Mostrando entradas con la etiqueta Villa Elisa. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Villa Elisa. Mostrar todas las entradas

7/4/13

Una elisense por los caminos de la novela


Reproducimos aquí  la entrevista a la escritora elisense Selva Almada, una entrerriana que muy joven se lanzó a caminar y se atrevió a desandar los senderos de la novela. Anduvo por Paraná y finalmente se radicó en Buenos Aires. Dos novelas la caracterizan en sus búsquedas: “El viento que arrasa” y la recién editada “El ladrillero”, ambas con reminiscencias de sus pagos refugiados entre los pliegues de las lomadas pero con vocación de “cualquier lugar”, como ese Quijote que nació en algún lugar de La Mancha y se hizo universal.
La entrevista es de Beatriz Sarlo, y publicada el 7 de abril en la edición dominical del diario Clarín con el título Litoral, sermones evangélicos y “personajes que podrían ser de cualquier lugar”.

“Nací, me crié y viví en Villa Elisa hasta los 17 años. A treinta kilómetros de Colón. Un lugar muy católico. Tengo mejores recuerdos de la infancia. En la adolescencia no la pasé bien, no tenía los mismos intereses, ir al boliche, a bailar, tener novio. De todos modos, era un pueblo bueno, bastante típico del interior de Entre Ríos. Después me fui a estudiar a Paraná, donde estuve hasta que, a los 27, me vine a Buenos Aires.”
–¿Qué estudiabas?
–Comunicación Social. Pero, cuando empecé a escribir ficción, me di cuenta de que tenía que hacer una lectura más ordenada, no sólo lo que me caía en las manos. Entonces me anoté en algunas materias del profesorado de literatura; me enganché, dejé comunicación y terminé el profesorado.
– ¿Qué bibliotecas tenías a mano de chica, en tu pueblo?
–Primero, la de la escuela primaria, con muchos de los clásicos juveniles, los Salgari, Alcott, Mark Twain, bueno, todos esos. Ya adolescente, me hice socia de la biblioteca popular del pueblo. Ahí leía un poco lo que me recomendaba la bibliotecaria, novelas y sobre todo best-sellers. Cuando empecé literatura en Paraná, me di cuenta de que yo siempre había leído mucho pero que no había leído a los autores correctos. Me decían: “Ah, ¿pero no leíste a Cortázar?”. Yo no había leído a Cortázar en la adolescencia y era como un “Auch! No, no lo leí”. Eso me hacía sentir insegura.
–Lo que yo veo es una comunidad de proyecto estético, básicamente con el primer Saer. ¿De dónde viene la literatura? Difícil saberlo. Pienso en “El viento que arrasa”. Dijiste que venís de “un pueblo muy católico”, ¿el predicador evangelista de esa novela de dónde salió? Esos “evangelios” que también son mencionados en tu segunda novela, “Ladrilleros”...
–En los últimos años que viví en mi pueblo recién empezaban a aparecer muy tímidamente los Testigos de Jehová o los evangelistas, rechazados porque era gente de allí mismo que se había convertido. En la Iglesia el cura regalaba unos stickers grandotes, que tenían una figura de Cristo y abajo decía: “En esta casa somos católicos”. Había que pegarlo en la puerta como advertencia para que ni siquiera se acercaran. Eso no pasaba en mi casa. Mi mamá es católica pero conocía a estas mujeres que se habían hecho Testigos de Jehová, entonces cuando venían, les abría la puerta, les escuchaba el discurso, les compraba la revista. Años después, conocí el pueblo de mi marido en el Chaco, cerca de la frontera con Santa Fe. Allí me llamó la atención lo contrario: la cantidad de templos protestantes (allá les dicen “evangelios” a todos) que convivían tranquilamente con la Iglesia Católica. En realidad, yo tenía pensada una serie de cuentos que iban a transcurrir en la ruta, había escrito el primero y cuando empecé el segundo, imaginé un hombre que viaja por su trabajo pero no es un viajante de comercio, porque ya había encontrado ese personaje en otros cuentos. Como estaba leyendo sobre todo a Flannery O’Connor, y sus cuentos están llenos de pastores, ahí decidí: un tipo que sea pastor itinerante, que venda biblias, dé sermones. Se me ocurrió situarlo en el Chaco porque ahí yo había tenido la primera experiencia de tantos evangelistas dando vueltas.
–Los sermones del reverendo los armaste con textos de las revistas evangélicas…
–Sí, de las revistas. Con la novela ya bastante encaminada, se me ocurrió agregar los sermones, porque quería salir del estereotipo del pastor chanta. Se me ocurrió reforzar al pastor por el lado de su mismo discurso y escribir sermones que lo representaran, sin usar la perspectiva del narrador, sino haciéndolo hablar al Reverendo. No tenía muchos elementos, no leí la Biblia, pero allí estaban esas revistas que habían dejado los Testigos de Jehová en mi casa de Villa Elisa. Los versículos que ellos citan me sirvieron como disparador para los sermones del Reverendo que yo quería escribir. Después en Buenos Aires, cerca de donde vivo, en Flores, me dieron los de un pastor coreano.

