20/7/24

A Bayo se le escapó el caudillo pero atrapó al inglés

 @Rubén I. Bourlot


La última rebelión de Ricardo López Jordán en Entre Ríos (1876) fue un nuevo fracaso que terminó con el apresamiento y condena de su líder. Tras el intento de escapar por Corrientes fue tomado prisionero en Goya y derivado a Paraná para su juzgamiento. Ante la ostensible parcialidad que demostró el juez a cargo del proceso se lo derivó engrillado a Rosario el 5 de enero de 1878 donde terminó condenado y preso en la Aduana local.

En agosto de 1879 el famoso preso estaba bajo el cuidado del entonces Jefe Político del Departamento Rosario Servando Florencio Bayo y se le escapó la tortuga. Efectivamente, el 12 de ese mes López Jordán no estaba más en su prisión. En el informe que elevó Bayo al Ministro de Guerra y Mariana, Julio Argentino Roca, dice que “resulta como comprobado el hecho que el prófugo se evadió de su prisión, mediante la cooperación de su misma esposa, a la que se le había concedido permiso para que lo acompañase y curase de ciertas dolencias de que se quejaba y éste, vistiendo el traje de la misma, aprovechó para fugarse, engañando de esta manera al centinela que estaba en la puerta de la prisión (…).

“(…) También, arrojan vehementes sospechas que su fuga una vez en la calle, haya sido protegida por un individuo llamado Pedro Romero (a) ‘El Indio’, pues éste fue oficial del mismo López Jordán y desapareció de la localidad, casi al mismo tiempo que el preso.”

López Jordán terminó exiliado en Montevideo de donde retornó en 1891 amnistiado por el presidente Miguel Juárez Celman. En 1889 fue asesinado en las calles de Buenos Aires donde residía.

 

“No he robado, ni dejado robar”

Por nuestros pagos tal vez no sea muy nombrado Servando Bayo, en ese momento un funcionario menor de Santa Fe, en tanto sí es más conocido, para los que profundizaron un poco la historia nacional, el episodio protagonizado por Manuel Quintana, futuro presidente, entonces senador nacional pero además asesor legal sucursal Rosario del Banco de Londres, que ante un conflicto de la entidad financiera con el gobierno de Santa Fe pidió al gobierno inglés que una cañonera bombardease Rosario.

Bayo fue una notable personalidad santafesina que sin dudas trasciende los límites provincianos y es clave en el devenir histórico del país.  Fue gobernador de su provincia entre 1874 y 1878 en coincidencia con la presidencia de Nicolás Avellaneda. Al término de su mandato asumió el cargo de Inspector General de Armas de la provincia y luego Jefe Político de Rosario.

Había nacido en Rosario, cursó la carrera militar, intervino en la batalla de Cepeda (1859) integrando las fuerzas de la Confederación Argentina con el rango de capitán, siendo ayudante del coronel Nicolás Martínez Fontes, quien cayera gravemente herido. Frente a este hecho, Bayo arriesgó su vida para auxiliar a su jefe, ayudándolo a subir al caballo y salvándolo de una muerte segura. Tiempo después, Justo José de Urquiza premiaría ese acto de arrojo.

Su gobernación, sin dudas progresista, estuvo plagada de conflictos. El primero de ellos fue el levantamiento armado de Bartolomé Mitre que intentó un golpe de estado contra el recién electo presidente Avellaneda. Bayo puso al servicio de las instituciones constitucionales su cuerpo de "Gendarmes Rosarinos", armados de las modernas Rémington. Una vez en la presidencia Avellaneda dispuso resarcir económicamente los gastos de aquellas provincias que habían cooperado para sofocar a los mitristas. Cuando pasó por los gastos de Santa Fe encontró que la provincia más adicta en la contienda fuera la que menos reclamaba. Bayo se expresó en forma brusca: "es que no he robado, ni he dejado robar a nadie, Señor presidente".

Eran públicas las reglas de transparencia y austeridad de la gestión de Bayo a partir de los más altos círculos gubernamentales, castigando severamente todo intento de malversación de bienes comunes.

Durante su gobernación fue creada la inspección general de Escuelas, base para el actual Ministerio de Educación provincial, y se aprobó la ley que hizo obligatoria la educación primaria para todos los niños. También gestionó la creación del Colegio Nacional de Rosario inaugurado el 28 de febrero de 1875.

Pese a la crisis económica que sacudía al país por ese entonces, Bayo logró incrementar la renta pública, levantar una Casa de Justicia y la torre del Cabildo de Santa Fe.

 

Bombardeen Rosario

Pero el hecho que marcó a fuego su gestión fue el conflicto con el Banco de Londres y Río de la Plata al intentar llevar adelante una política económica y financiera soberana en tiempos del reinado de la libra esterlina. En 1874 se creó el Banco Provincial de Santa Fe, proyectado por el gobernador saliente Simón de Iriondo, con el objetivo de favorecer el acceso al crédito a los sectores productivos, con capacidad para emitir moneda. El capital de la entidad se constituyó con aportes de la provincia, de particulares y con un empréstito gestionado en Inglaterra por 300.000 libras.

En 1876 la sucursal Rosario del Banco de Londres y Río de la Plata, gestionado por Norberto de la Riestra, realizaba todo tipo de maniobras para monopolizar la emisión de moneda y, con manejos especulativos, provocó corridas financieras para debilitar al banco de la provincia.

Antes de la creación de la entidad financiera estatal el banco de origen inglés había logrado ser el único que operaba en la provincia de Santa Fe y, además de los servicios financieros, con la facultad para emitir moneda, con lo cual ejercía una notable influencia en la economía nacional. La sucursal rosarina del Banco de Londres se había constituido con la cartera del Banco Mauá y compañía, fundado en Rosario en 1857 como agente financiero de la Confederación que recibía los depósitos oficiales, que en 1867 le había trasferido su patrimonio.

Frente a las maniobras del banco inglés Bayo tomó intervención inmediata encarcelando e iniciándole una causa al gerente Luis Behn, se incautó de los depósitos de oro y ordenó la liquidación de la entidad.

La reacción de los banqueros extranjeros no se hizo esperar. El primer día de junio de 1876, el encargado de negocios británico Federico Saint John ordenó a la cañonera Beacon situarse en Rosario “en resguardo de la propiedad británica” mientras entrevistaba el mismo día al ministro de relaciones exteriores Bernardo de Irigoyen. Por su parte el abogado de la entidad y senador Manuel Quintana había viajado al Londres para solicitar que si el gobierno de Santa Fe no cedía en su actitud aplicaran la fuerza con el bombardeo de Rosario.

