Por Rubén Bourlot (publicado originalmente en Orillas)
“En mayo de 1982, cuando la flota británica se hallaba
próxima a las Malvinas, un viejo general retirado de 79 años se presentó al
comando del ejército con un dramático pedido: se ofrecía como voluntario para
pilotear un vetusto avión repleto de explosivos contra algún buque enemigo. Su
nombre era Hernán Pujato.”
En Cien años de
soledad, esa novela fantástica de García Márquez, el protagonista Aureliano
Buendía recordaba “aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el
hielo”. En la tropical Macondo el hielo era toda una novedad. Hernán Pujato en
tanto ya conocía el hielo de las mañanas de invierno escarchadas de su Diamante
natal. Por cierto que eso no le bastaba, quería conocer el hielo de verdad, ese
eterno que lo atrapó para siempre.
Pero ¿quién era ese hombre en desde su Diamante natal se fue
al hielo y muchos años después quiso volver a las frías turbas malvinenses?
Dice Alejandro Bertotto en un artículo que Pujato “significó
a la vida antártica argentina lo que Savio fue a la siderurgia nacional o
Mosconi al desarrollo de nuestros hidrocarburos.”
Pujato nació en Diamante, el 5 de junio de 1904, hijo de
José Diego Pujato y Martina García. Egresó del Colegio Militar de la Nación el
24 de julio de 1924. Como hombre de las tropas de montaña adquirió la aptitud
de Cóndor Dorado.
Ya con la decisión de rumbear para el sur, estando como
agregado a la embajada Argentina en La Paz, Bolivia, preparó un proyecto de
Plan Antártico que lo presentó al entonces Presidente Juan D. Perón cuanto éste
realizó un viaje al país altiplano.
El plan Estratégico de Pujato pretendía incorporar
efectivamente los territorios antárticos a la soberanía argentina como lo había
hecho con los territorios del sur casi un siglo atrás Julio Argentino Roca. Su
plan incluía la instalación de una serie de bases polares, la creación de un
instituto específico para atender los asuntos del continente helado (lo que
sería después el Instituto Antártico Argentino -I.A.A.-), la adquisición de una
unidad específica (el que sería el Rompe Hielos San Martín) y un plan para
instalar población permanente en el territorio, incluyendo familias con chicos.
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Los
perros polares en la Base Belgrano |
Perón acepté de buen grado la iniciativa y le brindó los
medios para comenzar.
Así, Pujato, en 1949, es comisionado a los Estados Unidos y
Groenlandia para realizar cursos de supervivencia en frío extremo, iniciando
así su preparación para operar en tan altas latitudes. Hizo el curso con el
ejército sueco y allí compró con su propio bolsillo una jauría de perros Huskys
siberianos para la campaña antártica.
De vuelta al país le queda la ardua tarea de prepara la
logística para emprender lo que era una verdadera aventura.
El Dr. Jorge Julio Mottet, segundo jefe de la 1ª Expedición
Científica Argentina a la Antártida Continental (1951) cuenta que “al coronel Pujato le tocaría enfrentarse con
(o contra) la intrincada malla de la inevitable burocracia. Contábamos con el
apoyo presidencial, pero eso no era una garantía de solución para todos los
problemas ni la varita mágica que pudiera transformar una montaña en un valle
(…)
“Al recurrir al Ministerio de Marina – continua Mottet-, la
disposición de colaborar con la empresa fue puesta de manifiesto por las
primeras reacciones de las más altas autoridades de esa repartición, que así
cumplían con el deseo del Presidente. Sin embargo, a esa altura la Fuerza de
Tareas Antárticas tenía comprometida su capacidad de bodega para la campaña que
ya comenzaba.”
Tampoco la fuerza no dio una respuesta concreta a las
necesidades operativas de la expedición y pusieron de por medio una serie de trabas
de índole burocrático que sin dudas manifestaban el poco espíritu de
colaboración para con la empresa.