–En “El viento que arrasa” esos sermones tienen un extraordinario poder. Que la hija del Reverendo siga adherida a su padre en ese viaje interminable por pueblitos y que el Reverendo conquiste a ese chico y lo arrastre con él tiene que ver con algo discursivo. Los sermones funcionan impulsando la ficción y no sólo como muestra de que así hablaba ese hombre. Sostienen la estructura argumental. Y, también, hacen a la rareza de tu novela en la literatura actual. No hay ironía, ni parodia, por ejemplo, en esa escena en que la madre del futuro predicador lo entrega a las aguas del río, como en un segundo bautismo.
–Sí, bueno, no sé si hay tantas novelas en donde haya pastores… –No sólo por eso, sino porque le meten a la novela una lengua rara, que impide toda identificación pintoresca o costumbrista.
–Claro, a fin de cuentas, los personajes podrían ser de cualquier lugar.
–En estos días apareció tu segunda novela, “Ladrilleros”. ¿La empezaste a escribir antes o después de “El viento que arrasa”?
–Después.
–Al leer “Ladrilleros” tuve la impresión de que venía de antes.
–No. Me habían contado una historia, que también trascurría en esa zona, sobre dos familias enfrentadas, ladrilleros que en un parque de diversiones se agarran a tiros y a cuchillazos, y muere un par de cada bando. Me gustó como arranque de algo y la empecé a escribir casi inmediatamente después de haber terminado El viento....
–”Ladrilleros” no se priva de nada, palizas, sangre, actos sexuales heterosexuales y homosexuales, tiene toda la acción posible para una literatura como la tuya, que es refinada y cauta. Por eso pensé: Selva, que vació de acción la novela anterior, que se negó a escribir lo que podía esperarse del encuentro de esos adolescentes en “El viento..”, que se decidió a decepcionar al lector en sus expectativas más convencionales (lo cual me parece formidable), y le dice: “Lo que usted está pensando no va a suceder”, bueno, Selva en “Ladrilleros” repone todo aquello que no se permitió en “El viento que arrasa”. Por eso la pensé como una novela que había empezado a ser escrita primero. Una novela que avisa: “Agarráte porque pongo todo”.
–Sí, me pasó un poco eso. Con El viento...todos suponen que va a pasar algo y no pasa nada.
Ladrilleros, ya desde la anécdota que escuché, era como una de tiros, tampoco es una de Tarantino la novela, pero tiene acción. Son dos pibes desangrándose y muriéndose después de haber peleado a cuchillo y, además, conté de dónde vienen esas muertes, ese rencor más antiguo que les llega de los padres y del odio o el amor que sienten por ellos. Los personajes eran tipos así violentos y pedían una narración más explícita. Pero hay una cosa más poética en las alucinaciones de los dos agonizantes. De todos modos, creo que, en el fondo, las dos novelas son parecidas y comparten la misma lengua.

