10/9/13

Volver a las chacras

Por Rubén Bourlot

La colonización agrícola iniciada a mediados del siglo XIX se lleva a cabo con inmigrantes europeos y en pocos casos con criollos. Ese proceso inmigratorio que se da principalmente en Santa Fe y Entre Ríos permite el acceso a la propiedad de la tierra en pequeñas concesiones que le posibilitan al productor vivir con su familia. Se constituyen establecimiento de tipo “granja mixta” donde se alterna con el cultivo de cereales, la cría de pequeños y grandes animales, el cultivo de una huerta, árboles frutales. Como consecuencia se produce un notable incremento de la población rural. Distinta es la situación de los inmigrantes de los aluviones posteriores – la inmigración golondrina que luego se afinca en la región pampeana – que se convierten en aparceros de los grandes terratenientes y su tarea se circunscribe exclusivamente en la producción de granos para la exportación. Esto desalienta la diversificación de cultivos y la implantación de árboles frutales y otro tipo de explotaciones agropecuarias puesto que el chacarero no es dueño de la tierra. Cada tanto, con la finalización de los contratos parte de las familias de aparceros se traslada a las grandes ciudades en busca de oportunidades (Rosario o Buenos Aires).
Esta situación provoca coyunturas de tensión con lo sucedido en la primera década del siglo XX con el Grito de Alcorta, cuando los chacareros se levantan en protesta por los precios de los alquileres y las condiciones de los mismos.
Otra etapa que marca cambios cualitativos en la producción rural es la sanción del Estatuto del peón de campo en 1944. Mejoraron las condiciones del trabajador rural con la garantía de un salario, pero también produce un cambio favorable en las explotaciones ya que los propietarios empleadores se ven obligados diversificar la actividad para aprovechar al peón mensualizado.
El despoblamiento del campo, fenómeno del siglo XX, se inicia precisamente por la falta de posibilidades de acceder a la tierra, por la subdivisión de las propiedades por la herencia, la falta de capital para ampliar los predios. Los hombres de campo se van trasladando a las ciudades, para trabajar en las fábricas y otras actividades urbanas Los propietarios prefieren vender la propiedad y probar suerte en las ciudades donde tienen acceso a una vida más confortable y mejores perspectivas a sus hijos: estudio por ejemplo. Pero muchos terminan sobreviviendo en barrios de emergencia.
Los planes de colonización van perdiendo impulso y los últimos con cierto grado de masividad se dan en la década del 60 pero sin demasiadas adecuaciones a los nuevos sistemas de producción.
Hoy, con los cambios en la tecnología, los nuevos requerimientos del mercado, los avances genéticos el campo se ha transformado en un espacio vital para muy pocos. Quienes carecen de capital venden o arriendan y se van a vivir a las ciudades. Los que explotan el campo tampoco viven en el lugar. Son propietarios o contratistas que tiene sus residencias en ciudades o barrios privados. Sólo algunos sectores productivos como la cadena avícola, con sus bemoles, garantiza la permanencia de la población rural, y en parte la actividad tambera. No obstante, la avicultura también va en camino a desplazar mano de obra con la creciente automatización de las instalaciones que busca una mayor rentabilidad sin atender a las necesidades sociales. Lo mismo puede suceder con los tambos y otras explotaciones.
La producción rural en la actualidad está “colonizada” por contratistas, pooles de siembra y empresas integradas, altamente concentradas, sostenida por capitales de los más diversos orígenes y muchas veces dudosos, que convierten la ruralidad en un extenso desierto verde. Falta por lo tanto la escala humana.
Es por ello que se necesita pensar, en una perspectiva de medio siglo hacia el futuro, o más y plantearse cambios de paradigmas. Los problemas actuales más acuciantes de la mayoría de los países son la urbanización cada vez más insalubre e inviable en materia de infraestructura,  el despoblamiento rural, la sobreexplotación del suelo con el consecuente agotamiento de su fertilidad, la saturación de tóxicos para combatir malezas y plagas, la destrucción del medio natural: bosques, ecosistemas, la desaparición de la biodiversidad, el reemplazo de especies naturales por organismos genéticamente modificados. La tecnología puesta al servicio del lucro de un cada vez más reducido grupo de actores no ofrece soluciones a las cuestiones planteadas. Los sistemas productivos a partir de la crianza intensiva de animales bajo el modelo de “fábricas” logran un incremento exponencial de la producción pero sacrifica la calidad natural del producto. Está probado que el bienestar del animal impacta positivamente sobre la calidad de los subproductos que se obtienen: los corrales de engorde (para los anglófonos feedlots), la avicultura en jaula y otras técnicas que mantienen a los animales encerrados, inmóviles y alimentados con dietas artificiales son la contracara de una producción amable con la naturaleza y por ende saludable. Por otra parte este tipo de instalaciones provocan un impacto contaminante en el entorno y reducen considerablemente la ocupación de mano de obra.
Hasta el momento la producción natural (orgánica), diversificada y rotativa es poco viable por la falta de capacitación, concientización,  y por los costos, según las reglas del mercantilismo actual. Se tiende a plantear discursos extremistas que niegan los avances tecnológicos, como son lo que llevan adelante determinadas organizaciones ambientalistas. Las experiencias utópica de aldeas tipo hippies no son viables ni económica ni socialmente. Pero por otro lado la tecnología, reiteramos, está puesta al servicio de un mercado deshumanizado. Y los centros de desarrollo, tanto privados como públicos, dirigen la investigación en ese sentido.

