Por Rubén Bourlot
Finalizaba el año 1810 plagado de sucesos en la costa del Uruguay. La revolución había conmovido todos los estamentos de la sociedad colonial. Las villas de Concepción del Uruguay, Gualeguay y Gualeguaychú estaban comprometidas con el nuevo gobierno que se alzaba contra las inoperates monarquías europeas. Es por esa razón que los realistas que resistían en Montevideo enviaron una expedición naval al mando de Juan Ángel Michelena para retomar el control del río Uruguay. Pero no contaban con el patriotismo de los gauchos entrerrianos que encabezarían las primeras montoneras. En esta circunstancia se hace presente el “el esforzado paisano D. Bartolomé Zapata” como lo califica La Gazeta de Buenos Aires. Fue “el primero que dio el grito de libertad en esta provincia contra las fuerzas españolas, en número muy considerable y protegidas por su escuadra” destaca una crónica del siglo XIX.
Bartolomé Zapata era oriundo de Gualeguay pero poco más es lo que se sabe de quien fuera uno de los primeros caudillos entrerrianos. Humberto Vico escribe que era “un respetable hacendado de la campaña” y agrega “poco sabemos de Bartolo Zapata, como le decían”. Breve pero significativa fue su actuación que logró la liberación de las tres ciudades de la provincia que por su adhesión al la Junta revolucionaria habían sido ocupadas por las tropas realistas. “Aparece en diciembre de 1810 en la escena al frente de una partida de 25 húsares, confiada por el General Rodríguez, junto con paisanos armados a su costa [...]”, agrega el autor citado.
Michelena, desde Paysandú traspasa el Uruguay y el 6 de noviembre de 1810 procede a la toma de Concepción del Uruguay, lo que provocó el retiro de Díaz Vélez hacia la Bajada con el objeto de no someter sus escasos recursos a una derrota segura. El cabildo fue renovado totalmente con miembros fieles a Michelena y los criollos sospechosos de adherir a la Junta son puestos en prisión y luego enviados a Montevideo. El resto de la población que no le rendía pleitesía al invasor optó por internarse en los montes de los alrededores.
En el interior los criollos procuraban organizarse para enfrentar al enemigo con los recursos que poseían y aprovechando la ventaja del conocimiento del terreno. En diciembre Zapata al frente de 25 hombres marchó desde la Bajada a la costa del Uruguay para hostigar al enemigo en cumplimiento de directivas de Martín Rodríguez. Este primer intento fracasó pero los paisanos no se amilanaron. En febrero Zapata encabezó una partida que expulsó a los realistas de la villa de Gualeguay. La Gazeta de Buenos Ayres publica los partes del “esforzado paisano D. Bartolomé Zapata, por cuyo valor, y laudable patriotismo tenemos ya unidas, y subordinadas a esta capital las villas del Gualeguay , Gualeguaychú y Arroyo de la China, de donde trae su fecha el último: habiendo huido precipitadamente los europeos que las oprimían á la sola proximidad de cincuenta y dos hombres libres , que animados únicamente de la justicia, y sin mas armas que las de su manejo (el lazo y el cuchillo) buenos caballos , y el terror de que siempre está sobrecogido el opresor; se resolvieron auxiliar la indefensión de sus hermanos contra los últimos esfuerzos del poder”. La toma de la ciudad se hizo con el concurso de una fuerza compuesta por “52 hombres, que a mi costa, con sacrificio de mi pobreza, con mis persuasiones, influjo, y otros arbitrios, pude reunir con el alto fin de defender á costa de nuestra sangre”, escribe Zapata. “Es verdad – agrega -, que en esta villa no hubo resistencia alguna para su reconquista: pero lo mismo hubiera sido, que la hubiese habido. A todo estábamos dispuestos”. El caudillo actuó en todo momento con la precaución de no teñir con los excesos de la venganza este heroico acto. “Yo confieso, Exmo. Sr., que me acaloré en tanto extremo por vengar esta sangre, que me fue de sumo trabajo el moderar mis acciones, y las de los míos cuando llegó el caso de apoderarme de esta villa". De Gualeguay la montonera marchó a Gualeguaychú donde lo esperaba el caudillo local de Gregorio Samaniego y la villa fue recuperada sin dificultades ante la huída de los realistas.
El 8 de marzo Zapata fechó otro parte dando cuenta de la recuperación de Concepción del Uruguay. En el mismo ponía de manifiesto las tropelías cometidas por los españoles “teniendo en prisiones hasta las mujeres, y niñas solteras, que manifestaban adhesión a la Suprema Junta contra quien se había publicado la guerra, y se cantaban versos públicamente”. Y agregaba que “no tuve pecho para aguardar las órdenes de V. E.”, decidiendo la continuidad de las acciones. Para este fin contó con la colaboración de Basilio Galván y el comandante Arellano, “hombre de mucho valor y resolución, en cuyo grado suplico a V. E., que lo confirme, pues mantiene en su compañía cien hombres”.
Finalizaba el año 1810 plagado de sucesos en la costa del Uruguay. La revolución había conmovido todos los estamentos de la sociedad colonial. Las villas de Concepción del Uruguay, Gualeguay y Gualeguaychú estaban comprometidas con el nuevo gobierno que se alzaba contra las inoperates monarquías europeas. Es por esa razón que los realistas que resistían en Montevideo enviaron una expedición naval al mando de Juan Ángel Michelena para retomar el control del río Uruguay. Pero no contaban con el patriotismo de los gauchos entrerrianos que encabezarían las primeras montoneras. En esta circunstancia se hace presente el “el esforzado paisano D. Bartolomé Zapata” como lo califica La Gazeta de Buenos Aires. Fue “el primero que dio el grito de libertad en esta provincia contra las fuerzas españolas, en número muy considerable y protegidas por su escuadra” destaca una crónica del siglo XIX.