Ante esta situación el canciller de Irigoyen hizo valer sus dotes de negociador y con firmeza negó cualquier intervención diplomática del gobierno inglés con el argumento de que el Banco de Londres "era una sociedad anónima, es una persona jurídica existiendo únicamente para un fin determinado. Las personas jurídicas deben exclusivamente su existencia a la ley del país que la autoriza y por consiguiente no son ni nacionales ni extranjeras (…) no tienen derecho a la protección diplomática". Esta tesis sentó una importante jurisprudencia para preservar los intereses soberanos del país.

Finalmente los ánimos se calmaron y la institución inglesa cedió ante la posición argentina.


Publicado originalmente en El Diario de Paraná, enero de 2024

13/7/24

Paraná, ciudad de retazos

 Rubén I. Bourlot


La capital de Entre Ríos, que fue también capital de la Confederación durante casi una década (1854-1861), es la ciudad retaceada. Por un lado, por motivos no muy bien fundamentados, se suele decir que es “la ciudad no fundada” y se conmemora como “día de la ciudad” el 25 de junio relacionado con la constitución del primer cabildo en 1813.

Por el otro lado es la ciudad que aún no ha escrito su historia completa como la tienen otras ciudades y pueblos entrerrianos. Solo cuenta retazos como la historia de Blas Pérez Colman (Paraná 1810-1860) y los dos tomos de Ofelia Sors (Paraná: dos siglos y cuarto de su evolución urbana, 1730-1955 y Paraná después del túnel subfluvial: 1960-1990), trabajos meritorios pero parciales. Actualmente se encuentra en marcha un proyecto de editar una historia para publicar con motivo de los 200 años de su elevación a ciudad (1826). Por otro lado hay un grupo que trabaja sobre la creación de la Parroquia.

Pero la verdadera fecha fundacional es el 23 de octubre de 1730 que durante mucho tiempo era reconocida como el origen de Paraná hasta que en estos últimos tiempos fue pasando al olvido y sustituida por el 25 de junio.

El caserío de lo que a principios del siglo XVIII se denominaba “Bajada del Paraná” o “La Capilla” en 1730 mereció ser sede de una parroquia. El asentamiento surgió a partir del traslado de Santa Fe desde su antigua localización en Cayastá a la actual que impulsó la radicación de pobladores en la “otra banda” del Paraná para dedicarse a las actividades mineras, ganaderas y vinculadas al desarrollo de un puerto favorecido por la topografía de la zona. También los viajeros que se dirigían a Corrientes y Asunción solían atravesar el Paraná para retomar la senda terrestre en La Bajada aprovechando por las mejores condiciones de transitabilidad de la ribera oriental del Paraná respecto de la costa santafesina. Así lo certifica la cartografía de la época que nos informa sobre las carreras de postas y correos que se fueron estableciendo desde la Bajada hacia Corrientes y las Misiones.

Con el tiempo el núcleo urbano fue creciendo en espejo al de Santa Fe de la Vera Cruz, hasta que en 1730, con fecha 23 de octubre, el Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires tomó la decisión de erigir la Parroquia del Pago de la otra Banda del Paraná haciendo lugar a lo solicitado por el gobernador Bruno Mauricio de Zabala. Este hecho se debe considerar como el acto fundacional de la actual capital de Entre Ríos aún dentro de la jurisdicción del Cabildo de Santa Fe.

Como argumentos incontrastables para reivindicar el origen de Paraná en 1730 tomamos los criterios que adoptaron otras localidades de la región.

En el caso de la ciudad de San Antonio de Areco, provincia de Buenos Aires, toma al 23 de octubre como su fecha fundacional en coincidencia con la creación de su parroquia. Se trata del mismo acuerdo que erigió la parroquia de Paraná. Con el crecimiento de la población -aproximadamente veinticinco propietarios (que incluía a mujeres e indios) y encabezados por José Ruiz de Arellano- el Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires, declaró a San Antonio de Areco como una de las primeras siete “Parroquias de campaña”, firmándose el documento el 23 de octubre de 1730, fecha que se considera la partida de nacimiento del pueblo (Actis, 1944).

También la ciudad de Nogoyá conmemora su fundación el 16 de julio que está relacionada con la erección de la capilla del Carmen por parte del cura Fernando Andrés Quiroga y Taboada en 1782 (Segura, 1972).

Por todo lo expuesto no caben dudas que Paraná es el primer núcleo urbano de Entre Ríos, próximo a cumplir los tres siglos, tiene sus orígenes fundacionales en la creación de la parroquia el 23 de octubre de 1730.

También, para quienes argumentan que Paraná nace a partir de su emancipación del cabildo de Santa Fe, tenemos el ejemplo de Coronda que también estaba comprendida dentro del ejido de la ciudad fundada por Garay que fija su origen en 1664.

Según información histórica Coronda nace en torno a la fundación de Santa Fe. Cuando Juan de Garay salió desde Asunción rumbo a esta parte para fundar un puerto cercano a Buenos Aires. Al mismo tiempo parte desde Córdoba de Tucumán (actual Córdoba) Jerónimo Luis de Cabrera. Ambos tenían la misma intensión y la casualidad hizo que se encontraran en Coronda, dando comienzo a la propia historia del lugar.

El 28 de marzo de 1664, Melchor Martínez obtiene la posesión de las tierras pobladas, al sur del arroyo Matadero (actual Coronda), las que ya se encontraban habitadas por diversos pobladores y cuyo núcleo se va acrecentando, constituyendo así el asentamiento definitivo y tomando su nombre de los aborígenes del lugar.

Si bien no tiene fecha fundacional se toma como tal la de la posesión de la tierra por parte de Melchor Martínez, celebrándose entonces cada 28 de marzo.

Lo mismo sucede con San José del Rincón que toma como fecha fundacional el 7 de diciembre de 1580, cuando vecinos de Santa Fe la Vieja decidieron asentarse en los márgenes del arroyo Ubajay y río Colastiné por entonces terrenos de propiedad Antón Martín.