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Es hora de ir pensando en cambios de paradigmas. La tierra como los yacimientos de minerales, petróleo, el agua, los ríos y mares, y  el aire son recursos naturales cuya propiedad no debe tener el mismo tratamiento que la propiedad de un bien manufacturado por el hombre. La tierra es un recurso natural que no lo produjo la mano del hombre por lo tanto su ocupación o propiedad debe estar limitada a una función social. Este es el primer paso para llevar adelante reformas profundas que lleven a una nueva “colonización” rural. Si así lo pudieron hacer en el siglo XIX, no es utópico pensar en nuevas maneras de producción a escala humana, con el aporte de los adelantos tecnológicos a su servicio.
Se debiera plantear una distribución de los recursos, en este caso de las tierras, para reinstalar familias de productores en unidades de superficie de extensión razonable, que hagan sustentables las actividades. Para hacer posible estos cambios se necesita de la planificación de acciones desde el estado, y a largo plazo. Hay que prever planes de capacitación y adiestramiento a través de escuelas agrotécnicas, e INTA y otros organismos, una convocatoria amplia para la migración garantizándole a los interesados todas las posibilidades y las comodidades similares a las que gozan en las grandes ciudades: acceso a la comunicación, esparcimiento, fuentes de energía como electricidad y gas, posibilidades de capacitación y estudios. Con las nuevas tecnologías, las fronteras entre la ciudad y el campo tienden a desparecer.
Se podrían radicar familias, esa es la idea, en las parcelas o en centros de población adyacente a los campos, similares a las aldeas de los alemanes del Volga, que permitan concentrar servicios y facilitar la vida social. Esos lugares, además podrían ser centros de comercialización y de manufacturación de la producción, integrados al circuito comercial mediante una red caminera adecuada, inclusive redes ferroviarias.
También se necesitará cambiar los mecanismos para incorporar maquinaria y tecnología, ya que la inversión necesaria no podría ser soportada por los productores en forma individual. Es por ellos que se deben buscar alternativas asociativas, como las cooperativas, para adquirir la maquinaria y administrarla para uso común. Algo así lo pensaba hace medio siglo Bernardino Horne, cuando proyecta los contratos para la utilización comunitaria de tractores y otros implementos.
Otra cuestión a resolver con este nuevo sistema es la utilización de productos químicos para combatir plagas y maleza, inclusive para la fertilización. Hay que buscar alternativas de manejo incluyendo el control mecánico para evitar la contaminación con sustancias riesgosas y que como valor agregado, incorpore mano de obra. Un ejemplo puede servir para ilustrar. En la zona de colonia 1º de Mayo, un agricultor solía tener su chacra, que sembraba con lino o trigo, totalmente libre de malezas a través de su paciencia y precisión de cirujano para eliminarla manualmente. Tenía el hábito de recorrer diariamente el sembrado con una azada al hombro y con eso era suficiente. Si se aplica ese sistema a escala, con incorporación de trabajadores que realicen una tarea similar, se podría llevar adelante una agricultura mucho más limpia, diversificada y más independiente de las compañías monopólicas que producen químicos y patentan semillas modificadas genéticamente. El sistema no sólo serviría para los cultivos, sino para limpiar los campos de pastoreo y los de ganadería bajo monte. Pensemos en cientos de trabajadores ocupados en las tareas de las chacras mixtas bajo un régimen laboral de estabilidad para lo cual es necesario combatir los sistemas de contratistas y las falsas “cooperativas” de contratación de trabajadores golondrinas. Para ello desde el estado se debe proporcionar el acceso a la vivienda y al bienestar a estos trabajadores, inclusive contribuir a sostener el costo laboral para fomentar la contratación por parte del productor.

No pensamos en una colectivización al estilo stalinista ni nada semejante sino es la necesidad de ir pensando alternativas para un futuro no tan lejano, en donde se  considere al hombre como el verdadero destinatario de la riqueza que él mismo produce y la naturaleza como un recurso al servicio de la sociedad en su conjunto. Parafraseando a la canción “la tierra me la han prestado y tengo que devolverla…”

14/8/13

No solo de pan vive el hombre. También se nutre de la cooperación

 Por Ricardo César Bazán
 Tec. Sup. en Cooperativismo, Periodista – Investigador

Como reza el título de este articulo “No solo de pan vive el hombre”, también se nutre de la cooperación”, parece ser que  así lo entendieron los hombres por estas tierras. En El libro de la Nueva Alianza se  hace mención al pan,  dice sobre el mismo en “La primera comunidad cristiana”: “Todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar de la vida en común, en la fracción del pan (...) más adelante continua diciendo:”Todos los creyentes se mantenían unidos y ponían lo suyo en común” (...).
El pan es nombrado también en “La institución de la Eucaristía” y dice así: “Mientras comían, Jesús tomo el pan, pronuncio la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos” (...)
 Jesús hace mención a la preparación del pan en “La parábola de la levadura” “Digo también: “¿Con que podré comparar el reino de Dios?  Se parece a un poco de la levadura que una mujer mezcló con gran cantidad de harina, hasta que fermentó toda la masa”.
También se nombra al pan en La multiplicación de los panes.
En 1855 en Paraná “Cuna de la Cooperación Argentina”, se fundó la primera Empresa Panadera Cooperativista  del país, el Dr. César Blas Pérez Colman en su libro Paraná 1810 - 1860 “Los primeros cincuenta años de la vida nacional” publicado en el año 1946 dice en la página 425: “Para terminar agregaremos que en 1858 se estableció en Paraná una importante fábrica de cerveza, que giraba bajo la razón  social de Martínez y Rivero. Ese mismo año empezó a funcionar  una panadería cooperativa, que contaba con numerosos asociados”
En nuestra investigación encontramos en los archivos del Dr. Oscar R. Tavani Pérez Colman , en la Hemeroteca del Congreso de la Nación y en  Archivo General de la Nación Argentina , publicaciones de la época donde está documentada la existencia de la misma, en el periódico El Nacional Argentino hay un aviso que dice : “Asociación Panadería Del Pueblo”- Los Sres. accionistas se servirán pasar por la casa del Sr. Subiaur, tesorero de la asociación á recibir el dividendo de las utilidades que resultaron según balance del 2º trimestre del 4º periodo administrativo que se dio cuenta en 18 de julio último á la Asamblea General - Paraná 20 de Octubre de 1858.
En la Hemeroteca del Congreso de la Nación hay una publicación del periódico antes mencionado en donde encontramos que esta empresa cooperativa realizaba sus asambleas en el Club Socialista el mismo estaba situado en calle Urquiza , sitio que  podríamos ubicar aproximadamente en el predio  que  ocupan actualmente el Banco Credicoop y la Cooperativa Institucional.
En Buenos Aires en el año 1887 cita Julio César de la Vega (Diccionario Consultor Político) que “los miembros del Club “Vorwarts”, de orientación socialista fundan una cooperativa panadera que funcionó hasta 1896” (...).
 Hemos encontrado también que en el año 1891 en Gualeguaychú se fundó una Cooperativa de Panaderos, los estatutos de este emprendimiento cooperativo se encuentran en el Fondo Gobierno del Archivo de la Provincia de Entre, el mismo reza:”Copia del Acta de instalación de la Sociedad Cooperativa de Panadería. En la ciudad de Gualeguaychu, a los catorce días del mes de junio y año del Señor de mil ochocientos noventa y uno, reunidos los accionistas que al margen se suscriben, en el local denominado Teatro 1º de Mayo á fin de constituir definitivamente la Sociedad Cooperativa de Panadería y nombrar su directorio efectivo se procedió a nombrar un presidente y secretario had-hoc recayendo en las personas de Dn Belisario Ruiz y Dn Pedro M. Obispo respectivamente, en los estatutos de la cooperativa en su art. 1º dice: “Se constituye una sociedad anónima bajo la denominación Sociedad COOPERATIVA DE PANADERÍA cuyos objetos son los siguientes: 1º Establecer panaderías en esta ciudad para el expendio de este articulo á los asociados y demás clientela que el establecimiento adquiera” (...)
Antiguo horno de pan
En Rosario en el año 1889 (Revista del instituto de la cooperación-Tomo Y-1974 -pág. 21) cita que la ciudad vivía una difícil situación social y dice: “...la situación de la municipalidad “rosarina es critica” y la de su vecindario- agregamos nosotros-peor, a tal punto que el 21 de octubre de 1890 hubo de otorgarse un subsidio para la “Comida de Pobres” (...).”En el país del trigo, el más apremiante problema a resolver era, pues, el de poner el pan al alcance de los humildes y, en la ciudad de Rosario tomo cuerpo la idea de constituir una cooperativa destinada a aliviar las consecuencias del dramático trance. A tal efecto, el 26 de setiembre de 1889, tuvo lugar una reunión de vecinos pertenecientes a los círculos mercantiles y profesionales con el objeto de constituir una sociedad “Cooperativa de Panaderías”, con un capital de 500.000 pesos, en dos series de acciones de 25 pesos”(...).
La obra antes mencionada cita que “En 1889, fue, según dijimos, un grupo rosarino de la clase media el que intentó organizar una “Cooperativa de Panaderías”, sin lograr un buen éxito a su propósito; en cambio, son los propios obreros rosarinos quienes, en una reacción espontanea contra los abusos de los comerciantes, organizan con buen resultado la cooperativa “Panadería de trabajadores”, (...) Fundada el 5 de Abril de 1904, siguiendo el modelo de Rochdale” (...).”Los iniciadores de la “Panadería de Trabajadores” eran operarios del ferrocarril “Buenos Aires y Rosario (...) Las reuniones preparatorias se realizaron bajo la dirección de Juan Borzone, un hojalatero ferroviario, en una modesta casita de madera situada en la calle Jorge Canning, entre Junín y la avenida Alberdi, y la asamblea constitutiva fue convocada para la fecha ya mencionada: 5 de abril de 1904. El acto se realizo con asistencia de 65 obreros y empleados ferroviarios, uno de los cuales -José Ojeda - dio lectura a un modelo de estatuto que había recibido del Dr. Juan B. Justo” (...)
El pan alimento presente en la mesa del rico como del pobre llego desde los comienzo de nuestra Patria de la mano de la Solidaridad entre los Hombres, porque entendieron que no solo de pan vive el hombre sino también que era necesario elaborarlo y ponerlo al alcance de todos a través del sistema cooperativo.