30/6/09

El tren histórico del Ferroclub Villa Elisa

Por Rubén Bourlot

Una de las primeras iniciativas tendientes a la recuperación de los trenes en la provincia fue la del Ferroclub Central Entrerriano de Villa Elisa, que en 1994 recobró una locomotora modelo 1928 que estaba arrumbada en el puerto de Concepción del Uruguay. La misma solía funcionar a vapor y fue utilizada por la empresa petrolera Shell hasta 1989. En la actualidad cuenta con un motor diesel y fue restaurada por el Ferroclub en los galpones de la estación. Los dos vagones con los que cuenta, fueron reconstruidos conservando el estilo de la época, tienen una capacidad para 44 personas, bar y baño, al 1º se lo denominó “1094”, por ser habilitado en octubre de 1994, y el 2º “1195”, por ser habilitado en noviembre de 1995. La locomotora lleva el Nº “10594”en homenaje a fecha de creación del Ferroclub (10 de mayo de 1994).

Actualmente el Ferroclub explota con fines turísticos la línea entre Villa Elisa y Caseros con una combinación en colectivo al Palacio San José y de Villa Elisa con Arroyo Barú haciendo circular la antigua locomotora.

El Ramal Ferroviario que une las localidades de Villa Elisa con Caseros, fue inaugurado el 21 de julio de 1907, con una extensión de 36 Km., con dos poblaciones intermedias Pronunciamiento y 1º Mayo. Esta línea Férrea se comenzó a construir a fines de diciembre de 1905, el contratista de la misma fue el Sr. Benito Gustavino, los galpones y los tanques de agua fueron realizados bajo la dirección del Sr. Alejandro Passina quién dio por concluidas las obras en mayo de 1907.

Por iniciativa del Ferrocarril Central Entrerriano, la estación fue habilitada al tráfico en 1907 cuando solo se extendía de Villa Elisa a Caseros. Para el año 1910, en medio de decenas de proyectos que hablaban de tender vías por todos lados, se empezó a plantear la extensión del ramal desde Villa Elisa a la Fabrica Colón (actual Pueblo Liebig), a Jubileo o San Salvador, según las 3 iniciativas que se contemplaban posibles. Finalmente se decidió por la opción Villa Elisa - San Salvador y en 1912 quedo habilitada esta prolongación hasta la actual capital del arroz. Tres años más tarde fueron fundadas las estaciones de La Clarita y Arroyo Barú.

La mayor actividad en la estación “ELISA” se registró desde fines de la década del 20 hasta fines de los 60. Durante muchos años el tren fue el único medio para transportar la hacienda, las aves o la cosecha que se vendía a compradores de afuera a la vez que se usaba para traer alimentos, ropa, muebles y herramientas que surtían a los almacenes de la Villa.

En la primera década era común ver a los troperos que llegaban arreando cientos de animales desde la Suiza, Santa Rosa o La Matilde para embarcarlos en algún expreso de 20 o 30 vagones que salía al día siguiente. Las tropas se amontonaban en los caminos y campos cercanos, mientras los troperos hacían guardias de a caballo, sin importarles las inclemencias del tiempo. También solían llegar los colonos con sus carros repletos de bolsas de trigo o lino, de cajones de huevos o de jaulas con aves. Además todos los días pasaba un coche motor que le permitía a la gente del pueblo viajar de un lado a otro.

Después de una larga agonía, el 31 de julio de 1980 fue levantado el ramal y la estación "ELISA”, como las otras, se quedo sin trenes.

Fuente: http://www.elisanet.com.ar/ferroclub/trenhis.htm, acceso: 19 de junio de 2009.

Para publicar en este blog enviar los artículos a bourlotruben@gmail.com. Son requisitos que traten sobre la temática de este espacio, con una extensión no mayor a 2500 caracteres y agregar los datos del autor. Se puede adjuntar una imagen en formato jpg.
---------------------------------------------------------------