“Los días iban pasando y nosotros necesitábamos soluciones
inmediatas que no se producían – acota el autor citado -. Por el contrario, y a
pesar de que el ministerio ofreció la cooperación de todas sus direcciones
generales, los inconvenientes se iban apilando y el tiempo se acortaba.”
Un milagro de verano
Ante los contratiempos, Pujato decidió cortar por lo sano y
prescindir de los servicios de la Armada.
Es así que dispuso que su segundo, el citado Mottet, explorara la
posibilidad de hallar una embarcación de alguna empresa naviera privada para
que los transportara. Y así comenzó, en pleno enero, una travesía contrarreloj
por los vericuetos de las compañías instaladas en Buenos Aires. Mottet cuenta
que hizo las averiguaciones por teléfono o trasladándose a las oficinas en el
único medio de movilidad con que contaba: sus dos piernas. Caminó, halló
indiferencia y algún “No” rotundo. Hasta que se produjo lo que él llama
“milagro”. “Mi novia Marbelle y yo llegamos a la última en la lista de
posibilidades, la Compañía Naviera Pérez Companc – cuenta en su libro Reminiscencias –“. En las oficinas de la
compañía fueron recibidos por los empresarios Carlos y Jorge Pérez Companc que,
explicado los propósitos del pedido, respondieron afirmativamente y le
ofrecieron uno de los barcos de la flota con todo lo necesario para la travesía
y totalmente gratis.
“Corría el 16 de enero de 1951 y el barco debía zarpar con
rumbo a Bahía Margarita, al sur del círculo polar, no más allá del 12 de
febrero. ¡Faltaba menos de un mes! Quedaba todo por hacer con respecto a los
arreglos para la navegación de una motonave que no estaba capacitada para una
aventura de esa naturaleza.”
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Pujato
en la Base Belgrano en construcción |
Exactamente el 12 de febrero partieron al sur, a bordo del
buque “Santa Micaela”, rumbo al Círculo Polar.
El viaje resultó exitoso y el 21 de marzo queda inaugurada la Base San
Martín, en Bahía Margarita, debajo del Círculo Polar Antártico. Fue la primera
base polar científica continental argentina y en ese entonces la más austral
del mundo.
Después Pujato creó el Instituto Antártico Argentino (IAA),
fue su primer director, fundó las Bases San Martín y Belgrano y fue titular de
ambas.
Preocupado por contar con un medio de trasporte, consiguió
en Alemania un buque a un costo muy favorable, logró que se lo adquiriera y se
transformó en el Rompehielos San Martín, primer buque antártico argentino.
El 20 de diciembre de 1954, zarpa en el Rompehielos Gral.
San Martín, con una expedición que llega hasta la costa más austral del Mar de
Weddell, estableciendo además, un récord de navegación austral.
Como parte de su proyecto, Pujato tenía planificado acceder
al Polo Sur por tierra, pero la revolución Libertadora lo impidió al pasarlo
injusta y arbitrariamente a retiro,
En 1965, le toca al general Jorge Edgard Leal completar la
hazaña de realizar la primera Expedición Terrestre al Polo Sur, conocida como
“Operación 90”.
Pasaron los años, Pujato, ocultado entre los pliegues de la
politiquería y los golpes de estado, vivió casi olvidado, largo y tendido. En
1982 tenía aún el valor de ofrecerse para una nueva patriada en Malvinas. Y en
2003 finalmente falleció, el 7 de Septiembre. Tenía 99 años.
Bibliografía:
Mottet, Jorge Julio C., "Reminiscencias", ed.
Edivern, Buenos Aires, 2003.
Ricardo César Brumatti, en
http://diamantinas.blogspot.com.ar/2009/06/general-re-hernan-pujato-pionero-de-la.html
Bertotto, Alejandro, en http://www.malvinense.com.ar/antartida/0509/0509_15.htm