Fuentes:
Archivos del Dr. Oscar Ricardo Tavani Pérez Colman- El Libro de la Nueva Alianza- Diccionario Consultor Político- Revista del Instituto de la Cooperación- Hemeroteca del Congreso de la Nación  Argentina- Archivo General de la Nación Argentina -



El matrero de Tres Lagunas

Por Rubén Bourlot
Publicado originalmente en revista Orillas, 21/71/2013

Entre Ríos es tierra fértil en mitos y leyendas, en relatos de milagros y sucedidos. La solapa es el duende más popular de la región y el Lázaro Blanco el milagrero que recorre el imaginario popular del norte provincial. Pero también existen personajes con un predicamento muy encarnados en su pago, de quienes suelen contarse historias extraordinarias, como es el caso de Carmelito Acosta, un gaucho matrero de la zona de La Paz. Nacido en el distrito Tacuaras hacia 1870, es un gaucho que vivió solitario y al margen de las normas de lo que se llama la “civilización”, con la única compañía de su fiel caballo ruano Pajarito. Como los antiguos matreros, a semejanza del Calandria que con maestría retrata Martiniano Leguizamón en su comedia campestre, Carmelito no gusta obedecer a la autoridad ni depender de un patrón. Vive de la bondad de algún amigo, tal vez de lo que puede obtener de un conchabo ocasional, pero más de las veces de carnear algún ajeno. Pero su justa fama no viene del robo de las reses que le sobran al estanciero sino de las pendencias en los boliches por una copa bebida demás y de su habilidad para escapar de los milicos. Rara vez la autoridad logra atraparlo. 
Su refugio es un hueco cavado en un tronco de guaraniná en los campos de Tres Lagunas. 
Aguedo Martínez relata que en una oportunidad, en horas nocturnas, Carmelito se dirige a la casa de una amiga, quien es la que le lava la ropa, sin advertir que en los corrales de la casa lo espera una partida policial. Cuando desmonta de su ruano recibe el ataque con armas de fuego y una bala alcanza su pierna lo que le impide montar de nuevo. No le queda más recurso que prenderse a la cola de una vaquilla, que espantada por la batahola huye junto al resto de la tropa y así logra escapar de las autoridades.
Otra hazaña que se cuenta lo tiene de protagonista en un boliche tomándose una ginebrita, cuando llega otro gaucho que se acoda al mostrador y luego de mojar el garguero como corresponde mira desafiante a Carmelito. Y de la mirada se fueron a las palabras, y de las palabras al facón. El parroquiano con facón y Carmelito con un cuchillo que con gran habilidad le metió un agujero en el cuero del rival que lo dejó fuera de combate y con una marca para toda la vida.
Y sigue la saga. Un domingo, en esas raras oportunidades que visitaba la casa de una amigo, es sorprendido por la policía pero lograr zafar montado en su ruano saltando los cercos. Sobre el lomo de su Pajarito, no había portón ni alambrado que lo atajara.
Otro testimonio lo brinda Roque Casals, de Santa Elena, que aporta datos brindados por Jesús Blanco, integrante del Conjunto “Los Peregrinos”: Carmelito era amigo de su padre, Juan Ramón Blanco, oriundo de Ombú. En los años 1947 y 1948, cuando Jesús tenía alrededor de 10 años, Carmelo visitó su casa del barrio puerto de La Paz (…) Tenía un caballo ruano, que saltaba los alambrados y con un silbido lo tenía a su lado (…) Nunca se le conoció muerte; posiblemente era cuatrero porque era muy perseguido por la policía.
Pero además de sus habilidades para montar y manejar el cuchillo, tiene una particular destreza para el dibujo, tanto que en el papel es capaz de reflejar el paisaje agreste que lo rodea. Lo menciona Martínez y también Linares Cardozo, el maestro de la chamarritas, en su libro Júbilo de esperanza. Dice el autor de La Lindera que en una oportunidad, pintando un paisaje en el arroyo Estacas, se le aparece el famoso gaucho, anciano ya “espigado, ágil todavía, muy prolijo y aseado en su vestimenta, con una cabellera blanca que le caía, sujetada a la altura de la frente por una vincha que la hacía patriarca gaucho. Su presencia fue como una aparición, llevaba puesto en ponchillo que protegía la espalda. Dejé mi trabajo para atenderlo. Según sus palabras andaba con sus perros rastreando un zorro por el arroyo. Curioso, se sintió atraído por mi paisaje que lo observó un largo rato, para finalmente dar su juicio pícaro y travieso: ‘el que sabe, sabe, el que no sabe, ignora y el ignorante pelea…’ Luego me confesó el entusiasmo de toda su vida por el dibujo, por la música y las artesanías. Don Carmelito me hacía notar su gran amor por la naturaleza, los pájaros, los bichos (…)”
Hoy el campo donde se realiza la Fiesta del Toro, en campos de la familia Genés, en la zona de Yacaré, se denomina precisamente “Carmelito Acosta”. Cuenta Marcelo Faure en la página del Centro de Estudios Históricos Arturo Jauretche, que “Pituco Martínez acceso a un papel de estraza (que se usaba para envolturas en los viejos almacenes) con escritos y dibujos de Carmelo Acosta hechos con pétalos de flores del monte”.
Un copla popular lo recuerda: “Un gaucho de Tres Lagunas/ con cara de zorrito/ no hay alambrado que ataje/ a su ruano Pajarito”.