7/7/24

La historia vista desde nosotros

 Rubén I. Bourlot

 

En 2002 el Congreso de la Nación aprobó la Ley N° 25.566 que estableció el día 1° de julio como el Día del Historiador. La conmemoración hace referencia a esa fecha de 1812 cuando el gobierno del Primer Triunvirato firmó un decreto por el cual ordenaba que se escribiera una “historia filosófica de nuestra feliz revolución para perpetuar la memora de los héroes y las virtudes de los hijos de América del Sud…” 

La conmemoración nos da pie para abordar algunas convenciones que se aplican al discurso histórico a modo de verdades reveladas que resisten el paso del tiempo y atraviesan las culturas.

Son las consecuencias de la colonización cultural que aplica acríticamente modelos concebidos para interpretar la historia de Europa, resabio de la modernidad europea, como es la división de los tiempos históricos que intenta organizarlos en periodos a partir de un momento que se consigna como en inicio de la Historia que para los europeos, permeados por el positivismo del siglo XIX, coincide con la invención de la escritura. Aún hoy ese aserto se repite en libros y manuales que se utilizan en las cátedras.

Según esa interpretación, el punto inicial de la historia se fija hace unos 6.000 años en la Mesopotamia asiática con el hallazgo de algunas tablillas con escritura cuneiforme. ¿Y lo anterior? Eso sería prehistoria. ¿Y si hubo escritura anteriormente? Entonces tendríamos que correr los tiempos históricos.

La periodización eurocéntrica parte de un criterio muy acotado a la visión de algunos historiadores, con serias limitaciones para rastrear la historia de la humanidad y concebir que tal vez haya escrituras muy anteriores. Pero, además, ¿por qué limitar a la escritura la historicidad de una comunidad? ¿Acaso el hecho de carecer de escritura le quita la entidad de cultura histórica? “La historia es el estudio del hombre en el tiempo”, sostenía Marc Bloch. El hombre, como género humano, desde el momento que aparece como ser racional, que transforma el entorno natural para satisfacer sus necesidades, construye cultura y por lo tanto es un ser histórico.

 

LA PREHISTORIA PARA LOS DINOSAURIOS

Si hace unos 10.000 años, o más, grupos trashumantes trotaban por las costas del Uruguay cazando y pescando con jabalinas y arpones, ya había historia en Entre Ríos. Entonces dejemos la prehistoria para los tiempos de los dinosaurios. Escribió Víctor Badano al respecto: “La cultura es inherente a la condición humana. No es posible concebir al hombre sin cultura, pues cuando ya aparece sobre la superficie de la tierra posee capacidad creadora”.

Para Friedrich Behn (Prehistoria e historia primitiva): "La ciencia de los principios de la cultura es una disciplina histórica. Cuando una concepción humanista mal entendida y el interés por las manifestaciones del Sur clásico y del Oriente impedía toda investigación científica de los restos del pasado en el suelo de cada país, la prehistoria fue cultivada principalmente por las disciplinas naturalistas (geólogos, antropólogos) y se presentaba muchas veces con el ropaje de una ciencia natural. Pero la concepción moderna le ha señalado su lugar adecuado en el marco de la Historia. El fin de la ciencia prehistórica es convertir la prehistoria en historia."

Apelamos a otro pensador nuestro, Rodolfo Kusch (América Profunda) -porque no necesitamos que nos lo diga Erick Hobsbawm-: “Separar la prehistoria de la historia es hacer positivismo o sea entroncar con el pensamiento de una burguesía espléndida. La prehistoria para el burgués francés medio es una tierra de nadie en la que se dan los utensilios. Como nada sabía de sus dueños, tenía la impresión de que se trataba de un ámbito en el cual la ciencia exploraba una humanidad integrada por hijos naturales. Por eso ella no fue incorporada a la historia, ya que ésta es, en cambio, la que relata los hechos promovidos por los creadores del mundo moderno. Napoleón merece estar en la historia porque se le conoce la familia, y no sólo la de sus padres carnales sino también la de los padres espirituales: la Revolución Francesa, Julio César, etc.

“Y es que los historiadores europeos, sólo ven como historia lo ocurrido en un solo vector en los últimos cuatrocientos años europeos o sea todo aquello que favoreció a la cultura dinámica y urbana. El resto ya va contaminado de prehistoria, excepto Grecia, que sirve, por cierto, de mito para la ciudad moderna. Una forma más profunda de ver la historia sería dividirla en cambio entre la gran historia, que palpita detrás de los primeros utensilios hasta ahora y que dura lo que dura la especie, y que simplemente está ahí, y la pequeña historia que relata sólo el acontecer puramente humano ocurrido en los últimos cuatrocientos años europeos, y es la de los que quieren ser alguien. La gran historia supone la simple sobrevivencia de la especie. La pequeña, en cambio, surge de la complicación adquirida por el hombre detrás del utensilio grande, que es, ante todo, la ciudad y que data de las primeras ciudades griegas hasta ahora, claro está salteando la ‘oscura’ edad media.”

Y por acá nomás observamos esa discriminación ente “históricos” y “prehistóricos” en los museos. Los testimonios materiales de las comunidades “históricas” se atesoran en el Museo Histórico Martiniano Leguizamón, por ejemplo, y los de las “prehistóricas” en el Museo de Ciencias Naturales Antonio Serrano mezclados con esqueletos de gliptodontes, macrauquenias y troncos petrificados, como si fueran partes del paisaje natural.

 

ANTIGUO Y EUROPEO, PRIMERO

En la escuela entrerriana los diseños curriculares de Historia (historia enseñada) estructuran los contenidos desde lo más antiguo y lejano, para el primer año, copiando el clásico modelo hegeliano eurocéntrico que concibe la historia como la marcha desde Oriente a Occidente en donde América recién emerge con la llegada de los europeos, cuyo estudio está contemplado en el segundo año. El tercer año está dedicado a los siglos XVIII y XIX (Diseño curricular, 2010, tomo I). En el ciclo superior se contempla el estudio del siglo XX. El mismo criterio cronológico, desde lo más antiguo a lo reciente, está contemplado para el ciclo superior de la educación primaria (cuarto a sexto años - Lineamientos Curriculares para la Educación Primaria, 2011).

Enrique Dussel (Europa, modernidad y eurocentrismo, en La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales) pone en tensión esa perspectiva hegeliana de una Europa moderna, occidental que explica la marcha de la historia desde Asia, llega a Europa y “descubre” América hace solo cinco siglos. Pero desde nuestro punto de vista tanto Europa como América son Oriente; ambas historias se construyeron a partir de las migraciones de pueblos asiáticos. Y en lo que nos interesa a los americanos, nuestra historia comenzó con las migraciones desde el verdadero “occidente” para nosotros.  Porque el occidente (occidere: donde declina el sol) para los americanos es Asia y Oceanía, desde donde vinieron los primeros pueblos que descubrieron el continente.

