curuzú Cuatiá, querrá decir Mensaje
de
la Cruz o
Dibujo de
la Cruz?
Fray Luis Bolaños, el mentor de las reducciones, también escribió otro
catecismo en guaraní.
He leído una
teoría escrita por las profesoras e historiadoras paceñas, Alicia González
Castrillón y Eloísa García Izaguirre, titulada El nombre del arroyo Caballú Cuatía, donde exponen que Caballú es
una deformación de la palabra guaraní cava o Kava (avispa) y Jú (negro) avispa
negra, también LLú es aguijón (Avispa con aguijón). Cuatiá, los dibujos en la arena que hacen sus
patitas en su caminar en busca de alimento y el indio comparó con las letras de
los escritos de los Jesuitas. Las profesoras arriesgan que el uso y el tiempo
Cava-jú, degeneró en Caballú (sic). Para
más aclarar, el general Anacleto Medina, guaraní puro, en sus Memorias
olvidadas, en el año 1821, describe a la pequeña aldea, como Caballo Cuatiá,
(antiguo nombre de La Paz, hasta 1835) cuando cruzan el río Paraná, para pisar
la provincia, después de la muerte del general Ramírez.
Veo que las
profesoras no contemplaron 1) que entre la llegada de los primeros
conquistadores y la de los jesuitas, pasaron mas de 100 años; 2) que en la
etapa evangelizadora, el indio conoció la religión, catecismos, sermones y
escritos, todos traducidos al guaraní; 3) que algunos caciques sabían leer en
su idioma y lo hacían para sus súbditos, 4) que el papel era conocido entre ellos,
pero solo en los escritos.
Hay que
considerar entonces que en ese lapso de tiempo por lo menos 3 generaciones de
guaraníes ya conocían el caballo aunque no se les permitiera montarlos, y pronunciaban
a su manera: Cabayú. Los equinos se
fueron multiplicando y esparciendo por el inmenso territorio y llegó un tiempo
en que los indios comenzaron a atrapar caballos salvajes para formar un ejército organizado por los
jesuitas para defenderse de los “mamelucos”. Estos eran portugueses cazadores
de indios de las misiones, que vendían como esclavos en las plantaciones del
Brasil. Cuando los guaraníes vieron el papel, los escritos y los mapas, lo
llamaron cuatiá, por la serie de marcas o dibujos que en él se hacían. Los
guaraníes y los charrúas, usaban una serie de marcas y dibujos sobre piedras y
árboles para comunicarse en ciertas ocasiones durante las guerras con otras
tribus o para señalar lugares de abundante caza, fibras para sus tejidos y
artesanía o frutos a recolectar.
Mi hipótesis
Para exponerla
recurriré a la cuantiosa bibliografía que se refiere a la palabra Cuatiá y su significado.
En la segunda
parte del libro La Argentina, del científico Francisco Latzina, editado en
1909, están traducidas al español las famosas crónicas en francés, de don Félix
de Azara, enviado por el rey español para marcar límites entre el territorio
del virreinato del Río de la
Plata y el de Portugal. Las crónicas denominadas Voyages dans L’Amerique Meridionale
(Viaje dentro de la
America Meridional) donde cuenta su vida entre los guaraníes
y sus costumbres. Relata Azara que los jesuitas organizaban expediciones de
abasto, que consistían en cientos de canoas que partían de las reducciones al
mando de jesuítas, tripuladas por indios expertos. Se desplazaban por las
orillas de los grandes ríos y remontaban arroyos para detectar, como dije,
caballos salvajes, fibras para sus tejidos, miel y frutos, dejando marcado el
lugar que descubrían. Otro contingente de indios que viajaba por tierra estaba
encargado de recogerlos. Los jesuitas no descendían a tierra para evitar las
fieras (yaguareté, pumas y víboras venenosas).