Y así lo pinta Héctor Cacho Miño en su chamamé Campo Carmelito Acosta.

Llega la “Fiesta del Toro”, ya se escucha los murmullos
Por el lao de “Tres lagunas”, por el pago del “barullo”.
Allí junto al Yacaré, ese arroyo entrerrianito
Está el campo de destreza, bien llamado “Carmelito”.

Gauchito de “Tres Lagunas”, aunque los años pasaron
se recuerdan sus andanzas, porque en la gente quedaron.
Era ágil cual un gato y le sobraba el valor
al tratarlo muy amable, buen dibujante y pintor.

Fuentes:
Marcelo Faure, “Carmelito Acosta: mito y devoción popular”, en http://www.vascojauretche.com.ar/2013/04/carmelito-acosta.html#more
Marcelo Faure, entrevista, 12/06/2013

28/7/13

Sociedad Cooperativa de Panadería de Gualeguaychú (1891)

Por Tsc. Ricardo Cesar Bazan

En Paraná en 1855 se fundó la primera cooperativa Argentina que se tenga registro la “Panadería del Pueblo”, unos años mas tarde, en 1891 se creó en Gualeguaychú (E.Rios) la Sociedad de Panadería Cooperativa de Gualeguaychú, según reza un pedido de reconocimiento de personería jurídica y aprobación de los estatutos originales encontrados en la Hemeroteca del Archivo General de Entre Ríos. En los mismos se lee: “En la ciudad de Gualeguaychú, a los catorce días del mes de junio y año del Señor de mil ochocientos noventa y uno, reunidos los accionistas que al margen se suscriben, en el local denominado Teatro 1° de Mayo á fin de constituir definitivamente la Sociedad Cooperativa de Panadería y nombrar su directorio efectivo se procedió a nombrar un presidente y secretario had-hoc recayendo en las personas de Dn. Belisario Ruiz y Dn. Pedro M. Obispo respectivamente.”
 
“Art. 1°: Se constituye una sociedad anónima bajo la denominación Sociedad COOPERATIVA DE PANADERIA cuyos objeto son los siguientes: Inciso 1°) Establecer panaderías en esta ciudad para el expendio de ese artículo á los asociados y demás clientela que el establecimiento adquiera.”
Comenta el periodista Daniel Tirso Fiorotto sobre la misma: “Sus fundadores, vecinos del sur entrerriano, la organizaron con el objeto de establecer panaderías y distribuir los beneficios de la sociedad entre sus miembros, asegurando al mismo tiempo un interés al capital, cuya distribución se hará: primero por el expendio de los artículos a crédito para los socios y segundo por la buena calidad de los mismos, los que no podrán tener adulteración alguna.
“Las utilidades liquidas que resulten serán distribuidas de la forma siguiente: diez por ciento entre los miembros activos del directorio en proporción a las asistencias. Diez por ciento para fondo de reserva. Cinco por ciento a los certificados de los socios fundadores. Setenta y cinco por ciento a los accionistas como dividendo”.
El primer directorio de la compañía quedó compuesto por Jacobo M. Spangemberg, Belisario Ruiz, Pedro M. Obispo, Manuel Angueira, Ángel Rivas, Juan Buschiazzo, Ernesto Cantina, Eduardo Salaberry y Luis Luciani. La nómina de accionistas es muy extensa, con apellidos conocidos hoy en Gualeguaychú: Farabello, Otamendi, Piaggio, Labayen, Risso, Porchetto, Garbino, Bonifacio, Casenave, Arispe, Repetto, Chichizola, Casaretto, Révori, Cechi, Podestá, Vaccaro, entre otros.”