Quienes construyeron los diseños para la enseñanza no se atrevieron a navegar contra la corriente y proponer una visión americocéntrica que contemple la marcha de las civilizaciones desde Asia y Oceanía en el poblamiento del territorio americano varios siglos antes de la llegada de los europeos.

Por todo lo expuesto es menester repensar la historia, desnaturalizar los preconceptos, dar vuelta los órdenes preestablecidos, girar los mapas, introducir la perspectiva nacional iberoamericana en todos los contenidos del aprendizaje y dejar de actuar como el antiguo esclavo que pensaba que esa era su naturaleza, que su condición estaba impresa en su ADN y debía procurar realizarse dentro de los límites de su condición. Al menos al esclavo eso le servía para comer y abrigarse porque al amo le era útil saludable y le costaba dinero sustituirlo.

 

Más sobre el tema

Badano, Víctor, El arte de los ribereños plásticos paranaenses, Memorias del Museo de Entre Ríos, N° 34, Paraná, 1957. 

5/7/24

Claudia Rosa, in memoriam

 Rubén I. Bourlot


El 5 de julio de 2018 nos dejó Claudia Rosa. Rara avis esta Rosa, como una rosa negra. Una rosa que se marchitó demasiado pronto pero dejó su sutil perfume entre quienes la conocieron.

Como un colibrí siempre se la veía inquieta, inasible, imparable entre recortes y libros. Siempre en la búsqueda de las palabras bien escritas, hurgando los rincones de la literatura regional, esa que con vocación universal tiene que “remarla” para subirse a los escaparates de la fama metropolitana.

Claudia siempre recorriendo territorios en sus búsquedas. En la UNER, La UADER y de pronto, en un veloz vuelo en Alemania, o en París, o en su última morada: la Universidad del Nordeste.

Desde su casi iniciático Poética e ideología en Carlos Martronardi, se alza con el premio Fray Mocho, máximo galardón entrerriano de las letras.

Siempre fiel a un anclaje regional de la literatura, en su último trabajo publicado por el parisino Cuadernos Lírico, dice: “El mal que aqueja a la literatura argentina no es la extensión sino la apropiación de la cultura de la pampa húmeda, que alcanza la forma de lo nacional por sobre las producciones literarias de otras regiones del país. Un hiperprovincialismo expandido con pretensiones cosmopolitas. Y en estas constelaciones creadas a las sombras terribles del siglo XIX, que no terminamos nunca de invocar, aparece como contrapartida la impronta litoraleña que todos nosotros estamos empujados a evocar.” (Alfredo Veiravé y sus paisajes laterales). Así fue y así debe seguir siendo en alguna galaxia. Con el empuje para llevar nuestra voces a

 

Claudia Rosa fue profesora de las cátedras “Semiótica” y “Procesos Culturales Argentinos y Latinoamericanos” en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Entre Ríos, docente de posgrado, investigadora. Además, fue docente en la Universidad Autónoma de Entre Ríos y en la Universidad Nacional del Nordeste, en Corrientes y rectora del Instituto ETER Paraná.  Se destacó en la crítica literaria y en colaboraciones fundamentales en las publicaciones de Amaro Villanueva y Arnado Calveyra, entre otras obras de la Editorial de la Universidad Nacional de Entre Ríos. Falleció en Corrientes el 5 de julio de 2018.

20/6/24

La bandera flameó por primera vez en suelo entrerriano

Rubén I. Bourlot

 

La historia del primer monumento en homenaje a la bandera y a su creador Manuel Belgrano devela un hecho opacado hoy por el majestuoso monumento levantado en Rosario.


La historia del homenaje a la bandera nacional y a su creador, a través de un monumento conmemorativo, siempre estuvo plagado de contratiempos, falta de presupuesto, proyectos frustrados y debates artísticos, arquitectónicos e historiográficos. La primera iniciativa nació en Rosario en 1872, al cumplirse los 60 años de su creación. Fue un proyecto ejecutado por el ingeniero municipal, de origen genovés, Nicolás Grondona. Su propuesta consistía en levantar dos pirámides, una de mayor importancia en las barrancas de la ciudad donde se había emplazado la batería “Libertad” y la otra en la isla del Espinillo (hoy territorio entrerriano), en el sitio donde estuvo ubicada la batería “Independencia”.

A pesar de su complejidad, la pirámide de la isla fue la única que se construyó. De forma “egipcia”, con materiales sencillos, revocada y blanqueada, tenía 9,5 varas de altura. En sus frentes estaban inscriptas en números azules las cuatro fechas que se consideraban más importantes para nuestra historia: 1810, 1812, 1816 y 1853. En el frente principal llevaba una lápida de mármol con la inscripción: “Aquí existía la batería ´Independencia’, donde se enarboló por primera vez la Bandera Nacional Argentina el día 27 de febrero de 1812 a las 6 y media de la tarde. La Patria perpetúa este glorioso recuerdo con este monumento, 27 de febrero de 1873”. Sin embargo, duró muy poco tiempo, la gran crecida del Paraná de 1878 no dejó rastros de ella.

La pirámide en la barranca de la ciudad, era la segunda parte del proyecto que debía levantarse mediante suscripciones en todo el país.

El monumento en suelo entrerriano

Con el apoyo de varios vecinos, se logró levantar el primer monumento a la bandera en Argentina. Se instaló en la isla, enfrente de la ciudad, lugar donde se había emplazado en 1812 la Batería de la Independencia. Este monumento de forma egipcia era un obelisco de 7,5 m. de altura con una base de 1,5 m., se componía de dos pedestales. Uno superior, revocado y blanqueado, y en sus cuatro frentes, llevaban inscriptas en azul las fechas más consideradas de la historia argentina: 1810 (Revolución de Mayo), 1812 (creación de la Bandera), 1816 (Independencia) y 1853 (sanción de la Constitución Nacional). El inferior, estaba revestido en tres frentes con baldosas y el cuarto llevaba una placa de mármol inscripta con letras de relieve: “Aquí existía la batería Independencia donde se enarboló por primera vez la Bandera Nacional Argentina, el 27 de febrero de 1812 a las 6 y media de la tarde. La Patria perpetúa este glorioso recuerdo con este monumento. 27 de febrero de 1873”. La pirámide estaba rodeada por una cadena, sujeta por nueve postes de hierro en forma de cañón, en alusión a la batería. En esos postes estaban los nombres de San Martín, Belgrano, Viamonte, Alvear, Lavalle, Brown, Balcarce y Lamadrid. La influencia de Bartolomé Mitre, con su biografía de Belgrano publicada en 1857, fue central en este homenaje y en la inclusión de los militares defensores del centralismo porteño, como Balcarce, que había incendiado a la Villa del Rosario en 1819.