La entrerriana Josefa Luisa Buffa, publica en
libro, en el año 1966, su teoría para el doctorado en letra en la UNLP,
titulada Toponimia aborigen de Entre
Ríos. En ella, extrayendo documentación del Archivo General de la Nación; Cabildo
de Buenos Aires, Correspondencia del Virrey, Colonia, Gobierno, etc. afirma en
la página 143:
[…Las lenguas son susceptibles de modificaciones,
que surgen en ambas, simultáneamente:
Aiquiatiá, “escribir”/”pintar”
Cuatiá, “escritura”/”pintura”
Nuestros aborígenes tenían un sistema de
comunicación muy rudimentario. Consistía en un mensaje conocido bajo el nombre
de Cuatiá. Eran pequeños objetos combinados, señales en un madero, signos
preestablecidos, que trasmitían noticias de diversas índole. Su significado fue,
primero, “dibujo, “pintura”. Con la llegada de los españoles, se introdujo el
papel, desconocido para los naturales. Estos sabían dibujar en piedra u olla de
barro. Vieron escribir –que para ellos era dibujar- sobre el papel y le dieron
el nombre del objeto sobre el cual se realizaba la tarea. Por este motivo,
llamaron Cuatiá al papel, significación que se conserva hasta nuestros días…]

El profesor de historia, Rubén Bourlot,
entrerriano, de larga trayectoria en el Archivo General de Entre Ríos, coautor
con Juan Carlos Bertolini, del libro Índice
Sintético de la toponimia entrerriana, año 2016, en su página 47, al
describir el arroyo Cabayú Cuatiá, cita al profesor en Ciencia Biológica,
Licenciado en Botánica y Lingüística, José Miguel Irigoyen, nacido en Curuzú
Cuatiá, Corrientes. Estudioso del Idioma guaraní, e interesado en la palabra
Cuatiá, ya que compone el topónimo de su pueblo, del cual es intendente. Ha
editado su obra Toponimia Guaraní de
Corrientes. En él, con respeto al significado de Cabayú Cuatiá, dice […la
voz guaraní Cuatiá, es un verbo que indica “marcar”, “señalar”, y no sería
aventurado ensayar como hipótesis el significado “caballo marcado”,
refiriéndose al caballo con dueño, señalado con la marca de hierro sobre su
piel, por oposición al orejano. En 1775, en el Mapa de Cano y Olmedilla,
aparece por primera vez el nombre”Cavayú”. Siete años antes Francisco Millau y
Miraval, registró el topónimo, pero para referirse a un accidente costero;
Punta Cavallú Cuatia. Tambien en escritos de principio del siglo XIX se lo
encuentra como “Caballo Cuatiá”…]
En el verano
del año 1866, durante la Guerra
del Paraguay, el jefe de la flota argentina, coronel José Morature, un italiano
pintoresco que hablaba en “cocoliche”, buscaba en las islas frente a La
Paz, al coronel Antonio E. Berón, por mandato de Mitre, por
ser éste, acusado de proteger a los desertores de Basualdo y Toledo. En una
carta Morature le escribe […frente al pueblo de La Paz, antes, Caballo Cuatiado..], y le cuenta a Mitre su andar entre los
indios, que tal vez les habrían enseñado el anterior nombre de La Paz(1) Sin mucho
discernir, ¿Caballo Cuatiado quiere decir Caballo Pintado o dibujado y Curuzú
Cuatiá, Cruz Pintada o dibujada? En todos los idiomas, con el paso del tiempo,
y por mal uso, hay palabras que han perdido su significado primario. Puede ser
que cuatiá sirvió a los guaraníes para comparar con los escritos y dibujos de
los jesuitas, luego a lo blanco del papel y por último al mismo papel.
Yo me pregunto:
¿Por qué los guaraníes no habrían marcado que en el lugar donde desemboca el
famoso arroyo, al inmenso río Paraná, detectaron o avistaron pastando caballos
salvajes pero también marcados, y dejaron una señal para que los atrapen los
indios que venían por tierra? Y no una simple avispa (cavá-jú) dando vuelta y
marcando el cuatiá con sus patas sobre la arena.
Aunque no sé el
idioma guaraní, soy un admirador de su dulzura, de sus metáforas. Recuerdo
pocas palabras. Mi bisabuela materna, Teodora Brites, era paraguaya, refugiada
de la Guerra Guazú,
mi abuela Victorina Brites, nacida en Departamento La Paz, también hablaba el
guaraní. Pero de los que más aprendí, fue de los carreros correntinos, que allá
por la década del 50, cruzaban por los pasos, Yunque y Las Mulas y, descansaban
frente a la comisaría de Ombú, que tenía molino y bebedero. Soltaban los bueyes
y las mulas, armaban el campamento y siempre había una guitarra o una cordeona.
Mis hermanos y yo nos embelesábamos con esa música, sus enseñanzas del guaraní
y los sustos con los cuentos de angüeras.