28/6/13

La soberanía particular de los pueblos

Por Rubén Bourlot
Este 29 de junio se conmemoran los 198 años del Congreso de los Pueblos Libres convocados por Artigas en Concepción del Uruguay en 1815.
El artiguismo como corriente del pensamiento no fue un ideario fruto de la reflexiones de un individuo sino de la acción y el pensamiento de un grupo de hombres inspirados en la presencia gravitacional de Artigas. Las ideas fueron expresadas a través de diversos escritos, cartas, proclamas, reglamentos que surgían del pensamiento de Artigas y de sus colaboradores, los famosos secretarios, como Miguel
Barreiro, José Benito Monterroso y Dámaso Antonio Larrañaga, en donde no se puede identificar una autoría individual. “El Protector estaba dictando a dos secretarios que ocupaban en torno de una mesa de pino las dos únicas sillas que había en toda la choza (…)” describe el viajero inglés Robertson.  Ese ideario fue tomado a su vez por los representantes de Artigas en todo el territorio de la Liga Federal y permaneció más allá de la presencia física del Protector.
Una de las ideas del artiguismo es la original concepción de la soberanía particular de los pueblos, nacido de los particularismos regionales del Plata y constituyen el reconocimiento de estos por parte del artiguismo.
El espíritu autonomista de la soberanía popular tiene sus orígenes más remotos en la tradición hispánica. Desde la España caballeresca, las autonomías de los castellos medievales que respondían a los caudillos, y las concedidas a través de las “cartas pueblas” en los tiempos de la reconquista se trasladaron a los dominios americanos. También se arraiga con el movimiento comunero castellano que, entre otros motivos, tuvo su desenlace anta presencia de un emperador extranjero, el flamenco Carlos V.
En América, las enormes extensiones que ponían distancia entre los centros poblados y de estos con los centros de poder favoreció la formación de entidades con una fuerte autonomía. El imperio español se vio en la obligación de adoptar una legislación específica para sus posesiones americanas – las Leyes de Indias -, respetando su casuística y permitiendo una aplicación flexible, adecuándola a cada caso.
Se crea así el cabildo de las villas y ciudades en la institución autónoma por antonomasia, centro de la actividad cívica, en donde se ponía en práctica una forma de gobierno asambleario, aunque restringido a parte reducida de sus habitantes. También en el ámbito de las misiones jesuíticas del Plata, el cabildo se constituyó en el centro de la vida política donde hacen escuela los pueblos indígenas. Esta práctica política es la que rescata Artigas para plantear su defensa de la soberanía particular y la amplia considerablemente. Porque para el Protector todos los habitantes eran parte de esa soberanía, estaban habilitados para elegir y ser elegidos: criollos, indios, negros.
Esta es la diferencia sustancial con el cabildo colonial que restringía el derecho de participación a la “parte sana”, a quienes tenían el carácter de “vecino” por ser fundador y descendiente de este, propietario, padre de familia, etc.
Dice Vicente Sierra: “Debido a la dispersión de los centros urbanos se adjudicó el sentido localista a cada ciudad creando un espíritu de edad media. El hombre de la época hispana careció de la noción de estado que posee el actual (…)” Lo notable del artiguismo es que respetó esta particularismo, aprovechó la experiencia democrática de los pueblos pero lo sacó de su condición de localismo para aplicarlo a una concepción de república en un ámbito mucho más amplio. La unidad respetando la diversidad. La soberanía particular en el contexto de una soberanía nacional articulada en una confederación de los pueblos de los antiguos reinos hispanoamericanos.
Mi hipótesis es que la soberanía particular de los pueblos dio lugar a una forma de federalismo distinta al concepto que surgió después de la desaparición de Artigas. Éste era un federalismo de los pueblos, sin límites geográficos rígidos, no interesaban demasiado los límites, sí la particularidad de cada pueblo y su derecho a decidir. “La soberanía particular de los pueblos será precisamente declarada y ostentada, como objeto único de otra revolución”, manifiesta Artigas en 1813. El federalismo posterior se fue configurando alrededor de los caudillos provinciales con otro tipo de liderazgo más preocupado en delimitar sus espacios geográficos, convirtiendo esos territorios en una rémora de los señoríos feudales, que en respetar  la autonomía de los habitantes.
No obstante, no hay que confundir el sentido amplio y flexible de la soberanía popular concebida por Artigas con ideas anárquicas. Como bien lo sostiene Wáshington Reyes Abadie Artigas respetaba a las instituciones preexistentes como los cabildos. Así cuando convoca a la elección de los diputados para el Congreso de Concepción del Uruguay en 1815, éstos representan a los cabildos. “En todo el sistema representativo federal – dice Reyes Abadie - primero hay una fuerte adhesión al viejo derecho indiano que confería representaciones en cortes o congresos a las ciudades con cabildos y no a las villas o pueblos que no lo tuvieran. Don José Artigas es amplio en la convocatoria porque se dirige a la villa, a pueblos, pero que en el acto en que el congreso designa le confiere al cabildo la representación”.
Otro aspecto a destacar es la idea de república frente al republicanismo liberal formal, copia de fórmulas importadas. Es un republicanismo popular resultante de su concepción de la vida y de la organización política, nacida de su raíz popular, sin nigún aditamento frente a las vacilaciones de otros protagonistas de la época que especulaban con establecer formas monárquicas abiertas o disimuladas.
En esta concepción política, en la ideada para la Constitución futura y en la impuesta por la realidad revolucionaria, hay siempre la expresión del necesario respeto de la expresión de la libre voluntad popular, es decir la soberanía particular de cada pueblo.
En los proyectos constitucionales y en las asambleas frente a los representantes del pueblo afirma que su “autoridad emana de ellos y cesa ante su presencia soberana”.
El respeto de la libertad y la igualdad, los derechos de todos los seres humanos que vivieron en su territorio, de cualquier clase social y condición constituyó la principal preocupación del caudillo.
Esta conciencia profunda de la necesidad del respeto y de la garantía de los derechos del hombre, se manifiesta en los grandes documentos constitucionales artiguistas, y en los actos de su gobierno, con las ineludibles imposiciones que resultaban del proceso revolucionario, de la lucha, de la revolución, y de la guerra internacional, de las traiciones de toda índole, de las debilidades y de los desfallecimientos que minaban su empresa.
La igualdad, la consideración de los iguales derechos de todos los seres humanos -los blancos, los indios, los negros-, el tratamiento igual para todos en condiciones iguales, la proscripción de los execrables privilegios basados en el nacimiento, en la casta, en las obsoletas ideas heredadas de la monarquía autocrática, están en la esencia del artiguismo, así como la aceptación de la necesidad de los tratamientos diferenciales para asegurar la verdadera igualdad: "Que los más infelices sean los más privilegiados", era una de sus consignas.
En Artigas el control del poder y la sumisión de éste al Derecho, está en la raíz y en el núcleo de su pensamiento.
En el sistema constitucional deseado y promovido para cuando fuera posible, por medio preferentemente, pero no de manera única y excluyente, por el principio de la separación de poderes, que las Instrucciones del Año XIII afirman como necesario tanto respecto del gobierno provincial como del federal. Igualmente este criterio se encuentra en los proyectos de Constitución, provincial y federal, nacidos del artiguismo.
Pero además, en los hechos y en la realidad que podemos llamar preconstitucional, por la aceptación de la contención de su propio poder ya que, como jefe y caudillo, reconoció siempre la necesidad de su limitación y control por los congresos representativos.
También, asimismo, por el control que él ejerció sobre sus subordinados para impedir la arbitrariedad y el desvío de la autoridad.
Para el pensamiento artiguista la etapa constitucional, con la existencia de una Constitución formal y escrita, reguladora de los elementos caracterizantes del Estado, de los derechos y deberes de los individuos y de los ciudadanos y de los poderes y obligaciones de los órganos públicos, era una necesidad ineludible.


7/6/13

Integraciones avícolas o quién tiene la gallina de los huevos de oro

Por Rubén Bourlot
Esta nota fue publicada originalmente en el periódico Impacto rural.
El sistema productivo de la cadena avícola es uno de los más dinámicos de Entre Ríos. La avicultura logró constituirse en una actividad altamente tecnificada y con incorporación de valor agregado dentro del territorio provincial, lo que impacta en la ocupación de mano de obra local. Y por otra parte contribuye a evitar la emigración de la familia rural, un fenómeno que alientan otras actividades como la agricultura sojera que ocupa escasa mano de obra en el campo. No obstante hay un eslabón de esta cadena que es el más delgado, como siempre lo fue: el productor avícola.
El esquema de integración vertical para el engorde de pollos, con la incorporación del criador, tiene sus orígenes a fines de la década del ‘60 con lo que el frigorífico se garantiza la provisión de materia prima. El sistema afectó a los productores independientes que se iban quedando sin alternativas para colocar su producción a precios razonables.
El productor integrado, generalmente propietario de las instalaciones, no cuenta con contratos claros al momento de incorporarse y generalmente los acuerdos son por crianza. La continuidad depende del arbitrio de la empresa integradora. Tampoco se le garantiza una frecuencia en la entrega de pollos. Ante cualquier disminución de la demanda se suspende o dilata la provisión del pollito y el productor se queda con las instalaciones ociosas y sin ninguna indemnización.
La relación contractual es una simple adhesión a las condiciones impuestas por el integrador, la parte más fuerte de la relación. Estas empresas locales o multinacionales se encuentran a su vez integradas horizontalmente y en la mayoría de los casos apelan a prácticas monopólicas quedándose con la parte más redituable del negocio, o sea con la gallina de los huevos de oro.
El propietario de la granja integrada está obligado a ofrecer instalaciones adecuadas a requerimiento del integrador, con exigencias de mejoras que se incrementan con el tiempo y a medida que avanza la tecnología. Esto obliga al productor a invertir continuamente. Sería lógico que este esfuerzo fuera compensado con mejoras en el precio que se paga por una producción de más calidad y eficiencia pero casi nunca se refleja en su bolsillo. Tampoco el productor ve reflejado en el precio lo que se paga el pollo eviscerado en el mercado. Tengamos en cuenta que en la actualidad, se abona por pollo entregado al frigorífico entre 90 centavos a 1,30 pesos. En el mercado ese mismo producto llega al consumidor final entre 12 y 14 pesos el kilo o más. Un informe publicado en una  revista de la provincia de Buenos Aires hace unos meses estimaba que “si hace tres años la industria pagaba 1,30 pesos por pollo, ahora está pagando 1,60”. Téngase en cuenta el kilo de pollo en 2010 se vendía al consumidor final a unos 6 pesos el kilo.
El citado informe indica que hace unos cinco años, un productor con capacidad para 20.000 aves podía vivir razonablemente pero ahora se necesitan al menos criar unos 40.000 pollos para lograr el mismo objetivo. También nos encontramos que nuevos actores ajenos a la actividad se van incorporando al negocio de la crianza, invirtiendo dineros de otro origen en instalaciones de gran escala que alteran la ecuación para el productor del campo. No hay dudas que la “eficiencia” se sostiene sobre las espaldas del productor que vive o trabaja en el campo, que tiene su familia arraigada en las zonas rurales y se resiste a emigrar para sobrevivir en la ciudad.