Detalles

El costo del monumento fue de $1.470,68 y las donaciones llegaron a los $751. Por esto, los encargados de su construcción, marmoleros, grabadores, herreros y albañiles también italianos ligados a la masonería, donaron su trabajo y materiales. Lamentablemente, esta pirámide se derrumbó en 1878 por una creciente del Paraná. La prensa señalaba un error técnico en la ubicación, pero valoraba los propósitos “patrióticos” de los constructores con la tierra adoptiva, al destacar su historia y legitimar su símbolo nacional como nadie lo había hecho antes. El monumento en la ciudad no llegó a levantarse por falta de fondos y de apoyo del gobierno nacional que -bajo la presidencia de Sarmiento- alimentaba el proyecto de Mitre de instalar un monumento a Belgrano en Buenos Aires.


9/6/24

De periódicos y periodistas

 Rubén I. Bourlot


El primer periódico nacional de la etapa independentista de la Argentina fue la Gazeta de Buenos Ayres, fundada por la Junta provisional de Gobierno el 7 de junio de 1810. Por ese motivo en 1938, durante el Primer Congreso Nacional de Periodistas celebrado en la provincia de Córdoba, se tomó la fecha para fijar el Día de los trabajadores de la prensa.

Por un equívoco, que seguramente nace de ese congreso, se asocia ese primigenio periódico a la figura de Mariano Moreno. Y lo que se repetía cada año hoy se multiplica exponencialmente por las redes sociales. Lo cierto es que el jacobino fogoso no fundó La Gazeta de Buenos Ayres ni fue propiamente un periodista. Lo fundó la Junta que puso a su frente a Manuel Alberti. El decreto del 1 de junio disponía que “salga a la luz un nuevo periódico semanal con el título de Gazeta de Buenos Ayres”.

Moreno sí aportó algunos artículos como lo hicieron otros colaboradores. El 21 de junio apareció su primera publicación, “Sobre la libertad de escribir”, donde sostiene que “si se oponen restricciones al discurso, vegetará el espíritu como la materia; y el error, la mentira, la preocupación, el fanatismo y el embrutecimiento, harán la divisa de los pueblos, y causarán para siempre su abatimiento, su ruina y su miseria”.

Pero su participación fue breve ya que a fines de enero de 1811 partió hacia Londres enviado en misión oficial y murió en el viaje, en circunstancias poco claras, el 4 de marzo de ese año. La Gazeta siguió circulando hasta 1821. Años después Bartolomé Mitre escribió su versión de la historia argentina y moldeó a los protagonistas a su gusto. A Moreno le tocó el papel de periodista fundador.

Otra inexactitud es otorgarle el carácter de periodismo independiente a la Gazeta y a los escribas que publicaban en sus páginas. El periódico era un órgano oficial del gobierno revolucionario que tenía por objeto difundir el pensamiento de sus protagonistas y la propaganda del gobierno, además de la publicación de leyes y decretos.

 

POR TIERRAS ENTRERRIANAS

Dos periódicos entrerrianos pioneros hicieron su aparición en junio, alrededor de esa fecha simbólica que reconoce la labor del periodismo.

El 2 de junio de 1842 apareció El Federal Entrerriano dirigido por José Ruperto Pérez. Contó sin dudas con el auspicio del gobierno recién asumido de Justo José de Urquiza.

No fue el primer periódico de la provincia pero hacía muchos años que carecía de un medio de comunicación. Hasta lo que se sabe el primer medio escrito de la provincia fue la Gaceta Federal, publicada en 1819 por la imprenta que trajo el chileno José Miguel Carrera y se la ofreció a Francisco Ramírez que había roto lanzas con José Artigas y fundó la República de Entre Ríos. No se conservan ejemplares de esa primitiva hoja. Tras la muerte de Ramírez, con la imprenta en poder del gobernador Lucio Mansilla, en 1821 se editó El Correo Ministerial del Paraná, redactado por Pedro José Agrelo y Domingo de Oro, para desaparecer en 1825. En 1827 apareció El Grito Entre-Riano, de corta duración y hasta 1840 no hubo periódicos. En ese año se editaron El Sentimiento Entrerriano y El Correo también efímeros.

El Federal Entrerriano comenzó a circular en 1842 y permaneció durante una década dirigido por Pérez acompañado por un caracterizado grupo de colaboradores: Severo González, Marcos Sastre, Nicanor Molinas, Juan Francisco Seguí, Manuel Leiva y Ángel Donado.

Sobre el periódico escribe Miguel Ángel Andreetto (El periodismo en Entre Ríos): “La información de sus páginas era variada, y además ofrecía, en lo que corría del siglo, notas que no dejaban de ser curiosas. Entre otras noticias y comentarios, podemos citar la invasión de (José María) Paz, la batalla de Arroyo Grande, librada entre efectivos de (Manuel) Oribe y (Fructuoso) Rivera y una operación censal cumplida en 1849, que daba cuenta de que la población de Entre Ríos alcanzaba a 47.668 habitantes, de los cuales 5.000 corresponden a Paraná y 2.578 a Concepción del Uruguay (...).

“El periódico, que aparecía los jueves, incluía en sus ediciones los cielitos, composiciones poéticas cargadas de intencionalidad política, que llegaron a convertirse en habituales, actitud que -desde cierta perspectiva- resultaba explicable, por los sucesos propios de la época (...).”

 

LA  VOZ DE LA ORGANIZACIÓN NACIONAL

En 1851 corrían nuevos aires en la provincia, aires de rebelión. El 1 de mayo Urquiza había proclamado el conocido “Pronunciamiento” contra Juan Manuel de Rosas y el 3 de febrero de 1852 protagonizó el enfrentamiento definitivo en Caseros que culminó con el derrumbe de la era rosista. La ruptura hizo insostenible la continuidad de un periódico que era vocero de régimen federal bajo el influjo del Restaurador.