Bartolomé Zapata era oriundo de Gualeguay pero poco más es lo que se sabe de quien fuera uno de los primeros caudillos entrerrianos. Humberto Vico escribe que era “un respetable hacendado de la campaña” y agrega “poco sabemos de Bartolo Zapata, como le decían”. Breve pero significativa fue su actuación que logró la liberación de las tres ciudades de la provincia que por su adhesión al la Junta revolucionaria habían sido ocupadas por las tropas realistas. “Aparece en diciembre de 1810 en la escena al frente de una partida de 25 húsares, confiada por el General Rodríguez, junto con paisanos armados a su costa [...]”, agrega el autor citado.
Michelena, desde Paysandú traspasa el Uruguay y el 6 de noviembre de 1810 procede a la toma de Concepción del Uruguay, lo que provocó el retiro de Díaz Vélez hacia la Bajada con el objeto de no someter sus escasos recursos a una derrota segura. El cabildo fue renovado totalmente con miembros fieles a Michelena y los criollos sospechosos de adherir a la Junta son puestos en prisión y luego enviados a Montevideo. El resto de la población que no le rendía pleitesía al invasor optó por internarse en los montes de los alrededores.
En el interior los criollos procuraban organizarse para enfrentar al enemigo con los recursos que poseían y aprovechando la ventaja del conocimiento del terreno. En diciembre Zapata al frente de 25 hombres marchó desde la Bajada a la costa del Uruguay para hostigar al enemigo en cumplimiento de directivas de Martín Rodríguez. Este primer intento fracasó pero los paisanos no se amilanaron. En febrero Zapata encabezó una partida que expulsó a los realistas de la villa de Gualeguay. La Gazeta de Buenos Ayres publica los partes del “esforzado paisano D. Bartolomé Zapata, por cuyo valor, y laudable patriotismo tenemos ya unidas, y subordinadas a esta capital las villas del Gualeguay , Gualeguaychú y Arroyo de la China, de donde trae su fecha el último: habiendo huido precipitadamente los europeos que las oprimían á la sola proximidad de cincuenta y dos hombres libres , que animados únicamente de la justicia, y sin mas armas que las de su manejo (el lazo y el cuchillo) buenos caballos , y el terror de que siempre está sobrecogido el opresor; se resolvieron auxiliar la indefensión de sus hermanos contra los últimos esfuerzos del poder”. La toma de la ciudad se hizo con el concurso de una fuerza compuesta por “52 hombres, que a mi costa, con sacrificio de mi pobreza, con mis persuasiones, influjo, y otros arbitrios, pude reunir con el alto fin de defender á costa de nuestra sangre”, escribe Zapata. “Es verdad – agrega -, que en esta villa no hubo resistencia alguna para su reconquista: pero lo mismo hubiera sido, que la hubiese habido. A todo estábamos dispuestos”. El caudillo actuó en todo momento con la precaución de no teñir con los excesos de la venganza este heroico acto. “Yo confieso, Exmo. Sr., que me acaloré en tanto extremo por vengar esta sangre, que me fue de sumo trabajo el moderar mis acciones, y las de los míos cuando llegó el caso de apoderarme de esta villa". De Gualeguay la montonera marchó a Gualeguaychú donde lo esperaba el caudillo local de Gregorio Samaniego y la villa fue recuperada sin dificultades ante la huída de los realistas.
El 8 de marzo Zapata fechó otro parte dando cuenta de la recuperación de Concepción del Uruguay. En el mismo ponía de manifiesto las tropelías cometidas por los españoles “teniendo en prisiones hasta las mujeres, y niñas solteras, que manifestaban adhesión a la Suprema Junta contra quien se había publicado la guerra, y se cantaban versos públicamente”. Y agregaba que “no tuve pecho para aguardar las órdenes de V. E.”, decidiendo la continuidad de las acciones. Para este fin contó con la colaboración de Basilio Galván y el comandante Arellano, “hombre de mucho valor y resolución, en cuyo grado suplico a V. E., que lo confirme, pues mantiene en su compañía cien hombres”.
El 6 de marzo, ante la amenaza de los patriotas, los realistas evacuaron la villa rumbo a su reducto en Montevideo.
La actuación de Zapata que hacía vislumbrar un futuro de gloriosos servicios para las armas de la patria, con un prestigio ganado en las escasas jornadas de lucha que le tocó enfrentar, se malogró rápidamente por un episodio tal vez menor. A los pocos días de la llegada a Concepción del Uruguay el caudillo cayó herido mortalmente en un enfrentamiento con el teniente Mariano Zejas que pretendía arrestarlo, según una versión, por orden del coronel Francisco Doblas, con quién mantenía una disputa por el cargo de Comandante interino.
La actuación de Zapata que hacía vislumbrar un futuro de gloriosos servicios para las armas de la patria, con un prestigio ganado en las escasas jornadas de lucha que le tocó enfrentar, se malogró rápidamente por un episodio tal vez menor. A los pocos días de la llegada a Concepción del Uruguay el caudillo cayó herido mortalmente en un enfrentamiento con el teniente Mariano Zejas que pretendía arrestarlo, según una versión, por orden del coronel Francisco Doblas, con quién mantenía una disputa por el cargo de Comandante interino.