Decíamos al principio que esta situación se arrastra desde fines de la década del ‘60 cuando fueron desapareciendo los productores independientes al mismo ritmo que dejaban de funcionar los frigoríficos más pequeños, que no contaban con proveedores integrados. En 1974, desde el gobierno provincial de esa época se implementó el Plan Integral de Reconstrucción y Nacionalización Avícola (PIRNA)  que pretendió, junto a las cooperativas, mejorar las condiciones de trabajo del productor y ofrecer un precio justo. El plan no arrojó resultados satisfactorios debido a varios factores como la desconfianza del avicultor, la falta de experiencia y eficiencia por parte de los sectores involucrados: cooperativas, proveedores de pollos y alimentos, y funcionarios responsables.
Hoy nos encontramos con la misma situación de hace cuatro décadas. Desde la industria, prevalece la voluntad de las empresas que sólo se preocupan por producir más y obtener el máximo de ganancia sin importarles si lo hacen con cien familias radicadas en el campo o a través de mega instalaciones automatizadas atendidas por pocas personas.
¿Cuáles son las soluciones? Sin dudas no son muchas las variantes pero deben pensarse a partir del productor y de su voluntad de mantenerse unidos. El sistema ensayado en la década del ‘70 (PIRNA) pudo ser una alternativa y el cooperativismo es una herramienta válida.(1) El gremialismo rural nunca estuvo muy al tanto de esta problemática, tan activo para cuestionar las retenciones de la soja, pero podrían mirar por una vez hacia al pequeño y mediano productor.
Por otra parte, desde el Congreso de la Nación, hace unos dos años se presentó un proyecto para regular los contratos de integración que duerme el sueño de los justos. No hay dudas que las presiones lobistas son muy fuertes y anulan cualquier intento de modificar el sistema a favor de la parte más débil.

28/5/13

El primer núcleo urbano de Entre Ríos

Por Rubén Bourlot 
Derramada sobre barrancas calcáreas y balconeando frente al Paraná, la actual capital de Entre Ríos se apresta a cumplir, este 25 de junio, los 200 años de la efectiva elevación a la categoría de villa con cabildo propio, con lo que logra definitivamente su autonomía respecto de Santa Fe. Pero este núcleo urbano está próximo a verificar sus tres siglos de existencia y se lo puede considerar el más antiguo de la provincia. 
Hasta la creación del Virreinato del Río la Plata, la ocupación del territorio entrerriano se concreta a través de las concesiones de tierras o suertes de estancia que benefician a vecinos de Santa Fe y Buenos Aires. El asiento de pobladores es disperso y en condiciones muy precarias. 
Los primeros núcleos de población se forman espontáneamente en lugares favorables a los asentamientos. Cabe acotar que el suelo entrerriano, en particular la ribera del Paraná, está ocupada por grupos de pobladores nativos que se oponen a la invasión realista. 
Con el traslado de Santa Fe a su actual ubicación, unos kilómetros al sur de la antigua Cayastá, se da inicio a la ocupación de zona que llamaba “la otra Banda del Paraná” o “la Baxada” y que con el paso del tiempo pasará a denominarse Paraná. 
Parte del expediente por el que se eleva a villa 
el 9 de enero de 1810
La actual capital de Entre Ríos no registra un acto de fundación de acuerdo con las normas y costumbres hispanas, ni disposición oficial de su establecimiento. Su origen “singular, modesto y relevante”, como dice Facundo Arce, tiene que ver con un proceso lento e imperceptible, que se inicia con la llegada de los primeros pobladores al pago de “la Baxada” a fines del siglo XVI. Ese proceso se incrementa a partir del traslado de la ciudad de Santa Fe a su sitio actual, a mediados del siglo XVII, cercanía que favorecía el desarrollo de un caserío. Es un lugar con ventajas naturales para el desembarco. “Allí también tomaban tierra firme los viajeros que iban a Corrientes y al Paraguay”, dice el historiador Pérez Colman y lo certifica la cartografía de la época que nos informan sobre una línea de postas que parte desde la Bajada hacia Corrientes por la ribera oriental del Paraná. Otro factor que impulsa el desarrollo del lugar es la presencia de yacimientos de piedra caliza utilizada para la construcción y para el curtido de cueros, una actividad derivada de la ganadería. 
El sitio se lo conoce de muy antiguo con varias denominaciones, más allá de las mencionadas, según surge de la cartografía. Así en el mapa “del Paraguay” de Pierre Vander, de 1730, se lo nombra como La Capilla. En otro mapa de Miguel Antonio Ciera, de 1758- figura como La Calera, lo que da una idea de lo que significan como riqueza los yacimientos de cal. También se conoce el lugar como Punta de Piedra, según el mapa de de América del Sur de Thomas Kitchin, fechado en 1787. 
El 23 de octubre de 1730 el Cabildo Eclesiástico toma la decisión de erigir la Parroquia del Pago de la otra Banda del Paraná, indicando que se le deben entregar los “ornamentos y alhajas de la capilla que se desalojó del Rincón, cuya entrega la hará el Cura de Españoles de Santa Fe”. 
Texto de la elevación definitiva a villa, el 25 de junio de 1813
Este Acuerdo y el decreto del 25 del mismo mes “constituyen los primeros actos gubernativos de las autoridades españolas para la organización del territorio que más tarde formaría el cuerpo político denominado provincia de Entre Ríos”, expresa Pérez Colman. “Dichos documentos marcan el comienzo de la sociedad entrerriana y es una referencia necesaria cada vez que se señale la fecha de nuestro advenimiento bajo los atributos de un pueblo organizado. En esa fecha “aparece con nombres y atributos propios, el primer pueblo entrerriano”. Y el historiador agrega: “En aquel entonces, la parroquia no era una simple institución de orden puramente eclesiástico, ya que a las parroquias también les competían funciones a la vez religiosas, políticas y administrativas, y el cura se constituía en un mandatario público con competencias civiles y administrativas otorgadas por las leyes”. 
El ya citado Zabala, que ejerce el vicepatronato, ejecuta lo resuelto por el Cabildo el 23 de octubre, y ambos documentos -el del Cabildo y el de Zabala- pueden considerarse, como sostiene Pérez Colman, el inicio de la vida organizada del pueblo paranaense y sus alrededores. En este sentido, no hay duda de que el culto se constituyó en un valioso elemento de cohesión, de unión y de solidaridad entre los pobladores y que el cura era una persona de consulta, que solía involucrarse en los actos familiares, más allá de la asistencia espiritual que brindaba. En ese mismo año el Cabildo de Santa Fe crea el puesto de Alcalde de la Hermandad con asiente en La Bajada, cargo que recae en Santiago Hereñú, primera autoridad civil radicado en territorio entrerriano. 
Celebración del bicenterario de la Parroquia El Diario, 
Paraná, 25-10-1930
Con la creación del Virreinato del Río de la Plata, con cabecera en Buenos Aires se impulsa la fundación de pueblos. Tomás de Rocamora es enviado para estudiar esa posibilidad en el territorio entrerriano y concluye que es conveniente la separación de Paraná de la jurisdicción santafesina. Después de un detenido estudio escribe al Virrey Vértiz, el 10 de agosto de 1782, que conviene a la mejor administración de justicia que las tres jurisdicciones de Arroyo de la China, Gualeguaychú y Gualeguay Grande se reunieran a un mando y que aún más conveniencia se seguiría si también se agregase el Paraná. 
Anoticiados de este proyecto tanto el teniente gobernador de Santa Fe como el Cabildo santafesino hacen oír sus protestas, pero Rocamora sigue adelante y procede a segregar a Paraná, de Santa Fe. 
El litigio continúa con diversas alternativas durante largo tiempo y Santa Fe aprovecha toda oportunidad para insistir en sus derechos y ejercerlo cuando le es posible. Los vecinos de La Bajada del Paraná insisten repetidas veces mediante presentaciones, memoriales y apoderados, hasta conseguir el 9 de enero de 1810 que el virrey Cisneros mandara erigir en villa el lugar. 
Este decreto implicaría la definitiva desmembración de Paraná y de Nogoyá de la jurisdicción santafesina. Sin embargo, como consecuencia de conflictos locales no se llega a la designación de las personas que deben integrar el cabildo paranaense, y los funcionarios dependientes de Santa Fe continuan en sus puestos. 
En tanto, se produce el movimiento revolucionario de 1810 y es preciso esperar hasta 1813, en que por ley del 25 de junio la Asamblea General erige a Paraná en Villa, con cabildo propio.