Tras el cese de El Federal Entrerriano fue reemplazado brevemente por El Iris Argentino y el 12 de junio de 1852 por La Voz del Pueblo, también dirigido por Ruperto Pérez acompañado en la redacción por Marcos Sastre que tampoco tuvo larga vida. Ambos hojas fueron cerradas tras las reprimendas de Urquiza por la publicación de artículos críticos.

Pronto apareció para llenar el vacío El Nacional Argentino, vocero de la organización nacional y del primer gobierno constitucional de Justo José de Urquiza en tiempos de la capital en Paraná.

Al respecto Andreetto escribe: “Nuevos vientos habían comenzado a soplar en la atmósfera política, en todo el territorio de la Nación, después de la victoria en Caseros. Por eso, no se encontraba lejana la posibilidad de apertura de otra época. En el fondo era ya inocultable el imperioso clamor por lograr la definitiva organización de las instituciones básicas de la vida republicana. El orden, la paz, el espíritu de convivencia, exigían ahora su espacio, superado el aquietamiento de las pasiones, con todo un mundo de anhelos y de justificada trascendencia integral.”

Como se observa en estos ejemplos de medios de comunicación, en ninguno había un ejercicio del periodismo independiente, de la sana crítica a los poderes de turno. Al contrario, la mayoría respondían a los gobiernos de turno. Eran voceros gubernamentales. Rara vez aparecía un medio que sacudía la modorra como fueron los efímeros y furibundos periódicos que publicaba el cura Francisco de Paula Castañeda (El Despertador Teofilantrópico Místico Político, El Desengañador Gauchipolítico y El Amigo de Dios y de los Hombres, entre otros).

En nuestra provincia sí tenemos un hecho que bien podría tomarse para homenajear al periodismo que sostenía la llama de la información verdadera y la opinión imparcial. Se trata del asesinato del carrero Julio Modesto Gaillard el 11 de enero de 1907 cuando trasportaba la imprenta del periodista Antonio Ciapuscio empecinado en continuar con la edición, en Villaguay, de El Pueblo, convertido en un insoportable tábano para los poderosos.


2/6/24

Tapa a rosca degollable

 https://mendozantigua.blogspot.com/2024/06/la-tapa-rosca-degollable-un-invento.html?m=1

24/4/24

El nombre América ¿un nombre nuestro?

 Rubén I. Bourlot

 

Alrededor del 12 de octubre se renueva la polémica  acerca del significado de la fecha que está de moda estigmatizar. Y aparecen los fundamentalistas que quieren volver al futuro. Y hasta el nombre ponen en tensión.

América es el nombre impuesto al continente que nos cobija, que nos contiene. Nombre que nació, como todo lo americano entre las brumas del realismo mágico, de origen oscuro y mestizo. Nombre apropiado por el Norte para decirse americanos por antonomasia y que muchos en el sur repiten como loros, como si los americanos fueran ellos y nosotros ¿qué? Hoy muchos cuestionan ese nombre por considerarlo “europeo”, trasplantado a nuestro territorio, impuesto por los conquistadores, y buscan alternativas más autóctonas.

El término alternativo más difundido para denominar al continente, principalmente entre grupos indigenistas y medios intelectuales, es el de Abya Yala. Este nombre proviene de una comunidad indígena de Panamá y significa tierra en plena madurez, pero no consta que se refiera a la totalidad del continente. No consta que pueblo alguno del continente haya tenido noción de la totalidad del mismo. También existe la versión acerca del nombre Mayab entre los mayas de Yucatán y otros términos. En ese orden podríamos agregar que Tahuantinsuyo, el país de los cuatro suyos, es el término que nombraba al territorio más extenso en el continente, el imperio de los incas.

Pero hay una cuestión que no tienen en cuenta entre los partidarios de “Abya Yala”, lo que significa un topónimo, es decir el término que nombra a un lugar. Un nombre geográfico no siempre se constituye en un topónimo. Para que se transforme en topónimo, tiene que haber echado raíces en la tradición del lugar, ser sentido como propio por sus habitantes y defendido como tal. Topónimo, es por lo tanto, la máxima categorización del nombre geográfico, con la comprensión del origen y de su significado. Y eso es lo que sucede con “América”.

Es conocida la hipótesis que América viene del navegante y cartógrafo florentino Américo Vespucio, injusto homenaje, desde el punto de vista europeo, ya que otros protagonistas de aquellas tierras serían los merecedores como Cristóbal Colón o los propios Reyes Católicos (así el continente “nuevo” para ellos sería Colombia, o Isabelia, o Fernandia). El nombre, se dice, comenzó a difundirse a partir de la publicación de las cartas y cartografía de Vespucio en donde los editores postulan llamar al “nuevo mundo” como América, el femenino del nombre del explorador. No obstante, oficialmente tanto para España como Portugal, los territorios bajo sus dominios nunca se llamaron así. Para el imperio español se denominaba Indias (así Consejo de Indias, Compañía de Indias, Leyes de Indias).

Pero desde hace un siglo o más se plantean dudas acerca de esa hipótesis. El notable tradicionalista peruano Ricardo Palma, a fines del siglo XIX, sostiene que de ningún modo el término es europeo. A grandes rasgos, se funda en que el nombre corresponde a un lugar de Nicaragua, que sus antiguos habitantes llamaban Americ (otras versiones lo dan como Amerrisque). Se trata de la serranía de Amerrisque o Chontaleña en el departamento Chontales de ese país centroamericano. El nombre en lengua nativa significaría “la cuna del viento”.

Palma afirma que el nombre de Vespucio era Albérico o Albéricus, muy lejos de América.  En publicaciones antiguas se lo menciona también como Amerigo.

Seguramente tampoco este nombre tenía vocación continental como ningún otro que se propone, pero a diferencia de los postulados, este es el que se ha impuesto como topónimo y también sería bien nuestro, bien mestizo como todo lo americano.

19/3/24

Lucas Piriz y la heroica Paysandú

 

Rubén I. Bourlot

 

Corría 1863 y el presidente uruguayo “Blanco” Bernardo P. Berro estaba jaqueado por los revolucionarios encabezados por Venancio Flores. La llamada "Cruzada Libertadora de 1863"  no fue otra cosa que una invasión apoyada por el gobierno de Bartolomé Mitre que había tenido a Flores bajo su mando en las guerras contra los últimos caudillo federales.