14/5/13

Aquel sueño de niños


Por Rubén Bourlot
Un 14 de mayo de 1877, un grupo de jóvenes, casi niños tienen el sueño de seguir sus estudios secundarios en el histórico Colegio del Uruguay, y lo convierten en realidad. No sólo realizan el sueño de niños sino que lo transforman en la realidad de los gigantes de hoy. Esa humilde semilla germina y de ella nace la Sociedad Educacionista La Fraternidad, echa raíces florece en la Universidad de Concepción del Uruguay.  “Sueño de niños, realidad de gigantes” es su lema. Recuérdese que tanto el gobierno nacional como el provincial suspenden becas que permitían a jóvenes de todo el país sobrevivir mientras cursaban sus estudios secundarios en la entonces capital entrerriana. Y recuérdese también que la nación estaba presidida por Nicolás Avellaneda, que antes fuera ministro de educación de Domingo Faustino Sarmiento, dos personalidades a las que se reivindica por su compromiso en la “educación del soberano”.
Aníbal S. Vásquez, en su libro Dos siglos de vida entrerriana, desgrana el proceso de creación de esa digna y original institución.
“Reunidos en este día, en el teatro 1° de Mayo, la mayoría de los estudiantes del Colegio Nacional ‘con el objeto de poner en práctica el pensamiento de fundar una sociedad de socorros a los estudiantes que, por la supresión de becas de las provincias, o por otras circunstancias, no pudieran continuar sus estudios en las aulas del Colegio’, —según reza en el acta de fundación—, el señor Francisco Barroetaveña ocupó la presidencia provisional, explicando los motivos de la convocatoria. Luego se designó una comisión organizadora presidida por José B. Zubiaur y se acordó formar los fondos con cuotas de veinte a cuarenta centavos, que a los quince días formaban cien pesos y con cuya cantidad pudieron reanudar sus estudios dos jóvenes que los habían interrumpido. El vecindario de Uruguay, advertido de la generosidad del propósito, prestó a la iniciativa su eficiente colaboración, al punto que al año siguiente eran seis los jóvenes protegidos por la sociedad. Al final de la primera década de vida ´La Fraternidad´ tenía ochenta y cuatro jóvenes internos, de los cuales treinta estudiaban con su protección. El desenvolvimiento de la asociación estaba sujeto a un reglamento.
El 23 de febrero de 1883, se aprobó la realización de un empréstito destinado a la construcción de la casa propia, que fue proyectada gratuitamente por el profesor del Colegio doctor Lorenzo Presas y construida por don Enrique Delor, siendo recibida lo obra el 10 de diciembre de 1889. Los recursos se obtuvieron, además, con donaciones, representaciones teatrales a cargo de los estudiantes, subsidios, etc.
El doctor Antonio Sagarna, estudiante del Histórico e internado de la "Frater" —luego juez, catedrático, diputado, ministro provincial y nacional, embajador en Perú, ministro y presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación— escribió la historia de esta magnífica iniciativa estudiantil, única en el país, y a través de sus páginas puede advertirse los beneficios de esta entusiasta y viril manifestación constructiva de la juventud al servicio ´de una institución democrática, liberal, justiciera en el propósito de hacer efectiva la fraternidad.”

26/4/13

La Asamblea del Ayuí


En el bicentenario de las Instrucciones del Año XIII, reproducimos una nota publicada en la revista montivedeana Hoy es Historia, de marzo de 1985, que hace referencia a la asamblea artiguista celebrada en el Ayuí, Entre Ríos.