Los cruzados insurrectos no tuvieron éxito y Berro pudo finalizar su mandato. Lo sucedió Atanasio Aguirre quien no corrió con la misma suerte. Un nuevo intento de Flores con el apoyo explícito con el apoyo del Emperador de Brasil Pedro II que envió armas, tropas y embarcaciones, puso sitio a Paysandú en diciembre de 1864. Cabe acotar que este sistema de alianzas fue el prolegómeno de la cuenta guerra contra el Paraguay (1865-1870).

Los barcos de la marina brasileña, comandados por el Almirante Joaquim Marques Lisboa (Marqués de Tamandaré), amenazaron a Paysandú que se preparaba para defender su honor y el de la república bajo el mando del heroico Leandro Gómez. Del otro lado del charco, los entrerrianos no estaban ajenos a los sucesos, salvo el aún influyente Justo José de Urquiza, sucedido en la gobernación por José María Domínguez, que mantenía una posición neutral a pesar de la insistencia del cura Domingo Ereño.

Otro Urquiza, Waldino Urquiza Calvento, hijo del general, cruzó el río que es un puente de agua que nos une y se presentó: “Venimos por nuestra voluntad a combatir al infame invasor Venancio Flores y sus horda de bandoleros alimentados y sostenidos por el oro de nuestros encarnizados enemigos los porteños unitarios...” Allí lo esperaba otro entrerriano afincado desde pequeño en la ciudad, Lucas Piriz. Y fueron muchos los argentinos que partieron a reforzar la resistencia de la Heroica - algunos no llegaron a tiempo - como Rafael Hernández, Carlos Guido y Spano y Juan Saá.

 

“Cuando sucumba”


El bombardeo de la ciudad sitiada fue sin cuartel. El 3 de diciembre Flores intima la rendición a Gómez y recibe como lacónica respuesta: "Cuando sucumba", firma y le devuelve el pliego.

La ciudad estaba dispuesta a resistir hasta los últimos escombros. Leandro Gómez designó a Piriz para defender la plaza. La pólvora y las balas escaseaban. Esperaron los refuerzos del gobierno nacional que nunca llegaron.

El 6 de diciembre el capitán Hermógenes Masanti en su Diario de Guerra, La Defensa de Paysandú, expresa que "el entusiasmo de la guarnición es inmenso e indescriptible. En medio de la pelea se oyen los vivas que los Guardias Nacionales dan a la patria, a la independencia, al gobierno, y a sus jefes inmediatos. Aquí no hay ningún cobarde, todo el mundo está en su puesto de honor; y los jefes superiores, seguidos de sus ayudantes cruzan al galope de un punto a otro de la línea, impartiendo órdenes y conteniendo el ardor de la tropa que quiere lanzarse fuera de las trincheras.

“En el centro de la Plaza se elevaba una pequeña pirámide con la estatua de la Libertad. Un proyectil de la escuadra Brasilera, disparado a las dos de la tarde, hace saltar en pedazos el monumento. El General Gómez estaba con sus ayudantes en una esquina de la Plaza. Al ver volar los fragmentos de la estatua, dice el capitán don Hermenegildo Alarcón:

- Mi General, los brasileros han muerto a la Libertad.

“El General contestó:

- Levantaremos nuevamente su estatua, sobre una pirámide hecha con las balas demandantes de los cantones, que en cuanto pase el fuego recojan, todas las balas brasileras que se encuentren.”

La ciudad resistió casi un mes. Los edificios agujereados como queso gruyere por el impacto del cañoneo. Años después Gabino Ezeiza saluda a la Heroica Paysandú “la Troya americana porque lo es / dedican a este pueblo de valientes / y cuna de los bravos 33 / saludan a este pueblo de valientes / y cuna de los bravos 33…” y en 1922 Carlos Gardel y el oriental José Razzano le ponen sus voces y lo dejan registrado en el disco.

El 1 de enero de 1865 amaneció bajo la metralla del enemigo que ya avanzaba por las calles de la ciudad. La lucha fue cuerpo a cuerpo. A los defensores no les quedaban más balas y le sobraban muertos. Un proyectil atravesó el cuerpo de Piriz y cayó herido de muerte. La mayoría de los jefes perecieron en la resistencia. Al día siguiente Leandro Gómez fue tomado prisionero y luego fusilado. Como escribe María Esther de Miguel en Jaque a Paysandú “… con los tiros que tiran las armas el cuerpo que durante semanas y semanas paseó entre el humo y el fuego y el poderoso ímpetu de la batalla con la bandera de la partia, cae ahora envuelto en la roja bandera de la sangre entregada por un alto ideal llamado ‘Unidad’ y llamada ‘República’…”

Lucas Piriz

¿Quién era ese Píriz que nos “suena” a los entrerrianos y es un héroe para los orientales? Había nacido en Concepción del Uruguay el 18 de octubre de 1806 pero a los seis años se trasladó junto a sus padres a Paysandú. Hermano del coronel de los Dragones de la Muerte de Ramírez, Gregorio Piriz que cayó muerto en 1822 en un levantamiento contra el gobierno de Lucio Mansilla.

Lucas participó junto a Juan Antonio Lavalleja de la Cruzada de los 33 Orientales (1825) y en la guerra del Brasil (1828). También combatió en los ejércitos de la Confederación Argentina bajo las órdenes de Manuel Oribe y Justo José de Urquiza. Era jefe político de Salto cuando fue nombrado coronel y pasó a prestar servicios en Paysandú.

  

Bibliografía

La defensa de Paysandú. Diario de guerra del capitán Hermógenes Masanti en https://www.histarmar.com.ar/InfHistorica-8/Paysandu/LaDefensadePaysandu.pdf

¡Hasta el Patíbulo y Más Allá! (21 de octubre de 2018) en http://elpatriciadodelriodelaplata.blogspot.com/2018/10/una-familia-un-sitio-y-dos-divisas.html

Urquiza Almandoz, O., (2002), Historia de Concepción del Uruguay, 1783 – 1890, T. I, Comisión Técnica Mixta de Salto Grande, delegación argentina, T. I.


3/3/24

Urquiza, el modernizador de la industria azucarera tucumana

 Rubén I. Bourlot

El 2 de marzo de 1858, Justo José de Urquiza y Baltazar Aguirre firmaron un contrato para instalar un ingenio en Tucumán. Éste se construyó a 20 cuadras de la ciudad, en el actual Barrio de Floresta.