En diciembre de 1811 el pueblo oriental, milicias artiguistas y ciudadanos acogidos al seguro de sus armas en su "redota" había llegado a las Costas del Uruguay, en Salto Oriental. Por allí cruzaron al Entre Ríos, y en el Salto Chico, occidental estuvo ubicado el campamento patriota hasta mayo de 1812. 
El 27 de ese mes Artigas, recogiendo la decisión de una Junta de Guerra, había instalado su Cuartel General y campamento oriental en el Ayuí, Capilla del Pilar, jurisdicción de Curuzú Cuatiá. 
Pronto llegará hasta allí la agresión centralista. En efecto celebrado el tratado Rademaker-Herrera que resolvía la retirada de las tropas portuguesas del territorio de la Banda Oriental, el Triunvirato gobernante en Buenos Aires decide dar, lo que creyó seria el golpe decisivo contra el liderazgo de don José Artigas. Designa a su presidente, el tendero Manuel de Sarratea, Capitán General del Ejército de las Provincias Unidas y ordena al postergado Jefe oriental se subordine a esa jerarquía. Un buen testigo por contemporáneo y protagonista, el militar Nicolás de Vedia, no titubea en afirmar refiriéndose a ese hecho: 
"La elección de este sujeto fue un insulto, un desaire cometido por el gobierno central, hecho a Artigas que estaba a la cabeza del pueblo oriental al que había sublevado en masa... y que tenía una opinión en toda América del Sud." Fue una falta imperdonable por el resultado de un complot amalgamado en la cuadrilla de bribones que se proponía regimentar los destinos de América". 
Notificado Artigas de esta nueva postergación la acepta, pero al mismo tiempo devuelve al Gobierno Central por intermedio de Sarratea los despachos militares que aquel le había otorgado: "gozo al verme ya como un ciudadano particular", afirma el 16 de julio. 
El 27 de julio recibe Sarratea la orden de detener y remitir a Buenos Aires al líder patriota; él que reconoce la popularidad de Artigas, responde que no se siente capaz.
Entre tanto él y su equipo de legistas (Francisco Javier de Viana, Pedro Veliceau Cawie y los principales) intrigan para desintegrar los cuerpos armados artiguistas. Con promesas y prebendas unos pocos oficiales: Balta Bargas, constancia en obedecer los preceptos Superiores como sagrados, y esto mismo fue causa de que me quisieran asesinar. Según las demostraciones y la grita que levantaron, que por evitar prolijidad omito, mis oficiales presenciaron que al que quería levantar el grito contra el dictamen de ellos, lo amenazaban, como sucedió con los Tenientes Coroneles Don Baltasar Bargas y don Manuel Artigas, queriendo al primero desarmarle su gente y al segundo vilipendiándole por querer defender los derechos de la patria. Esto Señor Excelentísimo iba tomando tanto incremento que no fue bastante el respeto de nuestro General don José Artigas, que mandó no se admitiese tal propuesta, pero llegó a tal la audacia de los revolucionarios que negándole obediencia dijeron que -por ellos era el General y que había de nacer lo que convenía al pueblo. En fin Excelentísimo Señor me retiré con mis oficiales haciendo Junta de ellos. Se deliberó en el particular tomando la precaución de aprehender a los insurgentes y remitirlos a disposición de V.E. Se puso 'en ejecución este proyecto la noche siguiente y se prendieron cinco con el famoso Barreiro y se hubiese continuado hasta el último, si al alboroto no hubiese concurrido el señor General quien ordenó se pusieran en libertad por evitar algún tumulto que pudieran causar los partidarios, atendiendo el corto número de gente que tenía la División por estar la mayor parte de ella invertida en el pasaje. Los principales motores de esta tramoya son el señor de Barreiro, Don F. Sierra, don José Yupes, Capitán de la segunda división de Infantería, el Capitán de Blan­dengues don F. Acha, y el Teniente Coronel don Fernando Otorgues y otros varios. Últimamente esta División está unida con la del Comandante don Baltasar Bargas y resueltos a sostenernos con las bayonetas, advirtiendo que este Coman­dante se haya del otro lado. Son las diez y más de la noche y en este momento he recibido aviso del Comandante Bargas que a la madru­gada viene a atacarlo don Fernando Otorgues con su División, estando pronto y prevenido para hacer la resistencia más vigorosa, obrando yo de este lado con la artillería que se halla a mi mando. Este es el estado en que nos halla­mos y esperamos que a la mayor brevedad, sin pérdida de un solo instante nos auxilie con 300 hombres, lo suficiente para contener y castigar a los rebeldes. Dios guarde a V.E. Campamento en la Barra del Ayuí, agosto 26 de 1812." 
Fue en esta Asamblea, pues, cuando se defi­nieron públicamente fundamentales principios de la doctrina artiguista: soberanía popular, reivindicación de la independencia autonómica de la Provincia, cerrada oposición a toda forma de prepotencia militar. 
No podemos saber si la inicial resistencia de Artigas a los planteos de la mayoría, fueron real oposición o mero sondeo, pulseada criolla para medir la profundidad y extensión de los sentimientos y la decisión de los paisanos; de cualquier manera la lección práctica de ejerci­cio de la soberanía popular estuvo dada y lo que el pueblo reclamaba se cumplió por su Jefe. 


11/4/13

El chasqui milagrero

Por Rubén Bourlot
Por los pagos de Feliciano, un templete rodeado de flores, velas, cartas, de mensajes implorando y otros agradeciendo. La esperanza de un milagro mueve multitudes que se acercan a este rincón del norte entrerriano. Le van a pedir a esa alma que un día se fue a trotar a otros pagos.
El Lázaro Blanco es un mito arraigado en Entre Ríos, casi el equivalente al Gauchito Gil, a la Difunta Correa, pero sin traspasar las fronteras de la provincia. Recuerda la figura de un hombre bueno, trabajador y valiente. Casi un héroe. Un chasqui que no se amilana ante el peligro por cumplir con su deber. Su trayecto habitual es entre La Paz y Feliciano, llevando y trayendo mensajes y algunas pequeñas encomiendas, las que puede cargar en la maleta al lomo de su caballo. No lo para ni el frío del invierno, ni los soles del verano, ni lluvias y tormentas.
Un día de esos que el cielo amenaza se aventura a marchar hasta La Paz para buscar los sueldos del personal policial. Es por 1886 y bien temprano se prepara. Busca el gateado porque el tordillo no es adecuado para días tormentosos. Dicen el que color blanco atrae los rayos. Sale con la lluvia encima, comienza a desandar caminos hasta que, tras unos 15 kilómetros, la tormenta arrecia y busca refugio debajo de un frondoso algarrobo. Es el error fatal. Un rayo fulminante terminan con la vida del jinete y su caballo.
Tres días pasan hasta que el comisario Demetrio Verón halla el cuerpo y ordena su sepultura en el viejo cementerio de Feliciano. Un valiente anónimo, como tantos, que sólo recordarían su pareja Isabel López y sus cuatro hijos. 
Pero la historia no queda así. El destino quiso que Lázaro permaneciera en la memoria del pueblo. Años después de ocurrido este hecho, una gran sequía azota la región norte de Entre Ríos. Un productor rural de la zona llamado Ciriaco Benítez, ve con preocupación cómo pierde toda su cosecha y su hacienda por la seca. Durante una siesta debajo un árbol, Benítez tiene un sueño: sueña que un joven a quien no conoce se le presenta, le dice que confíe en él y su cosecha será salvada; y le indica el lugar donde debe visitarlo.
Benítez va al lugar indicado en su sueño, y descubre allí una cruz de madera recordando la muerte de Lázaro Blanco en ese lugar. 
Al día siguiente cae una fuerte lluvia que salva la cosecha y los animales. La noticia recorre todo el pueblo, y se multiplican los pedidos de ayuda que según las peticiones, son atendidas prestamente. Hacia comienzos del siglo XX, se construye un pequeño templo en el lugar donde estaba la cruz de madera, sobre el viejo camino a La Paz. Allí la gente se acerca para dejar placas de agradecimiento por los favores recibidos y se amonta una colección de objetos y ofrendas, desde vestidos de novia a zapatos y camisetas de fútbol, velas, flores, cuchillos y sombreros.
Cada año, en septiembre, se lleva a cabo en Feliciano la fiesta del Lázaro Blanco con una peregrinación y bailantas chamameceras.
Linares Cardozo le dedica un chamamé galopeado que lleva el nombre de “Lázaro Blanco”.
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