Fue el primero en utilizar modernas maquinarias y aplicar procedimientos técnicos de avanzada. Sin embargo, no subsistió más allá de 1872.

Urquiza fue mucho más que un político, militar y terrateniente que criaba vacas. Tuvo varios emprendimientos industriales. El saladero Santa Cándida es un ejemplo de ello como también la fábrica de paños que montó en Concepción del Uruguay.

Tal vez es un tema para una tesis analizar cómo se vislumbró el nacimiento de una protoburguesía industrial en la segunda mitad del siglo XIX, y que al llegar a 1900 ya estaba fagocitada por el modelo agroexportador y especulador que trocó las iniciativas industrialistas en una clase social rentista que podía obtener mejores réditos con muchos menos esfuerzos, con la crianza de las reses o el cultivo de granos para el mercado europeo aprovechando el trabajo de los inmigrantes aparceros o medieros, o apostando en los mercados financieros (que bien describe Julián Martel en su novela La Bolsa). A esa clase rentística, hedonista, que se iba transformando en la oligarquía vernácula le sobraba el tiempo y lo distraía en prolongadas estadías en Europa tirando manteca al techo. La industria transformadora, los frigoríficos, quedaba en manos de los ingleses como también el trasporte ferroviario y marítimo.

Tal vez esto explique por qué no se constituyó una sólida burguesía nacional como sucedió con los países que hoy gozan de un próspero desarrollo industrial.

 

Una industria no tan dulce

Tucumán desde las primeras década del siglo XIX fue epicentro de la industria azucarera del hoy territorio argentino. Esta dulce actividad fue traída por la conquista hispanolusitana al continente y en algunas regiones, como el Brasil, se desarrolló sobre la base del trabajo esclavista de origen africano. La dulzura transformada en una amarga explotación humana.

En la región de los antiguos quilmes, lules y diaguitas encontraron el terreno fértil para cultivar la caña y procesarla.

Hacia 1821, según testimonios aportados por José María Posse -Tiempos de construir: de ingenieros civiles a industriales azucareros- “un prominente sacerdote, José Eusebio Colombres, plantó en su quinta de El Bajo los primeros surcos de caña, utilizando semillas cuya procedencia se desconoce y que podrían haber sido traídas del Alto Perú.

“Utilizando un rústico trapiche de madera movido por bueyes, trituraba cañas mediante procedimientos igualmente primitivos, logrando transformar su jugo en una azúcar oscura, sin refinar.

“La iniciativa de Colombres fue imitada por varios vecinos de la ciudad y pronto El Bajo comenzó a poblarse de cañaverales que se extendían paulatinamente en los alrededores de la ciudad, para luego pasar a los actuales departamentos de Cruz Alta y Lules donde se encuentran los ingenios más antiguos de la provincia.”

Para la década de 1850 poco habían cambiado los métodos de producción del dulce elemento. En 1852 hubo algunas innovaciones, como el reemplazo de las piezas de madera de los trapiches por hierro.

Pero no fue hasta la asociación entre Baltazar Aguirre, tucumano, y Justo José de Urquiza que comenzó el proceso de modernización. Si bien esta experiencia puntual no arrojó los resultados esperados la semilla quedó. Urquiza dispuso del dinero en la inversión y Aguirre aportó las tierras y el capital de trabajo. Con la asistencia de los ingenieros franceses Luis Dode y Julio Delacroix montaron un ingenio y en 1864 incorporaron una máquina de vapor que trajeron desde Europa. “Desaparecieron para siempre los trapiches de madera y se ingresó a la era del vapor, en todas sus manifestaciones –nos informa el autor citado-. Ello se tradujo en una verdadera explosión industrial, lo que transformó de manera fundamental la economía de la provincia.”

La moderna maquinaria consistía de “…un trapiche de fierro de dimensiones bastantes grandes, movido por una rueda hidráulica; dos defecadores y cuatro evaporadoras a vapor; al aire libre; dos filtros para negro animal; un tacho al vacío; dos monta caldos; una turbina centrífuga; un horno para fabricación del negro animal y sus accesorios; un alambique continuo; varias bombas, y dos generadores (calderos) para una fuerza de 20 caballos, destinados a suministrar todo el vapor necesario para la fábrica Fabricaron azúcar y alcohol.”

 

Una iniciativa frustrada

Pero, como anticipáramos, la sociedad de Urquiza con Aguirre no prosperó. “A la serie de contratiempos técnicos –afirma Posse-, se le sumaron desinteligencias numéricas con los contadores de Urquiza. Finalmente la experiencia terminó y las máquinas fueron vendidas por partes a otros industriales. Por esta razón se lo considera como pionero de la industria azucarera moderna en Tucumán.”

Entre los contratiempos citados se toparon con la falta un caudal adecuado de agua para mover la enorme rueda hidráulica. Para salvar la situación construyeron una gran acequia con su acueducto, “lo que encareció significativamente los costos que ya de por sí habían superado ampliamente el presupuesto inicial. No fue fácil la tarea ya que su caudal quitaba riego a otras fincas productivas” y tuvieron que negociar con los vecinos perjudicados y los jueces de agua que hacían cumplir el reparto justo del agua. Todo ello obstaculizó la puesta en marcha de las nuevas maquinarias.

Llegada a la primera zafra esta no rindió lo esperado. El agua del acueducto no era suficiente para hacer mover la maquinaria.

Por otra parte el citado Posse sostiene que los socios que representaban a Urquiza se impacientaban porque “no veían posible recuperar la inversión en mediano plazo y mucho menos ver las ganancias prometidas por el tucumano.

“Finalmente el ingenio fue clausurado por los representantes de Urquiza, entre acusaciones de inoperancia y mala administración, además de la palmaria realidad que la empresa no generaba mínimamente los efectos esperados. Lo cierto es que el general Urquiza dejó de enviar los vitales recursos financieros con los que Aguirre contaba en aquellos primeros tiempos; fue así como el primer ingenio moderno se fue a la ruina. El ingenio Floresta fue cerrado y sus partes fueron compradas por otros industriales.”

Es verdad también que Urquiza asumía múltiples actividades que seguramente le impedían dedicarse exclusivamente al negocio. Por esa época era presidente de la Confederación y en 1859 tuvo que encabezar la campaña que culminó con la batalla de Cepeda para intentar la reincorporación de la provincia de Buenos Aires al territorio nacional. Dos años después fue el turno del combate de Pavón que lo tuvo como comandante de las tropas entrerrianas.

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